Ha pasado ya una semana desde la última vez que me encontré con Yeonjun totalmente golpeado, ahora no me he acercado a él y es que no quiero tenerlo cerca, cada que lo veo, cada que hablo con él, es tan malditamente tierno que siento que no podré contenerme. Aparte, desde que comenzó a llamarme por aquel maldito apodo tan lindo, me sentía desfallecer.

—¡Binnieeeee!

Oh, no.

Y ahí estaba de nuevo, tenía que huir, debía haber escapatoria. Pero no, no pude ni darme la vuelta porque ya tenía a un pequeño Yeonjun colgado en mi espalda. No pesaba nada, de hecho, podía jurar que casi sentía sus huesos encajándose en mi espalda.

—¿Qué quieres, niño?

—Necesito tu ayuda, Binnie! —

Al girar el rostro solo deseé no haberlo hecho, justo en su hermosa carita se encontraba plasmado el más tierno de los pucheros.

—¿Para qué?— No sé qué tontería sacaría ahora, pero siempre que me pedía ayuda salía con otra de sus infantiles hazañas que le hacían ver adorable.

—El otro día vi a mi vecina darle una patada a Doni, su gatita.

—¿Y eso qué?

—Lo que pasa es que quiero ir a rescatarla.

¿Cómo mierda pensaba hacer eso?

—Oye, mira, bájate de mi espalda. Para empezar, no puedes hacer eso, es el gato de tu vecina, lo que quiera hacer con ella será su problema, tú no te metas.

—Pero Binnie~, no quiero que le pegue.

—Ay niño, mejor déjalo así. Hasta luego.

No puedo creer cómo es posible que piense que puede llegar como si nada y quitarle el gato a su vecina. Sí, es feo que maltraten a los animales, pero no es asunto suyo, el perjudicado va a ser él y sinceramente no quiero que le pase nada.

—Mm, está bien, adiós.

«No veas atrás. No veas atrás.»

Sabía que si giraba a verlo me encontraría con la triste mirada del pequeño y definitivamente eso era algo que no podría soportar.

Al llegar a casa mi mamá se encontraba sentada en el sofá, estaba tejiendo un suetercito para el hijo de una de sus amigas.

—Oh Binnie, ya llegaste. Mira, ya casi termino.

Después de media hora ayudando a mamá a escoger los botones perfectos para la prenda, por fin podía estar en mi habitación, libre de todo problema.

Estaba agotado, no solo físicamente, mentalmente también.

No pasaron ni cinco minutos cuando alguien irrumpió en mi habitación, saltó sobre mí y comenzó a moverme.

—¡Bin!

Un momento. Esa voz.

—¿Yeon? ¿Qué rayos haces aquí?

—Oh, hijo, lo siento mucho. Iba a venir a avisarte que tenías visitas, pero el pequeño entró corriendo.

Miré confundido a Yeonjun, estaba molesto, no entiendo cómo pudo entrar, así como así a mi casa. No puedo permitir que salte a mi madre, a ella la respeta como es debido.

Estaba por reclamarle cuando él se bajó de mi abdomen rápidamente e hizo una gran reverencia hacia mi madre.

¿Y ahora qué?

—¡Lo siento mucho, mamá!

Oh, eso sí que no.

—¡No es tu madre, idiota!

—¡Soobin esa boca, no estás en la calle!

Ni yo sabía por qué había explotado de esa manera, pero sólo ver sus preciosos ojitos castaños supe que había cometido un error.

—Y-yo... ¡lo siento! Mejor me voy ¡hasta luego, señora!... Hasta mañana, Binnie.

Oh, no, no, no.

—Bin... Soobin, hijo. ¡Reacciona!

—Mamá, debo ir con él lo siento.

—Claro, hijo. Anda.

Tomé una sudadera y mi celular y salí corriendo tras mi chico.

«¿Mi chico? ¿Qué rayos me pasa?»

No tuve que caminar mucho, en el parque que se encontraba en la esquina de mi casa se encontraba sentado, su mirada estaba fija en algo que tenía en su mochila. No dude ni un segundo y salí disparado en su dirección.

—¡Yeon! — Grité llamando de inmediato su atención.

—¿Binnie? ¿Qué haces aquí?

Ni yo mismo lo sabía.

—Bueno... pues vine a disculparme. No quería gritarte.

— Oh, no te preocupes, no debí entrar así a tu casa ni mucho menos decirle mamá a tu mamá. —

— Está bien, no hay problema. Bueno, entonces, ya me voy. —

Miauu~

«¿Qué fue eso? ¿U-un gato?»

Me gire a ver a Jun que tenía los ojos abiertos como platos, parecía que había visto un fantasma y tomaba con fuerza su mochila.

Miauu~

Ay no.