𝐝𝐢𝐞𝐜𝐢𝐬𝐞𝐢𝐬

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Algo extraño está pasando con Ainara.
Armin Arlert.

Mis manos acariciaban su espalda desnuda con suavidad, mientras que sus caderas se removían a un ritmo placentero, mantenía mis gruñidos hacia adentro, intentando de no ocasionar ruido, pero con ella de esa manera, era inevitable. Una sensación fenomenal, que sin duda no sentiría con cualquier, solo con Ainara. Bese sus labios con suavidad, apretando sus muslos para levantarme de la cama y pegarla a mi cuerpo. Se enredó en mis caderas, abrazada y aferrada a mi, como si nunca quisiera soltarme, pero no era nadie para juzgar esa posición, porque si por mi fuese, recogería nuestras cosas y huiría lejos de aquí con ella. Prendí el grifo de la ducha, introduciéndome con ella. No podíamos dejar de hacer esto, de sentirnos, de acariciarnos, era un explosión de destellos alrededor de nosotros cuando simplemente, éramos uno. Nuestros cuerpos se humedecieron, al igual que los cabellos. Ella se bajo con delicadeza de mi, acaricio todo, mientras que beso mi cuello y abdomen, haciéndome sentir derretido por sus caricias, pero quería tener control de ella por una ves, quería sentir que realmente era mía, que nunca dejó de ser mía, ni tan solo una sola ves. Sus azulados ojos me miraron con detenimiento en cuanto la retuve contra la pared, me miró, intentando de descifrar que quería hacer con ella.

Se veía débil. La mirada que había en sus ojos, producía que pudiera ver un vacío más allá, uno que no la dejaba poder sostenerse de pie. Bese suavemente sus labios, notando como por un leve segundo, ella me sonrió sonrojada. Giré su cuerpo, su rostro estaba en la pared, igual que las palmas de su mano. Bese su espalda, haciéndola erizar por la suavidad del roce. Las yemas de mis dedos rozaron su intimidad, viendo sus piernas tambalear, decidí embestirla con algo de intensidad. Un leve gemido escapó por sus labios, aquel que erizaba mi piel y me hacía sentir que debía dar más. Amaba la forma en la que ella tan solo se dejaba sentir conmigo, amaba la manera de como nos entendíamos con una mirada, o que mientras estuviéramos bajo este grifo, besándonos tan desesperadamente, solo pensáramos en querer vivir la vida que siempre quisimos, porque ella, siempre fue lo único que quise en esta vida. Sentado en el borde de la cama secándome, podía verla acostada a mi lado y saber, que Ainara lo era todo para mi en esta vida, sin duda los últimos años que me quedan, serían perfectos si ella está aquí conmigo, como siempre he querido que lo esté. Me levante de la cama mientras que me vestí, notando que ella se había quedado dormida.

—¿Armin?—me giré rápidamente en cuanto la puerta se abrió con delicadeza, notando como Mikasa apenada la cerró cuando le hice una señal de silencio con mi dedo; camine para poder salir, pero antes nuevamente miré a Ainara recostada, como si no hubiera energía.—Lo siento. Pensé que estaban despiertos.—miré a Mikasa, quien se sentó en el sofá, comiendo unas galletas, se veía ansiosa y podía entenderla.

—Se quedó dormida tan pronto se tumbó en la cama.—musité, sentándome en la silla de comedor para amarrar mis zapatos, preocupado.

—¿Qué pasa Armin?—me preguntó ella, mirándome detenidamente.

—¿Qué haremos si Zackly no nos permite hablar con Eren?—le pregunté, angustiado.—Él es el único que puede decidirlo. Depende de nosotros poder convencerlo, pero, ¿y si no funciona?—volví a cuestionar, notando en Mikasa la misma desesperación que había en mi.

—Somos los únicos que podemos hablar con Eren. Después de todo, siempre hemos sido nosotros.—artículo, mirando algún punto fijo.

—Si, tienes razón.—afirme, suspirando hondo.—Solo depende de nosotros entender la razón por la cual Eren ha estado avanzando solo desde algún punto.—musité, levantándome de la silla.—Vámonos, se nos hará tarde.—indique, ella asintió.

—¿Se quedará aquí sola?—me preguntó Mikasa en cuanto abrió la puerta para salir, por lo cual levemente asentí.—Armin, si quieres quedarte con ella está bien, puedo resolver esto sola.—expresó Mikasa, con una voz bastante sutil.

—Lo sé, pero Eren nos necesita. No solo a ti, a mi también.—interferí, saliendo para cerrar la puerta a mis espaldas y dirigirme a los caballos junto a Mikasa.

—Estoy segura que Eren también la necesita a ella.—esclareció en un tono bajo, acercándose al caballo mientras que lo acarició suavemente.

—Yo estoy más que seguro, que ella lo necesita a él.—expresé, subiéndome en el caballo.—Eren y ella siempre se entendieron, como tú y yo. Quizás aunque parezca poco probable, Ainara puede ser una de las pocas personas que tenga acceso a Eren.—comente, cabalgando junto a Mikasa.

—Entonces... ¿ustedes dos... —Mikasa temía en finalizar la pregunta, tan sólo apreté las sogas del caballo y respire hondo, para negar confuso.

—No lo sé, pero espero que si, espero que si estemos juntos.—expresé, esperanzado.—Es la única mujer a la que he amado. No quiero que sea otra, solo quiero que sea ella.—añadí.

—¿Por qué entonces hiciste eso aquel día? Decirle que amabas a Annie fue, fue horrible para ella Armin.—indicó Mikasa, mirándome, pero apenado solo baje la cabeza, recordando como ese día saque de los controles a la mujer que amo.

—Quería alejarla de mi.—admití, viéndole por leves segundos.—Sabía que esa era la única forma de hacerlo, después de todo tengo un límite de vida. ¿Qué pasará cuando yo ya no esté? La destruiré, más de lo que ya he hecho. Su padre murió por mi. Y aún, me cuestiono si fue lo correcto.—musité, mirando mis manos.

—La lastimaste, pero no la alejaste. Ella te ama.—afirmó Mikasa, mirándome detenidamente.—Y a pesar de que sea doloroso decirlo Armin, ella también te escogió a ti.—murmuro, respirando hondo para cerrar sus ojos.—Desearía que ese día hubiese sido diferente para ella. Tal ves yo debí haber sido esa amiga a la que tanto le costó tener.—decía, apenada, mirando por el lugar donde caminábamos.

—Ainara nos aprecia más que nadie.—musité, sintiendo una presión en mi pecho.

—Porque los aprecio más que a nadie. Por eso quiero que vivan mucho tiempo.—un gran silencio se quedó, en medio de esa confesión, me giré para mirar cómo Eren se quedó cabizbajo, mientras que todos le miramos desolados por eso, inclusive, las mejillas de todos se sonrojaban.

¿Armin?—levante la mirada, observando cómo Mikasa me miraba detenidamente.

—Mikasa, algo extraño está pasando con Ainara.—indique, notando como ella me miró desconcertada.—Hay algo que no nos está diciendo.—añadí, haciéndola entender.

—¿Qué crees que sea?—me preguntó ella, intentando de descifrar mis pensamientos, mientras que tan solo pensativo, suspiraba.

—Ainara estuvo en Marley tres años. Casualmente Eren la encontró.—decía, viendo cómo Mikasa me miraba y analizaba.—Es extraño, porque el día en que Eren se fue, Ainara dijo que era así como debía ser. Por alguna razón, siento que ella sabe algo de Eren que nosotros no. Si no fuera así, ¿por qué los dos tienen la misma vaga mirada de perdición en sus ojos?—cuestione, haciendo que Mikasa quedara ida.

Mikasa se quedó en silencio a mi lado. Analizando la situación que le presente. Y es que, era algo que vino de momento a mi. Ellos siempre habían sido unidos, desde el día en que ayudó a Eren en la base militar para que pudiera pasar la prueba de altitud, por alguna razón ambos se habían conectado. Sin duda, cuando Eren necesitaba buscar algo, la buscaba a ella. No porque no confiara en nosotros, era todo lo contrario a eso, sabía que Ainara de igual manera lo protegería de querer lastimarlos, así que pensando en todo eso, parecía ahora tener sentido. La misma mirada y vacío de expresión habitaba en ellos, como si se hubiesen contagiado de alguna enfermedad. Ella, de un momento a otro, se marchito. Ya no veía el brillo que antes vi en ella, aunque su amor por mí sobrepasara cualquier límite que conociera, yo no podía ver a la chica que siempre quería pelear aunque eso le costara la vida. Levante la mirada, cabalgando bajo ese sol, no tardamos en bajarnos de los caballos para amarrarlos en una esquina, lejos del bullicio de personas que se encontraba frente al cuartel general, gritando y exclamando cosas que no podía entender. Entre eso, los policías militares conocidos, como Hitch se nos acercaron, pero mi mente estaba en una nube vacía que me hacía no pensar con sensatez.

—Armin, ignoraste a Hitch.—afirmó Mikasa, tocando mi hombro en cuanto me sacó de los pensamientos.—¿Viste toda esa gente allá afuera? Exclaman la libertad de Eren.—me decía.

—La amo. ¿Sabes?—interferí con lo que Mikasa me decía, viendo como ella se distanció de mi lado, para ver detenidamente en mis ojos la desesperación que había en mi.—Es todo lo que me permite seguir avanzando.—añadí, frustrado.

—Ojalá pudiera obtener de Eren la misma mirada que le das a ella.—musitó, en un tono bajo que creyó que no escuché, pero se había equivocado y me apené por abrirle nuevamente esa herida.

—¿Qué hacen aquí?—Mikasa y yo nos giramos rápidamente, topándonos con aquella mujer de cabello cobrizo, mi piel se erizo, porque por un momento creí estar viendo esa amiga que me dio refugio.—Armin, Mikasa, ¿qué hacen aquí?—nos volvió a preguntar Laia, acercándose a nosotros.

—Vinimos hablar con el comandante supremo. ¿Tú qué haces aquí?—le pregunté, curioso ante su presencia.—¿Donde está Nara?—cuestione.

—Está en buenas manos.—respondió principalmente.—Venía hablar con el comandante supremo.—nos respondió.—Pero, supongo que ustedes vienen por Eren.—comentó, por lo cual asentí.—Vengo por Ainara.—esbozó.

—¿Qué ha pasado?—pregunto Mikasa, manteniendo la cercanía con Laia, quien miraba a todas partes, como si estuviera desconfiada.

—La bajare de la capitanía.—musitó, haciendo que abriéramos nuestros ojos grandemente.—Levi me envió una carta. Él me dijo que hiciera eso, luego que llevara a Ainara lejos.—expreso.

—¿Por que el capitán Levi pediría tal cosa?—pregunté yo, intentando de analizar la situación.

—Para protegerla.—opinó Mikasa a mi lado, mirándome.—Él también sabe que algo está pasando.—añadió, mientras que Laia asintió.

—¿Nuevos cadetes del la legión? ¿Qué están haciendo en la cedé principal?—giré la mirada, observando a Mikasa, quien miraba a las afueras a varios cadetes de la legión, a quienes nunca había visto.

—Vayamos todos juntos.—nos pidió Laia, subiendo aquellos escalones para abrir la puerta que nos conduciría a unos largos pasillos.—Si algo está pasando, tenemos que descubrirlo ya.—decía ella, caminando frente a nosotros, sin duda, ella cuidaba a Ainara como una madre, tan igual al capitán Levi.

—¿Creen que Ainara tenga algo que ver con lo que está sucediendo?—pregunte, poniéndome aún lado de Laia, quien golpeó la puerta frente a ella de manera delicada, esperando acceso.

—Lo averiguaremos, pero por ahora, no digamos nada sobre lo de Ainara, cambie de opinión.—musitó en un tono bajo, mirándonos, por lo cual asentí.—Si les hacemos creer que ella tiene algo que ver, irán tras ella y nos dejarán sin opciones de averiguar.—esclarecía.

—Pasen.—escuché desde el otro lado, mientras que Laia abrió la puerta, dándonos paso a mi y a Mikasa.—Oh, son ustedes.—musitó el comandante supremo al vernos, él estaba de espalda, observando la ventana.—Es un gusto verlos a todos, tomen asiento.—pidió.

—¡Liberen a Eren Jeager! ¡Liberen al salvador de Eldia!—gritaban en el exterior, aquellos bullicios  continuaban, así estaba desde que llegamos al cuartel.

—Laia, oí la lamentable noticia sobre la muerte de tu hermana. Había enviado mi pésame, pero quiero decirte que realmente lamento dicha situación. Es una pena que hayamos perdido a un soldado tan excepcional como lo era Jana.—amargamente trague ante el comentario del comandante supremo, quien se giró de reojo para observar a Laia, esta parada aún lado de nosotros, que estábamos sentados frente al escritorio.—Aún no me han enviado informes sobre el titán bestia. Supongo que Levi tiene todo controlado, ¿no?—se preguntó, mirándola de reojo.

—Es correcto. Aunque aún no tenemos noticias sobre Hange.—indicó ella, mirando con detenimiento al comandante supremo.

—Hange sigue corriendo de un lado a otro, ¿no es así?—se preguntó, manteniéndose firme frente a la ventana, sin aún darnos la cara completamente.

—Si. Supongo en este momento que quiere comprobar algo.—le respondí yo, sabiendo que la comandante había estado ausente estos días.

—Si, de hecho, le permití que se llevara a uno de los voluntarios.—nos contó él, girándose para observarnos a todos.—No puedo permitirles que se reúnan con Eren Jeager.—artículo, dándome un apretón fuerte en el pecho ante su negación.

—¿Por qué no señor?—me pregunte alarmado, sabiendo que no era la manera adecuada de hacerlo, pero es que no era lo que quería oír.

—Porque se reveló que uno de los voluntarios estuvo en contacto con él.—respondió, seriamente.—Eren permaneció en total silencio respecto a su reunión secreta. La cual terminó desembocando en el asalto a Marley. En este preciso instante, estamos investigando a todos los que intervinieron en esa reunión secreta. Eren no ha dicho ni una sola palabra desde que la verdad salió a la luz, y tampoco sabemos nada sobre el tiempo qué pasó operando solo en Marley.—nos decía, mirándonos, mientras que yo solo escuchaba.—Es bastante probable que Eren esté siendo manipulado por Zeke Jeager.—comentó, por lo cual lo miré detenidamente.—Lo mencione porque se trata de ustedes, pero quiero que mantengan esto en secreto.—pidió, mirándonos a todos, por lo cual asentí.—Y es que, también tenemos sospechas de que la capitana al mando, Ainara quien estuvo tres años de estadía en Marley, tiene algo que ver con la reunión secreta de Eren con uno de los voluntarios.—admitió.

—¿Qué está queriendo decir comandante?—se preguntó Laia, cruzándose de brazos para ver al comandante supremo, quien suspiró.

—Temo que ella también está siendo manipulada por Zeke Jaeger, esto en caso de que mis sospechas se cumplan.—indicó.—Lo expresó, porque en sus informes, faltaba mucha información respecto a Eren en el asalto de Marley.—añadió, pensando en que yo había intentado de arreglar esos informes, significa que ella los cambió.

—¿Entonces Eren y Ainara? No, no lo creo.—denegaba, intentando de acoplarme a la información, cabizbajo y abatido, mis sospechas estaban empezando a ser ciertas.

—¡Disculpe señor! ¿Qué pasará con Eren?—pregunto Mikasa, sobresaltada, hasta que observó a Darius parado aún lado de una extraña silla, una vieja silla que se utilizaba para torturar.—¿Qué es eso?—se preguntó ella, anonadada.

—Nada importante, solo es algo que no sabemos dónde guardar. Unos cadetes lo trajeron.—informó, neutralmente.

—Comandante supremo, si Eren se está resistiendo en hablar, tal ves nosotros que lo conocemos desde niño, podamos ser de utilidad.—decía, intentando de verme convincente.—No puedo asegurar que confirmaremos las intenciones de Eren, pero no perderemos nada con intentar.—añadí, pero él se mantuvo en silencio.

—Está conversación término.—afirmó el comandante Darius, quien nos asintió para una retirada, por lo cual me levante inquieto, dirigiéndome a la puerta con actitud junto a Mikasa.

—Lo lamento chicos.—nos dijo Laia, cerrando la puerta a nuestras espaldas, frustrada igual que nosotros por la falta de confianza.

—¿Por qué? ¿Por qué?—se cuestionaba Mikasa, viéndose abrumada por la situación.—Armin tiene razón, no perdemos nada con intentar. ¿Por qué no nos permitió verlo?—se preguntó ella, impulsándose a caminar detrás de mi, pero con detenimiento observe a varios cadetes acercarse entre los pasillos.

—Una explicación podría ser que el gobierno militar haya decidido deshacerse de nuestro amigo Eren.—murmuré, viendo cómo los demás cadetes pasaban por nuestro lado.—Significarían, que utilizaran a Historia para este mandado. La usaran como recipiente.—añadí, viéndolas.

—Con su permiso.—miramos atrás, observando sigilosamente como esos cadetes yacían tocando la puerta de la oficina por la cual salimos, estos no tardaron en adentrarse.

—Voy escuchar lo que están diciendo.—comentó Mikasa, a lo que vi como empezó avanzar.

—¡No!—Laia le apretó el brazo fuertemente, reteniéndola antes de que continuara caminando, mientras que yo observaba fuera de las ventanas a la multitud de personas.—Mikasa, entiendo lo desesperada que estás por querer salvar a Eren, pero no es el momento de estar infringiendo las reglas.—decía ella, en un tono fuerte y serio.

—Por lo contrario, en esta situación debemos averiguar que está planeando el ejército. Sin importar lo que pase, estoy aún lado de Eren.—afirmaba Mikasa, intentando de soltarse con brusquedad del agarre de Laia, hasta que me acerque más a la ventana,  yendo más a fondo la multitud y es que, no podía ser cierto.

—¿Qué hace Ainara aquí?—me pregunté en un tono bajo, hasta que por un leve momento, la brusquedad me envolvió entre los brazos de Mikasa cuando un zumbar fuerte nos arropó entre llamas y escombros.

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