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Danubio, ella y yo nos besamos en cada rincón de la casa —dijo mi tío al abrirme la puerta.

—¿Qué? —chillé, luego de haber llegado a la casa.

—Soy un hombre que mide 1.90 de estatura y que pesa ochenta y siete kilos, con certeza soy un buen partido —respondió mi tío tratando de contener su sonrisa.

A la muchacha se le abrieron los ojos. Ella estaba tomando un té sentada en la mesa de cocina.

Pero tío... —dije como para terminar la conversación ya que la mujer estaba merendando a pocos metros de nosotros.

Maureen asintió en silencio y procedi a sentarme a su lado.

—¿Por qué quieres engancharme con este espécimen? —susurró ella suavemente cerca de mi oído.

—Calma, él no es mal tipo —dije por lo bajo.

—Ya estuve casada con un hombre, treintañero y narcisista. No quiero que la historia se repita —musitó—. Ese hombre ponía a trabajar a cualquiera, nunca le importó si era una girl enana, un travesti o un dragqueen.

—Pero mujer, lo que cuentas no tiene ni la más mínima coincidencia. Es una tontería que compares a ese cínico con mi tío —murmuré enojado.

—Cállate, que ahí viene... —dijo mientras ponía una sonrisa falsa.

—¿Qué vas a hacer con el cassette de Attaque 77? —preguntó mientras se cebaba un mate.

—Pues, oirlo en mi walkman —respondió abriendo los ojos como platos.

—¡Ja! Ahora tiene sentido. ¿De qué hablaban ustedes dos? —preguntó agudizando la vista.

—Nada importante —respondí mientras suspiraba.

—Ok, ok. Ustedes vieron que Cemento es un lugar enorme. Es un antro jodido y no siempre tocan bandas de punk —dijo con una mirada objetiva.

—No entiendo —dijo Maureen.

—Bueno, te cuento. Cemento es un antro donde se concentran todas las movidas juntas, como esos cd's que traen cincuenta canciones para las fiestas, todas de distintas bandas como si fuese un popurrí —explicó con una voz melódica.

Eso quiere decir... —preguntó Maureen.

—Quiere decir que cuando toca una banda rocanrolera, Cemento se llena de Rolingas, entonces no podemos ir —dijo con firmeza.

—Ah, pero que pelotudez —añadí mientras me tomaba un mate amargo.

—Eso quiere decir que no podemos ir porque va ser un bardo y nos van a cagar a piñas —dijo Maureen mientras clavaba sus uñas en la mesa.

—¿Y si nos disfrazamos de rolingas y practicamos unos pasitos stones? —exclamé clavándole mi codo a mi tío.

—Yo no voy a hacer eso ni a gancho. No estoy en contra de los rolingas para nada, de hecho estoy agradecido. En mi negocio vendo más cd's de los Rolling stones que de Iron maiden —dijo mi tío gesticulando.

Eso es intersante y me alegro que tu disquería ande bien —respondió Maureen mientras encendía un cigarrillo.

—¿Puedes invitar a Meteora la próxima vez? —sugirió.

—Claro que no —respondí y sus labios se retorcieron con digusto.

—¿Quién es Meteora?  —preguntó con un tono demasiado agradable para mi gusto.

Mi tío me volvió a mirar intensamente con sus ojos peltre.

—Una chica, mi vecina.

Respiré nuevamente. Me sentí invadido con esas preguntas. Con la cabeza inclinada le hice un gesto con la mano a mi tío para que parara de hablar.

—¿Danubio? ¿Qué sucede? —exclamó Maureen quitando mi cabello sobre mi cara.

—Basta. Cállense los dos —exclamé con brusquedad—. Ustedes ni se conocen y ya tuvieron sexo... se entregaron al deseo carnal como dos miserables.

—¿Por qué nos atacas de esta forma? —chilló mi tío inflando el pecho.

Me encrespé ante su tono, pero luego sentí que debía escupir todo.

—Esta mujer piensa que eres un espécimen —dije y señalé con el dedo en dirección a Maureen.

—No lo creo, solo lo pienso, es porque tengo miedo de que me trates mal y me obligues a hacer cosas que no quiero —gritó la muchacha entre sollozos.

Jethro se quedó pasmado mirándola como si no pudiera comprenderla.

—No entiendo, yo te brindé mi hospitalidad y también mi amor; aunque este amor no perdure con el tiempo —dijo mi tío con la mirada gélida.

—Lo siento. Soy un idiota... —dije mientras agitaba las manos en el aire—. Siento que ustedes pueden llegar a ser compatibles. Solo que ella tendrá que sepultar su dolor que carga desde Paraguay y vos tendrás que  escucharla un poco más.

—Maureen, no te vayas —chilló mi tío al verla juntar sus cosas en su bolso.

—Pónganse en mi lugar y no sean lacras —dijo ella mientras sus lágrimas rebotaban en sus mejillas.

Ella se irguió y sus ojos se posaron en Jethro. Él se puso de pie y caminó hacia donde ella estaba parada y entrelazó sus dedos con los de ella.


Quédate unos días más. Siento que tu pasado te frena en este momento pero podemos pasar más tiempo juntos para ver si surge en vos algún sentimiento genuino hacia mí —dijo mi tío con la voz trémula.

En la mirada de la muchacha podía ver un torrente de absoluto desamparo.

—Esta bien. Me quedaré un poco más. No quiero molestar ni ser una carga para ti —dijo mientras se secaba sus ojos con la manga de su camiseta.

—Qué bien —repuse lentamente. Mi tío es una persona honorable y nunca haría algo para lastimarte.

—Se que tu tío tiene las virtudes de la decadencia masculina, pero también creo que tiene un buen corazón —dijo ella en un tono risible.

—¡Ja! No me hagas reír queridita, no digas que anoche no la pasaste...

—¿Bomba? —añadí para darle un poco de humor a este ingrato anochecer.

Los dos rieron al mismo tiempo, lanzándose unas miradas pícaras e indiscretas.

—Bueno, si vos no me querés tengo a Pam —dijo mi tío mientras alzaba a su gata siamesa.

—Pero que extraño, si en la calle los gatos no se pegan a los vagabundos, pues ellos andan con perros —dijo Maureen lanzando una risa malvada.

—¡Ja! Qué chistosa, ahora me compara con un linyera...

—No, solo es un chiste —hizo una pausa, se ruborizó y luego continuó riendo.

—¿Donde parabas antes de conocernos? —pregunté indiscretamente.

—¡Oh! Simplemente, pregúntame si vivía en la calle —retrucó.

—Maureen, ¿eh? —dije desorientado.

—Ja —respondió ella.

¿Donde demonios ella había estado viviendo desde que llegó a este país?, me pregunté a mi mismo. «Quiero pensar, ¿cómo es que esta mujer logró insertarse en la vida de mi tío tan rápidamente?»

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