Desperdicio en Liberosis

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Solo Dios sabe lo mucho que demoré editando este capítulo para publicarlo, y aún así no logré sentirme conforme :')

En fin... ¡Disfruten la lectura!

Alerta de: MUCHO TEXTO.

****

—Senjuro –llamó la voz de su hermano tras su espalda, más, el propio al fijar lo que el menor hacía, rezagó sus pasos hacia él, deteniéndose en el umbral hacía el pasillo del recibidor.

Avisto Senjuro rezando en un ameno silencio. Se desamparó al embriagarse por el grácil sahumerio del incienso, una sonrisa conmovida y lánguida se ensanchó por su semblante, el pequeño de los Rengoku se levantó en mutismo, volviéndose de pie para inclinarse una vez más frente al butsudan.

– Hermano – saludo este, con una sonrisa jovial, despeñando sus pasos hacía él para procurarle un abrazo – estaba hablando con mamá. – expresó él.

— ¡No quise interrumpir! —Dilucidó Rengoku, con un estremecimiento pariente del orgullo y la morriña— quise pasar por acá a ver cómo estás tú y padre.

Senjuro negó, separándose de su mayor con una expresión de regodeo en su cariz. Como si preexistiese expectante o fuese participante de alguna pesquisa trascendente para un acaecimiento significativo.

— ¡Padre se fue a la academia! — Expuso, con emoción axiomática — Me alegré de verlo con buen humor desde temprano ¡Hasta se afeitó! —uno y otro carcajearon.

— ¡Es excelente, Senjuro! — Vivificó él — estoy muy feliz de verlo tan motivado, según tengo entendido, fue a recibir a los nuevos ingresos. — El contrario asintió. Suavizó su mohín.

Ambos viraron por el pasillo, rumbo hacía el comedor el cual el pupilo de los Rengoku realizó una ademán a Kyojuro para que le alcanzase.

— ¡Por eso le agradecí a nuestra madre!— comentó, reparando el retrato de la mujer reposar sobre el mueble de madera— Se qué ella también está feliz por él.

Kyojuro palmo su cabeza. Contemplando la imagen de su progenitora, sus fisonomías sosiegas posando bajo la sombra de un fastuoso cerezo.

— Y por ti, y por todos — certificó, con la propia voz afable.

Desayunaron en su ajustada compañía, Senjuro entre cuentos con vibración sobre el instituto, recomendaciones de su mayor con respecto a las asignaturas, aquél deje de alborozo de inhalar el aire disímil en su hogar le calaba hasta los huesos en todo el apogeo de la nostalgia.

— ¡Por cierto! — Distanció la silla de la mesa, para levantarse — ya vuelvo — apunto, sin dejar proporción a Rengoku de inquirir hacía dónde iría, yéndose hacía el salón.

Este retornó con una mímica de oreja a oreja, y carpeta en ambas manos. La cual Kyojuro vislumbró con curiosidad.

— ¿Qué es? — cuestionó encauzando la vista al objeto.

El aludido regresó a tomar asiento en una de las sillas del comedor.

—Uzui-Sensei, nos aportó una actividad de lo más extravagante – deliberó, con una pequeña risa mientras deshilaba las finas cuerdas del folder — Algo dinámico, singular, pero... increíblemente efectivo.

El contrario se destrabó a reír.

— ¿Me dirás? Debe ser realmente bueno para haberte inducido esa expresión. – esté solo le sonrió modestamente, mientras hojeaba entre lo que figuradamente eran sus labores — Uzui suele ser muy dinámico con sus clases.

Este se relamió los labios, extrayendo una hoja del folder.

—Solo... míralo. —La asentó sobre la mesa, sin mascullar una palabra, Kyojuro ahogó un jadeo inconsideradamente, encantado de aquel vestigio de arte.

(...)

— Annya... — rescindí en adivinar con suma pericia, tomando el bosquejo, magnetizado hacía la hoja — Senjuro esto es...

Mi mirada se encuentra con la susodicha en el papel. Noguchi, no era un retrato fiel ni muy preciso, más. Aquella expresión sonriente. De hecho, todo su rostro parece radiante, es una cara llena de hermosos dientes que sonríen, la intrínseca facción de Annya, la agraciada fémina que con una mirada me obliga a devolver la sonrisa. Aunque la verdad, no es que no querría hacerlo.

No obtenía acertar fonética para individualizar, era inenarrable. El sentimiento se forjó con el orgullo hacía mi menor. Más, el enigma dio rúbrica, la subjetividad era precisa en este caso.

—¿Y bien...? — persiguió saber de buena tinta este, incierto. Deje el dibujo sobre la mesa, reiteradamente. Volviéndome hacia Senjuro con una cristalina y legítima sonrisa de apremio.

— Es inconcebible, Senjuro, impresionante. — afirmé con certeza, palmando su hombro. Reparé con complacencia que su mirada pareció resplandecer. — Me gustaría saber ¿Por qué dibujaste a Annya?

Este desclavó una risita frenética. Llevándose la mano hacia el lóbulo de su oreja, jalándolo con arrebato, un gesto exclusivo en él cuando algo le abochornaba.

—Uzui-sensei pidió que dibujáramos lo primero que se nos venga a la mente... — arqueó sus mohines en un gesto dubitativo — Desde que conocí a Annya, aspiré dibujarla — reveló, con un menudo candor en sus mejillas, mientras retozaba con sus dedos los cuales yacían en su respaldo — Es muy agradable, sabe escuchar, puedo hablar con ella de lo que sea... Su determinación la vuelve admirable. — hincó repetidamente su vista con la mía.

Era certero, deje correr una risita. Conmemorando la ingeniosidad de la misma.

—¡Annya es Baozi! — Enuncié con gozo, Senjuro rió, afirmando— Es espléndida, en eso estamos de acuerdo.

Annya originaba el mismo reconcomio de incertidumbre de cuando abría alguna carta, la persecución de no saber. Las diversificas eran albúminas, una autora era anónima, y Annya una expresiva traslúcida. Manifestaba su afecto sin contemplaciones, no podía el echar con cajas destempladas aquella pronunciación de en si ella tal vez era la venturosa de las cartas.

Lo he pensado unas cuantas veces. Más, era un esmero incalculable, si algo tenía claro. Que Annya investía la semejante fuerza de influencia que aquellos escritos, ella era visible. Genuina y sincera, y eso me encantaba.

— ¿Deseas ir a visitarla? — Plantee, vi como él emitió un jadeo sonoro, su cariz se destelló, asintiendo varias veces con la cabeza— puedes pasar la tarde en el apartamento, yo tengo una eh... ¿Cita? Pendiente.

Más, el desconcierto fue proclive en las facciones de Senjuro.

— ¿Cita? —Cuestionó, afirmé con la cabeza con aspaviento impasible— ¿Sales con alguien y no me habías dicho?

—No es exactamente eso — farfullé, acarreando mi mano al lado posterior de mi cuello, desviando la mirada de los cetrinos inquisitivos de mi hermano menor. — Es Kyoko ¿recuerdas? me pidió una mano para que le auxiliase a conseguir una nueva residencia en la ciudad y... — el contrario rezongó, cruzándose de brazos.

— ¡No puedo creerlo! — Espetó, con cólera en su voz — Hermano ¿Cómo puedes hacerlo? ¡Es totalmente ilógico! Ella no fue buena contigo ¡No la quiero!

Ensalcé ambas cejas a causa del desconcierto, Senjuro en la vida solía enojarse o mostrar enfado. Era la cúspide de la serenidad, el obtener aquella renuencia de su parte fue un vértigo de golpe y porrazo.

—Soy la única alternativa de confianza Senjuro. —Contrarié, este no soltaba sus trece remiso a aquello —El pasado está pisado, no es sano guardarle rencor a nadie, yo nunca la odié.

Era un desperdicio de emociones.

Este formó un puchero, viéndome nuevamente. Cabeceando sobre sí persuadir en llevar la contraria o consentir con majadería.

— ¿Seguro que es solo eso? —Le convidé una sonrisa, en una gesticulación de afirmación — Eres de buen juicio.

— ¡Lo soy! También lo hago por pena. —Confesé — Acaba de tener un divorcio y bueno, sus dos hijos...

Lo vi ejecutar un gesto con ambas manos. Su ceño fruncido departía antes que él, era obvio que la situación no le encantaba y era mejor cortar el tema allí.

—Ya entendí —soltó una bocanada, aplazando la importancia. — Igual no me cae bien.

Me limité a negar, sin remedio. Tomé las llaves sobre la mesa, girándolas sobre mi dedo, obviando lo anterior.

— ¿Nos vamos? — inquirí, posándome de pie para volverme hacía la puerta de entrada.

— ¡Voy!

(...)

¡Era el llano aire que respiro!

Anchuroso, y en todo el florecimiento de la placidez. Como el aire, sondeando donde venía y por donde salía ¿Qué otra palabra de libertad podría ser? En este caso, era enaltecida el cómo me sentía, y la felicidad era su secuaz de primera mano, así se apreciaba el sentimiento alborozado, copado y libertino. Eso, o tal vez en este instante me vería como una bailonga, tal y como un pétalo sondeando por las vivaces corrientes del céfiro.

No obstante, hasta la insulsa música de la emisora por las alboradas me parecía apasionante y amenizada, di un par de vueltas en la cocina, mi vestido bamboleo en un círculo parecido al florecer de una petunia. Mis zapatillas repicaban un escaso sonido contra el mármol, en este momento. Ni mi mandil lleno de harina me desagradaba.

Estaba feliz, era un hecho.

Había sido una semana excelente y fructífera, llena de gozo y ansias por todos los andurriales. Mis labores corrientes en el instituto con el trabajo comunitario y la compañía de Genya, lo había vuelto más encantador.

Desarraigando la maraña de contradicciones que brotó en mí desde que cohabito con él, era algo incentivador a decir con franqueza, no valía el amparar la fidelidad a la reluctancia de mis trece y negar aquello. Me encantaba estar con Genya, y en esas palabras genuinas no había desorden o ráfaga impetuosa que me hiciera eludirlo con terquedad o penetrarlo muy dentro de mi renuencia. Era un desperdicio.

Ni por tomar de primera cartilla estaba desperdiciar aquellas nuevas emociones expedicionarias y ahondarlas en un abismo sin razón, incitándome de primera mano con un inmenso cartel que me decía "¡Disfruta el momento!"

Ese joven Shinazugawa era la menuda efigie de alguien que contribuye ecuanimidad en tu vida, me sentía grata con él, de vez en cuando me recriminaba por contemplarlo en su esparcimiento cuándo hacía sus deberes. Muy atrayente, pero no era exclusivamente aquello.

Genya divergía un idílico ejemplo de luz suave e inherente, era él. Mi corazón retozaba un poco cuándo le veía. La anticuada personalidad de Genya solo era una memoria, aquellos recuerdos habían fallecido en un árido desierto. Para cuando concebí aquella idea, los confiné en una fosa, en mi proporcionada ocurrencia tal y como un cuento ficticio e inverosímil, en mi imagen estuve yo rediviva enterrando aquella tumba, regándola con lágrimas jóvenes llenas de despecho de aquél entonces, más. No perseveré en sepultar con ese recuerdo mi ingenuo corazón de pollo, después de cualquier instancia, en aquél soplo era una niña de 13 años, con el dolor de su primer amor.

No obstante. El estremecimiento hacia Genya era muy foráneo a mi amor por Kyojuro. Tomando en cuenta de esa reflexión, agradecí no promover unos cimientos de una pared en contra del paso del amor. –Aunque a viva franqueza, no hubiese logrado ser viable del todo ser desnaturalizada a eso- No era posible figurarse, ni diferir, como algo impalpable que distingues, y sientes, pero no puedes prescribir con el tacto. Era indeliberado, era sin querer, sin aquiescencia, ni condescendencia.

Solo dos personas disímiles, un sentimiento ambivalente tal y como el color azul que había presagiado el maestro de artística, rara vez dos mares podían encontrarse, siempre había una separación entre ellos. Singulares y exclusivos con sus proporcionadas razones, siendo diferentes de uno y el otro, venáticos de su férreo encanto.

Aunque era indiscutible, una liviana luz destellaba aún mi afinidad por mi ex amor, tal vez era eso, o un escueto capricho. Suspiré, no era momento de amargarme el día, iría con el mismo a buscar nuestros vestuarios posteriormente del mediodía.

La campanilla tintino en toda el área del recibidor de la tienda, sobradamente audible para yo dar oídos desde la cocina. Fui con mis exaltadas zancadas hacía el mostrador. Más, al advertir a los de mechones rojos, una sonrisa de oreja a oreja se ensanchó por mi rostro.

— ¡Bienvenidos! — Saludé, cruzando la compuerta para recibirlos — ¡Senjuro! Tenías un tiempo sin venir a visitarme ¡ya te extrañaba!

— ¡Annya! — me ciñó con todo el afecto que podía convidar, correspondí de la misma forma.

Chistoso, nunca reparé que Senjuro y yo éramos casi de la misma altura.

—Supongo que solo hay abrazos para Senjuro —exhaló, con un acento mártir forzado. Me disparé a reír.

—No seas quejica, a ti te veo todos los días — dije, cercando mis brazos en su cintura — También te extrañé.

Descansé mi cabeza por encima de su abdomen, lo percibí soltar una risa vaga por el movimiento de vertiginoso de su pecho cuándo concernió mi gesto.

—Vinieron en un momento justo — mencioné, separándome del espacio de Kyojuro, retorné al otro lado de la vitrina— Necesito que prueben estos pan de melón ¡los hice con mi propia receta!

Senjuro enarcó una ceja.

— ¿El pan de melón no es una receta legitima? — negué con la cabeza.

—Tal vez sea una base, pero está es mía — expliqué, briosa de mi propia jactancia. Rengoku me sonrió, gesto que tomé como un "enhorabuena".

—Sabes que mi apetito siempre está abierto, pero... — retardó sus palabras, con su vista inmóvil hacía mi mandil lleno de harina — no nos regales algo que es fruto de tu esfuerzo, pagaré por ellos.

Desenganché un jadeo, mientras negaba. Si bien, era mi ardor, pero me gustaba compartir mi creces con suficiencia a quienes amaba, en ese carácter no cabían medidas de deducción o merced de sentido común.

—No te lo estoy concertando, Rengoku-san — objeté, con gesto severo — No quiero réplicas ¡solo acepten el pan! Tómalo como una degustación antes de comprarlos. — Le guiñé, me hinque hacía el interior del mostrador para adquirir la bandeja, el estrepito tono de su móvil bramó desenfrenadamente.

Supe al dedillo que era el suyo, ya que solían llamarlo con periodicidad, sea por cuestiones académicas del instituto, o la escuela de Jiu-jitsu.

—Vuelvo en un momento, contestaré afuera. — Anticipó, con un ademán el cual yo reconocí con un aspaviento, Senjuro le escudriñó con la mirada —es Kyoko. — Previne a través del vidrio como el menor rodó los ojos sin conferir réplica alguna. Después que este cruzó la puerta, yendo al exterior.

Kyoko

K y o k o

Mis pensamientos hicieron eco de ese nombre.

Como operación maquinal, solté las pinzas. ¿Kyoko? No supe desentrañar si aquello era nombre de hombre o mujer, más. Nunca lo había escuchado ¿sería una persona nueva?

Nunca fui alguien celosa. Hasta que te conocí Kyojuro, y para mí cualquier nombre que no era el mío en tus labios, era una competencia.

Afloré mi cabeza por encima de la encimera. Senjuro esbozo una sonrisa compinche.

—Ya sé lo que preguntarás — pronosticó él ¡que sagaz! Reiteradamente, mi expresividad me hizo soltar la sopa antes de incluso haberla preparado — ¿quieres saber?

Ratifiqué, Senjuro se posó un poco sobre la vitrina, para poder tener un poco más de contacto directo hacía mí. En este momento poco me afectó que esa acción no era debida y lo mucho que odiaba que se apoyaran sobre el aparador.

—Como verás... no estoy muy contento con la idea — farfulló, advirtiendo de reojo instada de veces hacía la puerta, al tanto de que el intérprete del "chisme" no ingresará aún — Kyoko fue novia de mi hermano cuándo estuvo en sus primeras pasantías de profesor luego de la universidad. — No evadí formar una mohín, una punzada de irresolución se vertió sobre mí de manera refleja — la conoció ya que compartían algunas asignaturas en la carrera, cuándo empezó su primer año en educación en el instituto, terminaron la relación. –reveló, cuchicheando entre nuestro espacio como si fuera algo ruin de lo que estuviésemos dialogando.

— ¿Por qué terminaron? — pretendí saber, inconforme con la poca información que me había concedido Senjuro. El cambio la vista hacia el suelo, con una expresión de pena.

—No soy el indicado para contártelo, Annya.

Y no tuve tiempo de seguir indagando cuándo la campanilla resonó nuevamente dejándonos ver un Rengoku sonriente.

(...)

—Llevamos 2 horas buscando, Annya — Repicó Genya tras mi espalda, con displicencia en su voz, dejó salir un bostezo. — Fuimos increíblemente irresponsables ¿Cómo puedes esperar que encontremos atuendos así en tiendas de ropa comunes?

— ¡Claro que lo haremos! — me lancé hacía él con un mohín disgustado, extraje el papel de mi bandolero, Genya se exaltó por mi proximidad — ¡incluso hice un dibujo para tenerlo como una referencia sobre de cómo deberían ser! — le extendí la hoja doblada, el azabache me vio con los ojos entre-cerrados, un atisbo de susceptibilidad mientras lo tomaba. — ¡Por amor a Dios, Genya! Es solo un dibujo, no un gas líquido para que le veas así.

Al desplegar el papel, formó un visaje para destrabarse en carcajadas. Arrugué el ceño especulando que era causa de mi chuscada, más punteó el garabato y se lo hurté con aires defensivos.

— ¡Qué clase de mierda! Realmente dibujas pésimo, Annya. — Expuso entre risotadas, desgrané una bocanada.

— ¡Tú no lo harías mejor! Eso está claro.

—Oh, pero por lo menos no haría una porquería como esa — contradijo con expresión sorna — Preciosa mía, tus atuendos "ideales" — adicionó, emulando unas comillas con sus dedos índice y medio — parecen un dibujo de niño de jardín, o tal vez hasta uno de kínder lo haría mejor.

Enaltecí ambas cejas, plantándome de cara hacía él –infructuosamente, ya que este era alto como la torre Eiffel-

— ¡Mentira! ¡Mira! Estos son los holanes — señalé con hostilidad sobre el bosquejo, el más alto solo reprimió una risa mientras se cruzaba de brazos — principalmente el encaje, y mangas... ¡Uh! Mangas de farol — deliberé un poco insegura, ya que definitivamente ni yo misma hallaba forma específica del garabato.

—Eso parece más la cara de un sapo estreñido.

— ¡Basta de las ofensas! — le censuré, casi sulfúrica raíz de mi impotente presión de mi cuña mental y el desborde de mi paciencia.

No propuse nuestra cercanía, más. Por el enfoque de Genya, a un lugar contrarío de la irrisoria luz del día a origen del cercano invierno. Ahora me era más embarazoso ocultar mi embelesamiento que cuándo él estaba abstraído en sus deberes. Al tenerlo tan cerca, veía las insondables pupilas negras de sus ojos y como relampagueaban al mirarme.

—No quise ofenderte, discúlpame, Annya, realmente solo bromeaba. — susurró con voz suave, fundando una burbuja de expectaciones en mí sobre sus palabras. — Además, tu sapo no quedó tan mal. — siguió con el desaire, más. La bandera blanca de paz se asomó por su sonrisa lobuna.

Alcé la vista, Genya era más grande que hace unos años, pero es que un metro ochenta siempre parecía ser más especialmente cuándo uno tiene que levantar la vista.

Mi corazón casi dejo de palpitar, había transcurrido años desde que oí por última vez esa modalidad en su voz, profunda, como si me arrullara. Con miedo, concebí el cómo me fallaban las fuerzas al oírla nuevamente. Si, la emoción aunada con el miedo y la impotencia, el odio hacía mi misma al caer en el declive de la cuenta del saber, que él aún tenía el poder de electrizar cada célula de mi cuerpo con nada más que su voz.

El sólo hecho de oírlo, introdujo en mí aquella alucinación como una especie de epifanía, y la imagen de la niña que era a los 13 años, temblorosa y agitada por su proximidad.

Repiqueteé mi garganta, con tensión en mi cuerpo me disuadí de su espacio, para retornar al andar de espaldas a él, cómo habíamos estado desde un principio.

—Creo... creo que ya sé dónde podemos encontrar los atuendos. — Éste regresó alcanzando mis pasos, caminando a mí lado, ignorando la sacudida antepuesta con un amargo sabor en mi boca.

No desperdicies tus sentimientos. Me resonaba la repipi de mi subconsciente, más, la fascinante proyección espontánea de la mirada de Rengoku, se propagaba en toda mi cabeza como una tormenta de arena, insinuándome la culpa.

"Ni tu fastuosa pareja podrá impedir que baile contigo"

Necesito salir de esta disyuntiva.

— ¿Ah, sí? ¿En dónde? — inquirió él, sacándome de mi pensamiento fugitivo.

Suspendí mi andar, viéndole con una sonrisa perspicaz.

—Muy fácil ¡una tienda de cosplays!

(...)

—Es más que claro que sí somos las únicas idiotas. — Arguyó Shinobu, en conjunto de Suma quien iba refulgente de optimismo, frenando en cada escaparate de tiendas de ropa — ¡Suma! ¡Apresúrate! Maldición, debí venir sola con Kanae. — rezongó, llevándose la mano a la cabeza.

— ¡Te quejas mucho! No siempre podemos apreciar la linda ropa de invierno ¡es fascinante! — Declaró con emoción jovial — estás son oportunidades de una sola vez en el año ¡vayamos a ver ropa!

— ¡Por supuesto que lo haría con gusto! Pero no estamos acá precisamente para elegir conjuntos de invierno. — conmemoró con voz condescendiente y sonrisa satírica, mientras se ajustaba un el suéter. — Intento no seguir encontrando más razones de arrepentimiento por haberte pedido ser mi pareja de baile. — bufó

Shinobu solía ponerse de mal humor a raíz de las temporadas invernales, abominaba el frío ¿Que podría traer de bueno un aire gélido que te acalambraba hasta las orejas?

Estás se embutieron en una tienda de disfraces del centro comercial, al tener exiguas opciones de atuendo a pie del rozagante tema, el improvisar seria su mejor amigo en este asunto.

— ¡Mira que linda lencería! — se estancó Suma frente a los disfraces de la categoría adulta, unos más excéntricos que otros, en el caso de ella; Su interés curiosamente se alojó en un conjunto intimo tipo lolita, de gráciles tonos rosas y borgoñas con cantidades insufribles –al menos para Kocho- de lazos y encajes que a primera vista, podían originar comezón en la piel. — ¡Se ve tan angelical!

Se revelaba con su sonrisa resplandeciente como la luna, cautivada del disfraz, seductor para ella, más. Perturbador para Shinobu al ver que éste incluía un juego de látigos, mascarás y mordazas que concertaban.

—Eh... sí, sigamos — esquivó aquello, sin tomar en cuenta las bufidos de la azabache — No sabía que te interesaba la lencería.

— ¿A quién no le interesaría? Es linda.

—Suma — dificultó el paso, plantándose de rostro hacía ella, la señalada se exaltó por la acción súbita — ¿Desde cuándo empezamos a tener secretos entre nosotras?

Ésta se echó a reír.

— ¿Qué cosas dices, Shinobu? — inquirió, con actitud chusca.

— ¿Por qué desapareces tanto durante los trabajos comunitarios? — siguió indagando, marchando por la contraría a las refutaciones que manifestaba la aludida — Annya luce distante, y ahora tú, con actitudes sospechosas ¿Qué ha pasado?

Aquella cuestión parecía más oriunda de la preocupación que la demanda que aparentaba la Kocho.

Suma tragó saliva, era mala en situaciones donde se veía acorralada, más. Diviso con habilidad en la distancia la imagen del profesor de historia, como cuerda de refuerzo, solventó tomarla a primera instancia.

—Rengoku — Musitó ella con solidez, Shinobu le dirigió una mirada mordaz, como si insinuase que se burlase de ella.

— ¿Qué hay con él? — Cuestionó con voz tosca, Suma le giro la cabeza hacía la dirección a la que ella le veía — Oh — terminó de concebir lo que ésta se refería — ¿Quién será la mujer? Es muy linda.

Advirtió la figura de la fémina quien acompañaba al tutor, ésta era de corta cabellera, oscura cómo él ébano. Delgada y tez blanca, reía a la par del rubio.

Suma asintió, más, en su talante se fulguró un gesto de pena.

—Ciertamente lo es — Se situó de acuerdo, se pararon de hurtadillas tras unos maniquíes frente al vidrio — Mira, lleva un niño — murmuró, señalando con el índice. —Déjame tomarles una foto. — sacó el móvil, abriendo la aplicación, más. En su negligencia, no contaba con tener el flash encendido, Shinobu dejó escapar un jadeo, empujando la mano de Suma hacía un costado — ¡Mierda!

— ¡No queremos que nos denuncien por acoso! — Masculló un reproche — ¿y si le seguimos?

Suma alzó ambas cejas, censurándole aquella idea espontánea.

— ¡Eso es absolutamente lo que debemos evitar hacer si no queremos ir a la cárcel por acoso!

—Míralo como una oportunidad — insinuó —para cuidar a Annya.

— ¿Qué quieres decir?

Kocho relamió sus labios, dubitativa.

—No sabemos con exactitud qué tipo de persona es Rengoku — planteó, Suma cohibió una risa al cavilar en un atisbo que aquello era un desaire de mal gusto, más al remediar el gesto impasible, se infectó del mismo escrutinio, tornando la mirada al par, quienes ahora retozaban y reían con el infante — Annya está locamente enamorada de él, aunque ella no nos detalle, pasan la mayoría del tiempo juntos, sin embargo... Solo conocemos su faceta como profesor del instituto ¿no te da curiosidad? Quien es Rengoku Kyojuro fuera de los cuatro muros académicos. — Indujo ella, para estupor de la azabache quien llevó un dedo a sus mohines en una mímica meditabunda, considerando aquella atribución incontrastable, o tal vez, fingiendo demencia. — Debemos cuidar a Annya, Suma, ¿acaso sabemos si en tal caso tiene una pareja? O si tiene hijos... ¿Y si solo quisiera aprovecharse de ella por su edad? ¡Es un hombre adulto! En un principio me alegré tanto por ella, por desembuchar su amor... Ahora, estoy dudando, y el temor de que pueda salir lastimada, cuándo presiento que tal vez estén más cerca de estar juntos que nunca. — Descargó el mar de contingencias, Suma curvó sus labios en una mueca. — ¿y sí arrastramos a Annya a algo que pueda salir mal? Costaría su vida académica, su moral...

Suma quiso injerirse y explicarle por las mil razones que ella sabía que eso no iba a ser posible, más. Aquello era sacrificar su relación bajo las sabanas con Tengen, quien intimó amparar el secreto por el bien de ambos sea quienes fueran las personas. Si no viviese al tanto de las derivaciones, y no saber al dedillo o buena fe quien es Rengoku Kyojuro. Sin titubeo estaría en el misma punto de vista que Shinobu, o peor. Nunca hubiese persuadido a Noguchi en principiar aquella indeliberada importunación de cartas llenas de amor.

Por un tiempo más, le seguirá la corriente a Kocho, aunque, pondrá pie torpe y no promoverá su pesquisa.

—Tienes razón — aseveró, con gesto emprendedor — ¿Pero por qué susurramos?

— ¡Por qué aumenta la adrenalina! — Desdeñó la oji-violeta con una risita — Somos como las Kunoichis que aparecen en los comics ¡vamos! — La jaló sin esperar su discusión hacía la salida.

—Pero los atuendos... — Intervino, aquietando sobre sus talones para comprender de soslayo la tienda antes de salir.

— ¡Luego vendremos por ellos! El horario de invierno es más extenso, tendremos tiempo de sobra.

(...)

— ¡La verdad es muy grato volver! — Profirió, copada por los al rededores. — Antes de irme de la ciudad no habían tantas tiendas.

Le sonrió, mientras tomaba la mano que le ofrecía el pequeño Kyosuke.

—Sí, ha habido mucho movimiento, muchos comerciantes han tendido mano a los pequeños puestos de emprendedores. — explicó Kyojuro, encogiéndose de hombros banalmente.

—Pareces estar bastante al corriente — lisonjeó Kyoko, batiendo sus pestañas con galantería absurda, aquél aspaviento le hubiese parecido seductor en el pasado. Más, en su amena coyuntura, no había nada que pudiese provocarle en su persona. — Es muy complicado salir y darme un rato así, realmente los niños demandan mucho tiempo.

— ¿Y bien? ¿Lo has decidido? — Cuestionó él descarriando el tema, tomando asiento en uno de los escaños, siendo imitado por ella, dejando al niño zanganear por su frente. — ¡Las que estén cerca del centro son las mejores elecciones! Tal vez el arriendo sea más costoso, no obstante. Los servicios son optimes, en el tiempo que consigas un coche puedes trasladarte caminando o transporte con facilidad... Si, realmente es buena opción.

Ésta rió, alborozada. Y es que, después de años sin haber visto a su ex –pareja, era inconsciente su llamamiento, con suma longanimidad lo barrió de pies a cabeza, beneficiando su vista a costa de su distracción, después de algunos años sin verlo, se consintió contemplarlo. Su corpulencia atlética seguía indemne, aunque se había ensanchado de pecho y hombros. Había adquirido la dura solidez de un hombre llegando a la adultez. Y era sin ningún género de dudas un hombre. Su rostro era más magro, fuerte y duro. Aunque aquellos rasgos de su actual juventud seguían incólumes. Con su cabello más largo y un mechón retraído en una coleta por encima de su cabeza.

— ¡Lo consultaré al final del día! La verdad... sólo quería relajarme un poco. — Depuso brotar una bocanada — Fue muy tedioso trasladar las cosas nuevamente a la casa de mi madre, aunque ella está en la cumbre de la felicidad ya que pasará más tiempo con los niños. — sonrió, su vista yacía insertada en el pequeño niño rubio, quien se dispuso a perseguir palomas.

—Los divorcios deben ser más complicados de lo que parece. — Comentó incómodo, llevándose la mano al lado posterior de su cuello — ¿Ya tiene cinco, cierto? — La aludida arqueó con duda una ceja, éste le brindo una sonrisa, aclarando su respuesta. — Kyosuke.

— ¡Ah! Sí, es un listillo lleno de energía.

Se deslieron en un silencio fatigoso, Kyojuro prestaba atención con impalpable inquisición al infante. La incertidumbre germinaba a flote ¿Cómo fuese su realidad si todo hubiera sido como el creyó que sería? Kyoko aclaró su garganta un poco, deslizándose hacía él, su pierna rozó la de Kyojuro, al haber cortado la poca distancia. Éste resarció su expresión irresoluta, al momento que paladeó sus labios y se dispuso a verle a la cara reiteradamente.

—Kyojuro, es un pésimo momento, nada factible pero... Nunca te lo dije directamente — formó una pausa, logró contacto visual con el rubio. — En verdad perdóname por lo que te hice.

Él se sobresaltó a procedencia de la disculpa imprevista. La mirada de Kyoko era preciosa si no la confería con la cerúlea de cierta rubia, cuándo concibió aquella idea, se proporcionó un porrazo mental por tal alusión en sus reflexiones.

—Kyoko, con franqueza, es muy bueno verte. — Aquietó, descaminando la mirada hacía el menor quien yacía jocundo, jugueteando como liebre sobre las líneas de la plazoleta. — Kyosuke tiene la misma mirada que tú — Mencionó, comprensivamente, dejó salir una bocanada, sin contemplaciones. — Y si me cuestionas... soy fiel creyente que las adversidades suelen sacudirnos cuándo algo simplemente no es para nosotros.

La fémina templó sus arrumacos, con su mirada hincada en su respaldo, retozando con el anillo de compromiso que aún envolvía candorosamente su anular.

— ¿Crees tú en el destino?

Él se encogió de hombros.

—No estoy muy seguro, pero sí en los acontecimientos. — apuntó — cada situación nos abre un camino, y yo siempre elijo en el que tengo que aprender, los hubiera, ya no existen. Y es mejor no pensar en ellos.

Kyoko esbozo una sonrisa lánguida.

—Pero en esos caminos podemos elegir cargar con los arrepentimientos — replicó ella, con un grácil tono de condescendencia — Él mío siempre será el no haberte valorado.

—Y puedes estar tranquila, Kyoko, te aseguró que en mí ser no hay espacio para guardar rencores. — carcajeó.

Cuándo la azabache abrió la boca para responder, se precipitó el pequeño hacía ella, con un mohín inquisitivo.

— ¡Mamá, allá hay un puesto de helados! — Señaló con agitación impetuosa — ¿puedes comprarme uno?

—Si mi amor — ésta examinó su cartera, más le miró con un cambio de semblante al concebir su monedero con solo sus credenciales. — Cariño, yo...

—Yo los compro. — Intervino él, al indicar el cambio de su catadura, escruto la razón supuesta, deduciéndolo por sí mismo. Al menor pareció iluminarle la faz de puro enardecimiento. — ¿vamos?

El encarnado se propagó por los pómulos de la contraría, esbozando un gesto avergonzado, no hacía falta emular enigma, él ya lo había entendido todo.

—Sí, gracias.

(...)

— ¿Qué ocurre? ¿De qué crees que estén hablando? —preguntó Suma nerviosa, Shinobu la chitó para continuar prestándoles atención al par, quienes habían tomado asiento en los escaños de la plazoleta. — ¡No vale de nada que me chutees si igual no podemos escucharlos!

—Están conversando y ella se ríe mucho — Relató Shinobu, atenta.

— ¡Yo sé leer labios! —Indicó Suma, emocionada.

Ambas féminas había logrado adquirir un par de prendas para "incógnito" y así prolongar su labor de hurtadillas, cáusticamente. Ya que residían apoyadas detrás de uno de los botes de basura, obteniendo girar unas cuantas cabezas indiscretas hacía ellas.

— ¿Y qué dicen? — Suma relamió sus labios, agudizando un poco más la vista hacía la pareja.

—Ella le dice... Que la verdad es un gato volador. — Kocho se cargó una mano a la frente, sin poderse creer que sus expectativas estaban fijadas en alguien como Suma — ¿Por qué la verdad sería un gato volador? No es del todo muy coherente, espera espera... — exigió con reconocimiento, la contraría le veía aprensiva — al parecer Rengoku le dice que las hamburguesas del centro son muy buenas opciones ¡vaya que tiene razón! Deberíamos ir por unas.

Shinobu le asentó un pelmazo detrás de su cabeza, consumando que a ésta se le abatieran los lentes oscuros, emitió un clamor en bajo.

— ¡Deja de jugar! Esto es una misión.

— ¡Eso dolió, Shinobu! — masculló, volviendo a colocarse las gafas, mientras que con la mano contraría, palmaba la zona afectada — ¡Haz tú el trabajo si crees que es tan sencillo!

—Aún tengo curiosidad por saber quién es ella y el niño... — señaló, sin tomar importancia de las querellas de Suma — Tiene el cabello rubio ¿podrá ser su hijo?

Suma negó la cabeza con sorna, desertando una risita sardónica, solo debía seguirle la corriente a su amiga y dejar que indague las pistas de lo que ella pretendiera.

— ¡Pero por supuesto que no! — aportó

— ¿Y cómo estás tan segura? — escudriñó, enarcando una ceja, Suma alzó una de sus comisuras.

—Fácil, si Rengoku tuviera un hijo, fuera idéntico a él — refutó, briosa de su raciocinio — ¿no has visto a su hermano? Parece una foto copia, y por lo que según he oído, su padre es igual.

— ¡Calla y sigue con tu labor! — Suma rodó los ojos, tornando la vista a la pareja, quienes ahora se habían erguido del escaño.

El infante ahora iba de mano con Rengoku.

— ¡Oh, mi Dios no puedo creerlo! — prorrumpió llevándose las manos a la boca, exaltando a la de puntas moradas.

— ¿Qué sucede? ¿Qué está pasando? — quiso saber, con incertidumbre afianzándose en los hombros de Suma, agitándola con consternación.

—Aparentemente les comprará helados, hay unos que son especiales para las parejas ¡qué envidia! ¿Por qué no me invitas uno de esos? — se quejó Suma a su amiga.

—Porqué tú no eres mi tipo. — Alegó Shinobu, enfadada — ¿Qué más hacen?

Suma les vislumbraba con atención, friccionando con su pulgar e índice su barbilla.

—Mm... Aparentemente él le pregunta si le agrada el chocolate, como se llame la mujer le contesta que le fascina y que es delicioso. Entonces él se ríe diciéndole que se puede gastar todo el dinero que pueda en ella y que nunca será tan tacaño con Shinobu Kocho, que no es capaz de invitarle a su amiga un helado.

— ¡Eres una canija! — exhaló la contraría, furiosa y resignada a adquirir información con la malísima secuaz que era Suma — ¿Por lo menos podrías escuchar que dicen?

—Oh sí espera, frecuento mi súper oído para escuchar a unas personas cuyo están a diez metros — satirizó ella — ¡No seas idiota, Shinobu! Esto fue una pérdida de tiempo.

— ¿Qué fue una pérdida de tiempo?

Ambas féminas se angustiaron, giraron al escuchar la voz conocida, se hallaron de frente a Annya con unas cuantas bolsas las cuales guindaba por detrás de su hombro, y su otra mano afirmada en su cadera, en su faz se mostraba un mohín de reprimenda. Y a un lado de ella, se encontraba Genya Shinazugaba, con un aspecto de desconcierto al comprender ambas jóvenes en cuclillas detrás de uno de los cestos de basura.

(...)

Cuándo Genya y yo al fin habíamos obtenido nuestros trajes para el baile, invitó afablemente el aliviarnos con los helados de la plazoleta, muy próspero para este flemático frío, cabe destacar. ¿Quién hubiese dicho que fuera tan complejo el obtener algún vestido con miriñaque? Y es que, el imaginar que en aquella era de la época era un vestuario de lo más usual, me hacen querer ahogarme, solo por una noche seré mártir del insufrible corsé.

— ¿Esas no son tus amigas? — curioseó él, señalando con el índice.

Jadee, incrédula. Yéndome hacía el par de idiotas con Genya pisándome los talones, ambas figuradamente discutían.

—...Esto fue una pérdida de tiempo. —Alcancé auscultar a Suma.

Me injerté tras la espalda de ambas, con una mala encrucijada que me decía que estás a buenas a primeras no hacían algo bueno.

— ¿Qué fue una pérdida de tiempo? — deliberé, curvando una ceja.

A discrepancia de Suma, quien parecía alterada, Shinobu conllevaba la misma expresión recelosa que la mía. Sin apartar su perspicacia del azabache quien me acompañaba. Éstas se irguieron, limpiando el polvo de sus rodillas.

— ¿Annya? — impelió su vista hacía Genya — ¿Qué haces con él?

Intercambie miradas con el aludido, Suma parecía ambigua, deduje de buena tinta el porqué de su interrogación.

—Es mi pareja para el baile. — indiqué con naturalidad llana, la oji-violeta encogió el ceño.

—Podrás medir tal vez 20 centímetros de más — se arrojó hacía él, Genya se tensó sobre su lugar, desandando del índice cáustico de Shinobu — Pero el pasado para mí no se olvida tan fácilmente. —Atrajo de la muñeca a Suma, quien emitió un quejido indócil en ir con ella, pidiéndole explicaciones, su mirada se endureció al verme nuevamente. — Y tú, tendremos una conversación al pendiente.

Me señaló aquello implícitamente, para luego irse con Suma a rastras, perdiéndose entre el resto de gente, suspiré mientras negaba, tratando de controlar la cólera. El rubor avergonzado desapareció de la cara de Genya tan bruscamente como había aparecido, me lanzó una mirada fugaz pero inquisitiva.

—Nunca pasó eso, por favor. — Imploré, sintiendo el calor en mi rostro a causa del apocamiento — Shinobu no es alguien muy resiliente que digamos. — tomé asiento en el escaño, dejando reposar el peso de las bolsas en un lado de este. — Siéntate, ven, hemos caminado mucho.

—Shinobu da miedo — Relució aquello en medio de una risita, posándose a un lado de mí en la banca, se apoyó en el espaldar, suspirando. — pensé que me sacaría las tripas.

Me reí por su ingeniosidad.

—En efecto, Shinobu tiene un carácter de temer — determiné, con sonrisa jocosa, aquél inusitado hecho solo me parecía hilarante. — no le tomes importancia, Genya. Shinobu puede ser rencorosa, pero no es mala persona.

—Nunca creí que lo fuese. — Produjo una mueca — Es solo una retaliación de los errores que me faltan por limpiar del pasado.

—Genya. —Dije, intercediendo su desanimo a causa del reciente enigma— Las cosas muchas veces... Suceden por una razón, de igual manera, si no lo hacen, es lo mismo. — Principié a decir, sin remedar objetivamente su expresión y determinar si él me creía, su mirada aún estaba fija en sus zapatos — Eres una persona nueva, pero ante todo, sigues siendo tú. — le aseveré, atreviendo a descansar mi mano encima de la suya, está vez comunicó su mirada con la mía, le convide una sonrisa sincera, sin prestar esmero al rubor que se esfumó en sus mejillas. — Y eso está bien.

Sincera, como poner las cartas boca arriba. Aquello era una verdad irresoluta.

—No parece ser del todo suficiente. — Siseó, siendo ajenos al exterior — es un término en general, no me mal intérpretes. — Dilucidó, con gesto impasible — Me esforzaba tanto en parecerme a mi hermano que en algún momento terminé por perderme a mí mismo.

Encumbré ambas cejas al admitir que Genya se estuviera quitando la máscara conmigo, metafóricamente.

—Cuéntame más. — le innové un estímulo de aliciente con la mano, torció sus labios en una mueca. — ¡Puedo escucharte! desahógate si así lo quieres.

Genya mostró una gesticulación de indecisión, mi mano descanso en su ante-brazo, ese fue el aguijón para que logrará proseguir.

—Me avergüenza un poco — aclaró su garganta, desviando la mirada — Pero, siempre me sentí patético por el hecho de que las chicas me usaran de alguna manera para así tener alguna vía hacía Sanemi, supongo que aquello me bajó un poca la confianza.

Se encogió de hombros, como si lo aludido fuese banal o trivial en su vida cotidiana.

Me irritaba el beber aquellas palabras ¿Quién en su sano juicio obraría de esa forma? El esgrimir a alguien como barco de encomiendas era inadmisible. Y detrás de aquél sentimiento de furia yacía la pena. ¿En qué punto de la autoestima se habrá herido Genya? Solo aceptamos el amor que creemos merecer. Era fehaciente en toda su relevancia, y el especular que pudo haber rebasado a un punto de partida y someterse aquello, era una conmoción de lo más agobiante.

—Y una mierda. — endosé, intercediendo su mar de lamentación, para su idílico pasmo. — ¿Reconoces la frase de cuándo dicen que cada quien es un mundo? — lo vi ratificar con la cabeza, pernoctando toda su atención en mí — Genya, manda todos esos caprichos de mujeres roñosas a la mierda, construye tu propio mundo. Si alguien más desea entrar en él, qué aprenda a aceptar lo que ésta hecho sin buscar reemplazar tus cimientos, es un desperdicio.

— ¿Por qué estás tan segura?

—Por qué eres un joven increíble. — aseguré, con una sonrisa. Él me devolvió el gesto. — Y quien no lo vea ¡ciérrale la puerta en la nariz! — le pisqué la punta de ésta.

Genya destrabo una carcajada.

—Ciertamente, antes se me hacía imposible apreciar lo extraordinario. — me comentó, su mirada asentada en mi faz y con convicción en su cariz. — Ahora me doy cuenta que es una de las razones por lo cual si he cambiado.

No supe dilucidar aquella frase omisa, como si algo intrínsecamente de ella tuviera un significado objetivamente. Fuimos calando en un silencio abrupto, más que él estrepito sonido del exterior y voces transeúntes, dilapidados cada uno en el fragmento de los pensamientos.

Relamí mis labios, deleznable del echar de ver que o no responder. Era falible, nada tenía una sapiencia cierta para hablar o manifestar con certidumbre la cognición de algo.

El despotricar, procrastinar y redimirse al pasado era tan aciago cómo el lanzarse a uno mismo a un pozo sin fondo.

Los errores escurrían cómo el rocío en nuestras manos, no se salvaguardaban, solo se debe renunciar y dejar que destile, naturalmente. Y se clarifique como el dichoso líquido. Es lo que nos torna humanos en innegables origines, casi en un mismo proceso debemos fulgurar de nuestras propias fallas, la indulgencia ni el perdón eran existentes si no es comprendido hacía uno mismo.

—El caer en cuenta de uno mismo siempre es un buen paso. — Le apremié, con voz afable.

Este repiqueteó su garganta, un sonrojo se esparció por sus pómulos. Más la acción inconsciente fue tanto como inadvertida, cuándo su derecha fue a sosegar en mi mejilla. El bermejo se pervirtió hasta mi rostro, el ardor de su palma me compuso el semblante de un dulce sentimiento nostálgico.

Son estás difusas cosas las cuales me hace sentir viva. Cómo el disparo de mi corazón cuándo una grácil acaricia me dio con su pulgar hacia la comisura de mis labios. Sin querer desperdiciar palpación o sentimiento alguno hacía su persona, lo añoraba inocentemente de alguna manera.

—Solo espero, que hayas entendido realmente. — expresó, con voz suave. Presioné mis mohines, sin saber que explicar ciertamente, solo expedicionaria del momento. Ajena del lugar, de las personas, solo él y mis sentimientos.

Culpa.

Era el sentimiento en el que ahora naufraga desde mi mente, cuándo me dispuse a comenzar a cortar nuestra distancia.

No desperdicies.

Necesitaba este momento ¿en verdad lo añoraba?

<Y nunca espero menos de ti, pequeña.>

Culpa, nuevamente. Cerré los ojos queriendo imaginarme a otra persona.

<Siempre estás delante de mis expectativas, Noguchi.>

Desperdicio, el brotar algo con tal vez la persona equivocada, deleitada del aliento que golpeó en mis mejillas por nuestra proximidad.

Genya

Rengoku

Sol de diferentes cielos, iluminando con inherente persuasión en virutas de luz sobre mi rostro sereno.

¿Eran iguales?

...

Aquí estoy, inscrita frente al sol naranja de la puesta.

Después de pronunciar millones de excusas hacía Genya en el centro comercial, le anticipé que había olvidado un compromiso con Jomei.

Excusa palurda y tonta, para ocultar realmente el estropicio que llevo dentro.

¿Desde cuándo mi vida había parecido tan enrevesada de esa manera? Como fiel creyente del destino, la vida te otorgaba aquellas opciones. En donde una puerta parece ser cerrada, en algún otro camino aparecerá una abierta.

Kyoko

Aún pensaba en aquello, aún recordaba la sonrisa tonta de Rengoku al hablar por teléfono. Ilusa, al consentir que yo en verdad pretendí ser algo más para él, cuándo a sus ojos era aquella estudiante la cual el apreciaba como hermana.

— ¿Annya? — Cómo habitual obra y mala jugada del universo a la cual ya estaba acostumbrada, apareció Kyojuro en el parque de la zona donde vivíamos — ¿Ésta todo bien?

Asentí, invitándole con un gesto que tomará asiento junto a mí. Y apreciar juntos el lindo bermellón que se dibujaba del atardecer.

—Sí, sólo que con la llegada del invierno, serán muy pocos los días en los que pueda contemplar esta vista.

—El invierno solo serán dos meses, pequeña. — Río, sentí su peso de mi lado contrarío — ¿Ahora si podrás decirme que te sucede?

Como siempre, tan perspicaz en mí como lo era él genuinamente, adivinó mi estado de ánimo, aquello logro sacarme una risita.

—Solo estaba hablando con mi madre — expliqué. Supe que aquello no le convencía del todo. — Me dijo que los vuelos por las fechas de adviento eran inadmisibles, así que es poco probable que esté en mi cumpleaños. — le atiné a decir una mentira blanca, que no era falsa del todo.

Lo escuché suspirar, su brazo descanso por encima del respaldo, jugó con unos de los mechones de cabello rubio posteriores de mi cabeza.

—Estoy seguro que ella moriría por estar aquí contigo — intentó sosegarme él. — Pero aún sigues sin mirarme a la cara.

Touche, Rengoku.

Sabías perfectamente cuándo te mentía.

Solo solté una risa. Apoyando mi cabeza sobre su brazo, Kyojuro no cuestionó ni emuló alguna duda, me rodeó con el mismo atrayéndome hacía el calor de su persona. Suspiré, tan ecuánime como placentero.

No, no era un desperdicio de emociones.

Sin duda estaba enamorada de Kyojuro.

Eso, en medio de tantas incógnitas con respecto a Genya ¿Estaba enamorada de él?

¿O estaba enamorada de su recuerdo efímero? De los residuos de lo que algún día había sido mi primer amor.

No quise pensar más en eso cuándo Kyojuro beso mi cabeza, aclarando la oscuridad de todas mis dudas.

Otro sol, no era tu sol, aunque te alumbre. 

********
HOLA MIS HERMOSO COSHINITOOOOSS AAAAA QUIERO LLORAR

No saben lo horribles que han sido estos días, pero hice más de lo posible para actualizar :')

En verdad discúlpenme la tardanza.

Por otro lado... ¡AHHH YA SOMOS 4K! QUIERO LLORAAAAR

para ser mi primera historia, les juro que no lo esperaba. Y no saben lo feliz que me siento.

En días difíciles siempre estoy feliz por tener a unas personitas que velan en cada actualización, los amo con mi corazoncito.

Vayamos con unas curiosidades...

1ERO.
ESTE CAPITULO ME RESULTO INFINITAMENTE DIFICIL, lo he corregido al rededor de unas 30 veces, o más. Y no exagero, y ni así he logrado transmitir ni la mitad de lo que desee. En verdad no quería seguir demorandome con la actualización.

Para que entiendan un poco ... Por si no logré expresar lo suficiente.

Annya siente una presión mental al saber que está enamorada de Kyojuro, y ella no sabe si busca en Genya lo quiere con Rengoku. Eso lo descubrirá en el siguiente capítulo, que quiero que sepan que también esta re bonito xd.

2do.
Hubo un capítulo donde Genya mencionó algo sobre las chicas del equipo de Volley. Habrá un suceso con respecto a eso más adelante.

3ero.

El siguiente capítulo será una inspiración para mí y una nueva historia en la que estaré trabajando. No por nada elegí temática victoriana jiji.

En fin... Si no entendieron alguna otra cuestión por favor díganme Q.Q tengo el cerebro exprimido.

¡Los amo con mi vida! Gracias por seguir aquí conmigo <3

🔥META: 8VOTOS🔥
Recuerden que es para reducir los lectores fantasmas xd

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