Enfrentamientos

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

¿Qué sucede, Kyon? —dijo el adolescente con la frente brillante por el sudor.

El chino apareció de repente y mis latidos comenzaron a acelerarse. No tenía miedo pero sentía que algo muy malo podría suceder.

—Hola Lee, estoy aquí enseñándole el oficio a este joven —dijo la anciana, y el adolescente pareció a punto de pegar un grito al verme a los ojos—. Me gusta mucho poder transmitir mi conocimiento en este negocio. Lee, ¿qué hacés aquí?

El oriental hizo un gesto de asentimiento con su cabeza. Tenía sentido, los chinos son personas respetuosas frente a sus familiares. Con la cabeza gacha salió azotando la puerta en señal de rebeldía.

—Este muchacho es terrible —inquirió la octogenaria.

—¿Es su nieto?

—Así es —dijo y miró hacia el techo.

Cuando terminó mi primer día laboral me dirigí a la parada del colectivo, después de unos pocos minutos de viaje ya estaba caminando hacia mi casa. Me encontré con el adolescente chino, él estaba de pie frente a la reja con una actitud sospechosa.

—Llegaste a tiempo —dijo el adolescente frunciendo el ceño.

—¿Qué pasa amigo? —exclamé—, ¿quieres pelear?

—¿Por qué persigues a mi novia? —dijo agitando la mano—. Parece que últimamente estás extra involucrado en mi vida.

—Te aseguro que no puedes impedirme nada, ¿comprendes? ¿qué dices?

—Te golpearé en el rostro y serás una de mis perras —juró.

—¿Qué dijiste? —le grité con todas mis fuerzas.

—Dije, que serás una de mis perras —dijo Lee, con gran énfasis.

—Al menos —repliqué— no estás negando que sos un marica.

—¿Quieres pelear hijo de put...? —chilló, mientras se arremangaba su sweater de cachemira color rojo.

—¡No tengo tiempo para conversar contigo, niño! —rugí.

—¡Primero intentaste robarme a Meteora y ahora intentas robarme a mi abuela! —gritó, y yo pensé que estaba siendo gracioso.

El chino se me abalanzó sobre mí. Comenzó con un forcejeo que me dejó exhausto.

—Ya ves —dije furioso—, no me provoques porque te puedo mandar al hospital de un golpe.

Giré la manija carcomida por el óxido, intentando no hacer contacto visual con Lee.

—Vete a tu casa, quienquiera que seas, pendejo de mierda...

—Atrevase a volver al negocio de mis padres —dijo sin vacilación ni temor.

Cuando oí su amenaza, retrocedí bruscamente como si alguien me hubiese empujado.

—Yo voy a hacer lo que me plazca —dije con resignación.

—Parece que usted no entiende que estoy cansado de su suspicacias y de sus ambiciones infundadas —fue la seca respuesta de Lee.

—¿En verdad? ¿De verás lo dices? Me pregunto por qué razón me odias —le dije barriendolo con la mirada.

Estaba sudando por los nervios y congelado  sentía mi cuerpo como si fuera acero y me temblaban las manos. ¿Qué atrevimiento?  ¡Qué corajudo que es éste chinito! Él tiene una gran familia, una casa grande, un auto, un restaurante, un supermercado y seguro que gana buena guita por no hacer nada. Y aquí estaba frente a mí buscando pelea. Estaba decidido a rebelarse contra mí aunque su realidad sea distinta en esta situación.

Sin embargo, eso no me hizo desistir de sus propios pensamientos. Yo estaba allí viéndolo ponerse rojo tratando desesperadamente de hallar una salida mental. Entonces decidí ponerle fin a la discusión. ¡Me tragaré mi puto orgullo!

—Creo que debo aclarar bien una cosa, necesito el empleo, mucho más que a Meteora —dije y para que no pierda la razón le dije que yo tenía otra novia.

—No te creo —chilló—. Eres una escoria.

—No lo soy. Pero necesito trabajar. Mi madre no puede mantener esta casa y pagar las cuentas —expliqué.

—Bueno, no confio en que podamos resolver nuestras diferencias de un día para el otro —pronunció agudamente.

—Te prometo que voy a hacer conducta. Tu abuela me agrada y estamos haciendo buenas migas. Por favor permíteme trabajar —le dije intentando calmarme.

De repente apareció Meteora frente a nosotros, ella vestía un trajecito de tweed color limón y unas botas blancas.

—¿Qué hacen ustedes dos aquí afuera? —dijo con la mirada circunspecta.

—Nada, estoy aquí con mi buen amigo Lee —dije y le di una palmada en su hombro izquierdo —. Tengo una novedad para contarte.

—¿Qué pasó? ¿Pasó algo malo? —dijo en forma serena, pero un poco alarmada.

—Estoy trabajando con en el restaurante, más bien, estoy trabajando en la lavandería del local —dije sin un ápice de emoción.

—Este laburo te va a costar... —añadió el chino.

—¿Qué dijiste? —preguntó Meteora con soltura.

Entonces él sacó su billetera y le dió plata a Meteora.

—¿Qué hacés? ¿Estás demente? Guarda eso.
No me des dinero en frente de las personas —dijo Meteora con el rostro deformado por la ira.

—Pero...

—¿Pero, qué?  —dijo y me arponeó con la mirada.

—Es que me pediste dinero para pagar... —balbuceó el chino con el rostro desconcertado.

—Ah... —hizo una pausa incómoda y respiró hondo—. Por cierto me alegra mucho que te haya gustado este conjunto de dos piezas de Chanel.

—¿Acaso te refieres a... Coco Chanel? —dije con los ojos abiertos como plato.

—Sí. ¿Algún problema? —dijo Meteora y puso los ojos en blanco—. Es un obsequio de una gran calidad y de buen gusto.

—Para que sepa usted, que no soy un hombre desatento y vacío —repuso el chino—. A las mujeres le gustan los hombres con ese efecto de confianza.

—Yo diría que más que confianza, a las mujeres actuales les gusta los hombres de gran poder adquisitivo —retruqué.

La respiración de meteora empezó a exagerar. Mientras Lee contaba como era su ritual amoroso, ella permaneció muda.

—Para conducir al amor hacia un final feliz y eficaz, se necesita poder adquisitivo como usted dice —dijo luego el chino.

Lee me observó atentamente y cuando lo explicó, juro por Dios esa mirada frenética y violenta estaba otra vez en sus ojos. Lee me superaba en todo y eso le daba un aire de cumplida perversidad y ahora me parece que las muchachas como Meteora les gusta el efecto inesperado del mecanismo que tienen estos hombres con el dinero. Me sentí descosido, atrapado y vencido, por el deseo de aniquilar a este adolescente.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro