La aparición

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Después de beber unas cervezas, me había propuesto hablar con Lorenzo. Estaba seguro que no se negaría, ya que gracias a su buena suerte, él estaba vivo.

Él aceptó sin dudar, pero me dijo que necesitaba un aventón, porque quería ir esa noche al antro. Le pregunté a donde quedaba tal lugar y me dijo que era aquel sitio donde su sobrina conoció a Ray. Debo admitir que sentí que me lo dijo, como si fuese puñalada trapera.

Entonces pensé que también sería una buena oportunidad para explorar y reconstruir un mundo que aún desconocía. Mientras conducía se me ocurrió indagar sobre el tema y le pregunté como era posible que Elisabetta haya estado vinculada con el ojiverde.

Él respondió que ella no tuvo una infancia y adolescencia normal, que su padre se ganaba la vida, gracias a los contactos con los integrantes de la mafia Italiana - Argentina y que ella siempre tuvo un extravagante modo de pensar.

Entonces le dije que solo ella sabe desconectar la mente de su cuerpo. Que me hubiese gustado estudiar neurociencia, para tener la capacidad de saber y distinguir como podría funcionar la mente de cada individuo.

Me dijo que me entendía, pero que ella creció rodeada de tratos ilegales y que después del fallecimiento del padre había perdido la picardía que la caracterizaba.

Mientras conducía por una ruta oscura, comencé a ver una zona de casas rodantes. De pronto una nube de polvo apareció en el camino y pisé el freno sin divagar.

Abrí la ventanilla y sentí una pestilencia a pescado muerto.

Luego salí de mi camioneta y que flotaba bajo la penumbra de la noche una figura monstruosa, de ojos verdosos fluorescentes.

De repente todas mis pesadillas y mis visiones, se habían compaginado en ese terror nocturno. Intenté hesitar, para controlar mis impulsos, pero no lo logré.

Miré hacia donde estaba Lorenzo y vi que él entrecerraba los ojos mirando al frente, congelado, con la mirada perdida.

Ladislao dijo desesperado —después de pasar una hora a tu lado, puedo ver que tu mente es un manicomio.

— ¿Acaso quieres enloquecerme? — pregunté, interrumpiendo el silencio.

— Veo que es en vano — dijo frunciendo el ceño. ¿Insinuas que no sé que estas demente?

—¡Ah, no!— le contesté, volviendo a sentarme en el asiento.

— ¡Tu batalla ya esta perdida! — exclamó Lorenzo mientras forcejeaba conmigo — en lugar de perder el tiempo divagando, deberías investigar cual la causa y la raíz de tus alucinaciones.

A medida que él iba aumentando la voz, sentía que mis deseos de ser alguien normal se cristalizaba y el flujo de mis alucinaciones visuales comenzaban a disminuir. Entonces le dije:

— Solo sos un lastre desde la cuna hasta la tumba.

Pero si tienes distorciones cognitivas e inestabilidad emocional — dijo Lorenzo haciendo un gesto con el dedo.

—Sabés — agregué lamento haberme echo cargo de , la noche que te dispararon en la acera.

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