Capitulo 12

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Sasha corrió como si su vida dependiera de ello.

¡Como ese estúpido le pusiera un solo dedo encima a Anne era hombre muerto!

Mientras conducía sólo podía pensar en qué hueso del cuerpo le rompería primero. Estaba indecisa entre empezar por reventarle la cara o romperle todos los huesos de la mano cuando lo encontró en su deportivo descapotable de último modelo intentando besar a su Anne.

«Definitivamente, la cara», pensó antes de sacarlo del coche y comenzar a golpearlo con todas sus fuerzas llevado por los celos de que Anne lo hubiera elegido a él y la furia de saber lo que ese idiota podía haber hecho con ella el día de la fiesta.

Anne estaba harta de esa idiota Neanderthal que no hacía otra cosa que estropearle las citas.

¿Quién narices se creía que era Sasha Waybright para meterse en su vida amorosa?

Que hubieran pasado una noche juntas no le daba derecho alguno sobre ella, había pasado el suficiente tiempo evitándola como para dejarle claro que esa noche no había significado nada.

Aunque, por desgracia, a lo largo de los días ella había recordado todo lo que habían hecho, sin terminar de creerse que hubiera podido llegar a comportarse de esa manera entre los brazos de la vecina, unos brazos que desearía volver a lamer... ¡Mierda! Ya estaba desvariando de nuevo, y es que, cada vez que volvía a verla o a pensar en ella, tenía pensamientos pecaminosos sobre su persona, y eso no era nada bueno para ella, sobre todo porque la vecina no concordaba para nada con su "perfecto príncipe azul".

En fin, si Noah no podía darle su merecido a la salvaje de su vecina, tendría que dárselo ella, pensó mientras se arremangaba dispuesta a parar la pelea.

Sasha notó un extraño peso en su espalda que no paraba de golpearla mientras una conocida voz de mujer histérica le gritaba al oído:

— ¡Suéltalo bruta, que lo vas a matar!

Sasha, preocupada porque Anne saliera dañada por meterse en medio, se alejó de la masa llena de moratones que era Noah y se descolgó a Anne de la espalda mientras intentaba razonar con una fiera que no hacía otra cosa que golpearla a ella y a su orgullo, una y otra vez.

―Anne , ¡él no es bueno para ti, es un cerdo!

―¡Porque tú lo digas! ¿Acaso tú eres mejor que él, presuntuosa arrogante?

―¡Yo nunca drogaría a una chica para estar con ella! ―declaró Sasha apoyándola junto al coche y mirándola fijamente cuando por fin logró separarla de su magullada espalda.

―¿Qué estás diciendo? ―preguntó Anne confusa.

―Hoy he ido a tu casa para intentar hablar nuevamente contigo sobre nosotras...

―¡No hay ningún nosotras! ―interrumpió Anne reprendiéndola con la mirada.

―Eso ya lo veremos. En fin, he oído una conversación muy interesante que mantenía tu hermano Sprig con un amigo, en la que decían que alguien había echado unas cuantas drogas en la bebida de algunas chicas para animarlas un poco. Adivina de quién sospechan.―retó Sasha señalando a Noah.

―¿Eso es verdad, Noah? ―preguntó Anne acercándose al aludido, quien hacía tremendos esfuerzos por poder incorporarse tras la paliza recibida.

―Vamos nena, ¿a quién vas a creer, a la Salvaje o a mí, el chico que está saliendo contigo? ―respondió Noah sonriente al ver que Anne volvía su rostro hacia Sasha en busca de respuestas.

―Puedes llamar a tu hermano si quieres ―comentó Sasha tendiéndole su teléfono móvil― Además, sabes que yo nunca te haría daño, Anne.–confesó Sasha con la esperanza de que creyera en ella.

Cuando Doña Perfecta volvió su rostro furioso hacia Noah, éste supo que estaba perdido.

―Vamos cielo, sólo lo hice para que te soltaras un poco y disfrutáramos más de la fiesta ―se justificó Noah en un mal intento para que lo perdonase.

Cuando ella se situó junto a él, Noah pensó que una chica nunca podría hacerle tanto daño, y se sintió aliviado.

Después de todo, ella era femenina, delicada, la perfecta señorita. Pero cuando localizó a la salvaje Sasha apoyada en su coche despreocupadamente de brazos cruzados y con una mirada y una sonrisita que le decían «ahora verás», empezó a sospechar que Anne no era tan inofensiva como pensaba. La confirmación le llegó cuando le golpeó fuertemente en las pelotas dejándolo sin aliento.

Finalmente fue Sasha quien tuvo que separar a una rabiosa Anne de un casi inconsciente Noah. Si la represalia hubiera sido de Sasha, las cosas habrían terminado ahí, pero Doña Perfecta tenía demasiada imaginación, así que, ¿qué podía hacer Sasha cuando ella le relató su plan con sus preciosos ojos brillando emocionados por la sed de venganza? Hizo lo que haría cualquier enamorado: ayudarla.

Ambas cargaron el cuerpo de Noah en la parte trasera de la furgoneta de Sasha mientras Anne abandonaba el lujoso coche de éste con la capota bajada y las llaves puestas. Luego condujeron hasta el viejo granero donde se guardaban las carrozas de ese año y dejaron un adorno nuevo en una de ellas.

Cuando finalizaron su fechoría, Sasha llamó a Sprig y le comentó:

—En una de las carrozas de este año Anne y yo hemos añadido un adorno, por favor no lo quitéis, creo que a todos os gustará. ―Después de hablar unos instantes con Sprig, colgó y miró a una ilusionada Anne.

―¿Crees que lo quitarán antes del desfile? ―preguntó Doña Perfecta.

―No creo, el conductor de esa carroza es el novio de Skara, y a ella también la drogaron en la fiesta.

―Entonces este año el desfile será algo admirable.–comentó Anne sonriente.

―Definitivamente, nuestra aportación lo hará único.–señaló Sasha mientras rompía en carcajadas― Respecto a nosotras... ―repuso Sasha y antes de que terminara de hablar se halló envuelta en una nube de polvo.

Sola y sin medio de transporte, una vez más volvía a casa andando. Pero la caminata hacia su casa merecía la pena sólo por ver la cara que pondrían los habitantes de ese pueblo al ver el desfile.

Mei Boonchuy esperaba con impaciencia la aparición de las carrozas que la comunidad habían creado para recordar el antiguo espíritu de compañerismo y fraternidad que había fundado Amphibia.

Cada joven había aportado su granito de arena con un imaginativo adorno y un tema. Le resultó muy extraño que su hija la acompañara en esa ocasión, pues ella siempre se aburría en esos eventos. Incluso estaba emocionada por ver el desfile que años antes le había horrorizado diciendo que ninguno de los jóvenes de ese pueblo tenía talento para el arte, que los temas eran monótonos y que siempre se hacía lo mismo una y otra vez.

Cuando Mei le preguntó a su hija por qué estaba tan impaciente por el desarrollo del desfile, ella comentó alegremente «porque este año yo también he contribuido». Mei tembló temiéndose lo peor al ver la malévola sonrisa que acudía al rostro de su hija y que sólo podía indicar que la vecina había sufrido algún percance.

―¡Por Dios, que no le haya sucedido nada a la vecina! ―rezó en voz baja a la espera de que sus sospechas no fueran ciertas.

Un par de horas después suspiró aliviada al ver a Sasha en la acera de enfrente, pero cuando Anne le sonrió con alegría y la saludó efusivamente con la mano, Mei comenzó a temerse lo peor.

El desfile comenzó entre carcajadas, expresiones horrorizadas y multitud de flashes de cámaras, algo nada habitual en los desfiles de Amphibia. Mei comprendió el motivo de tanto alboroto cuando la tercera carroza del desfile pasó ante sus ojos.

En una carroza adornada con cerdos sobre un fondo azul, Noah Miller, desnudo, amordazado y atado con un gran lazo rojo, portaba un gran cartel al cuello que ponía «Di no a las drogas».

―¿Qué, mamá? ¿Te gusta mi aportación de este año al desfile? ―preguntó Anne orgullosa.

Y Mei, por primera vez en años, gritó:

—¡Anne Boonchuy , se puede saber qué has hecho!

Increíblemente, pese a las protestas de un amordazado Noah y de unos familiares enfurecidos, el jefe de policía no permitió que se detuviera el desfile en ningún momento. Tal vez porque, como él mismo señaló, era su deber que la procesión continuara, o tal vez porque su sobrina era Skara y había sido informado de lo ocurrido.

Cuando el desfile acabó, ninguno de los integrantes osó tocar a Noah, y finalmente fue su padre quien se apresuró a desatarlo, furioso y dispuesto a demandar a todo el pueblo.

Sus ánimos se calmaron cuando fue puntualmente informado por todos de lo que su hijo había estado haciendo, y de los cargos que se presentarían si osaba interponer la más mínima denuncia a alguno de los habitantes de Amphibia.

La familia Miller no duró mucho más en el pueblo: semanas después se marchaban del lugar jurando no volver a pisarlo nunca más.

Noah se despidió de todos con un bonito corte de mangas mientras conducía su deportivo de último modelo con olor a cloaca, ya que poco después de denunciar su desaparición había sido encontrado en el basurero municipal lleno de bolsas de basura.

Eso sí, no tenía daño alguno y mantenía las llaves puestas en el contacto.

A pesar de que Anne era mayor de edad, sus padres no dudaron en castigarla por su aportación al desfile, y eso que muchos de los habitantes de Amphibia la felicitaron por su creatividad a la hora de adornar con un toque de humor el monótono espectáculo.

Aunque todos estaban de su parte, su madre le había reprendido una y otra vez mientras le prohibía salir hasta que llegara la hora de irse a la universidad; por eso, en esos instantes Anne bajaba por el árbol que había junto a su ventana en busca de la libertad. Cuando llegó al suelo oculta entre la oscuridad de la noche esperando a ver si alguien la había descubierto, observó que la vecina también escapaba de casa de su abuela por la ventana.

Maliciosamente esperó hasta que bajara y entonces le golpeó el hombro mientras le susurraba:

—¡Te pillé!

Sasha dio un respingo antes de darse la vuelta y comprobar aliviada que era ella.

―¿Qué haces aquí? ―preguntó ella algo confusa.

―Escapar ―contestó Anne señalando la ventana de su habitación― ¿Y tú? ―preguntó burlona.

― Creí que ya eras toda una adulta que no le tenía que rendir cuentas a nadie.

―Sí, pero no puedo evitar que mi madre y mi abuela me persigan por toda la casa con sus regañinas y, si oso salir al pueblo, ellas vienen conmigo pegadas a mi trasero como una plaga recordándome una y otra vez mi mal comportamiento.

―Pobrecita... ―comentó Anne irónica.

―¿Y tú, mentita? ¿Te han castigado? ―preguntó Sasha sonriente.

―Lamentablemente para mí no hay límite de edad para ser castigada según me ha informado mi madre. ¡Dios, qué ganas tengo de irme a la universidad este año!

―Bueno, mentita, ¿nos largamos de aquí antes de que nos descubran? ―ofreció Sasha tendiéndole la mano a Anne.

―¿En qué has pensado? ―preguntó Anne dudosa, cruzándose de brazos e ignorando su mano.

―En ir al lago a nadar un rato ―explicó Sasha comenzando a empujar silenciosamente su furgoneta hasta el camino de entrada.

―Pero no tengo bañador... ―se quejó Doña Perfecta indecisa.

―¡Mejor! Así te veré desnuda ―bromeó Sasha.

―¡Ni de coña me voy a desnudar delante de ti, Waybright! ―contestó orgullosa Anne mientras Sasha la miraba expresándole en silencio «ya lo has hecho»― Otra vez ―terminó Anne.

―Bueno, siempre puedes hacerlo en ropa interior: es como llevar un bikini.

―Está bien ―se decidió Anne a la vez que se subía a la furgoneta.

―Por favor, dime que llevas uno de esos tangas sexis y modernos ―suplicó Sasha mientras arrancaba el vehículo.

―Para ti, unas bragas faja de abuela ―sonrió Anne señalándole el camino mientras la miraba reprobatoriamente.

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