Falta de confianza

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  Mi tío aún no volvia a la tienda, por lo tanto, nada impidió que Meteora se dirigiera hacia mí para confesarme que había tenido curiosidad por saber quien era la joven que todas las tardes barria la vereda de la casa de Jethro.

—Ahora que sé que tu tío tiene una novia me pregunto lo desafiante que puede llegar a ser. Yo trabajé tan duro para crear un vínculo entre mi padre y yo y ahora que apareció la loca de Reginalda no tengo ningún control, a pesar de sus habilidades, a pesar de lo calificado que sea mi papá, él esta perdido entre las garras de esa maldita bruja —dijo Meteora—. ¡A mi me gusta tener el control en mi casa!

—¡Qué mala pata! —exclamé—.¡Esa mujer está muy empoderada!

—Cuando una madre muere e inmediatamente aparece una sustituta, ahí te das cuenta que gracias a un tercero no estás a salvo, el juego comienza a cambiar y tus expectativas se caen —exclamó mi vecina, más indignada aún—. Ahora tengo que tomar acciones para protegerme.

—Te entiendo, por mi lado también estoy preparado por si algo pasa —dije—, si algo te pasa estaré aquí para ayudarte.

—Escucha, creo que tu tío debe renunciar a esa persona. Todos cometemos errores pero este me da mala espina —terminó—, todo es tan extraño y no me parece que fuese una casualidad.

—Parece una causalidad —dije, mientras acomodaba unos casettes en las bateas de descuento.

—Cambiando de tema... —dijo y se sonrojó
—, me gusta tu nuevo look.

—¡Estupendo! —exclamé—. Estoy pensando hacerme una cresta.

En ese momento entró por la Jethro por la puerta. Noté a simple vista como contenía sus ganas de reír.

—Danubio —dijo—, ¿puedo opinar algo?

—Desde luego. Te presento a mi vecina Meterora dije y luego estrecharon sus manos.

La gente seguidora del Punk señaló a los poderosos por ser los culpables del empobrecimiento de la clase media-baja. Como señal de protesta los fans del punk se formaron con una estética músical para dejar en claro que había un mensaje  inconformista que lo terminaron reflejando en la cresta como una señal de poder —explicó entusiasmado.

—¡Aja! —solté.

Las palabras de mi tío me estaban dejando como un simplón frente a su sabiduría.

—Pese a que todos pensaban que el punk solo generaba disturbios y odio en forma de protesta, ellos salían a la calle gritando: ¡Se me cae todo menos la cresta! —añadió vigorosamente.

—Se nota a leguas que los punkeros son de la oposición —masculló Meteora—, gracias por explicarme estas cosas.

En los ojos de ella apareció una luz brillante, y esta vez no venía de una lámpara eléctrica. Sin dudas, a Meteora le gustaba mucho escuchar a mi tío.

—¿Saldrías con un chico con cresta? —exclamó mi tío con una total seguridad.

Oh, me encantaría. Pero no aseguro que a mi padre le vaya a gustar que ande con alguien tan extravagante —concluyó.

Después de oírla no tenía idea de cómo podría continuar la charla. Mis ojos se detenían en Meteora perdiéndose en sus ojos pardos tan profundos como una noche estrellada.

—Tenés razón, tu padre es un hombre demasiado elegante para tener un yerno rocanrolero —dijo lanzando una carcajada.

—Es cierto, ¿qué debería hacer? Nunca tuve un novio y estoy a un mes de cumplir los veintitrés años —dijo ella con voz gutural.

—¡Pst! Lo que daría por tener tu edad. Disfruta cada momento porque la vida pasa rápido y es una sola —agregó mi tío.

—Lo haré de ahora en más. Debería tener un novio que tenga las pelotas para encarar a mi padre —estalló—. No puedo más con mi vida.

Jethro me miró de reojo.

—Calma —dije y fui a abrazarla.

—Debes estar hasta las narices con todo lo que está aconteciendo en tu vida. No podría estar en tus zapatos pero valoro tu coraje —dije sin poder alejar mi cuerpo de ella. Emanaba un aroma celestial a rosas blancas.

Meteora suspiró. Se levantó de la silla y dió unos pasos hacía la puerta.

—Me tengo que ir ahora. Mi padre me está esperando para ir a cenar con la invertebrada de la Vanderpump —dijo con la voz ronca.

—Solo finge que está todo bien. Ya sabes solo es cuestión de práctica —recomendó Jetrho—. No tienes que ser su amiga, solo sé gentil.

Ella salió por la puerta dejando una estela de su perfume.

—¡Qué pasión la tuya! —dijo mi tío sin ningún tacto—. Actuaste demasiado caritativo con ese abrazo eterno.

—¿Lo dices de verdad, tío? —gruñi.

—Sos un torpe... —río—. Intenta no parecer tan enamorado.

—¡Mira quien habla! —dije lanzando una risa estrepitosa.

Él me palpó la mejilla derecha y luego me sacudió por los hombros.

—Lo mío es diferente, tan diferente que no se asimila ni un poquito —repuso—. Maureen es fundamentalmente la base de un equipo.

—Tío, dejá la droga por el amor de Satán... —dije sin vacilación ni temor.

—Cállate, hoy día la droga ya no me apetece —responde Jethro alegremente—. Mira, voy a contarte un secreto: Maureen me dijo que ya no quiere quedarse en casa, dice que ya no es práctico y quiere buscar un trabajo. Me dijo que en la Farmacia de Don Rodolfo hay un cartel solicitando empleada doméstica —manifestó con cierto énfasis.

—Si, pero busca empleada doméstica para trabajar en la casa de Reginalda porque las mucamas no aguantan el temperamento violento de esa mujer —dije en un tono risible.

—No lo sabía. No cabe duda que esa tipa tiene un caserón enorme y que las empleadas domésticas no aguantan tener que limpiar tantos metros cuadrados —alegó pensativo.

Los dos comenzamos a cavilar. Mi tío apenas parpadeaba.

—También dijo que buscaban empleada en un nightclub de la zona, pero francamente me parece una pésima idea —repitió con una mirada de reprobación.

—Que pase lo que tenga que pasar, total no sabemos nada  —Jethro mientras me escuchaba frunció el ceño.

—Yo sé que no es una señorita perfecta pero aún así, no me emociona que en la discoteca pueda conocer a otro hombre —murmuró cabizbajo.

—Suena complicado y no quiero involucrarme —respondí sin vacilar.

—Me temo que eso sucederá —dijo Jethro bizqueando.

—Hummmm... —La voz de mi tío cambió de matiz con una forma inquietante.

La vida es una odisea...

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