𝐝𝐢𝐞𝐜𝐢𝐬𝐢𝐞𝐭𝐞

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¿Y si siempre fue la impostora?

El zumbido de aquella detonación continuaba esparciéndose en mis tímpanos, una y otra ves. Aún en medio de esta reunión, podía sentirme mareado y como mi cuerpo cayó bruscamente al pavimento donde Mikasa me cubrió con su cuerpo. Recuerdo toser, toser en medio del polvo que se esclarecía en el ambiente, mientras que me levantaba para ver los escombros repartidos por todo el lugar y con eso, la morbosa imagen del comandante supremo Darius Zackly, partido a la mitad en el suelo, empachado de su propia sangre. Recordarlo, me daba una amarga sensación en mi garganta, hasta recorrer mi estomago y hacerlo dar vueltas de mal gusto. Aunque, el peor mal gusto que pude haberme llevado, fue haber visto a esa chica de azulados ojos como el mar que soñé alguna ves, entre medio de la multitud, huyendo. ¿Por qué? En medio de esta reunión, ¿por qué estaba sintiendo una malévola energía provenir de una ausente Ainara? Levante la mirada, todos los comandantes y capitanes estaban aquí, de las tres elites que representaban nuestra patria, pero, ¿por qué ella no estaba aquí? Como capitana que era de la legión de exploración, la hija prodigio de Erwin Smith no yacía alrededor de nosotros.

—El comandante Darius Zackly era dueño de una silla especial, creemos que esta tenía una bomba en su interior. Incluyendo a nuestro comandante supremo, murieron cuatro personas más. Se desconoce al responsable, así como su objetivo.—expresaba un capitán de la policía militar, quien releía el informe, donde narraban lo ocurrido momentos atrás, tanto Mikasa como Laia y yo, nos encontrábamos acompañados por la comandante Hange.

—Bueno, este hombre ha estado conmigo durante todo el día. Además, los demás voluntarios se encuentran bajo arresto.—excusaba Hange, refiriéndose a la postura y presencia de Onyankopon.

—Entonces, ¿quién fue el responsable de este atentado?—se preguntó el mismo hombre que releyó aquel informe, viéndonos con recelo.

—Estar ahí parado y mirarnos de manera acusatoria, no le dará la respuesta, capitán.—esbozo Laia, quien con incomodidad miraba la penetrante mirada de aquel hombre.

—Esa silla... el comandante supremo dijo que unos cadetes fueron quien la llevaron.—informe yo, esclareciendo la situación ante los policías militares.—Él solo nos dijo que fueron unos cadetes, sin embargo antes de entrar a la oficina del comandante vimos afuera en la cedé a unos cadetes, estos eran de la legión de exploración.—culmine en contar, provocando asombro y dudas entre todos ellos.

—Hablando de la legión, escuché que unos cadetes de su división militar habían filtrado información importante sobre Eren, será que... —el comandante Niles se iba dirigir hacia nosotros, hasta que la puerta de esta gran sala se abrió estruendosa y bruscamente.

—¡Es una emergencia!—miré hacia la puerta, aquella que mostraba a un cadete de la policía militar agitado.—¡Señores, Eren Jaeger escapó de la prisión subterránea!—abrí mis ojos grandemente, en medio de una bocanada de aire que se me escapó por tal abrupta noticia, mi mejor amigo estaba en movimientos desde las sombras y no había manera de alcanzarlo.

—¡Reúnan a todos los soldados a su cargo, búsquenlo! ¡Rápido!—pidió rápidamente el comandante Niles, mientras que yo intentaba de acoplarme a dicha situación.

—Armin, ¿qué diablos es lo que está sucediendo?—me preguntó Mikasa, aturdida y asustada aún lado de mi, pero no podía responderle, porque ni siquiera yo tenía una respuesta.

—Hange.—la mujer de cabello cobrizo se dirigió hacia su comandante, quien cayó sentada en una silla, frustrada y abatida por la situación.—No puedo quedarme mucho tiempo. Tengo que sacar a Nara del distrito, no participaré en esta guerra.—esbozó esta, haciendo que Hange asintiera.

—Tienes permiso de abandonar el perímetro, Laia. Se que Levi no me perdonaría si te retengo aquí.—indicó Hange.—Además, a esta altura no sabemos de lo que Eren sea capaz.—añadió, desilusionada.

—Necesitamos un plan.—expresó Laia.—Esto se nos salió de las manos Hange, debemos detenerlo.—añadía, mirando desesperada a la lider que se encontraba sentada.

—¡Ya lo sé!—exclamo Hange en un tono alto, con sus hombros tensos y suspirando grueso.—Fuimos nosotros quienes guiamos a Eren hasta aquí. Quizás, si no le hubiésemos exigido tanto el proteger esta Isla de las amenazas que creíamos que eran inexistentes más allá, no estuviéramos en esta situación. Yo no reconozco a Eren, pero menos me reconozco a mí por haber olvidado que era un niño cuando le dejamos todo a cargo.—musitó, mirando al suelo, dando en un clavo que nadie quería dar, porque nadie hablaba sobre que éramos unos niños y aún así, queríamos salvar a la Isla.—Y la única que siempre vio que eso estaba mal, fue Ainara.—esbozó, levantando la vista para mirarnos.

—Es por eso que ella está luchando con él.—comentó Laia, mirándonos detenidamente.—Es la única razón por la cual no está aquí ahora. No es coincidencia, Hange. Tanto tú y Levi, lo saben.—decía, haciendo que Hange asintiera.—Ella fue quien le dio las herramientas a Eren para que se infiltrara en Marley, solo que no lo vimos.—añadió, haciéndome respirar hondo.

—Maldita sea.—musité, frustrado.—No puedo perder a mi mejor amigo, mucho menos a la mujer que amo. No sabemos si son ciertas estas acusaciones.—les dije, interrumpiéndolas.

—Es cierto, la única manera de saberlo es hablando con ellos. Nos dirán la verdad.—afirmaba Mikasa, mirándome esperanzada.

—No digamos nada. No hasta que podamos encontrarlos y hablar con ellos. Y si nos encontramos con Ainara, no diremos nada hasta el momento adecuado. ¿Quedó claro?—nos preguntó Hange, por lo cual asentí.

—Ya lo hemos descubierto, comandante Hange.—esbozó Niles, en un tono de desilusión.—Ainara Smith se encontraba en el establecimiento en el momento exacto en que Eren Jaeger escapó.—afirmó, dándonos la espalda.

—¡Comandante!—me giré, mirando hacia el margen amplio de la puerta como Jean nos localizaba junto a Connie.—Están aquí, así que ya lo saben. ¿No?—se preguntó, por lo cual asentimos, mientras que veía el semblante firme de Jean, no dejaba de cuestionarme cómo podía tenerlo, él perdió al amor de su vida.

—¿No han visto a Ainara?—se preguntó Laia, quien mantuvo una mirada fija con Jean, este que denegó con lentitud.

—¿Por qué?—se preguntó, en medio de un silencio dudoso entre todos nosotros, por lo cual nos miramos entre sí, sin saber que decir.

Pero, realmente no dijimos nada. Solo nos movilizamos hacia la próxima reunión, donde mi cabeza continuaba dando vueltas. Lo único que veía, eran los ojos azulados de ella. ¿Una impostora? No, no podía ser de esa manera. Debía haber algo más atravesando su cabeza, si ella estaba detrás de todo esto, debería haber una sensata explicación, pero al final Hange tiene razón. Caminando entre estos pasillos, me obligaba a recordar cuantas veces Ainara no miró a Eren con dolor en sus ojos por ver todo lo que le tuvieron que hacer pasar. Incluso nosotros mismos le dimos esa carga de cuidarnos, de protegernos y salvarnos, porque siempre esperábamos contar con él. Sin embargo, ella siempre se inclinó ante Eren y le dio su hombro. Debí haberlo visto venir, desde el momento en que Eren fue capaz de encontrarla en Marley, como si algo lo atara a ella, una señal, una conexión, pero no fue coincidencia que nos llevara al mismo lugar donde ella estaría ese día. Suspire gruesamente, metido en esta sala con los altos comandos. La situación estaba tensa, realmente yo lo estaba. Erwin, me dejaste a cargo no solo tu visión, si no a tu hija. No sé cómo cuidarla de esto, si estás aquí, necesito que me guíes hacia ella, porque no quiero perderla, no otra ves.

—Incluyendo a Floch Foster, más de cien soldados desaparecieron de sus celdas. Junto con sus vigilantes, por lo cual todos nosotros creemos que ellos planearon desertar justo después del escape de Eren Jaeger. No cabe duda que fue maniobra suya el asesinato del comandante supremo, ahora mismo, representan un gran problema.—expresó el comandante Nile primordialmente, quien dirigía su mirada a Hange.—Está organización supervisa anti militar, será conocida como los Jaegeristas. Y el objetivo que ellos persiguen, ¿lo conocen?—se preguntó este, mirándonos con detenimiento.

—Su objetivo principal es poner en contacto a Zeke y Eren Jaeger, posteriormente reformarán a todas las divisiones militares entorno a Eren. La prueba de su determinación fue el asesinado del comandante supremo, el catalizador que detonó sus acciones, fue la decisión de querer tener a Historia como sucesora para el titán fundador de Eren. Ni siquiera la legión estaba al tanto.—respondió al comandante Hange, sutilmente.

—Nosotros sabíamos bien lo que hubiera sucedió al informárselo, cabe mencionar que muchos Jaegeristas provienen de la legión. ¿Como planea hacerse responsable comandante Hange?—le preguntó Niles, dirigiéndose a ella seriamente.

—Aceptaré cualquier castigo que me den. Sin embargo, en este momento sería muy irresponsable que me expulsaran de la legión, además no sabemos cuántos Jaegeristas siguen infiltrados dentro del ejército.—respondió al comandante Hange, con la misma seriedad que aquellos hombres portaba ante ella.

—Es verdad, podría haber varios de ellos aquí presente, no me extrañaría que alguien explotara en este momento.—recalcó uno de sus hombres, quienes nos miró arisco.

—Claro, quizás un cerdo como tú no le importaría traicionar sus principios.—comentó Laia, mirando con recelo a los hombres de la policía militar.—No, es cierto, fue un comentario imprudente de mi parte. Unos cobardes como ustedes no se atreverían ni a matar una mosca.—esclareció ella, en un tono lleno de sarcasmo.

—Le recordamos señora Stone, que usted ya no forma parte de la capitanía, no tiene derecho de estar aquí. ¿Qué tal si es una de las infiltradas?—le cuestionó aquel policía militar, creando que ella se incomodara y levantara una ceja.

—Mira imbécil, te la dejaré claro. He dado la mitad de mi vida a esta legión durante años, la razón por la cual estoy aquí, es porque quiero proteger a las personas que amo. No soy una cobarde que huye cuando ve el peligro, si fuera así, formaría parte de la policía militar, cerdo.—le masculló.—Y te aclaro, soy la esposa de Levi Ackerman, así que me apellido de dicha manera.—recalcó, dejando pasmado al hombre, mientras que un hombre murmuraba algo en el oído del comandante Niles, quien abrió los ojos en asombro.

—¿Qué sucede Niles?—se preguntó el comandante Pixis, mirando detenidamente al respectivo hombre que sostenía un papel entre sus manos con fuerza, se veía desilusionado y abatido, nos dejaba en tensión.

—Me acaban de informar, que la capitana de la legión de exploración, Ainara Smith fue quien envió la silla con los detonantes a la oficina de Darius Zackly.—abrí mis ojos grandemente, mirando aún lado de mi como Mikasa apretó mi mano, aturdida entre los demás.—Y que ella, mato a los policías militares que vigilaban la celda del prisionero Eren Jaeger.—añadió, observando a Hange, quien soltó una bocanada de aire.

—Imposible. Todo este tiempo ella... —Connie se quedó sin palabras ante lo que decían, todos parecíamos estar tragando un amargo sabor.

—¡Debemos localizarla, lo antes posible!—indicó un policía militar.—¡Hay que matarla!—dijo.

—¡No, no lo permitiré!—exclame, echándome adelante para dirigirme a ese hombre, pero en si, Jean me sostuvo fuertemente contra su pecho.

—Armin, cálmate.—me pidió Hange en un tono serio, en medio del bullicio de los policías militares, quienes nos atacan verbalmente.

—¡Es suficiente, acaban de llegar unas visitas!—interfirió el comandante Pixis, dejando la tensión entre aquel hombre y yo en el aire.—¡En este momento tenemos temas más importantes de los que debemos discutir!—comento Pixis, mirándome a mi y aquel hombre frente a nosotros, con todos sus policías militares a la defensiva.—¡Hange! ¿¡Quienes saben el paradero de Zeke!?—se preguntó este altamente.

—Lo saben el capitán Levi, con treinta guardias que lo vigilan. Tres soldados encargados de los suministros, y por último, yo señor.—confirmó ella, observando a Pixis asentir.—Y también, Ainara.—añadió, amargamente.

—¡En ese casi, traigan a esos cuatro!—pidió él, por lo cual sus soldados de las tropas de guarnición no tardaron en moverse ante su mandado.—¡Niles! ¿La residencia de la reina es seguro?—se dirigió hacia el próximo comandante establecido en esta sala.

—Un grupo selecto sabe su localización. Pero, lo confirmaré de nuevo.—respondió este, no tardando en dirigir a sus soldados hacia sus órdenes, quienes asintieron.

—Bien, Laia en cuanto puedas, muévete del distrito con los policías militares de Niles. Ponte a ti y a tu hija a salvo en la residencia de la reina Historia.—expresaba Pixis, mirando a la mujer de cabello cobrizo quien asintió.—Lo primero que hará Eren será conectarse con Zeke.—comentaba.—Si Ainara Smith esta involucrada en esto, como están informando, la localización se les hará fácil para llegar. Seguido de esto, se encargará de inmovilizar a la reina Historia.—decía, mirándonos a todos.—Soldados, ¡nuestra prioridad es proteger a esos objetivos!—alertó el comandante.—¡Si alguien se topa con Ainara, no usen la aniquilación, inmovilícenla!—pidió este.

—Comandante Pixis, el único que puede guiarnos luego de la pérdida del comandante supremo, es usted. Por favor díganos, ¿tiene un plan a largo plazo?—me pregunté, desesperado, dirigiéndome hacia él fijamente.

—Bueno, supongo que perdimos la batalla. Tendremos que rendirnos ante Eren.—aviso, dejando a todos sumamente asombrados.—Si hay enemigos dentro del ejército no podemos hacer nada. Aunque pudiéramos realizar una purga contra los culpables, ¿cuánta sangre vamos a derramar? De pensarlo, la idea me horroriza, no tenemos tiempo para tal insensatez. Nuestras decisiones provocaron que esos soldados nos abandonaran, esa es la verdad de nuestra derrota.—expresó, abatido, por lo cual decepcionado me salí de la sala de reuniones.

—Armin, ¡espera!—me llamo Laia, mientras que avanzo conmigo por los pasillos.—¿A donde vas?—me preguntó, insistente, apretando mi brazo con fuerza en cuanto salí del establecimiento.

—Iré a buscarla.—afirme, bajando los escalones, queriendo dirigirme a los caballos.—No dejaré que nadie la toque.—musité, mientras que ella aún seguía persiguiéndome.

—Espera.—me pidió, mirándome detenidamente a los ojos.—Cuando Ainara quiere ser encontrada, ella deja que sea así. Hasta ahora, no nos ha dado pista para hacerlo, ella nos buscará a nosotros Armin.—esclarecía, mirándome.

—Está mañana desperté con la impostora a mi lado. Si me hubiese quedado, quizás esto no hubiese pasado.—comente, culpable.—Todos confiaron en que yo fui la mejor decisión, pero hasta ahora no he podido cambiar nada y no permitiré que sea igual, la encontraré y la sacaré de aquí, me dirá la verdad, se que lo hará porque cada ves que me mira me dice que ella sigue ahí, sigue ahí adentro.—esbozo, aguantando las cuerdas de mi caballo, antes de poder montarme.

—No vayas a buscarla, por favor.—me pidió.—Levi tiene razón, él me lo dijo en la carta. Y quizás esto te ofenda, pero no hay nadie más que la conozca más que ese hombre. Ella vendrá hacia nosotros, de la manera que sea, y si una parte de ella sigue ahí, con más razón lo hará. Nos dará cara, Armin.—afirmaba ella, calmándome.—Yo te elegí por Erwin, no me arrepiento de haberlo hecho, así que no pienses impulsivamente, porque no eres así Armin.—sus ojos claros me miraron, dándome un amargo sabor en cuanto recordé a Jana a través de ella.

—¿Tenemos que ayudar a Eren aunque fue él quien mandó a Ainara a que matará al comandante supremo?—levante la mirada, visualizando a Jean dirigirse hacia Mikasa, quien caminaba para acá con los demás.—¡La manipula!—exclamo.

—Todavía no se ha confirmado que él fue el responsable.—notificó Mikasa, de una manera fría mientras se acercaba a su caballo.

—Oye, baja la voz Mikasa, sabes que sospechan que pertenecemos a los Jaegeristas, ¿verdad?—le preguntó este nuevamente a ella.

—Dinos de qué lado estás Mikasa. Se sincera.—le preguntó Connie, mirando detenidamente a mi mejor amiga, quien se sintió acorralada.

—Ya les dijimos que estuvimos apunto de morir en esa explosión, ¿ni así lo entiendes Connie?—le preguntó ella, molesta.—Solo quiero saber si están bien, Ainara y Eren, es lo único que quiero saber.—musito ella, abatida y cabizbaja.

—Ya basta. Es como dijo el comandante Pixis, pelear entre nosotros solo nos llevará a la derrota. Si queremos encontrar a nuestros amigos, debemos estar juntos.—nos decía Hange, mirándonos.—Por eso antes de que nos vuelvan a ver la cara de tontos, necesitamos descubrir las intenciones de Zeke y por supuesto me encantarían que todas mis sospechas estuvieran equivocadas.—comentó ella, acercándose a los caballos, para prepararse igual que los demás.—Yelena trabajo para la nación Marleyana, no solo con los voluntarios, también trabajo para otros lugares, por ejemplo, los restaurantes.—nos comentó, por lo cual abrí mis ojos grandemente, sabiendo cual era nuestra próxima parada.

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