La sorpresa

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La exhortación de su mirada, me dió la pauta de que ella no quería, ¿Por qué no ha de querer casarse? Gloria era una maestra en cuanto técnicas de evasión.

Sin hacer barullo, se levantó de la cama y se trasladó hacía un sillón en la sala.

—Ladislao — chilló.

Gloria levantó la cabeza desde donde estaba sentada y me dirigió una mirada aterradora.

—¿Qué te sucede? — grité, preocupado.

Ella parpadeó bruscamente y apretó los ojos, como si sientiera alguna clase de molestia.

—Tengo un secreto — dijo Gloria, con sopor.

— Pues, dime — contesté.

— Estoy embarazada — balbuceó con una mirada desorbitada.

— ¿Tienes la certeza de ello? — pregunté, encogiendo los hombros.

— El bebé mueve con rápidez. De este lado de mi barriga  — hizo un gesto hacia la izquierda —. Me sorprende notablemente que no lo hayas percibido.

La tomé del brazo ayudándola a ponerse de pie, una mueca de dolor me hizo entender que el embarazo no era reciente. Eché una breve vistazo a su abdomen, esperando ver su volumen. Su vientre había adoptado una forma cónica levemente pronunciada.

— Ahora lo creo — dije con un tono hilarante.

— Sé que eres obcecado, intolerante e desobediente — agregó  — tendrás que cambiar a sumiso y dócil.

Bajé la mirada al suelo e intenté contarle de mis dudas y miedos. De repente ví en sus ojos, que estaba preocupada, su mirada se había tornado distante y su expresión se volvió tensa.

Tenía que ser justo con Gloria. Esto es amor ¿real? Había que obrar correctamente aunque se presenten dificultades. Cambiar mi egoísmo por la dulzura de la paternidad, que incluía cambiar mis actitudes por la docilidad, para formar una verdadera familia unida.

En ese instante tuve más claridad, tome aire con fuerza, para luego proferir el siguiente argumento, en cuanto exhalaba lentamente.

— Gloria, casémonos — mascullé — estamos aferrados el uno al otro.

— No, no ahora — contestó, con la mirada clavada en mis ojos.

— ¿Por qué? — repuse.

— ¿Acaso no es obvio? — inquirió ojiplática —. Estoy harta de esta vecindad.

— ¿Qué propones? — pronuncié, confundido por la negativa.

— No quiero vivir más acá — dijo decidida.

Gloria tenía los ojos resplandecientes, un brillo de comprensión. Inhalé nuevamente una bocanada de aire y le dije que haré todo lo necesario para que seamos una familia de verdad.




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