8. Tarea de pociones.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Las últimas clases con Snape se habían sentido más amenas, odiaba admitirlo pero había veces que incluso sentía agradable su compañía.

El slytherin se había vuelto objeto de sus dudas y pensamientos los últimos días, realmente esas pequeñas conversaciones que tenían le daban vueltas en la cabeza, era como si el odioso Quejicus desapareciera por un instante. Era distinto, manejaba un humor más negro y crudo que sus amigos, además era tan serio que le parecía intrigante cuando soltaba una broma o comentario que lo dejaba confundido. En esos momentos olvidaba cuál era el objetivo de esas clases, el plan contra Snape.

Había algo intrigante en Severus, no lograba sacarlo de sus pensamientos. Tenerlo tan de cerca en las tutorías había despertado una sensación extraña en su interior.

Las cosas se sintieron aún más extrañas cuando pasaron de estar presentes solo en un estado consciente a adentrarse en sus sueños; comenzó a soñar de manera recurrente con el slytherin. Por las noches los recuerdos de sus momentos juntos se adueñaron de su inconsciente.

Entre esos sueños podía ver su cabello oscuro, la piel cetrina, incluso percibía el aroma herbal. En cada ensoñación solo veía la imagen del slytherin, no eran muy distintos a la realidad, siempre estaba leyendo, sus delgados falanges pasando las hojas de los libros delicadamente, luego iban hacia su fino cabello, se sentía distinto, era más suelto, no lo escuchaba hablar, pero siempre podía ver sus labios moviéndose, eran demasiado llamativos para no prestarles atención. Cada sueño solía ser similar al anterior, pero al final lo veía acercarse, cada vez más cerca, más, y más, hasta que su rostro estaban tan juntos que todo se desvanecía.

Cada noche despertaba sudando, con las mejillas rojas de calor, no entendía porque soñar con Snape le provocaba esas sensaciones, ni siquiera comprendía porque soñaba con él.

Sin embargo esa noche debía poner una pausa a sus ideas, pensamientos y a sus sueños. Los merodeadores lo necesitaban.

James, Peter y Sirius habían tomado su forma animaga; un ciervo, una rata y un perro, respectivamente. Estaban cerca del sauce boxeador, fuera de la casa de los gritos, llamada de tal manera por que los aldeanos escuchaban el ruido y los gritos, pensando que estaban escuchando espíritus particularmente violentos, pero no era la verdadera razón.

Hay personas que suelen decir que la Luna llena les afecta en su comportamiento, pero nada podía ser comparado con lo que sufría Remus cada mes.

Sus transformaciones eran terribles, Sirius no podía ni imaginar lo doloroso que era convertirse en un hombre lobo. Tenían que mantenerlo casi encerrado, alejándolo de las personas para que no corriera el riesgo de morderlos, provocando que terminase mordiéndose y arañandose a si mismo, heridas que ellos se encargaban de curar el día después, pero sabían que nada calmaría el dolor emocional con el que su querido amigo cargaba.

Los tres animagos entraban a la casa de los gritos para vigilar que no se provocase tanto daño, aunque no podían hacer demasiado habían notado que Remus se veía particularmente más tranquilo cuando estaban con él. Había sido una travesía complicada pero era el primer año que habían podido convertirse en animagos para estar con él, y no pensaban abandonarlo.

La mañana siguiente los cuatro se encontraban en la enfermería, los profesores y la enfermera conocían la condición de Remus y procuraban darle los cuidados necesarios para que pudiera recuperarse, aún así sus amigos no lo dejaban ni un solo momento.

James estaba a su lado pasándole los frascos de pociones que le ayudaban a sanar, Peter del otro lado sentado en la orilla de la cama leyendo uno de sus libros favoritos para hacerlo sentir mejor, mientras que Sirius pasaba algodones con medicina sobre sus heridas, curando cada una de ellas con sumo cuidado; tenía cierta experiencia en eso, llevaba años curando las propias heridas que su madre le dejaba.

—Se frotó los ojos, y se acercó al cuadro y lo examinó de nuevo. No había señales de cambio alguno cuando miró la pintura, y sin embargo no quedaba duda que la expresión se había alterado. No era sólo su propia impresión. Era horriblemente obvio. — leía Peter en voz baja para Remus.

—Ese libro me recuerda a Sirius, seguro el también entregaría su alma para mantenerse joven por siempre.— comentó James con una ligera risa, la cual se borró cuando un algodón sucio le golpeó el rostro.

—Sirius acéptalo, eres el más engreído de nosotros.— agregó Remus casi en un tono de voz bastante bajo, aún se le complicaba hablar por el dolor.

—Es porque soy el único que es tan bello como para que lo plasmen en un cuadro.— y con ese comentario todos rieron les había dado la razón con pocas palabras.

—Ya dejen descansar al muchacho, ¿no ven lo lastimado que esta?— les cuestionó Madame Pomfrey mientras que los hacía levantarse de donde estaban sentados y les daba la señal de que salieron del lugar. —Pueden venir a visitarlo más tarde, ahora necesita dormir.— colocó una manta más sobre Remus y acomodó su almohada, al menos eso fue lo último que vieron antes de salir de la enfermería.

Los tres amigos caminaron por los pasillos del castillo jugando entre ellos, había momentos que se empujaban, bromeaban o se abrazaban, les encantaba pasar tiempo juntos aunque hacia falta uno de ellos para poder sentirse completos.

Esa día les tocaba pociones. Detestaba esa clase, no solo era pésimo mezclando esos tontos ingredientes, además era una clase compartida con las serpientes.

Entraron al salón de clases topándose en la primera mesa con Lily Evans y Quejicus, siendo compañeros como siempre.

Él se acomodó en la parte de atrás junto a James, ambos con la mirada perdida observando la misma mesa. Una sensación de dolor le revolvió el estómago, como si tuviera ganas de vomitar pero su estómago estuviera vacío. No soportaba ver el rostro de felicidad que tenía Snape cuando trabajaba con Lily, cuando ellos estudiaban juntos solo tenía una cara de desprecio durante horas.

—Queridos alumnos, el día de hoy no tendremos trabajo práctico, es importante que conozcan la teoría para que preparen y poder aprobar su T.I.M.O, la tarea que realizarán consiste en escribir un ensayo sobre las propiedades del ópalo y sus usos en la fabricación de pociones y escribir un ensayo sobre cómo preparar correctamente la solución fortificante.— mencionó el profesor Slughorn con su alegre y bonachona manera de expresarse, quien pensaría que es un ex alumno de la casa Slytherin.

Esas noticias causaron cierta desilusión en Sirius, ese año necesitaba clases prácticas, eran su opción para que Snape le siguiera ayudando. El ensayo podía elaborarlo solo, últimamente su redacción había mejorado y le era sencillo escribirlos.

Slughorn les dio la oportunidad de iniciar el trabajo durante la clase, pero el no lograba concentrarse en poder escribir. Su atención estaba por completo focalizada en Severus Snape. Odiaba su manera de sonreirle a Lily, la forma en que su cabello se movía al asentir y como se lo colocaba tras la oreja cuando le cubría el rostro, se sentía asqueado de solo mirarlo pero no podía dejar de verlo.

No estaba seguro de cuanto tiempo estuvo distraído, pero de un instante a otro la clase había terminado y su pergamino seguía en blanco.

Esa noche Quejicus tendría mucho más trabajo que hacer, estaba seguro de eso.

La misma rutina de la última semana al terminar el banquete del gran comedor. Se encontraban entre los estantes de la Biblioteca, cubría al Slytherin con la capa de invisibilidad procurando no ser visto, y entraban juntos a la sección prohibida.

—Hoy no veremos Estudios muggles, saca tus libros de pociones.— ordenó el Gryffindor al momento que el contrario comenzaba a colocar sus cosas sobre el suelo.

—No traje libros de pociones, debiste mencionarlo antes.— hicieron contacto visual unos segundos, sin embargo el Slytherin bajó la mirada para guardar los libros que había sacado.

—Ese no es mi problema, tú eres el listo, soluciónalo.

El menor pareció pensarlo por unos segundos, mirando el suelo y después encontrando su mirada con el Gryffindor.

—No necesito libros, tengo suficiente conocimiento sobre la asignatura.

—Bien, aquí tienes las cosas.— tomó los pergaminos de la clase y se los entregó con de un golpe, provocando que perdiera el equilibrio un instante al tratar de sostenerlos.

—¿Para qué me das esto?— preguntó consternado.

—Harás mi tarea.

—¿De qué hablas, Black? Vamos a estudiar los dos, tú haces preguntas y yo respondo las dudas, es el trato.

—Cambio de planes, vas a hacer mis deberes.— una sonrisa llena de orgullo apareció en su rostro burlándose del Slytherin.

—Son tus deberes, no los míos.— su respuesta fue seca y directa, aunque había cierto tono de confusión en su voz.

—Si, pero no me da la gana hacerlos.— profirió con una sonrisa jueguetona en el rostro, y se encogió de hombros.

—Ese no fue el trato que acordamos.

—Me importa una mierda el trato, Quejicus.— habló con desdén. —Trabajas para mí, Snape. Yo decido que es lo que harás. No olvides que gracias a mi tienes el dinero para tu querida familia.

El rostro de Snape pasó de estar totalmente serio a mostrar una ápice de confusión y coraje, una mezcla totalmente entretenida para Sirius. Quien lo veía con alevosía y ventaja desde sus superioridad.

—Las cosas son entre tú y yo, Black.— siseó entre su molestia. —Tengo mis propias tareas, no tengo tiempo para hacer tu trabajo.

Sus pasos hacia atrás se habían detenido por uno de los estantes, y sus ojos oscuros se encontraron con los grises.

—A mi no me importa lo que tengas que hacer, yo te doy una orden y tú te las arreglas para poder a cumplirla en tiempo y forma, o dejo de pagarte. Es así de sencillo.

—No, las haré.— Snape titubeó, pero su mirada se mantuvo firme. —Te las entrego esta semana.

—No lo creo, las quiero tener en mis manos el viernes.

—Eso es mañana.— profirió confundido, haciéndole ver la cercanía del día.

—Tengo un calendario.— la filosa sonrisa seguía en sus labios. —Me entregas la tarea mañana, o te quedas sin dinero. Es tu decisión.

Severus tragó saliva, junto a ella tragandose todo su orgullo, coraje y desesperación.

—Bien. Haré lo que pueda.— aclaró.

—Harás lo que te acabo de ordenar, no es como si tuvieras opciones, quejicus.— le ordenó con desdén antes de darle un empujón hacia la pared.

Durante las últimas clases había olvidado el plan que tenia contra él por sentir que el tiempo junto al Slytherin podía ser agradable, un pensamiento que deseaba sacarse de la mente lo antes posible. Era su enemigo y debía destruirlo.

—El costo subirá, quiero 300.— exigió con decisión. Sus orbes oscuros permanecían clavados en los suyos.

—Esa parte del trato se mantiene, pide el dinero que necesites, yo te lo daré.

Jamás pensó que con algo de dinero podría tener a Snape a su merced, algo que había deseado por tantos años, mantenerlo con la boca cerrada y haciendo lo que el deseaba.

—¿Ya puedo irme?— preguntó el menor en un tono tranquilo, aunque en lo profundo de su ser lo estaba maldiciendo.

—Si, por hoy es todo, estaré ocupado unos días, pero te avisaré cuando nos veremos.

El Slytherin solo asintió sin decir palabra. Sus ojos se cerraron en la espera de lo que vendría; el Gryffindor lo cubrió con la capa y ambos caminaron hasta el pasillo como lo hacían cada noche.

Cuando salieron y la capa fue oculta de nuevo en las túnicas del Gryffindor, sus ojos buscaron el rostro de Snape, pero el menor no volteó a mirarlo. Tomó su camino hacia las mazmorras, dejando a Sirius con la intención de despedirse de él como solía hacerlo.

Este acto le dejó un mal sabor de boca a Sirius que no lograba explicarse. Sólo Quejicus podía sacarlo de sus casillas sin hacer nada.

Entre el coraje que sentía sus pasos se dirigieron a la enfermería, quizá pasar un poco de tiempo con Remus le ayudaría a sentirse mejor. Se escabulló entre los pasillos para entrar a escondidas en la enfermería y encontrarse con su amigo.

—Te traje chocolate.— murmuró entre las sombras cuando divisó la camilla del Gryffindor.

—¡Sirius!— un reproche escapó de la boca de Lupin cuando lo vió. Sabía que era tarde pero Remus no era capaz de rechazar su visita.

—¿No te alegra verme, Lunático?

—Lo haría si no vinieras tan tarde.

Una risa en tono bajo salió de ambos. Sirius le ofreció el chocolate y Remus lo tomó aún con un poco de dificultad, pero nunca se negaría a aceptarlo.

El resto de la noche transcurrió entre algunas charlas, escuchando al castaño hablar de todos los libros que había leído ese día, de las cosas nuevas que había aprendido, Sirius remataba con algunas bromas pero Lupin solo sonreía.

Esa noche Sirius no fue a dormir con el ánimo de otras, tenía la sensación de que le faltaba algo para poder estar tranquilo. Aunque con Snape hablaba casi de lo mismo, libros y aprendizaje, era distinto, lo hacía sentir diferente. Extrañó ese sentimiento.

Cuando cayó a los brazos de morfeo fue cuando pudo disfrutar de esas sensaciones que tanta falta le hicieron. En sus sueños se repetía la imagen de Snape de esa misma noche, su rostro tan cerca, su respiración uniéndose a la propia, y la profundidad de sus ojos mirándolo. Solo en sus sueños más ocultos podía tenerlo.

Gracias por los comentarios y votos ! Lo aprecio mucho ♥︎

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro