La empatía

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El segundo encuentro del club de lectura estaba programado para el siguiente sábado a las 9 pm, en el mismo McDonald's del Obelisco. La semana pasó, y nuevamente me encontraba super nerviosa, aunque un poco más relajada que la primera vez. Los chicos seguramente estarían ansiosos ya que la primera vez que nos juntamos fue bastante divertido.

Me puse un sweater negro y un jean ajustado. Me pasé un peine por mi pelo y miré la hora, agarré mi tablet y salí hacia el centro.

Al llegar, por sorpresa estaban allí algunos miembros del grupo. Clemente y Raquel estaban charlando, mientras que Beto miraba su celular. Montserrat llegó poco después, con su impactante pelo rojo y su ceñido vestido naranja con apliques de mariposas.

Nos saludamos como si nos conociéramos de toda la vida y nos ubicamos en la misma mesa para ocho personas. Mi corazón  palpitaba por el nerviosismo.

—¡Hola chicos! —exclamé—. ¿Están listos para otra noche de buenas historias?

—¡Obvio querida! —respondió Clemente—. Esta vez traje algo especial para leer.

—Yo también —anunció Beto, levantando su tablet—. Yo estuve laburando en un fanfic sobre la icónica banda «Queen» y quiero que lo critiquen.

Hubo un murmullo general de interés. Todos amábamos a Queen, pero no sabía que decirle, un fanfic sobre una banda tan famosa nos puso un poco nerviosos.

—Qué interesante, Beto —comenté, con un tono neutral—. Seguro que está joya.

Raquel sacó su tablet y anunció:

—Yo traje mi novelita juvenil. Es sobre una piba que va a la facu y se enamora de un pibe que es un bad boy.

Sentí un nudo en el estómago. Sabía que la historia de Raquel estaba llena de clichés, pero no quería desanimarla. Sin embargo, el entusiasmo de los demás parecía desvanecerse un poco.

—Suena... intrigante —susurró Fabri, tratando de sonar un poquito convincente.

Montserrat, sin embargo, no pudo ocultar su expresión de escepticismo. Tenía cara de culo.

—Bueno, vamos a empezar con algo más tranqui —intervine, intentando apaciguar la tensión—. ¿Qué les parece si hablamos primero del fanfic del Beto?

El hombre comenzó a leer una página de su historia. Me dejó boquiabierta, él capturaba bien la esencia de la banda, pero la pasión con la que trataba a los personajes hacía difícil criticarlo sin sentir que estábamos atacando al propio Freddy Mercury.

—Sos muy fiel a la banda, Bro —admitió Clemente—. Escribes muy bien y se nota capturaste su espíritu de la banda.

—Sí, está muy bien narrado —agregó Raquel.

Montserrat, con su habitual franqueza, se mantuvo con la boca cerrada, lo cual era una señal de que no estaba muy convencida.

—Gracias por su visto bueno. Me alegra muchísimo que les guste —dijo Beto,  aliviado.

Luego llegó el turno de Raquel. Con firmeza comenzó a leer su novela. La historia era, como esperaba, llena de clichés: el pibe malo con un pasado turbio, la piba tarada que intenta mejorar la situación y se termina acostando con todos los chicos guapos de la facultad.

—Tu novela está... buenarda —dijo Fabri y mintió.

—Sí, seguramente atraerá a muchos adolescentes pajeros —agregó Beto, lanzando una carcajada.

Clemente comenzó a reír en un tono muy alto y dijo:

—Sos lo más, gordo.

Pero Montserrat no pudo contenerse.

—Raquel, tu novela es una cagada —chilló —. Está llena de clichés y los personajes son demasiado simplones.

El rostro de la pelirosa se tornó rojo como un tomate y sus ojos se llenaron de lágrimas. Sin decir una palabra, se levantó y se fue al baño.

Hubo un silencio incómodo entre nosotros. Nadie sabía qué decir, trás la respuesta de la pelirroja.

—Montserrat, creo que fuiste un poco directa y bastante dura con la niña —expresé tratando de que le pida disculpas.

—Génesis, yo prefiero ser honesta. Si no le decimos la verdad, ¿cómo va a mejorar? —respondió Montserrat con firmeza.

—Montserrat tiene razón, si su historia está llena de cliché, hay que decírselo —agregó Beto.

Fabri se levantó y fue trás Raquel. Clemente, Beto y yo nos quedamos en la mesa, sin saber muy bien como proseguir.

—Bueno, tal vez deberíamos tener más tacto con nuestras críticas —inquirió Clemente, quebrando el silencio—. Todos estamos aquí para aprender y mejorar, ¿o no?

—Sí, tenés razón —dije—. Intentemos ser más constructivos en el futuro.

Raquel regresó a la mesa con los ojos rojos y Fabri a su lado, murmurando palabras de consuelo. Nos sentamos en silencio por un momento, antes de que decidiera tomar las riendas nuevamente.

—¿Por qué lloras, nena? —susurró Montserrat.

—¡¡Porque vos dijiste que mi historia es una mierda!! —gritó Raquel visiblemente afectada por su crítica.

—Ay, déjate de joder... es una critica constructiva —dijo la pelirroja excusándose.

—Parece una crítica destructiva —soltó Raquel, clavándole una miraba escrutadora.

—No lo es. Solo es mi opinión. Lo dejo a tu criterio si quieres seguir escribiendo novelas juveniles cargadas de sexo y cliché —respondió Montserrat mientras meneaba su pierna.

—Yo escribo sobre el tema que más me gusta. A parte tengo más lectores que vos...—remarcó.

—Chicas, cambiemos de tema —dijo Clemente.

—Chicos, todos vamos a aprender de esto y asegurarnos de que todos se sientan bien —dije esbozando una sonrisa —. Después de todo, estamos aquí para mejorar nuestra narrativa.

—Sí, pero hay ciertas brujas que se creen superior a los demás —insinuó Raquel.

—¿Y de mi libro de poesías que opinan? —interrumpió Fabri.

—No sé, no me gusta mucho los poetas... —murmuró Monserrat.

—¡Pero al final no hay pija que te venga bien! —chilló Fabri indignado.

—Dije poetas, no poemas... —aclaró.

—A mí me encanta —respondió Raquel y le guiñó el ojo izquierdo.

—¡Gracias amorosa! —dijo Fabri y le devolvió el guiño.

—De nada, poeta —dijo la pelirrosa como coqueteando con el muchacho.

—¡Mejor vayan a un hotel! —gritó Beto y todos comenzaron a reír.

La noche continuó sin problemas, aunque con una atmósfera un poco más tensa que el primer día. Sin embargo, al final, sentimos que habíamos aprendido sobre la importancia de la honestidad y la empatía que deberíamos tener con los demás.

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