9. La habitación vacía.

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Habían pasado ya tres semanas desde que Black lo había obligado a hacer sus deberes, el primer mes de clases se acercaba a su final y con el se llevaba las pocas ganas de vivir que le quedaban a Severus.

Las ojeras bajo sus ojos eran cada día más oscuras por la falta de sueño, si bien le iba dormía dos o tres horas, Black siempre exigía sus tareas de un día para otro.

No comprendía como era posible que si el Gryffindor y él estaban en el mismo año y compartían  varias clases, el mayor tenía tantos deberes.

Después de arduos días y noches de entrega a su trabajo, esa tarde se encontraba en su habitación descansando unos minutos frente a lo que tiempo antes había sido un escritorio bien ordenado con sus libros e ingredientes de pociones, que ahora solo era una masa amorfa de libros, pergaminos y tinta derramada por todos lados.

—Te trajimos un bocadillo, Severus.— habló Wilhelm mientras entraba a la habitación que compartían con un plato de comida en cada mano.

William, Bruce y Edmund eran sus compañeros de habitación. No era tan cercano a ellos como lo eran entre si, pero aún así se sentía parte de su grupo, confiaban en él y sabía que contaba con ellos.

—Varios bocadillos.— agregó Edmund entrando con otros dos platos atrás de él.

—Suficiente comida para todo el día por si no quieres salir otra vez.— comentó Bruce siguiéndolos y cerrando la puerta.

—No tengo hambre.— murmuró Snape volviendo a posar su mirada sobre los pergaminos donde estaba escribiendo.

No estaba mintiendo, era extraño que sintiera hambre, se había acostumbrado a estar tiempo prolongado sin comer con tal de no salir de su habitación y ver a su padre. Sin embargo, parecía que para sus compañeros está conducta no era lo más usual. Se pasaba todo el día encerrado a la habitación, solo salía para sus clases y lo poco que comía era lo que Mulciber le llevaba del desayuno, además de que se seguía saltando la cena para poder llegar tiempo antes a sus encuentros nocturnos con Black en la Biblioteca.

—Lo comerás igual.— Bruce puso uno de los platos sobre su escritorio. —No te librarás de nosotros si no lo haces.

—No tenemos a donde más ir.— añadió Edmund encogiendose de hombros. Depositó el otro plato a lado del de Mulciber.

—Aurora nos está esperando afuera.— mencionó Wilkes.

Mulciber y Avery le dieron una mirada casi asesina, a veces su enorme sinceridad les causaba problemas.

—Ya escucharon a Wil, vayan con Aurora. Yo aún tengo deberes que terminar.— sus ojos no lograban desviarse del papel, tomó un bocado del plato que estaba sobre este y después lo alejo de él.

—No nos iremos.— Avery le acercó una taza con jugo de calabaza. —Estamos juntos en esto, no te dejaremos.

—Haces muchas caras de desagrado cuando te pedimos ayuda, pero siempre nos la brindas.— dijo con una leve sonrisa Wilhelm.

—Como cuando le lanzaste un maleficio a Yaxley porque insulto a Wil.— Edmund contribuyó con uno de sus recuerdos a la conversación y le dio un pequeño empujón al rubio.

Ellos tres junto a Charity y Aurora eran lo más cercano que tenía a la amistad mutua, podía confiar en ellos y ser escuchado, pero nunca se atrevía a hablar sobre cómo se sentía, realmente casi nunca hablaba de él. Era un sentimiento agradable saber que los tenía, pero en ese momento desearía no tenerlos, estaba cansado y no quería ver a nadie.

—Eres nuestro amigo, Severus. Esa es la única respuesta, te vamos a ayudar.— Mulciber puso una mano sobre su hombro tratando de animarlo.

—Cuentas con nosotros.— Wilhelm parecía ser el único de los cuatro que sonreía, pero con su sonrisa era suficiente para cubrirlos.

—No necesito su ayuda.— un tono áspero escapó de sus labios mientras que su mirada vacilo entre los tres. —Lo agradezco, pero puedo hacer esto solo.

Wilhelm y Avery se miraron entre sí, comunicándose entre ellos. Severus sabía bien que los Slytherin podían tener una unión incomparable, una lealtad casi inquebrantable a los seres que amaban, pero una serpiente nunca iba a rogar. Miraron a Snape de manera compasiva, lamentándose, pero se dieron la vuelta y salieron del lugar. Mulciber se quedó.

—Black me comentó que quería hablar contigo, se veía preocupado... pienso que es por la misma razón que nosotros.

Severus sintió como su cuerpo se petrificaba un segundo, no había manera de que se hubiera atrevido a hablarle a sus compañeros, mucho menos de él.

—¿Ese imbécil les hablo?— los ojos de Snape observaron a Bruce, no parecía estar extrañado.

—Pensé que Regulus era tu amigo.— refirió el moreno en un tono confusom

Los gestos de Severus se relajaron al escuchar salir de los labios de Bruce ese nombre, por un momento había olvidado que conocía a otro Black.

—Regulus... no, es decir si, solo estoy algo abrumado.— trato de justificarse y regreso su mirada hacia los libros.

—Es notorio.— comentó despectivamente.

—¿A qué te refieres con eso?— cuestionó. Sus ojos oscuros buscaron los del moreno para enfrentarle.

—Te vez mal, bastante mal, luces terrible.— profirió. la manera en que Mulciber lo miraba era distinta a los otros dos, más atenta e interesada.

—Tengo un espejo, Bruce.— respondió de manera irónica.

—Severus lo digo en serio, te estás consumiendo a ti mismo.

—Buen comentario señor obvio.

—Pareces un muerto viviente.

—¡Ya es suficiente!— por primera vez en todos los años de conocerse Severus había levantado la voz dirigida a él, la falta de sueño y el coraje acumulado lo estaba rompiendo por dentro.

Pudo notar como Bruce no lo esperaba, dando un paso hacia atrás extrañado.

—No es mi problema lo que te está sucediendo, y aún así vengo a tratar de ayudarte, ¿es tu manera de pagarlo?— espetó indignado.

—No pedí tu ayuda, la de ninguno de ustedes.— profirió molesto. Estaba exhausto.

—Porque eres demasiado orgulloso para hacerlo.

—No necesito su ayuda, quiero estar solo. ¡Vete!

—No sé que esté pasando en tu vida, y no quieres contarlo, pero eso no es excusa para tratar mal a las únicas personas que se preocupan por ti.— exclamó en voz alta. Acompñado de su grito dejó caer sobre la mesa el plato que mantenía en su mano, pero la manera en que lo soltó provocó que se balanceara y la comida manchara los pergaminos.

La mirada de Snape se perdió unos segundos en el desastre, sus ojos vacilando entre los pergaminos, las manchas, su trabajo, todo lo que había hecho se veía profanado por la suciedad de los alimentos.

—¡Eres un idiota!— gritó. Levantándose de su asiento enfurecido, sus manos temblando cuando tomó el pergamino entre ellas; era la tarea que debía tener para esa noche, y no tenía humor para soportar los maltratos de Black si no estaba lista.

—¡Tu eres el que se está comportando como un idiota! Te apreciamos Severus pero no vas a tratarnos como imbéciles.— Bruce también había levantado la voz haciendo que Severus se exaltara aún más. —Somos los únicos que estamos aquí para ti, ¿o donde está tu querida amiga sangre sucia?

Los ojos del azabache se abrieron más de lo usual ante las palabras dem moreno, y su puño apretó contra sí mismo en un intento de contener el coraje que comenzaba a hervir su  sangre. No podía entender el odio que sus amigos le tenían a Lily, ella era perfecta.

—¡No la llames así!— exclamó. Con los ojos oscuros viéndose aún más negros de lo que eran usualmente a causa del sentimiento.

—¡Eso es lo que es! Una inmunda que no te aprecia. Nosotros somos tus amigos, no ella. Evans nunca te querrá.

—Escúchame bien Bruce, Lily no tiene nada que ver en esta discusión.  Saca su nombre de esta maldita conversación o yo te sacaré de la habitación.— ordenó sin dudas. Si amistad con Lily era lo más importante para él. Su punto más débil; nada le dolía más en la vida que su amor por ella no fuera correspondido.

—No será necesario, ya me iba. Quédate solo, te lo mereces.— profirió como último comentario, abandonando el lugar dando un fuerte azote a la puerta tras su salida.

Severus se quedó petrificado en medio del cuarto, como si su cuerpo hubiera perdido la capcidad de moverse. El calor de la pelea se habia esfumado y el lugar se sintió más frío, era solo una habitación vacía, abandonada, de la misma forma que él se sentía.

Sus ojos se cerrarón con fuerza, sentía una enrome impotencia aplastando su pecho, conteniendo las ganas que tenía por echarse a llorar en el suelo. Estaba guardando demasiados sentimientos, dolor, coraje, confusión, no podía soportar más. Aparte de su problema familiar debía lidiar cada noche con Black y sus estúpidas exigencias, aunaro a que sus amigos seguro lo detestaban.

Su mirada volvía a los pergaminos manchados, un hechizo no sería suficiente para limpiarlos, todo estaba arruinado, lo único que le quedaba era el volver a empezarlos.

Sus pasos se dirigieron a su mesa de trabajo, volvió a sentarse, respirando profundamente en cada movimiento con la intención de calmarse, pero las palabras de Bruce no dejaban de recorrer su mente, estaba solo. Aunque en ese momento era mejor para el estar solo, sin nadie que lo molestara, aún dolía el sentirse lejos de todos, nadie a quien contarle sus problemas.

Reescribió lo que había escrito con anterioridad en un nuevo pergamino, de esa manera se pasaron varias horas que no se levantó de esa silla, sentía las piernas dormidas y las manos entumidas a causa de todo el tiempo que había destinado a escribir, pero no soltó la pluma hasta que los dedos se le acalambraron. Era un día libre de clases por lo que se había dedicado a terminar los tareas de Black, dejando las suyas de lado; ya tendría la noche para terminarlas.

Decidió detenerse unos minutos para descansar, la cabeza le estaba dando vueltas por el dolor, no soportaba las molestias físicas que lo atormentaban. Recargó sus brazos sobre el escritorio, depositando su cabeza sobre estos y cerró sus ojos. Solo sería un instante.

Sus ojos se volvieron a abrir hasta que el ruido de sus compañeros llegó a sus oídos, los alumnos estaban entrando a sus habitaciones. Parpadeó un par de veces antes de encontrarse con el pequeño reloj que mantenía sobre su escritorio. Merlín, era tardísimo, se había quedado dormido durante horas.

Se levantó de golpe de la silla, mientras guardaba de la manera que podía los pergaminos dentro su bolso para poder llevárselos a Black.

No era un chico atlético, jamás se le había dado la oportunidad de serlo, pero en ese momento corrió con toda la fuerza que sus piernas poseían hasta llegar a la biblioteca.

Jamás había llegado tarde, desconocía lo que podía pasar si no estaba a tiempo. No le temía a Black, con un movimiento de varita podía desarmarlo, pero no pensaba arriesgar su paga.

Era bastante tarde, quizá no lo encontraría; a pesar de ello, lo primero que sus ojos divisaron fue la mirada del Gryffindor sobre él desde las últimas mesas en la Biblioteca. Lo observó tranquilo aunque la manera en que lo miraba era feroz, como si pudiera atacarlo con solo mirarlo.

—Llegaste tarde.— le comentó el ojigris cuando se sentó frente a él.

—No me digas.— expresó sarcásticamente. Ese tono no podía faltar cuando hablaba con el Gryffindor.

—¿A qué se debe tu tardanza?— preguntó mostrando interés.

—No es de tu incumbencia, lo que importa es que traje lo que me pediste.— Murmuró. Sus manos se dirigieron al borde de su bolsa, para buscar los pergaminos y entregárselos.

—Ten.— con una de sus manos extendió el pequeño saco con galeones que le daba todos los días, mientras con la otra le brindó pergaminos nuevos. —Ya sabes como funciona, debes tenerla lista para mañana y que no se te vuelva a hacer tarde.— Se puso de pie sin volver a mirarlo y se fue del lugar en silencio.

Una extraña sensación invadió su pecho cuando lo vio irse, era la primera vez que no entraban a la sección prohibida, cada noche tenía que escuchar al mayor hablar de alguna estupidez de su día o reclamos mientras le entregaba los pergaminos. Era raro, pensó que sería recibido con una pelea, quizá eso fue lo había resultado tan confuso.

Cualquiera pensaría que esto le daría tranquilidad, pero incluso le preocupaba más esta manera de actuar. Vivía cada día con el temor de que todo fuera parte de una estúpida broma que iba a explotar en cualquier instante.

Incluso al volver a su habitación seguía con el mismo pensamiento grabado en su mente. Era una complicada tarea mantener la concentración en sus deberes cuando no paraba de pensar acerca del dueño de esos pergaminos.

Mi niño la está pasando mal :(

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