énounement pt. I

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OMG QUE ESTA PASANDO¿? ¿ES UN MILAGRO? NOOOOOOO

SOY YO QUE POR FIN HE ACTUALIZADOOOOO AAAAAAAAAA

Al final me decidí dividirlo en dos partes xd ES QUE SIMPLEMENTE ES DEMASIADO. Pero ya les explicaré mejor al final del capitulo (?) nada sospechoso, ni nada malo, por supuesto. Tranquilos... (jajaA)

Ésta historia ha tenido más separadores capítulos(?) AJAJJAJAJSJASJAJ.

YA ESTE ES EL DEFINITIVO. Un agradecimiento increíble a la hermosa Juddin en fanfiction, estoy muy agradecida por el arte, mis niños se ven hermosos <3. (No me quiso decir si tenia cuenta en Wattpad :( supongo que le daba pena.) 

En fin, mis problemas ya se han ido sanando, mis días de drama poco a poco se van al olvido y con ello nuevos días de desmadre, sí que sí. A seguir la vida mis coshinitos hermosos, todo se salda y se va poco a poco, gracias a todxs por su inmenso apoyo e interés, sin ustedes no estaría aquí, ilysm <3. (Pd. Tengo una lista de dedicatorias pero wattpad no me permite etiquetar t.t idk) 

EEEEEEN FIN

DISFRUTEN LA LECTURAAAAA *se esconde*

"Recuerda que a veces no conseguir todo lo que quieres es un maravilloso golpe de suerte."

Intrínsecamente, un rábano era el mismo valor de aquella frase que me había concedido el entrenador. Sorbí en silencio sobre mi manga, postrado en la soledad del interior de las gradas del gimnasio, vaporosas bandas de luz se colaban entre las rejillas de los asientos sobre mi cabeza y uno que otro bullicio de algún estudiante de pacotilla.

No lo aspiraba permitir, pero sólo Dios sabe cuánto me damnificó aquella derrota. La fisura en mi tobillo no era nada en igualación en cuanto al dolor punzante en la herida del orgullo. Pronto advertí el sonido de unas pisadas, absorbí con violencia sin dejar rastro de algún desanimo húmedo en mi rostro, frunciendo el entrecejo presagiando por inercia de quien se trataba.

Dos pares de trenzas doradas fueron a dar a mi vista, en conjunto con una mirada inquieta la cual no se apreciaba del todo bien a causa de los estorbosos lentes redondos.

-¿Estás bien? – se acercó a mí, con recelo, tal vez era porqué invariablemente me muestro flemático a su presencia. –Shinazugawa... No deberías dejar apabullarte por ellos, eres más de lo que se vio hoy en este partido.

Aseguró ella con su voz cordial, chisté apartando la mirada. Ella era la menos indicada para venir a aconsejarme.

Noguchi era el extenso polo lejano de diferencia a lo que yo era por naturaleza, su temperamento era diametralmente opuesto al mío, Annya no era ni agresiva ni astuta. Al contrario, la maldad humana siempre sorprendía a la pequeña rubia de moños quien vivía ateniéndose a las más elementales reglas de convivencia: Altruista, generosa y simpática.

Grave error para una muchacha quien comienza los años de preparatoria.

Los rumores germinaban a flote; la cuestión sobre sus estudios en el extranjero antes de venir a Japón, sus primeros años de curso según había ella comentado cuándo se presentó en los niveles básicos del colegio las iniciales los había vivido en Atenas; puesto que a ciencia cierta su descendencia helena por parte de su madre, le daban un mérito extraño a su forma de hablar. A razón de aquello y su singular acento, su incapacidad de defenderse del acoso escolar me había enfurecido un centenar de veces. Entre bambalinas, intentaba protegerla de todos los que intentaran aprovecharse de su naturaleza confiada. Odiaba a los matones y habría hecho lo mismo por cualquier criatura desamparada demasiado estúpida para cuidar de sí misma en un mundo hostil, así que naturalmente me preocupaba por ella, puesto que solo era extraordinariamente ingenua.

-No dejé apabullarme por nadie. –contradije con desdén a su preocupación, concebí como se exaltó por la firmeza de mi tono. –Solo no saben con quién se han metido.

Escuché como dejó correr un suspiro, un murmullo lo suficientemente audible "no tienes remedio". Disimulé una sonrisa. Noguchi, créeme que no tienes moral para decirme eso. Pensé con sarcasmo.

-Eres un gran jugador. –aduló tomando asiento en una de las cajas de madera –Me encantaría tener tu resistencia...

Aquello fue dicho más como un reproche hacía su persona, levante la vista hacía su rostro, su aspecto era algo ñoño, más. El puchero que formó me pareció irresistiblemente tierno, Noguchi no era nada fea, sólo aquella apariencia de cervatillo no permitía ver más que eso.

-¿Te gusta el deporte? –suspiré con torpeza poca característica de mí a causa del desconcierto.

Asintió con la cabeza, un aspaviento risueño que hizo que sus largas trenzas saltaran.

-Amo el Vóley, pero soy algo fofa con los deportes. –admitió apenada, su expresión me causó una risa. –Por eso pienso que eres un gran jugador, siempre que te veo desde las gradas es como ver correr a un caballo, tienes bastante resistencia.

-¿Caballo? –cuestioné con una sonrisa incrédula ¿A dónde tan vaga comparación con un animal? Ésta se sonrojo con violencia, agitando sus manos por delante de su rostro –Sí que tienes bastantes ocurrencias ¿no?

Me reí, perplejo por aquella excentricidad propia de ella. Por un momento el dolor punzante había desaparecido, y me entretuve escuchando a la fémina sin prestar del todo atención a lo que ella decía. Solo perdido en sus gestos. Annya era encantadora ¿Cómo pude apenas percatarme de ese hecho?

*****

Mi mente fluía como la seda que guarnecía mi vestimenta azul marino. Eso, hasta que concebí las manos de mi progenitora a la altura de mis omoplatos, viéndome con un mohín de nostalgia a través del reflejo del espejo en el cual me cercioraba una y otra vez de mi aspecto, sin detención pero con latosa inseguridad.

-Genya irá con su novia guapa al baile. –Dijo Hiroshi con una sonrisa traviesa en su rostro, merodeando tras la puerta de mi habitación.

-No digas cosas que no son, Hiroshi, ella es sólo una amiga. –Refuté - ¿Qué hacen en mi habitación?

-¿De qué hablas? Solo estoy yo aquí... -Alzó ambas cejas, fingiendo demencia.

Suspiré mientras negaba, empujando ligeramente la puerta dejando ver al resto de mis hermanos menores en un enredo de uno encima de otro, cayendo al suelo estrepitosamente en un mar de risas contagiosas.

-Deben respetar la privacidad de sus hermanos. – manifestó ella sin algún tenor, estos se fueron de uno en uno solo dejando Hiroshi apoyado en el marco de la puerta viéndome sin beneficio, mi madre sacudió con suavidad el lado posterior de mi saco. – Pero les doy un poco de mérito a lo que dicen, mi hijo creció y es un hombre realmente apuesto, es orgullo a lo que yo le llamo.

No dije nada, más el rubor no difirió en apreciarse en mi rostro cuándo se paró ella frente a mí, cooperando en componer mi chalina con la misma expresión de orgullo antepuesta.

No supe por qué, pero tenía la ambigua sensación de un sabor agridulce, de haber llegado a cierto punto que imaginaba desde en un tiempo.

-¿No lo arreglarás?

Enarqué una ceja, mirándola con incógnita. Me sufragó de mi mente, más no pude vislumbrar del todo a lo que se refería.

-Tu cabello – me punteó ella sin tapujos. - ¿No lo arreglarás? Puedo ayudarte si deseas, así nadie te reconocerá tan cómodamente ¿no es esa la temática de la fiesta?

Ondee por un soplo en la disyuntiva de aquella pregunta, no obstante una sonrisa llena de carácter se ensanchó por mi rostro.

-No. – Negué con la cabeza, le retribuí con un gesto cariñoso en su hombro – Hoy quiero ser yo mismo.

Mi menor bufó con pereza, profiriendo un extenso "¡Aburrido!" para luego salir de mi habitación dejándome con nuestra madre y mi reflejo de ceño fruncido y avergonzado en el espejo.

– ¿Ciertamente no es eso un poco agua-fiestas? –Desdeñó ella con actitud jocosa, la vi imitar un pequeño baile de fin de curso en su propio eje marcando un compás de vaivén con sus pies, en aspecto soñador. – ¿No es más seductora la idea de perderse entre las personas? Jugar a las identidades... ¿Quién será capaz preponderantemente de saber que eres tú? Alguna chica especial... de seguro lo sentirá en algún flechazo. –liberé una risa chusca por el intento de sugerencia. Aquí vamos de nuevo.

-Mamá...

-¡Ya, ya! Entendí, sólo que la única compañía que sueles traer son tu grupo de amigos ¿no serás...? –alcé ambas cejas pronosticando a lo que se refería.

-¡No! –repliqué con una mueca, ella estalló en risas.

-No pierdo nada con preguntar. –se encogió de hombros. –Además no hay nada de malo con la homosexualidad, pero al ver a mi hijo más rodeado de hombres que mujeres... -esbozo un gesto con las manos.

-Tal vez necesites persuadir lo mismo con Sanemi. –fingí interés a lo que ésta me decía, asediando el tema astutamente.

-¡Bah! No hay remedio. -proyectó un gesto negativo con las manos mordiendo mi anzuelo. –Si ese muchacho no cambia su bendito carácter de demonio se convertirá en un solterón de por vida. -suspiró llevándose las manos a la cadera. -Tu hermano es tan amargo como la ginebra destapada.

-Tal vez solo este agobiado de tanto trabajo.

-Siempre le digo lo mismo... pero mi muchacho tristemente heredó la terquedad de su padre.

Genya rodó los ojos.

-Y que lo digas. –repuse con un deje de sarcasmo. –Nunca le he visto gritarle a alguien de la manera en que lo hace conmigo cuándo no llego a sus hermosas expectativas con las notas.

La escuché sonar un suspiro.

-Sólo quiere lo mejor para ti. –Me encogí de hombros.

-Supongo que esa es la traducción. –vi como mi madre negó con la cabeza.

Reproduje el mismo gesto de negación, en compás de una risita, tomé el antifaz que descansaba en espera sobre una de las repisas, colocándomelo y a la par, encarando a mi mayor con un semblante de premura al advertir la hora en el reloj del salón.

-Debo irme. –Tomé las llaves del coche sobre la encimera, con mi progenitora siguiéndome los talones.

-Ten una fantástica noche, mi amor. –Asentí, dándole un beso en la mejilla. –Y espero que traigas a tu novia a casa.

Frené sobre mis talones y arrugué mi entrecejo antes de girar el pomo de la puerta ¿Cómo...?

-¿Te dijeron algo mis hermanos? Si te hicieron creer una idea que no es... –Ella negó con la cabeza.

-Simplemente una madre lo sabe todo. –Me interrumpió encogiéndose de hombros con una sonrisa vanagloriosa.

-Me das un poco de miedo a veces. –reí –no es mi novia, pero sí espero que lo sea.

(...)

Genya esperaba resignadamente en el salón de estar del apartamento de la rubia, quien se encontraba aún en su habitación concluyendo los últimos complementos con su Nana, según se había presentado la mujer ante él con una sonrisa de sol a sol. El espacio era escasamente amueblado y pequeño, no obstante no carecía de comodidad y atractivo en las nimiedades, cada esquina pitaba de presencia femenina, después de todo según como ella había comentado precedentemente, solo vivía allí con su madre, quien no se encontraba a causa de viajes de su trabajo.

-¡Uff! Todo listo. –éste advirtió salir a la mujer mayor de la recamara de la aludida, efectuando un gesto con ambas manos disipando el calor, tal vez a causa del esfuerzo. -¡Ya puedes salir cariño! No hagas esperar más al apuesto muchacho.

-Jomei, no me avergüences. –reivindicó ella en voz alta. Afloró de la habitación sujetando con las manos forradas en guantes de seda la falda de su vestido.

"Preciosa..."

La vista le cortó el aliento al azabache, y es que; Sus ojos en la vida habían apreciado la imagen de una criatura tan encantadora, viéndola de pies a cabeza en un estado ausente, su expresión tal vez sería perfectamente la de un idiota, puesto a que ésta se aproximaba cabiz-baja asegurando sus pasos bajo la epicúrea falda.

Llevaba el cabello recogido en un tocado en lo alto bastante grácil entre sartas de cuentas, con solo dos mechones frontales los cuales caían serpenteando en ondulaciones hasta la altura de sus clavículas, haciéndole justicia al abundante río de hileras rubias y largas, beneficiando más la apariencia del pecho y espalda descubierta. Llevaba el antifaz de color hueso hecho de delicadas filigranas con finos y nimios diamantes en forma de gotas, bien ajustado a su rostro. Recordó que ella no le permitió verle su elección, y comprendió con un sentimiento parecido al orgullo y enternecimiento que Annya había acogido una seguridad digna de apreciar a pesar de todo.

Un vago rastro de color tiñó las mejillas de Genya, que parecían como esculpidas con cincel, arrebatado fugazmente por ese vestido, no, no se trataba concretamente de la prenda, ella la hacía ver hermosa. Aquello era una realidad irremediablemente placentera, se fijó en la parte del vestido que enmarcaba sus generosas curvas, pensó que tal vez debería de estar incomoda con tanta capa de tela encima. No obstante, se dio un batacazo mental al reparar el escote que llevaba, un volante de encaje ribeteaba el escote y dotaba al vestido de unas delicadas mangas deslizadas por debajo de sus hombros, revelando sus suaves y redondeados hombros y la mansa plenitud de su opulento busto. De pronto tuvo la alusión de no poder concentrarse, suscitando algún otro tipo de pensamiento que no deseaba albergar.

Aunque la fémina daba pasos pequeños, era como si dentro de su mente estuviera flotando en el aire, henchida por la emoción de saber que depararía sus sentimientos está noche, sortilegio, se decía a sí misma una y otra vez. Ni una sola duda hizo sombra sobre su espíritu optimista, presentía en cada torrente de sangre que algo pasaría.

Annya levantó la vista y recorrió el cuerpo de Genya con sus ojos azules, sin quedar a la zaga por la impresión, el anti-faz el cual ella misma le había ayudado a escoger anteriormente jugaba con el contraste de su cabello negro y largo, el traje de gabardina larga, brillaba en un oscuro azul marino que encajaba peligrosamente perfecto como un guante en él. Preponderando su espléndida estructura ósea y sus oscuros y profundos ojos. Genya era increíblemente alto y atractivo.

La repipi de su sub-consciente le lanzó un reproche, recordándole que no debía permitirse sentir nada nuevamente por el azabache.

-No quise hacerte esperar. –Murmuró ella a modo de disculpa, con un ligero bermejo sobre sus mejillas. –El corsé tomó más trabajo del que esperábamos.

Genya tuvo que agitar y volver a sus trece para espabilar su estado deslumbrado, no pretendía mostrarse desatinadamente descortés.

-Te ves realmente preciosa. –aduló él, llevándose la mano de ella a los labios, plantando un manso beso el cual erigió una corriente de energías absorbentes por todo su cuerpo, el rubor ardió sobre su rostro.

Estremecida por su reacción involuntaria, retiró su mano lo más breve posible con disimulo, sonó su garganta no dejándose ir por una diatriba contra sí misma.

-Déjenme tomarles una foto. –Se impulsó Jomei desgajando el ambiente, en busca de su móvil, solicitando a ambos jóvenes posar para que esta los captase.

Uno y otro se compartió miradas, encogiéndose de hombros en medio de una risa consintiendo a la petición de la mayor. El flash los cegó por un instante, para luego reincorporar su espacio personal.

-Ya podemos irnos. –Indicó Annya, dándole un vistazo al reloj de la pared. –Jomei...

-No te esperaré despierta. –deliberó con hastío, causando una risa en Genya. Annya esbozo un puchero. –Eres verdaderamente mandona, tu madre debe estar orgullosa. –dijo con sarcasmo. –Que pasen una linda noche.

-Muchas gracias por su amabilidad y... es un placer nuevamente.

-Cuida a mi niña. –Dijo ella, con una sonrisa. Haciéndole un ademán a la rubia para que por fin se fueran. Un color rosa subió a las mejillas de Annya y la envolvió un raro placer al oír a Jomei antes de irse.

Una vez afuera del edificio esté le auxilio a subir al coche, socorriendo con la voluptuosa falda del vestido de Annya en el asiento de copiloto. Genya rodeó el vehículo tomando el asiento de conductor a un lado de ella. Annya atenazó una risita, gesto que no pasó descuidado para él cuándo cerró la puerta.

-¿Qué sucede?

Ella negó.

-Es sólo que no sabía que tenías un coche ¿por qué entonces vas caminando al instituto?

-Ahorro combustible. –Explicó con naturalidad, girando la llave del auto encendiéndolo en el acto. Annya alzó ambas cejas.

-¿Caminas un trayecto largo solo para ahorrar combustible? ¡Qué tacaño!

-¡Se le dice plan de ahorro! Además, la caminata en las mañanas me aporta más energía.

-¡Vaya! No me lo esperaba que fueras responsable con tus gastos. –clavó su mirada en el perfil de él. –Con lo mucho que comes en el instituto...

El contrarío enarcó una ceja, sin apartar la vista del camino.

-¿De qué hablas? –Annya soltó una risilla. – La comida es para mí lo más primordial.

-No lo sé, es muy difícil imaginarse a Genya Shinazugawa con un estricto plan de ahorro.

Éste le brindó una sonrisa de media luna.

-Hay muchas cosas que no se saben de mí.

-¿Cómo el hecho de que no puedes resistirte a los dulces?

Genya presionó sus mohines, sintiéndose descubierto, no obstante se rectificó mentalmente que aquello era estúpido y Annya genuinamente muy sagaz, una sonrisa se ensancho por su rostro.

-Así es, pero procuro no extender demasiado mi bolsillo en ese caso.

-Eso te convierte en alguien tacaño. –rebatió ella.

-No se te escapa nada ¿cierto? –la rubia sonrió con suficiencia.

-Alguien me dijo una vez que soy tan perspicaz como Falacci.

Genya se abstuvo a preguntar quién era o qué era Falacci, puesto que la fémina se concentró más en observar por la ventana el camino. Este guardó para él la imagen de su perfil quien repelaba contra el bermellón del atardecer, observando cómo la luz del sol iluminaba las mechas de oro de su cabello, mientras se preguntaba cuándo era la última vez que había visto una melena con un aspecto tan natural, la piel lozana con sus pómulos ligeramente encarnados le hicieron llegar al veredicto: Annya era inquietantemente atractiva, y simplemente no sería capaz de dejar de verla.

(...)

No pude encubrir mi expresión alucinada. Con mis labios separados formando una perfecta "O" a raíz de la impresión, sin duda el esfuerzo había sido a lo grande, el salón de eventos no abarcaba en la palabra diferente, a raíz de comparación de lo que veía, era irreconocible.

Nunca había asistido a otros bailes de máscaras, y a raíz de lo mismo me resultaba inquietante no poder ver las caras de las personas que me rodeaban. Todas las personas lucían mascaras de tamaños, formas y colores variados como un festival veneciano. Algunos diseños eran sencillos, otros, muy complicados, inspirados en animales.

Todo detalle se respaldaba el uno con el otro como si fuera íntegro, el tejido Damasco y sus hermosos diseños ostentosos en las cortinas y colmar con el terciopelo que aparejaba a los lados de cada ventanal. El encaje en la mantelería relucía con las flores de los centros de mesa, se debería de dar una estimación portentosa al club de floristería y carpintería y a su loable tesón, el techo estaba decorado con finos detalles de molduras y rosetones alrededor de los candelabros estilo Tiffany de aquella época, mientras que el suelo de madera yacía con magnas alfombras que hacían divergencias con los marcos dorados de los espejos en las paredes decoradas con papel tapiz de tonos ocres, era irreal, de pronto tuve la fantasía de pertenecer a alguna obra de arte creada por algún pintor fanático del romance gótico en la realeza.

Los candelabros, las sillas ornamentadas, todo era una exquisita maravilla que hacía que el lugar desprendiera un enorme deleite de suntuosidad, si no fuese una velada, hubiese jurado estar dentro de la ópera de Odessa. El mar de estudiantes, incluyendo profesores ataviados con sus mejores galas y luciendo máscaras de todo tipo en aras de un grandioso juego de identidades propicias para esta noche que era una jerga de la extravagancia.

-Es... increíble. –Genya estaba más, o igual de irresoluto que yo. Su mirada iba de arriba hacia abajo en los alrededores con suma pericia. –Para serte honesto, esperaba algo corriente.

Fruncí el ceño, fulminándolo por su falta de expectación.

-Es algo bastante ofensivo para los clubes, nosotros también nos esforzamos limpiando los exteriores. –Le sermoneé, Genya me rodó los ojos con cachaza –No tienes remedio.

Este se soltó a reír mientras negaba, me crucé de brazos sin entender la gracia.

-¿Qué es chistoso?

-Nada, nada, sólo tuve un deja-vu. –se encogió de hombros. -¿Quieres ponche?

-Sí pero... -miré a mí alrededor sintiéndome inquieta en el bullicio y sin lograr acertar alguna persona conocida, todos lucían semejantes pintas, Genya se percató de mi inquietud, convidándome un apretón de simpatía en el hombro.

-Tranquila preciosa, no tardaré. –Aseguró con voz suave, me limité a asentir con la cabeza, intentando que los colores no se me subieran a ésta.-Solo quédate aquí.

Genya se mezcló entre la gente hasta perderse de mi campo visual. Por inercia incierta empecé a sopesar los alrededores.

Ni una.

Nadie distinguido para mi vista, me dije con desgana. Eso, o mis ojos solo escudriñaban inútilmente entre el gentío algún indicio de la presencia de Kyojuro, más. Aquella misión era inadmisible con la cantidad de seres que yacían enmascarados, unos más excéntricos que otros. La temática había sido un éxito estrafalario, pensé con orgullo. Odiaba tener que admitir que el maestro de Artística fue el foco de la noche, a raíz de que su idea la cual una virtud bastante singular, fue dado el resultado de aquello, es asaz para demostrar la aptitud de su trabajo, la magia de lo victoriano.

Sostuve la tela de la cortina con inquisición del tacto suave del terciopelo, mordí por reflejo la uña de mi pulgar, mi mente escarbaba sin cesar en las millones posibilidades sobre Kyojuro ¿Qué color de traje habrá optado usar? ¿Cómo se verá forrado de alguna gabardina terciopelo o con la brillosidad seductora del satén? ¿Logrará reconocerme? ¿Lograré yo reconocerle? ¿Cuál será su reacción al verme? Las ansias de verle eran tan fuertes como la brusquedad de la corriente en contra las rocas de algún acantilado, era inconcebible el cómo sus ojos del color del ámbar habían estado demasiado tiempo presentes en mis pensamientos, y un sabor agridulce invadió la punta de mi lengua, al reconocer dentro de mi conciencia que había llegado a un punto de mi vida en el cual solo imaginaba estar. Como si en un tiempo lo había aceptado como inasequible, una de esas millones posibilidades que creas con tantas expectativas la cual ninguna se cumple.

-Oh, pero se encuentran personas que se conforman con las migajas del pan.

Advertí tras mi espalda aquella frase llena de sorna. ¿Era hacía mí?

Esa voz pestífera ahondo en lo profundo de mis tímpanos rompiendo con mi burbuja de ensoñación, con vacilación y presagiando un mal agüero, todos mis sentidos de advertencia se activaron, giré sobre mis talones para encarar a la portadora del tono importuno.

-¡Cara mía! Imposible reconocerte con ese semejante fru-fru de tus faldas, aunque tú falta de altura te delata. – Rectifiqué lo obvio, la envanecida mirada de Myuga en su máscara llena de pedantería hacía mi persona, de codo a codo con otras dos féminas a las que recuerdo como el agua. – Te veo algo sola ¿no deseas un poco de compañía?

(...)

El tutor grandilocuente de artística iba dominando el ambiente del salón de eventos con nada más que su presencia al llegar a éste, las féminas desgranaban chillidos de emoción al verle, musitando entre ellas fantasías poco decorosas sobre él, cualquiera que otra la cual se acercaba con algún comentario o adulación ocurrente hacia su persona, u otras en sus más desvergonzados intentos en acercársele con el atisbo de una límpida segunda intención mientras oprimían con maña sus manos en las curvaturas de sus cinturas y se inclinaban sutilmente, procurando tal vez en crear la vista hacia sus escotes más sugestiva a la perspectiva del mayor.

Aquellas sugerencias al platinado simplemente ya no le interesaban, pese a la repugnancia y su disgusto, la amenidad que deseaban esas jóvenes no se las daría y punto, aquél tipo de atención femenina no le haría nada estrambótico a su vida más que una mala etiqueta a su ética profesional, estás se fueron de una en una agitando sus faldas con expresiones de limón exprimido, conformándose con una felicitación por su grandiosa idea por la noche de máscaras, en conjunto con su esfuerzo. Su interés solo estaría fijo en una chica, su chica.

-¿Buscas a alguien? –Se exaltó por la inesperada llegada de su amigo tras su espalda. -¡Luces decente!

Este esbozo una sonrisa perspicaz al remediar el aspecto de Kyojuro con el cabello ordenado y retraído hacía atrás, llevaba un antifaz de diseño veneciano de color blanco cubriendo su rostro de expresión jocosa hasta la nariz.

-Dicen que los milagros existen, amigo mío ¡luces bastante bien! Me he empezado arrepentir de no haberte invitado a ser mi pareja ésta noche. –bufoneó, el contrarío soltó una risa, pasándose una mano por el cabello. –Nadie especifico pero si muy singular en esta noche ¿y tú? la susodicha "que no querías besar" ¿te acompañará en esta velada? –Le deletreó Tengen con la intención de causarle un fosforillo a su humor más el rubio solo rodó los ojos.

-Igual no serías mi tipo, y sobre lo otro... Lamentablemente no tuve esa suerte. –confesó con una sonrisa cristalina. –Para ser una temática excéntrica impuesta por ti... no te ves del todo irreconocible.

-Es imposible no reconocer mi belleza. –Explicó con aires de presunción- ¡Oh, que lastima! ¿Sería muy imprudente preguntarte quien es la afortunada? –El rubio asintió con la cabeza, plasmando un cierre ficticio por encima de su boca, aludiendo en mutismo que se cerraría como ostra y no diría nada, Tengen jadeó con aburrimiento.- ¿sabes? Lo fastidioso de las fiestas del instituto aparte de ti y tu poca espontaneidad, es que no permiten el alcohol ¿Qué hay de rozagante en un evento si no puedes intoxicarte?

-Debemos cuidar de los alumnos. –Se encogió de hombros –muchos se irán en sus coches a sus casas.

-Si es que van allí luego de éste evento... -murmuró con una nota satírica en su voz. Desvió la mirada a propósito hacia el otro lado del salón.

-¿Tendrás alguna acompañante ésta noche? –Uzui sonrió para sí mismo, con su vista fija en uno de los pilares jónicos. Extasiado por las ansias de ver a su hermosa azabache en algún vestido digno de la extravagancia y elegancia.

-Pronto lo sabrás, es mi dame précieuse. –Aseguró lacónicamente con una insinuación omisa, Kyojuro enarcó una ceja. -¿ya encontraste respuesta a tu dilema?

Curioseó implícitamente, en aquél momento transitó un estudiante con un carrito auxiliar de color oro suave, esté ofreció ponche de frutas, elucidando que llevaba una cantidad bastante menuda de alcohol. Ambos tomaron una copa, para luego ver irse al joven que lucía de mozo con una careta parecida a una especie de animal que no supieron reconocer.

-Puede ser.

Uzui refunfuñó con irritación.

-Eres pésimo para los chismes. –se quejó llevándose la copa a sus mohines, Kyojuro rio nuevamente, negando con la cabeza.

-Esa respuesta la tendrá solo la susodicha, querido amigo. –palmeó su hombro. –Ahora si me disculpas... Iré en búsqueda de mi dame précieuse.-agregó la última frase con galanura deliberada, buscando fastidiar al platinado por la bufonada a su excentricidad.

-Mucha suerte gallo loco y procura no robar mis frases. –le indicó con desaire, Kyojuro se retiró soltando una carcajada hacia la mesa de banquetes, dejando atrás al de mirada rubí sumido en el aburrimiento, observando con poco interés el gentío disfrazado de nobles enmascarados.

De pronto el rabillo de su ojo logró reconocer con una punción de sagacidad a la hermana menor de su colega de apellido Kocho. Puesto que su tocado llevaba mariposas de desiguales pronunciaciones de color purpuras, enlazada del brazo con una fémina más alta, ésta llevaba una careta, de la más fiel característica "vénitien" color borgoña y blanca con detalles dorados, adornada de plumas y cristales que hacían juego con un hermoso y opulento vestido bañado en seda de la misma gama de color, esté se ribeteaba de una seductora capa de encaje la cual predominaba más en los holanes del escote, pudo darse el deleite y perseguir su figura con la mirada cauta y disimulada por la copa que estaba ingiriendo el líquido, en su cuello tenía el collar ostentoso que le había regalado, ese era el banderín para que lograra reconocerla entre el montón, y es que pese a esa clara señal, aquélla ufanidad solo era digna de cierta fémina, sus ojos la reconocerían entre un millón de gente aun así, pensó él con satisfacción.

Esbozo una expresión traviesa cuándo estas rebasaron a un lado de él más la joven despampanante hizo un movimiento imperceptible a los ojos de los demás, deponiendo una pequeña nota en el bolsillo lateral de la gabardina del tutor, ésta facilitándole una mirada por encima del hombro antes de pasar de largo. Bandera verde.

Deslizo la mano en el bolsillo extrayendo el papel.

"Espérame en las glicinias"

Se surcó una sonrisa de canto a canto en el rostro del profesor de artes. Dejando la copa en el carrito auxiliar que iba cruzando con un mozo para irse sin más dilación al lugar marcado por la azabache con emoción latente.

-¿Ésta todo en orden?-inquirió Shinobu con voz molesta, reparando la compostura inquieta como andar sin sombra de Suma, su mirada iba por arriba de su hombro cada santo segundo, la de puntas moradas rezongó hastiada, escudriñando en la misma dirección que ella sin acertar nada de singular más que el gentío en su fachada de época.

Más la oji-zarca sólo se aseveraba de manera prudente, o al menos para ella, de qué el platinado haya cumplido lo impuesto de su parte. Descosió un respiro de sosiego al divisar su figura salir por uno de los umbrales laterales hacía el exterior, rumbo justamente al lugar acordado.

-No es nada, sólo estoy buscando a Annya. –manifestó ella despistando la atención de la más baja, está solo hizo un sonido con la garganta en son de contrariedad. Suma frunció el ceño -¿Aún estás enojada? ¿No crees que es un poco infantil de tu parte?

-Tú no lo entiendes, Suma, me molesta que Annya haya dejado de contarnos lo que sucede en su vida es como sí... ¡como si nos hubiese apartado! –Dijo entre dientes, Suma esbozo un mohín de discrepancia. -¿Tú no piensas de la misma forma?

La aludida se retrajo de su agarre. Shinobu arrugó el entrecejo por la distancia marcada por Suma.

-No me parece razonable ¿Qué tal si sólo desea conservar su privacidad? –Rebatió ella –Hay cosas que simplemente las otras personas no deben por que saber Shinobu.

-¿Aún si somos sus amigas? –Espetó con un énfasis mordaz, miró incrédula a Suma con los brazos en jarras, sin poder tragarse del todo el cuento.

-Aún si somos su amigas. –Suma aseveró aquello con la mayor naturalidad posible, Shinobu puso los ojos en blanco. –Somos sus amigas, Shinobu, no sus madres para reprocharle como a una cría.

La de mechas moradas dejó caer los hombros.

-Entonces que no cuente con nosotras cuándo su corazón esté echo una papilla. –Contraatacó Shinobu con crudeza indolente. –Cuándo le ayudamos con las cartas yo lo tomé como un simple juego, algo que haces por mero capricho, pero Annya lo ha llevado demasiado lejos. –dijo soltando un reproche. –Es tal su indiferencia que no nos contó su repentina cercanía a Genya.

Los ojos azules de Suma adquirieron repentinamente una frialdad de acero. « ¿No se supone que para eso están las amigas? ¿Para ayudarnos a sanar mutuamente? », Pensó ella con decepción, sintiendo una punción de estremecimiento y la dura sensación que de pronto no conocía del todo a Shinobu y a su desabrimiento. Nunca supo con exactitud que ocurrió entre ella y el hermano de menor del maestro de matemáticas. Shinazugawa siempre estaba retraído en su núcleo de amigos y jamás pensó que haya tenido algún tipo de cercanía o interés romántico mutuo con Annya, eludiendo aquello; Entendía a la rubia, era algo trivial una vez que lo vives, el resguardar algo para ti es preservar tu intimidad sin que alguien pueda llegar a señalarte con el dedo por sus diferencias. Fuera cual fuera el resultado, Annya tal vez estuviese consciente, como lo está ella misma con respecto a su relación con Tengen. Suma se relamió los labios, con decisión.

-¿Qué sucedió entre Shinazugawa y Annya?

-Confórmate con saber que es un imbécil. –alegó tajante, Suma jadeó impotente.

-¿Esperas que comparta tu opinión y no planeas decirme lo ocurrido? –Le censuró ella, Shinobu rodó los ojos, fastidiada del tema. -¿Qué te está pasando, Shinobu? ¿Cómo esperas que alguien te comprenda si no te comunicas?

-Me fastidia hablar de lo mismo. –Mostró la tajante en la conversación. La contraría presionó sus mohines en una fina línea, no lograría que Shinobu suelte la lengua sobre el tema, de eso estaba segura. –Podemos ir con Kanae para consultarle si necesita alguna mano con los detalles de los centros de mesa.

Suma se llevó la mano a la boca, aparentando el semblante de un malestar súbito.

-¿Puedes adelantarte? Siento que necesito ir al baño... -Shinobu alzó una ceja, extrañada por el inesperado cambio de la peli-negra.

-¿Estás bien? Hace un momento no te veías nada mal.

Suma planto ambas manos a la altura de su estómago, un gesto de dolor se disfrazó inútilmente en su rostro, ya que su careta cubría la mayoría de éste, mientras jadeaba.

-Llevamos un buen rato caminando... Y este corsé aprieta como el demonio.

-Si tú lo dices... ¿necesitas que te acompañe o...

-¡No hace falta! En verdad solo necesito ir al sanitario, tú ve con Kanae, nos reuniremos nuevamente en un rato.

Kocho asintió dubitativa, yendo a la dirección contraría de Suma.

Mientras que la mencionada iba con el paladar lleno de mal sabores dirigiéndose hacia el umbral lateral, sucumbió a la necesidad de cubrirse por los brazos de su amado, aquél sentimiento se sentía tan efervescente como la espuma, cargando con el peso de sus faldas con ambas manos facilitándole el movimiento. El airé gélido del exterior le recibió con apego, tragó grueso abrazando su piel descubierta, avanzó un poco más lejos del territorio de la fiesta para topar con la hermosa vista de las cumbres de los árboles de glicinias, que caían de una en una como un río de color violeta y malva.

Una mirada fuerte y lúcida, tan llamativa como el color rojo de un mineral granate se clavó en la de ella, era Uzui, en medio de esa hermosa arboleda floribunda, con su fastuoso traje de terciopelo y muselina color plomo, y detalles carmesí en las mangas. Suma respiró hondo al verle, dejó escapar un lento y bien medido suspiró y dijo:

-Ya tenía muchas ansias de verte. –expresó en un tartamudeo ¿estaba nerviosa? ¿O era causa de su sensibilidad reciente? –Lamento si fui un poco imprudente es que...

El mayor se allegó hacía ella en grandes zancadas, Suma se sintió incómoda de que no dijese nada. Más, ésta enmudeció sus pensamientos cuándo ya en su contigüidad, la tomó del mentón obligándola a alzar su vista, aisló con su otra mano la careta veneciana de Suma hacía el costado de su cabeza, para luego hincar sus labios de forma demandante en los de ella. Suma le agarró por la solapa del saco para permanecer erguida, cada beso a pesar de que era uno entre un millón, se sentía como el primero, la lengua de Tengen asaltó la tierna plenitud de sus labios y aguijoneó a Suma con una sensación tan placentera que la hizo temblar.

-Te ves preciosa. –susurró él, mordiendo ligeramente el labio inferior de la peli-negra, ésta soltó un jadeo. –Quisiera...

El estrepito sonido de un aplauso interrumpió el ambiente férvido y apasionado entre la pareja, Suma logro pirárselas del abrazo del platinado, y se tambaleó contra uno de los troncos intentando calmarse. Su mirada azul solo enfiló a Shinobu con ambas manos apoyadas en su cintura, y su expresión tintaba de manera acusatoria que no supo detectar si era fielmente hacía ella o a Tengen quien le ayudaba a recomponerse del sobresalto.

-Esto si no me lo esperaba, tuve mis sospechas, pero a decir verdad, esperaba que fuese solo una patética alucinación mía. - Bum-bumbum, marcaba el ritmo del corazón de Suma, el cual latía desaforadamente bajo los demandantes ojos violetas.

-Puedo explicarlo. –La exacerbada y ansiosa voz de Suma se apagó, rechazó inconscientemente las manos de Tengen quien se esforzaba a mantener sus trece pese a la mirada punzante de Shinobu, y de menguar el desasosiego de la azabache. –Podemos, podemos explicarlo.

-Suma, esto es repugnante. –querelló a ella, Suma quiso hacerse un ovillo, su miedo no era por ella, su miedo era por el hombre tras su espalda, Uzui se limitó a contemplar la escena sin expresión. –Y a usted, le debería de dar vergüenza. –se dirigió está vez al maestro de artes, señalándolo cáusticamente.

La mirada zarca de la contraría relampaguearon de ira al concebir la apatía y dureza de su voz hacía su pareja.

-Limítate. –demandó con voz filosa. –Si sientes alguna inconformidad que sea conmigo a él no lo incluyas, no te confiere.

Shinobu la mira en blanco, más la frialdad crepitaba en su mirada violeta.

-Cierto, le confiere a la directora. –apuntó jovialmente, dándose la vuelta, aquello alertó a la pareja. De pronto el miedo se transformó en una ansiedad impotente. –Veremos qué tal le parece está situación.

Sin dilación y sin del todo conciencia empiezan a seguir a la impávida Kocho, quien iba arrastrando con premura sus faldas contra la tierra. Suma se detiene en seco bruscamente, dándose la vuelta, ésta marcó el límite con su mano abierta y temblorosa clavada en el pecho de Tengen, éste frunció el ceño confundido, Suma no se atrevía a verle al rostro por la vergüenza, ella traga grueso y su mandíbula se tensa como si estuviese apretando los dientes.

-Déjame solucionar esto. –Murmuró, y la tensión era clara en su voz, mezclada con la aprensión. –Yo sola.

Él no pareció muy convencido de la idea.

-Déjame acompañarte. -susurra con su voz áspera, la fémina niega con la cabeza. –Mon amour...

Llevó sus manos al rostro de ella, en un intento de persuasión la cual ésta rechazó, él mayor no tomó crédito del porqué de su reacción, intentando que no le lastimase.

-Sólo déjame remediarlo.

Dijo, para después irse con la misma premura, el vaivén de sus faldas se zarandeaba con ímpetu según sus trotes, cazando el paso de Shinobu, ambas se perdieron en la penumbra que aclamaba la mágica noche victoriana.

*****

-Hermosa velada, queridas. –continué con la fachada insidiosa de su juego de papeles, parecida a una noche de hace unos siglos atrapada mágicamente en una rabia impetuosa, no toleraba aquella mirada por encima del hombro. – Estoy muy bien en este momento, si me excusan, mi pareja vendrá en un segundo.

Sentí con imaginación que el ambiente estaba cargado de vibraciones hostiles. Más no ambicionaba propinarles la satisfacción de verme batir en la cobardía y huir de ellas despavorida tal y como un cachorro asustado.

Myuga estaba forrada de un muy elegante vestido tan esmeralda como el mortal arsénico, una imagen la cual englobaría perfectamente algún relato sobre madrastras malvadas de un cuento de los hermanos Grimm. Imposible reconocer su mirada falaz aún detrás de la máscara singular que llevaba, le cubría la cara hasta la nariz pero también el cabello, estaba hecha de elaboradas filigranas de una buena imitación del oro, innegablemente extraordinaria a la vista.

-Me alegro mucho de encontrarte a solas. –Dice en voz baja, desenlazándose de los brazos de las otras dos féminas, observé cautelosamente su postura y él como se acercaba a mí. –Es muy oportuno hablar contigo en esta velada ¿no?

-Oh ¿es cierto? Lamento no compartir la misma emoción. –Admití con cruda franqueza, tuerzo los labios hacía arriba y consigo algo parecido a una sonrisa.

-Supongo que has escuchado alguna vez que los cervatillos se esconden cuándo el depredador ésta de caza. –Canturreo ella, y yo reprimí una risa sin lograr creer aquella absurda frase sacada de un libro de zoología, irónicamente.

Entonces caigo en la cuenta de lo que sospechaba. La situación era más que obvia, y tal vez a creencia de ellas apabullante para mis trece, y de pronto lo comprendo de un modo visceral en el fondo de mis entrañas, Myuga venía claramente con intención de barrer el piso con mi moral nuevamente. La sombra de una sonrisa quiso asomarse por mi rostro, triste para ella, quien no conocía aparentemente lo que era una tregua.

-¿Qué se te ofrece, Myuga? –Inquirí manteniendo mi expresión impasible, simulando cortesía.

-¿Qué tal si mejor damos un paseo? –Sentí aquello más como un reto que una petición. Tensé mis mohines, no quería darle ventaja sobre mí.

-No, muchas gracias.

Intente disuadir entre el complot de féminas, más Myuga jaló con poca sutileza una de mis mangas de farol, me inhibí de dirigirle una mirada mortal a causa de su atrevimiento sin razón, ya qué me había costado conseguir un vestido acorde a mis expectativas para que se tomará tanta libertad hacía mi persona.

-¿No me tendrás algo de miedo, señorita Noguchi? – Me ruborizo por la cólera, sintiéndome incómoda, y un poco ofendida.

Enlazó su brazo con el mío, sin dejarme mucha opción en protesta, más, tensé mi postura clavándome en el sitio sin intenciones de seguirla. ¿Me quedo? ¿Le sigo? ¿Me marcho? Maldición, que difícil era, le daba vueltas a pensamientos absurdos y vagos entre los cuales, sin embargo, uno tenía una claridad cristalina: No dejar apabullarme.

Y no tomaba ni por consideración la manera que quería salir a la superficie la ira de mí parte, hay tantas cosas que quiero decirle a esta mujer, y ninguna es agradable. No obstante el otro lado de mí hablaba a mí oído, implorando que me calmase, por mucho odio que sienta por ella, soy educada por naturaleza. Inhale profundamente, dejando ir la tempestad de mi interior en un suspiro. Decido poner un poco más de resistencia y saber a qué quería jugar Myuga.

-Usted no me ha entendido. –Persistí con paciencia, controla tus emociones, controla tus emociones... repetía de manera hipnótica la repipi de mi subconsciente. –Mi pareja vendrá en un santiamén.

Ella volvió a reír lo suficientemente alto para perturbar mi lago de solemnidad mental, formando una seña a una de sus aparentes acompañantes, reconocí aquél rostro detrás del anti-faz llenó de plumas y frutas de cera. Era Junko, la chica quien pisoteo con desdén la moralidad de Genya sin algún miramiento. Maldita fuera.

-No se preocupe, mi amiga podrá quedarse con él. –Negué con la cabeza, remisa a su idea. -¡Oh, insisto! Créeme que estará en muy buena compañía... -El énfasis innecesario no pasó desapercibido para mi instinto inquisidor.

Seguí con desconfianza a la peli-roja hacía el área de banquetes del salón de eventos. La mesa de aperitivos se extendía en un revestimiento de un hermoso lino blanco, en el centro reposaban exquisitos arreglos de peonías rosa pálido. Había pequeños candelabros color plata cerca cada bandeja donde había copas de cristal. Los platillos y las exquisiteces cada uno yacían adornado con hilos de seda.

Pude disfrutar de todo lo que veía, con semejante pinta naturalmente mi boca se hubiese echo agua, más la presencia desalentadora a un lado de mí me incentivaba a la inapetencia.

-¿Qué necesitas, Myuga? –Indagué sin algún aspaviento–Los honoríficos son inútiles, está es una buena noche para ser quienes quisiéramos, en eso no cabe la hipocresía.

Ésta se vertió un poco de ponche en la copa que llevaba su mano forrada de satín.

-¿Hay algo de malo en querer disfrutar de tu compañía? –solté una risa irónica. –Solo quería platicar un poco con la pequeña cursi de nuestro instituto. Es curioso el qué no tengas a tu amiga marimacha en tus al rededores.

Liquidé aquél trago amargo con un trozo del panecillo que trataba de engullir mientras le escuchaba. Será muy...

-Estoy aquí por mera condescendencia, no arrases el poco respeto que puede quedarme por ti hablando así de Shinobu. –Repliqué con intrepidez, más pude percibir su gesto guasón detrás de su careta. -¿Qué necesitas, Myuga? –repetí la pregunta.

-Solo indagar. –Reveló, encogiéndose de hombros sin cambiar su expresión- ¿Gustas de las sobras?

Señaló el último pedazo de tarta de frambuesa, negué sin muchos ánimos de degustarla.

-¿es así? – Sostuvo una risita, sirviéndose el trozo, enarqué una ceja inquiriendo su expresión. -¿Y aun así gozas de la compañía de Genya?

-¿Por qué no lo haría?

-No creas que soy ilusa, tu rostro de niña buena podrá engañar a unos cuantos pero a mí no. –Me exalté en un sobresalto, a razón de la inopinada invasión de mi espacio personal, cuándo musitó la siguiente frase en mi oído. –El control de un hombre es tan apetecible como el último trozo de pastel sobre la mesa... ¿Qué tal va tu sed de resarcimiento?

Empujé su hombro, disuadiéndola de mí con una mueca furiosa. Ésta no cambiaba su sonrisa presuntuosa, mi conjetura indicaba el motivo de lo que quería llegar realmente. ¿Quería intimidarme?

-¿No te han enseñado que es impropio imponer tus suposiciones sobre otras personas?

-No cuándo no estoy equivocada. –Replicó con naturalidad, como un halago a sí misma.

-Lamento romper tu burbuja de presunción, pero no me incluyas en tu contingencia.- Rebatí, con actitud solemne, sin flaquear en mi gesto severo apuntado sobre el de ella.-Cuándo una persona impone algo negativo sobre alguien, está reflejando su propia inseguridad. –argumenté, con sonrisa briosa al advertir el cambio en su semblante, de momento a otro su rostro se coloca del color de su cabello. -Tal vez debas prestar un poco de atención a las clases de Kanroji-sensei.

-Toda una utopía ¿eh?-Suscitó una vez más, con muestra de insolencia, bufé sin saber cómo zafarme de ésta joven quien persistía como un virus.– ¡De cualquier manera! no eres alguien que valga la pena para Genya, eso a menos que busques algo fuera de base como todas nosotras. –Jadeó llevándose la mano a su mejilla, con expresión de cachaza, el bullicio me distraía con frecuencia a lo que ésta me decía. –Al menos es un buen partido en las noches ¿ya lo has probado, cierto? Ese hombre en la cama... aunque al final de la madrugada solo queda un rastro de pena. –Me mira fijamente, perforándome el cerebro con sus gélidos ojos verdes que intentan llegar más allá de la máscara. –Es lo más cercano que se pueda probar de su hermano. Uno siempre caza al pájaro que tenga más cerca.

-¿Qué clase de porquería estás diciendo? –Le he refutado con incrédulo asombro, cerciorándome de los al rededores y que aquella discusión indecorosa no fuese a dar oídos de algún otro estudiante. -¿Por qué simplemente no vas tras alguien que cumpla tus estándares? ¡No seas egoísta! Nadie nace para satisfacerte.

Ésta soltó una carcajada, unas cuantas cabezas giraron a nuestra dirección. Soné un poco la garganta, incómoda de la atención recibida a nuestro espacio, la cual se disipó tan rápido como llegó.

-¡Oh Dios! ¡De verdad no me creo que seas tan inocente! –masculla consternada y una sonrisa fugaz brota en sus labios, acarició mi mejilla y la aparté indócil con un manotazo, sin intención de recibir su tacto. - ¡Sigues enamorada! Eso tan ingenuo de tu parte. Ten un poco de compasión por tu integridad, cariño. ¿Crees realmente ser lo suficiente para un chico como Genya? ¿Quién no duerme en su cama en cada fin de semana? ¿Crees realmente lograr tú llenar sus estándares? El vivir compararte a ti misma con un sinfín de jóvenes... ¿crees que podrás soportarlo? Después de todo... No eres ninguna belleza. Y vaya que él lleva una lista larga de lindezas hacía su cama.

Dijo señalándome con despreocupada crueldad de pies a cabeza. Aquello había sido un golpe bajo, me lamente amargamente por un momento de mi ingenuidad, agaché la mirada y volví a levantarla rápidamente. Los recuerdos me amenazaban con llevarme de vuelta a un sitio donde no quería regresar, y por otro lado, tampoco veía que iba a sacar en claro si empezaba a vivir las agonías de mi pre-adolescencia.

-Oh, y no te apenes por él, ha sido uno de los climax más largos y excitantes que he tenido nunca. –Pronunció Myuga sucintamente sin algún ápice de cortedad. –Hace realmente bien su trabajo. –relamió sus labios con una sonrisa narcisista, comprendí aquello como un tipo de quiebre a mi estabilidad.

Pese que me aterró la irresponsabilidad de sus palabras. De pronto la sensación furibunda inundó mi rostro en un bermejo que ardía sobre mis mejillas y las puntas de mis orejas, apreté los dientes, sin lograr amainar mi cólera. La rabia atravesó mi pecho tal y como una bola de fuego. Bajo sus efectos, sentí un mareo, no podía recordar haber sentido tanto enfado y desprecio hacía una persona. Lo iracunda no me permitió concebir que ésta haya dicho que seguía enamorada de Genya, solo me importaba su falta de probidad.

-¿Y tú según tus palabras crees tener moral para decirme algo como eso? –Sisee –Das vergüenza como persona, Myuga, el pasado para mí es tan intrascendente como tu perspectiva vacía que difiere sobre la mía. –aseveré con la mayor convicción que podía manifestar sobre mis palabras. -¿Te sientes bien así? ¿Te sientes bien sabiendo que nada de lo que está a tu alrededor es real? ¿A quién acudes cuándo te sientes triste? ¿Quién está para ti en los momentos difíciles? –empecé a decir, recordando todos los rostros de las personas importantes para mí. -¿Estás incluso segura que tus amistades son reales?

Ésta rio como si aquello fuera un desaire.

-¿Ahora preocupada por el bienestar de otros? No seas ilusa ¿Y por qué según tú, lo que pienso estaría mal? –Contradijo, cruzándose de brazos, irritada de su percepción tan desventurada que hacía mi estómago trizas –Tú tienes una perspectiva muy romántica y la mía es muy pasional ¿Qué tiene de malo eso?

-Que impones sobre mí aludiendo cosas que son más tuyas que mías, y eso ésta mal. –espeté, con la paciencia desbordando de mi coronilla.

-Eso es cierto – replica con arrogancia. -imponer algo parecido a mí fue colocar muy altas las expectativas.

-¿Sabes? –Objeté, hastiada –No pretendo batirme en duelo por un macho y persuadir en quien es más apta para quien, sí es lo que esperas, es igual de ridículo que ésta conversación. Y ahora, si me disculpas, tengo cosas mucho mejores que hacer en lugar de perder el tiempo contigo.

Ella arquea una ceja. Creo que parece impresionada, más impidió que le rebasara tomándome con brusquedad de la muñeca. Ambas nos fulminamos mutuamente con la mirada.

—Para nada, nunca pensado en ti como en una adversaria digna, Annya. Pero siempre me sorprende lo ridícula y lo estúpida que llegas a ser.

Ahora sí...

Y tú lo puta y resbalosa que llegas a ser! –Replico con una sensación de indignación que arde en mis entrañas y una descarga de adrenalina recorre mi cuerpo. ¿Cómo carajos se atreve esta bruja asquerosa a señalarme?

Concebí que una pequeña multitud se ha reunido alrededor de nosotros, y quiero que me trague la tierra.

-Tú... Ni te imaginas con quien estás involucrándote, Noguchi. – Sisea en una amenaza, mientras agita frente a mí un largo y esbelto dedo cubierto de satín esmeralda.

¡Ya basta! Le arrebato la copa de su mano con la mayor celeridad que me permiten mis manos y le tiro a la cara el resto del ponche de frutas, dejándola empapada.

Los ojos de Myuga se abren de par en par, y su rostro luce tan enfadado como un oso al que le hubiera picado una ortiga en el culo.

-Detrás de un affaire hay un enorme vacío emocional, y espero que algún día logres llenarlo. — Digo con un hilo de voz, firme pese a la sequedad de mi boca. ¿Por qué me trastorna tanto esta mujer?

Sin hacer tiempo a su reacción, con manos temblorosas e implorándome mentalmente qué debía controlar mi genio. Atravesé el mar de gente con acelerados empujones, yendo hacía la escalera de la 2da planta increíblemente estructurada y decorada conforme al ambiente.

Tres enormes lámparas de araña lanzan destellos irisados sobre las telas de seda marfileña que conforman el techo y las paredes, desde allí divisé en dirección a la otra punta del enorme salón; Me concentré un momento en los bailarines, entre ellos mis propios compañeros y profesores, vestidos con ropa refinada, pero algunos no lo suficiente para lograr esconder sus pobres dotes para el baile.

Solo un poco más allá vislumbré el hermoso espacio que había convertido la terraza, las pérgolas decoradas frugalmente con enredaderas y flores del mismo modo reposaban bajo ellas las mesas y las sillas, un ambiente inmerso en el romanticismo. Los farolillos daban una impresión ambigua y diáfana de la época castaña, cuándo traspasé el umbral hacía el exterior de una de los balcones el aire gélido azotó mi rostro con donosura cuándo apoye ambas manos sobre la balaustrada, agitando mis dos mechones de cabello frente a mi rostro, es una sensación agradable, y espero que también me alivie las emociones, agité un poco la cabeza para despejarme, más la sensación de irrealidad persistió en mi misma.

Sentí un poco de culpa cuándo deje escapar un suspiro de total satisfacción. ¡No le abrí espacio a Myuga para sus ridículas injurias! Y aquello era una jactancia desconcertante, empieza a dolerme la mandíbula por culpa de la bobalicona sonrisa de asombro que tengo grabada en la cara, me siento incapaz de ocultar la emoción, estoy casi segura de que se me ha escapado un alarido de incredulidad.

La niña de trenzas que era hace 5 años estaría orgullosa de verme ahora.

No.

Estoy orgullosa de cómo me siento ahora.

He triunfado. La repipi que llevo dentro da una vuelta al estadio saludando a la multitud enfervorecida.

El mal auspicio hizo dejar entre renglones por un momento que en cada mínimo segundo buscaba de manera instintiva algún atisbo de la presencia de Kyojuro. Las ansias departían hasta las orejas, causando un cosquilleo placentero en la zona de mi vientre. Necesitaba verle, pude sentir como me inundaba poco a poco la emoción, tal y como una marea peligrosa. Por otro lado, la necesidad de tener a Genya seguía incólume y a la vez más creciente, aún no solucionaba aquella discrepancia de mis sentimientos. La ambivalencia más legible que pude haber sentido. Se me nubló la vista por un pequeño instante, y una serie de pensamientos delirantes me consumían y tiraban de mí, a ratos, en direcciones opuestas. ¿Qué demonios estoy haciendo? ¿Cómo había podido dejar que las cosas llegaran tan lejos con mis sentimientos?

-Annya... ¡Dios! –Apareció acertadamente tras de mí un Genya con respiración agitada, sosteniéndose del duro marco del umbral. -¡Por fin logre encontrarte! ¡Aquella bruja se negaba a dejarme en paz! Hacia todo lo posible por despegármela del brazo, pero ella insistía ¡qué mujer tan insufrible! Y luego... - Las palabras salen apresuradamente de su boca en una mezcla de emoción, confusión y ansiedad, de pronto ya no le escuchaba y no pude controlar mis sentidos, sintiendo el mismo arrebato de audacia, me lance hacía él en un abrazo, escondiendo mi rostro en su pecho. - ¿Annya?

La sensación de abatimiento cayó en mí con brusquedad, necesitaba descubrir la certeza de mis sentimientos, necesitaba encontrar la respuesta.

¿Kyojuro o Genya? ¿Kyojuro o Genya? ¿Kyojuro o Genya?

¿KYOJURO O GENYA?

-Por mucho tiempo, me recriminaba por sentirme tan idiota. –Empecé a decir, sin razón aparente mientras afirmaba más mi rostro. –No pude... No podía sentir rencor o algún tipo de desprecio hacia ti después de lo que pasó. Tuve una discusión con Myuga y... ¡Oh, Dios! Genya, perdí los estribos, le vertí una copa de ponche encima ¡no podía tolerar que hablará de esa manera! De ti... De mí. –Sentí como se tensó, Genya tomó mis hombros con la misma firmeza de la que tomas el manubrio de una bicicleta, retrayéndome de su espacio para verme fijamente. Parpadee varias veces cuándo los ojos empezaban a escocerme.

-Annya. – Secundo en voz baja -¿Podemos ir a un sitio más solo?

No concebí su petición, hasta que el bullicio ya dejaba de sentirse ajeno a nosotros, y los músicos empezaban con un hechizante cuarteto de cuerdas, con una melodía etérea desconocida para mí. Asentí deliberadamente, tomando la mano que me ofrecía.

******

-¡Por amor a Cristo, espera! –Instó Suma, pero ésta no se detuvo. La azabache no podía digerir aún del todo la situación en la que se encontraba, Shinobu iba ferozmente entre el gentío, para Suma era trabajo difícil, entre esquivar parejas y personas y perseguir el paso a la de puntas moradas. -¡Déjame explicarte!

No obstante, ya iluminadas por el manto negro de la noche, Suma logra avanzar hacia ella, agarrándola por una de sus muñecas, más la misma se estremeció cuándo la de puntas moradas volteo a verla con una mirada fulminante, y el estómago de Shinobu se contrajo dolorosamente dejando que los vidrios de agua formados en sus ojos se hicieran añicos, para sorpresa de la contraría quien se obligó a soltarla, con el corazón dando un vuelco.

-Quiero que me escuches. –impetró reiteradamente la de ojos azules.

-De pronto he tenido la sensación de que no te conozco.-Dijo entre dientes, para consternación de Suma quien intento acercarse a ella nuevamente. –No te quiero cerca. –marcó el límite de distancia.

Suma advirtió como los hombros de la más baja subían y bajaban en un pesado suspiro.

-Shinobu, quiero que hablemos esto de una forma serena. ¿Si quieres... -Sin acabar la pregunta, realizo un ademán con ambas manos señalando un escaño a poca distancia, Kocho negó rotundamente. –Por favor.

-¿Desde cuándo? –cuestionó en el aire, la aludida percibió la mirada violeta decepcionada detrás de su careta parecida a la un Arlequin con características más elegantes.

La azabache frunció el ceño humedeciéndose los labios, pese no encontrarse en la mejor de las posiciones, tampoco daba consideración de lo iracunda y poco flexible de su amiga.

-Siento como si me estuvieras reprochando por alguna infidelidad. –Suma no puede ocultar su desdén e incredulidad.

-¡No se trata de eso, maldita sea! –Farfulló –Me lastima, ¿vale? Siento que mi confianza no ha sido suficiente para ti, o para Annya quien nos ha esquivado, para ti quien me ha mentido a diario, quien se ha negado a pasar tiempo conmigo como amiga para follarse a un profesor. ¿Realmente soy lo que esperan como amiga?

-No lo digas de esa forma. —le susurra, y el enfado le hierve la sangre.

-Oh ¿y que otra forma quieres que lo diga? –planteó a la defensiva. -Te la haz pasado todo este tiempo mintiéndome.

-¡No te mentí, carajo! Simplemente no te lo había contado, debes de aceptar que cada quien tiene su propio espacio. Su propia privacidad, intimidad ¡vida! ¡El querer invadir cada núcleo de alguien es algo tóxico!

-¿Es un chiste? –cuestionó aprensiva. -¿esa es tu justificación.

Suma rezongó con irritación, el miedo anterior había saltado a la ansiedad y luego se transformó en impotencia, no terminaba de concebir aquella renuencia más grande que cualquier sentido de lógica en la cabeza de su amiga.

-¡No es un puto chiste! Lo lamento ¿sí? Lo asumo, admito que debí decirte, debí contarte. –empezó a enumerar con semblante apesadumbrado. –No debí echarte a un lado, pero entiende por favor que no soy dueña de ésta intimidad, también lo es de... él. –le costó decirlo, apartó la mirada avergonzada, en contra de los gélidos ojos de Shinobu. -¿Podrías por favor respetar eso? ¿Entenderlo tan siquiera?

La indecisión se asomó tan rápido como desapareció en la expresión de la fémina con mascara de arlequín adornada de mariposas.

-¿Desde cuándo? –volvió a inquirir con dureza en su voz.

Ésta bajo la mirada al césped, cabeceó indecisa sobre la respuesta que debía darle, no podía enervar su intimidad con Tengen.

-No puedo decírtelo.

-¿Llevan tiempo en este curso, cierto? ¡Que dios me valga, Suma! ¡Es un maldito violador! –Suma abrió los ojos al oír la última acusación, y el horror invadió su expresión al comprender la densidad de aquellas palabras. –No creas que me convertiré en su maldita celestina.

-No es así como lo dices ¿Qué te ocurre? –Espetó, furibunda -¡No hagas tan malditamente extensas las cosas! Tengo una...

-Es sin duda una acusación bastante cáustica. –Interceptó Tengen, interrumpiendo a la azabache, rodeando los hombros de la misma con su su brazo, Shinobu le lanzó puñales con los ojos. -¿Por qué no le damos una explicación a tu amiga?

-Pero... -Éste le sonrió, con semblante sosegado, brindándole confianza a la fémina. –Ésta bien.

Kocho se cruzó de brazos.

-Los escucho, y espero me den buenas razones para no reportar ésta situación a la directora.

-¡Vaya! Al parecer todas las Kocho tienen un grato sentido de la justicia. –Bromeó más para sí mismo, menguando la tensión del ambiente, condujo a ambas féminas a uno de los escaños alejados del salón de eventos y por ende de la multitud. –Siéntate cómoda cara mía, es una historia interesante.

*****

Descendieron por las escaleras hacía el salón principal, donde las parejas ya se reunían en son del baile. Los voluptuosos vestidos parecían crémor al danzar de distintas tonalidades y formas, entre telas de satín y muselinas. El contraste era magnifico, como una pintura de la era barroca, Annya sonrió indeliberadamente, la música impulsaba a las parejas unirse en una oscilación más lenta y novelesca y por demás romántico.

El exterior les atrajo la bienvenida con una hermosa alfombra carmesí que se extiende por el césped en un lateral del salón hasta la arboleda de la parte de atrás. Una especie de satisfacción femenina le invadió cuándo Genya la rodeó con el brazo en un ademán protector, con su mano apoyada en su cintura guiándola por el camino pergolado iluminado por los mismos farolillos de papel. Sostenidos por alguna que otra cuerda rustica entre unos a otros, la rubia deleitada por lo que veía, e inmersa con el ambiente fascinador, Genya deslizo la mano del lado posterior del omoplato de Annya, palmando gentilmente para captar su atención, señalándole con el mentón la fuente un poco apartada del salón de eventos donde se encontraba la multitud.

Soslayando unas cuantas parejas las cuales aprovechaban la escasa luz para demostrar sus ansias de amor; Annya solo afirmó mentalmente que definitivamente uno que otro necesitaba de una habitación, llegaron a la escultura de mármol, brotando líquido en un sonido realmente relajante.

Genya pasó su mano por su cabello, un gesto exacerbado el cual la fémina advirtió con inquisición.

-¿Genya?

Dejo salir un largo y pesado suspiro, efectuando un gesto con la mano indicándole que esperara, supuso que estaba acertando las palabras para hablar, ella le veía con ímpetus e interés a causa del escrutinio. Relamió sus labios, por fin viéndole fijamente.

-Yo nunca supe que ocurrió entre nosotros. – Las palabras de Genya quedaron en el aire.

Fue tan grande el silencio que siguió que, si una pluma se hubiera posado sobre el suelo en ese momento, habría sonado tan fuerte como una roca.

¿Qué nunca supo?

-¿De qué estás hablando? –Annya estaba en estado de shock por la confesión que Genya acababa de hacer.

-¿Cómo explicártelo? Yo siempre pensé que no lo sé... Tal vez te habías cansado de mí, de mi carácter. – La perplejidad de la rubia se hizo aún más grande, no podía creer lo que estaba oyendo.

-¿Qué? Pero si tú les diste mi carta a esas chicas...

Ahora fue el turno de Genya de sorprenderse, su mirada oscura le escudriño con el ceño fruncido por la confusión.

-Empieza desde el principio...-Dijo entonces -Acabas de mencionar una carta ¿de qué carta hablas?

-¿En verdad tú... – el resto de la pregunta se esfumó en un balbuceo de la rubia, tuvo la sensación de estar en la intemperie por un momento, con la misma duda y miedo sin convergir del todo lo que estaba a su alrededor. –Yo... dejé una carta dentro de tu libreta, en salón estábamos cumpliendo 4 meses de nuestra relación y... Dios, todo es tan difuso.

Genya suspiró llevándose ambas manos a la cabeza, Annya intentó dirigir sus pensamientos enrevesados humedeciéndose nerviosamente los labios cereza, un gesto seductor a los ojos del Shinazugawa, ella respiró profundamente volviéndole a ver al rostro con expresión indeterminada. Genya le veía con semblante impasible pero con la sensación de estar sobre ascuas.

-¿Qué fue lo que sucedió?

-Te deje una carta, el mismo día por la tarde, estaban Myuga y... Junko, la recuerdo por los listones rojos, habían otras chicas, no... no sé sus nombres. –expresó, en medio de un tartamudeo. –Me sentí realmente mal, pensé que tú... les habías dado esa carta a ellas para que se burlasen, me hostigaron en uno de los baños. –Con los labios apretados, Annya se encogió y se dio la vuelta para contemplar la fuente.

Genya pareció alarmado por aquella manifestación.

-¿Cómo diablos les daría esa carta? No tenía siquiera una idea que me habías dejado una. –Sin previo aviso, las bronceadas manos de Genya se agitaron en un gesto de frustración. -¿Qué te hicieron?

Por desgracia, la rubia no quería hablar de todas aquellas cosas que Genya le estaba haciendo recordar, su pecho dolía inconsideradamente. Y sin embargo, si era cierto que él mismo desconocía las razones, lo justo es que ella le ayudase a rellenar lagunas que tenía en la mente.

-No es del todo satisfactorio revivir esto. –Exclamó ella, mientras se formaba una tormenta en su interior llena de impotencia, recordaba poderosamente cada palabra y humillación que había sentido por el complot de jóvenes.

Y entonces le contó.

-No lo sabía... ¡Te juro que no lo sabía! -el rostro de Genya se contrajo en un gesto de lástima-. ¡Que me valga Dios Annya! Hubiese preferido vivir con la idea de que perdí a una grandiosa chica por mi temperamento de mierda.

A Annya se le encoge el corazón por aquella revelación de los sentimientos del azabache.

-Pudiste decirme... pedir explicaciones. Sólo te mostraste fuera de mi alcance y me limité a aceptarlo. ¿Si acaso no te dijeron como encontraron esa carta? ¡O siquiera pensar que la única persona con la que socializaba era contigo! Válgame Dios. –Todavía estupefacto y sintiéndose adolorido, Genya dio un paso atrás y le dio la espalda a Annya con los nervios en tensión.

-Tampoco lo preguntaste... Simplemente asumí que lo sabías.-Lamentándose amargamente por su simplicidad, Annya agachó la mirada y le dio la espalda también. No conseguía quedarse quita.

-No pudiste asumirlo simplemente. –El tono de desdén que utilizó Genya hizo enrojecer a Annya, él joven se percató que nunca le había hablado de ese modo y lamentó su tono.

-¿Qué más podía hacer? Solo actúe por los hechos, no eras del todo una persona susceptible ¿recuerdas? –Replicó con fiereza, la rubia estaba temblando. Cuándo se trataba de hablar sobre cualquier asunto que estuviese relacionado con la humillación y el dolor que le había producido sus primeros años de preparatoria y aquél acontecimiento, Annya perdía el control muy rápidamente como proyectil acudiendo a la defensiva. –Si sentiste la separación muy repentina ¿Por qué no acudiste a mí para solventar la situación?

-Shinobu no me lo permitía. Siempre estaba adherida a ti como un chicle, y si estabas sola volvía en un santiamén, hasta que me cansé de persistir. –Suspiró- Supuse que naturalmente no querrías saber nada de mí.

-¿Shinobu no dejaba acercarte? –Los ojos de Annya se abrieron de par en par, volviéndose hacía él. –¡eso no lo sabía!

Un sentimiento de culpa le ardía en la boca del estómago.

-Y yo ya no sé qué pensar. –Genya respiró profundamente, con los labios apretados. –Ese sentimiento aún me persigue.

-Yo me sentí mucho más adolorida que tú. –musitó Annya tragando saliva y con lágrimas a punto de resbalar por sus mejillas. –Me costó un tiempo increíble recobrar aquella seguridad.

-Aún me cuesta creerlo. –admitió en voz alta, éste se dio un puñetazo mental al reconocer la indolencia de su afirmación.

-¿Y qué razón tendría yo de mentir? –Los ojos azules de Annya se oscurecieron por la sensación negativa. -¿Y qué razón tendría entonces para dar crédito a lo que me dices? ¿Quién me dice que es cierto? –le inquirió en un tono apagado, carente de toda emoción. –Cuándo te pedí ser mi pareja de baile... la chica quien te rechazó era Junko, mi memoria la recuerda perfectamente, ella era una de ellas.

Durante un instante, Genya permaneció de pie como si se hubiera transformado en una estatua. Después con igual rapidez, se aproximó con velocidad hacía la rubia. La miró con los brazos en jarras y su metro ochenta de agresiva masculinidad. De pronto comienza una canción en la velada, el bullicio dejo de sentirse ajeno y el viento traía el melifluo sonido de una melodía, la voz de una fémina quien la vocalizaba era tal y como un pañuelo de seda que se enrolla alrededor y envuelve el ambiente.

-No. - El inteligente rostro de Genya se contrajo por la tensión y sus impresionantes ojos le dijeron a Annya que no siguiera por ese camino.- Ni se te ocurra si quiera insinuar lo que estás pensando, Annya. Yo nunca seria participe de algo así ¡carajo! ¡Aun cuando no te tenía conmigo te cuidaba de esas situaciones! Eras... eres importante para mí.

-¿Entonces sería una coincidencia? –Replicó la rubia en un tono duro como un diamante cortando a través del acero.

-¿Y cómo me demuestras a mí que lo que dices es cierto? –contraatacó él. –hace unos días... en el centro comercial, actuaste casi histérica cuándo estuve a punto de besarte ¿crees que no concebí que ideaste una excusa para irte entonces?

-Yo... eso no es así. -murmuró la rubia con la cabeza gacha, mirando hacia el suelo.

-¿Entonces qué razón tengo para no pensar que me tienes repugnancia? –Annya no sabía dónde mirar. El sonrojo le ardía en el rostro. –Respóndeme.

-¡Estás equivocado! No es como lo estás diciendo Genya, jamás sentí repugnancia hacía ti... Lo del centro comercial, tiene una explicación.

-Me encantaría oírla. –repuso él.

-Yo... no puedo. –apretó sus mohines, con el rostro de Kyojuro asomándose por su mente a modo de respuesta, de pronto un dolor punzante afloró en su pecho. –Estoy muy confundida.

-Entonces somos dos personas confundidas, preciosa mía. – Dice con un matiz levemente divertido e irónico. Aquella nota de humor relajó la tensión hostil que ambos palpitaban. –Lamento no haber sido bueno para ti.

-Oh, no...-desolada por lo que había oído, la rubia lo miró llena de pena. –Me enseñaste el amor en el idioma que lo conocías, Genya. Y siempre viviré con eso. –ésta actuó siendo sumisa de sus sentidos los cuales aclamaban al joven que tenía al frente. Sin pensarlo, tomo la mano de Genya y se la llevo a la mejilla, el tenso rostro del azabache se relajó, acariciando el rostro de la más baja.-Es muy infantil discutir por esto...

-Lo es. –Dijo, con una sonrisa asomándose por su rostro. –Y yo llevo conmigo lo que me enseñaste... Viéndolo de otra manera, gracias a eso pude mejorar mi carácter. –Dejo ir un suspiro, acariciando con cariño la mejilla de Annya.-Éramos unos críos... - Annya asintió con la cabeza, en muestra de acuerdo.

La culpa se clavó como un cuchillo envenenado en el estómago de la rubia, sin dejarle respirar con naturalidad o concebir la situación en la que estaba. Naturalmente no podía desertar de aquel sentimiento necio y tenaz, no conseguía implementar a la ignorancia. Compartió su mirada zarca con los insondables ojos oscuros de Genya, y supo con certeza. Le quería, el ingenuo amor que tanto creyó haber arrastrado al olvido seguía allí, frágil. Pero subsistía. Sí tan solo mis sentimientos hacía Kyojuro no existieran... Pensaba en un compás repetitivo, aquél amor profundo y no correspondido era una brecha para el orden en sí misma. ¿Y si aquello era ridículo? ¿Y si realmente lo de Kyojuro era solamente un capricho? Si bien ni ella misma había tenido en claro que sentía exactamente por su profesor, ha ido descubriéndolo en la marcha. ¿Podía permitirse derrochar sus emociones hacía Genya? Los pensamientos corrían por su mente igual que una ardilla encerrada en una jaula que se golpeara contra los barrotes.

Mientras Genya sólo pensó que aquél era el mejor momento para decirle que era hermosa. Lo único que le importaban eran las sombras curvas de su figura bañada por la luz de la luna menguante, podía ver poco más que su silueta, más que ese voluptuoso vestido que le tenía encantado. Sus labios color cereza y lozanos, aterciopelados como pétalos de rosa. Su cutis era perfecto, con una textura de porcelana que dejaba ver la huella de cualquier caricia, de un beso. Se le pasó por la cabeza aquello, de dejar en él la marca de sus labios. Deseaba decirle que incluso en la oscuridad era capaz de distinguir sus ojos como un cielo claro e impetuoso y la manera en que sus largas y oscuras pestañas acentuaban su mirada, aquél hermoso contraste de aquella cabellera de oro, resplandeciente y vivaz que relucía como el otoño inglés. Tenía el tipo de mirada que te persuaden a apoyarla en cualquier empeño. Y no sólo era hermosa, era cautivante como persona. Annya era un hechizo para él del cual siempre costó deshacerse, un encantamiento. ¿Era correcto sentirse así?

¿Estaba bien sentirse tan embelesado? pese aquella zambullida de duda, el descubrimiento que acababa de hacer alejó por fin el oscuro fantasma de la culpa que le había estado atormentando la autoestima durante aquellos años. Annya no se había cansado de él, solo fueron víctimas de unas adversidades creadas por terceros mal intencionados, de alguna u otra manera, se sintió liberado.

-Discúlpame. –Dijo, en voz baja, los pensamientos de Annya sufrieron una sacudida al escuchar la voz de Genya sacarla de su mente.

-La que debería decir eso soy yo. Me retraje como una idiota sin esperar una explicación de tu parte. –Llevó una mano al lado posterior de su nuca, apenada, con un grácil bermejo en sus pómulos. Genya se quedó atolondrado por aquella tierna imagen.

Y maldito fuera quien no pensase lo mismo. Su yo de 14 rogaba por darle un beso, luego de una pugna mental por fin se contradijo. Él era actualmente quien necesitaba besarla. ¿Podría...

-¿Crees que se encuentre una manera de enmendarlo? –Le cuestionó Genya, su voz se escuchó tan suave como un ronroneo, haciendo que los ojos azules de Annya se abrieran de par en par por la sorpresa. –O... ¿ya es demasiado tarde?

Estupefacta, y con el rostro ardiendo. Annya abrió la boca para responder y, al momento, la cerró de nuevo tras descubrir que, Genya tenía la mirada absorta en sus labios. Annya examinó cada uno de sus gestos, incapaz de creer lo que estaba oyendo. No podía haber dicho lo que ella acababa de escuchar.

-Ne... ¿Qué? –inquirió más para sí misma en tono lejano, con la voz perdiéndose en un hilo.

-Ha sido muy difícil sacarte de mi mente. –Dijo él finalmente, el corazón de Annya empezó a galopar de inquietud y emoción, y a punto estuvo de pararse al notar cómo regresaban las viejas angustias. De pronto la poca distancia que conservaban se iba disminuyendo, como él deslizo una mano por la estrechez de su cintura serpenteando su toque hasta su espalda descubierta, aquello le produjo un escalofrío.

-Genya, yo...–ésta comenzaba a sentir la respiración de Genya sobre su rostro, éste alarga su otra mano, y con el dorso de sus nudillos acaricia delicadamente la mejilla hasta el mentón, para levantar su vista. Los insondables ojos de Genya se clavaron hipnóticamente en los de Annya. –No lo sé... -la rubia tragó grueso, cuándo sintió los labios de él rozarle la punta de la nariz.

Todas las voces de su mente le gritaban que no siguiera. Más su cuerpo respondía de otra forma a la que su conciencia le impetraba.

-¿Cuáles son tus dudas, Annya? –Su voz era grave y tersa, embriagándola e incitándola a descubrir lo que sentía.-Puedo despejar tus inquietudes...

Sus manos se cerraron alrededor de la cintura de Annya, y la sensación de su cuerpo, suave y cálido, le causó un hormigueo en las palmas allí donde la tocaba, aquella fémina se le subió a la cabeza igual que un potente vino. Vio que los ojos de ella se agrandaban y que se le dilataban las pupilas hasta dejar ver tan solo un delgado aro azul. Annya alzó las manos y las apoyó en su pecho, y un estremecimiento le recorrió toda la piel. Inexorablemente, su mirada se clavó en la boca de ella, y empezó a acercarse hasta que el voluminoso cuerpo de la rubia estuvo apoyado contra el suyo. Noto como aquellos labios llenos y suaves se abrían al tiempo que, perpleja, inhalaba una bocanada de aire. Entonces la alzó de puntillas e inclinó la cabeza para saciar aquella necesidad.

Sus labios también tenían el tacto de pétalos de rosa, suaves y aterciopelados. Giró la cabeza e incrementó la presión de su boca, obligándolos a abrirse igual que una flor a orden suya. La sangre rugía en sus venas, la atrajo hacia sí con más fuerza, la rodeó con sus brazos y la sostuvo soldada a su cuerpo. Oía las voces apagadas de la gente dentro del salón de eventos detrás de ellos, y el exquisito tono del cuarteto de cuerdas, acompañado de una voz femenina quien relataba un amor entre letras de una suave melodía. Pero aquello no significaba nada, Annya era su apogeo entre sus brazos. Los brazos de Annya se deslizaron hasta sus hombros para entrelazarse alrededor de su cuello, no luchaba contra el beso, sino que respondía con cariño a su contacto, los labios inexpertos de ella temblaban, y acariciaban de los suyos. Genya quería más, lo quería todo junto a ella.

De un momento a otro, unas diminutas partículas de nieve empezaron a repiquetear contra la piel de ambos, en señal de la llegada de la fría nevisca. Y se produjo una explosión de movimiento entre la gente que corría hacía el exterior para regocijarse la primera nevada del año. Los copos de nieve centelleaban y resplandecían, dando vueltas y flotando de camino al suelo en un vals que se escapaba a la comprensión humana.

Estos eran imperceptibles en medio de su opacidad por la noche. La sensación gélida de una viruta caer sobre su nariz lo hizo levantar la cabeza y mirar alrededor, un poco irritado por aquella intrusión en su bruma amorosa que nublaba la mente. Ya fuera por el bullicio frente al salón, o su propia reacción al mismo lo que rompió el hechizo en Annya. Ésta se puso rígida de pronto en sus brazos y empezó a empujar ligeramente para desasirse, Genya captó una imagen fugaz de su rostro contraído por lo que él dedujo que era afligimiento, él mismo en un estado abatido, la soltó y dio un paso atrás para escrutar el semblante de ella. Quien se llevó una mano a los labios.

Su corazón latía con fiereza, desbocaba en cada latido y todo su interior se contraía en una sensación nauseabunda que le había subido hasta la garganta, causándole escalofríos. Era una idiota, era una idiota. Tenía que ser una idiota, maldición. Su corazón dolía por él, dolía por el amor que le tenía, amaba a Genya, lo hacía, y no tuvo más certeza que esa cuándo volvió a besarla con la intensidad que él era, y no deseaba más nada que deshacerse de sus sentimiento por Kyojuro y pasar a alguien quien estaba allí con ella en ese momento.

-Annya, esto... Discúlpame sé que cuándo una persona que no da una respuesta clara es alguien que ésta inseguro. –dijo él en un reproche contra sí mismo, tratando de eludir su vergüenza. –No debí besarte, yo...

Pero las palabras no lograban llegar hasta su subconsciente, en ese momento la voz de Genya se sentía totalmente lejana a como ella estaba.

Y tal vez, si se esforzaba lo suficiente, podría estar con Genya, sería todo más sencillo. Pero el corazón era igual de terco e irónico que ciertas cosas. Y por alguna razón, aquella puerta de sus sentimientos de Kyojuro, seguía abierta pese haber dado un paso a la de Genya. Negó con la cabeza, persuadiendo la ráfaga de rosas negras, volvió su vista al rostro de Genya quien tenía los ojos clavados en el rostro de ella con una expresión llena de castigo y culpa.

-Siempre serás mi primer amor, Genya. –murmuró ella suavemente, estirándose hacia delante y rozando su mejilla con su pulgar. Este le dio una sonrisa lánguida, inclinándose hacía su toque.

-Pero no tu último ¿cierto?

La tristeza de su voz le hizo querer aliviar aquél dolor, y viceversa. Y amarlo como él la amaba a ella, el dolor en su pecho flaquearía si olvidara cada palabra, cada mirada secreta entre los pasillos y tanta gente, cada arrebato de adrenalina desde que empezó aquello que creyó un juego infantil de cartas. Si olvidase cada apelativo, cada interés y conversación por teléfono a altas horas de la noche, cada risa compartida, el sonido de su voz y de su risa, el tacto de sus cálidos dedos contra su mejilla, sus sensitivos besos en la frente y sobre todo... olvidarlo a él. El aluvión de imágenes acude a su mente, en todas esas, el rostro de Kyojuro era él que predominaba para que su corazón desbocara. Todo aquello no se desharía si se entregara simplemente al azabache, pensó amargamente.

No podía.

No podía permitirse lastimarlo de esa manera.

Frente a ella estaba un maravilloso joven que no merecía ser simplemente el reemplazo de otro.

Ella respiró profundamente, mirándolo sin parpadear. Y aunque todo su interior gritaba que no, tomo todo el coraje que pudo para negar varías veces con la cabeza.

-Ah... Supe detectar las señales. –Continuó él, sus ojos centelleaban con un cierto tono aburrido y triste. –Sé que estás enamorada de alguien más, por completo. –sonrió nerviosamente, rascándose la cabeza.-Pero quería ser un poco egoísta... y pensar por un momento que no era así.

-Lo siento. –Era todo lo que pudo decir ella, Genya le ofreció una sonrisa amable y amistosa a cambio, agitando una mano frente a su cara como diciendo que no era la gran cosa.

-¡Oh, no te preocupes! soy muy bueno sobrellevando el rechazo. –bufoneo él en medio de una risita jocosa, Annya reprimió una carcajada que le pincho como un aguijón y le hizo sentir un poco de culpa.

-Aunque después de todo, tal vez le tome la palabra a Myuga, te volviste muy bueno besando. –Genya enarcó una ceja, inquiriéndole con la mirada. -¡Oh! Tuvimos una discusión, ella dijo unas cuantas cosas fuera de lugar y ¿Qué te digo? La empape con ponche como un pato al agua.

Genya soltó una carcajada, sin poder creerse lo que ésta le contaba.

-¡Eso sin duda tienes que contármelo!

-Eso ya no tiene importancia... ¿Podemos...

-Nada ha pasado. –rectificó él con una sonrisa, pese a no tener aquél sentimiento correspondido, tiene cerca a alguien valioso, y aquello era todo para él sea por la razón que sea. -¿Amigos?

-Amigos. –afirmó ella, devolviéndole la sonrisa, sus mejillas se iluminaron de un tono bermejo brillante. -¿Volvemos adentro?

Annya sonrió y tomó el brazo que Genya le ofrecía, procuró no reírse cuándo lo vio sacar el pecho. Sin embargo, conforme se fueron acercando, la música de un vals llegó hasta ellos, un montón de mariposas empezaron a revolotear en el estómago de Annya. No podía persuadirse de emoción y olvidar con que expectativas había llegado a aquél baile.

(...)

-¿Y cómo estás tan seguro de encontrarme tan fácilmente? –indagó la rubia, puliendo el cristal del aparador mientras veía con suma atención al rubio, quien devoraba un panecillo relleno de crema pastelera.

Kyojuro se alzó de hombros, con una expresión sagaz.

-Sólo déjame que te sorprenda ¿o acaso dudas de mí sentido de percepción?

-No, dudo que si logres reconocerme. –repuso ella formando un mohín. -¿Y si llegó a ti primero? ¿Tu sentido de percepción estaría afligido?

-De eso, nada. –negó, lanzando una servilleta al pequeño contenedor de basura de la esquina. - Estoy totalmente seguro que no lo harás pequeña, tengo un mar de razones dándole más mérito a mi punto.

El cuerpo de Annya se tensa de cintura para abajo. Solo su voz con aquél tono firme bastaba para seducirla, pero la cúspide estaba en su mirada dorada la cual ardía como antorchas. Annya se pone de pie ágilmente, dejando olvidado el pañuelo de limpieza sobre la encimera, se encuentra a Kyojuro de pie frente a ella, él baja la vista y clava sus ojos en los de ella, y el calor que irradia el cuerpo de Annya le inunda hasta ahondar a su sub-consciente. Ésta sentía un calor sofocante que la aturde y las piernas le dan la sensación como si fueran de gelatina. De pronto el deseo de color rosa se formó con la necesidad de estampar sus labios hacía los de él le recorrió todas sus entrañas. Dios sabe cuánto lo deseaba, pero no podía. Debía ser paciente tal y cómo la vida misma le enseña que la medida del tiempo es valiosa y relevante.

-¿Y cuáles son ese mar de razones, según tú? –rebatió ella, en un murmullo apenas perceptible para ambos. Sumisa ante aquella mirada decidida.

Kyojuro ensanchó su sonrisa.

-La forma de tus ojos, la forma en que tu nariz se arruga cuándo sonríes, tu sonrisa, tu hábito de morder una de tus uñas cuándo piensas en algo...-Dice esas cosas deslizando su mano por su cabello, embelesado con uno de los mechones frontales. –Pero tu dulce rostro es solo una parte de ti Annya, ya verás cómo te encuentro

Continuará...

*************

AAAAAAAAAAAY MIS HERMOSOS Y PRECIOSO COSHINITOS BELLOS Y HERMOSOS 

nO SE IMAGINAN CUANTO LOs EXTRAÑEEEEE AAAAAAAAAHH

COMO ES TRADICIÓN: Vayamos por partes para no incentivar las crisis de ansiedad, pero antes vean este bello dibujito de Annya <3. 


Tengo también unos listos de Kyojuro, Genya, Suma y Uzui. Pero quiero terminarlos antes de mostrarselos.


En fin, ahora sí vayamos a lo importante ¿vale?¿?

Primer punto: EL TITULO.

Énounement. 

El sabor agridulce de haber llegado al futuro, ver cómo han salido las cosas, pero no ser capaz de decirnos a nosotros mismos cómo fue nuestro pasado.

Es más que una definición, espero que se haya entendido un poco el concepto del capitulo con respecto a este termino <3. Si lo logré haganmelo saber aquí.

Segundo punto:

 Decidí dividirlo ya que es un capitulo extraordinariamente largo, y no obstante contamos con varios sucesos, y no quería incluirlos ambos en un solo capitulo para que no se viera "cargado" o hubiesen perdido interés. No se preocupen, la 2da parte la subiré mañana <3. El siguiente es super bonito, y espero que les encante tanto como a mí.

Tercer punto: 

Annya SI estaba confundida. Sus sentimientos estaban enrevesados, pero simplemente se siente enamorada de Kyojuro, en cambio de Genya, no. No está enamorada de él, sin embargo lo ama y lo quiere profundamente, pero se trata más que todo por la nostalgia que le causa estar con él. 

Genya tampoco está enamorado de ella. La adora, y se siente fascinado por ella. (Canonicamente, Genya tiene una debilidad por las mujeres, en el manga es por timidez y no se siente capaz de convivir con ellas por vergüenza, acá lo invertí, le fascina las mujeres. En este caso, esta totalmente enternecido por Annya y la quiere profundamente.) 

Cuarto punto: 

Acá vemos un lado más sobresaliente del control de Shinobu. Ella es una persona naturalmente ordenada y calmada. No obstante no sale de su propia rutina ni de sus "horizontes" Quise incluir esa aptitud de ella que es intrínseca en el manga, pero plasmarlo acá a mi manera, una chica demandante e implacable a pesar de ser solemne. Pero, como todo en la vida es así, por supuesto que habrá una razón. 

QUINTO punto: 

Antes de que alguien salga a relucir que Annya reaccionó así porqué estaba peleando por Genya... la respuesta es NO.

Peleaba por su integridad y por la de alguien quien ella aprecia, de por si ya le traía ganas a Myuga de darle sus buenos putaz0s. Veremos más de ella también :).

SEXTO PUNTO (aunque es más una curiosidad kasdhnsdj):

Annya si es alguien insegura en ciertos aspectos. Al menos ella es pequeña y algo voluminosa. Myuga mencionó el comentario despectivo ya que en su mayoría las jóvenes suelen ser delgadas y estatura promedio en japón. La diferencia de nuestra bella protagonista es que se escuda, y ya no permite que esos comentarios ahonden a su cerebro. (Me preguntaron si es chubby, gordita, no, no lo es. Pero tampoco es delgada.) 


¡Y eso es todo! Si tienen una duda dejenmela por aquí <3 Todo por ustedes mis bellos coshinitos.


Lamento la tardanza, han sido meses extenuantes y este capitulo me ha tomado mes y medio en terminarlo. Espero les este gustando tanto como a mí <3


¿Que les pareció? askjsdh La canción la elegí honestamente ni sé por qué xd ya que no me inspiró para este capitulo, pero como me gusta, meh. La coloqué, me dio el feeling. 

¡Ennnn fiiiiiiiin!

¡Nos vemos en el siguiente capitulo!

META: 10 VOTOS.

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