𝐝𝐢𝐞𝐜𝐢𝐨𝐜𝐡𝐨

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Ya no somos unos niños.

Sujetaba fuertemente las cuerdas del caballo en el que me sostenía, dejando que la brisa fresca removiera mi cabello, mientras que los demás continuaban siendo guiados por la comandante Hange. Ella iba más adelante, tomando la delantera en las calles repletas de personas que nos miraban con recelo, aunque algunos con admiración y respeto. Sabía que aún lado de mi, Mikasa me miraba, buscando solidaridad entre ambos para poder sostenernos de lo que estaba sucediendo. Tanto ella como yo, estábamos tensos y sentidos por lo que estaba ocurriendo. Y es que, no teníamos ni la menor idea de hacia donde llevaría esta situación tan amarga y pesada para nosotros. Al girarme para mirarla, bite cómo miraba hacia adelante con un rostro decaído. La tristeza se desbordaba por sus ojos, los mismos que mantenían una visión de hace años, proteger a Eren cueste lo que cueste, el problema es, ¿deberíamos protegerlo ahora? No tenía una respuesta para eso y era extraño, porque siempre tengo una respuesta para todo, pero no sabía si esta vez, la paz era una respuesta. Desde que desperté hace cuatro años de creer haber muerto, algo en mi sin duda había cambiado. Porque seguía sintiendo que una parte de Berthold estaba conmigo.

Aunque también, era como si el alma de Erwin se hubiera clavado fuertemente en la mía. Pensaba con sensatez, pero a la ves con dos visiones más. La de un amigo que se convirtió en enemigo, y la de un hombre en el que deseé convertirme. Lo peor de eso último, es que no soy ni la mitad de lo que Erwin algún día pudo ser. No buscaba igualarlo, buscaba sin duda tener la misma eficacia de él en tomar las decisiones bajo presión. Ahora más que nunca, necesitaba esa conciencia que él tenía, porque lo único que mi mente veía era la persona a quien protegió en cuerpo y alma, su hija era lo único que veía. Sus azulados ojos estaban plasmados en mi mente, ella sentada en el porche del balcón, mirando el atardecer tranquilamente. La miraba desde el margen, Ainara se giró para mirarme de reojo y en ella, vi algo que nadie más puede ver, que aún sigue ahí. Lo supe cuando me miró y me hizo ver a través de ella, que quería paz. Deje de verla en cuanto aquel restaurante se entabló frente a nuestro campo visual, esperaba que pudiéramos vernos, porque deseaba tanto aún sostener su mano y llevarla lejos. No puedo permitir que le hagan daño y ahora más que nunca, puedo entender la presión que sentía Mikasa cuando sabía que querían dañar a Eren.

—Déjame ayudarte.—le avise a Mikasa en cuanto la ayuda a bajarse del caballo de manera cuidadosa, ella me miró apenada, pero a su ves agradecida.

—Gracias, Armin.—musitó, pero realmente yo debía estar agradecido, aún portando el poder de un titán, ella no dejaba de protegerme.

—¿Acaso no es aquí donde trabaja el voluntario de Marley que se enamoró de Sasha?—con una voz amarga y fría, Laia se dirigió a nosotros, mirando el establecimiento a la lejanía de los caballos.

—Si, así es.—respondí yo, notando como todos miraban el restaurante, aquella chica de cabello castaño solía pasar las tardes aquí cuando podía, pero ya no era así, porque no estaría nunca más.

—Andando.—pidió Jean, con un semblante tenso, tener que recordar a quien fue su mejor amiga, era un golpe bajo, pero ya no éramos unos niños, teníamos que sin duda blanquear nuestra mente.

—Nunca había venido aquí.—expresó Laia, caminando mientras veía el establecimiento por afuera.

—Vine una ves.—admití, visualizando como todos me miraron de una manera extraña y con recelo.—Con Ainara.—comente, notando como parecieron suspirar aliviados.

—¿De verdad creen que ella esté siendo manipulada por Eren?—se preguntó Connie, dudoso, caminando atrás de la comandante, quien le miró de reojo como si fuese hablar.

—Eso no lo sabemos, Connie.—opinó al comandante Hange, quien se detuvo en seco frente al establecimiento, el cual yacía con sus puertas abiertas.—Aún no sabemos cuáles son las verdaderas intenciones de nuestros amigos. Recuerden que la policía militar solo especula. No lo sabremos hasta que podamos hablar con ellos.—añadió, intentando de relajar el tenso ambiente.—En caso de que fuera lo contrario, no nos quedaría otra opción que arremeter.—esclareció, con pena en su mirada hacia nosotros.

—Entiendo.—musitó Connie en su respuesta.—Desde que ingrese a la legión, he perdido a mis amigos más importantes, pero también, he visto como me traicionan. Solo estoy cansado.—esbozo en su leve sentimiento, cabizbajo y a su ves, mostrando molestia, para así caminar adentro del restaurante al cual todos veían asombrados.

—Buenos días. ¿En qué podemos ayudarle?—uno de los voluntarios se dirigió a la comandante, quien iba principalmente adelante, representó su cargo.

—Hola. Buen día señor, estoy buscando a Niccolo.—esclareció ella rápidamente, por lo cual el voluntario asintió para aislarse de la sala de entrada donde estábamos parados:

—¿Creen que él nos diga algo?—preguntó Jean, mirando a la comandante Hange, quien suspiró como si estuviese agotada.

—No lo sé. Realmente espero que si, es lo único que nos podría quedar como opción, antes que Eren avance nuevamente.—indicó esta, mirando adelante para ver al joven de cabello rubio que se acercó a nosotros con un serio rostro.

—Son ustedes. ¿Qué quieren? Díganme si es urgente, en este instante estoy demasiado ocupado con unos clientes.—expresó Niccolo, con una voz cortante hacia nuestras posturas, de hablar con él fui escaso, a diferencia de Jean y Connie, quienes lo examinaron.

—Am, puedes regresar a trabajar por ahora si quieres. Solo nos gustaría hablar contigo cuando termines, ¿de acuerdo?—le indicó Hange, con una voz bastante serena a diferencia de la de él.

—¿Quieren hablar? ¿Sobre que cosa?—se preguntó Niccolo, con recelo en su actitud tab desconcertada, parecía estar incómodo.

—Bueno ya sabes, de lo que sea. ¿Te preocupa algo?—le preguntó Hange, notando como la actitud de Niccolo bajo de intensidad ante su cuestionario.

—Están investigando a los voluntarios.—todos miramos abrumados a Onyankopon, quien se dirigió ampliamente hacia Niccolo.—Así que esperamos que puedas ayudarnos.—esclareció, notando como el voluntario chef delante de nosotros empezó acceder.

—Si, por supuesto.—asintió.—Vengan por aquí, los llevaré a un lugar más privado para que puedan esperar.—indicó él, guiándolos con la mano mientras subimos unos escalones, hasta que nos dirigió por una habitación amplia.—Por favor, espérenme en este sitio.—pidió sutilmente, adentrándonos en ese comedor privado, donde habían estanterías repletas de un caro vino.

—Vaya, que linda habitación.—halago al comandante Hange en cuanto se adentró junto a nosotros, mientras que continué examinando el lugar, curioso.

—A puesto que solo la reservan para la policía.—miré a Connie, quien al igual que yo examinaba este dichoso lugar, cuando vine, no comí aquí, y para ser honesto, no se veía tan mal.

—¿Es este el vino del que todos están hablando?—se preguntó Jean, sosteniendo en sus manos aquella botella de vino.—Oye Laia, ¿acaso no te regalaron una el día de tu boda?—Jean dirigió su mirada a Laia, quien asintió vagamente.

—Estaba de adorno, hasta que un día desperté y ya no estaba, supongo que Ainara se canso de verla en la alacena.—comentó Laia, notando como Jean continuaba admirando aquella botella de vino.

—Dicen que solo los altos mandos de nuestro ejército lo han llegado a probar.—continuaba diciendo, mirándolo con detenimiento.

—¿En serio? ¿Nosotros no somos soldados de alto rango?—se cuestionó Connie, acercándose a Jean ante dicho comentario.

—Si, también deberíamos poder divertirnos un poco. ¿No lo crees? Solo un sorbo.—decía Jean, para así yo notar como de un momento a otro, Niccolo con brusquedad se acercó a él.

—¡No toquen eso!—pidió, quitándole la botella a Jean agitado, dejándonos desconcertados.—Tú, ¿acaso dijiste que Ainara bebió de ese vino?—se preguntó Niccolo, mirando detenidamente a Laia quien lo miraba fría, ante su brusca actitud.

—No lo sé. Creo que ella lo botó o algo así.—le respondió Laia, insegura de lo que decía ante la mirada tan penetrante de Niccolo en ella.

—Tranquilo Niccolo, solo estábamos jugando. Cálmate, no te alteres así amigo.—pidió Jean, intentando de calmar la tensa situación que se avecinó ante su comentario, pero no entendía porque razón aquel joven rubio reaccionaba así.

—Este vino no debe desperdiciarse en eldianos como ustedes.—comentó Niccolo, de una manera fría, mirando a Jean con detenimiento.

—Niccolo, ¿aún sigues diciendo cosas como esas? ¡Al alcohol no le importa que raza seamos, idiota!—indicó Jean, dirigiéndose con brusquedad a Niccolo para tomar su uniforme con fuerza y acercarlo a él, me quede inmóvil junto a los demás, sin entender la alta alteración.

—No me toques Eldiano, solo porque he sido amable no significa que seamos amigos.—desconcertado, escuché y visualicé como Niccolo se dirigió fríamente hacia Jean, quien lo soltó afligido por sus palabras, nunca lo había tratado así, ¿es porque Sasha ya no estaba aquí?

—¿Acaso olvidaste lo que tú eres aquí?—le preguntó Jean, empujándolo de su lado con desprecio y brusquedad, estaba ofendido.

—Un maldito prisionero, ¿no? Eso nos hace iguales, Eldiano.—respondió Niccolo con sarcasmo, distanciándose de él con la botella de vino en sus manos.

—¿Qué diablos le ocurre?—me quede anonadado, escuchando a Connie, mientras que me sentía tenso, había un peso gigante en mis hombros que no me dejaba respirar bien.

—Maldición, ¿y yo que voy a saber?—se preguntó Jean, aislándose, mientras que yo tomé una bocanada de aire.

—Iré afuera.—indique, apartándome de ellos, viendo como me miraron salir por el margen de la puerta.—¿Donde estás?—me pregunté, pensando en sus azulados ojos, la necesitaba.

Me quede recostado de esa pared, respirando hondo. Ainara sin duda es el único amor que mi corazón ha podido tener, podía calificarla como el amor de mi vida y cuando creí que se había ido para siempre, sin duda fue como si mi vida perdiera sin duda el sol que ella perdió el día en que su padre murió. La amaba, la amaba demasiado. Todo lo que tenía ella, era lo que a mi me faltaba. Valentía, dedicación. Un sin fin de cosas que me complementan cuando sus labios se unen con los míos, o cuando su cálida piel roza con las mías en las frías mañanas. Entre medio de esa frustración, sonreí. Recordé ese día de entrenamiento tan caluroso, donde la veía practicar junto a Reiner en un combate cuerpo a cuerpo. Siempre cele el hecho de cómo Reiner la miraba, o incluso tratara, pero ese día sin duda lo más memorable fue como ella plasmó sus nudillos en mi rostro hasta hacerme sangrar la nariz. Estaba tan anonadado que no supe reaccionar, la diferencia de ahí a ahora, es que éramos unos niños, y ya no éramos unos niños. A medida que fue creciendo, ella fue pudriéndose y aún así, la amaba como el primer día. Un ruido proveniente de la otra sala me hizo alertar. Vagamente camine, deteniéndome frente a la puerta, donde vi una imagen atroz. Abrí mis ojos grandemente, visualizando cómo había una familia que podría reconocer en ese comedor.

—¡Rápido, es una emergencia!—grite, intentando de llamar la atención de mis compañeros en la otra sala.

—La niña que le disparó a Sasha.—esclareció Jean en cuanto llegó a mi lado con los demás.—¿Qué pasa Niccolo? Escuché que se había escapado de la cárcel. Oye, ¿qué es lo que vas hacer?—se preguntó Jean, viendo como Niccolo aferró a ese niño a su cuerpo, apuntándole con el gran cuchillo que le colocó en su cuello.

—¡Alto, no se muevan! ¡Lo único que haré es vengar a Sasha, todos quédense ahí!—pidió Niccolo, con impotencia y dolor en su mirada, haciendo que la niña de ojos castaños en el suelo le mirara con temor.

—¡Falco es diferente!—exclamó ella, mirando horrorizada la dichosa situación, presenciada por más personas, por familiares que podía reconocer, la familia Braus.

—Oye, por favor, baja ese niño.—pidió Laia, con un semblante frío y atemorizada, nadie más que ella podía entender la empatía, era una madre.

—¿Qué significa este niño para ti? ¡Él recibió el golpe en tu lugar!—exclamaba Niccolo en medio de su petición.—¿Acaso te importa? ¡A mi también me importaba alguien, una mujer Eldiana, hija del demonio! ¡Ella amaba más que nadie todo lo que yo le cocinaba, ella me demostró la dicha de cómo puedo hacer feliz a la gente con la comida que puedo preparar!—gritaba, lleno de remordimiento, mirando fijamente a la niña.—¡Su nombre era Sasha Braus, esa era la mujer que alejaste de mi!—decía con impotencia, con mucho dolor.

—¡Gente que amaba también fue asesinada en la guerra! ¡Esa Sasha Braus asesino a mi gente, por eso me venga de ella! ¡Ella mato primero!—grito la niña en respuesta, justificando sus acciones, su acción que culminó con la vida de una de las chicas más importantes en mi vida.

—¿A quién le importa quien mato primero?—preguntó Niccolo, sujetando aquel niño, indefenso e inconsciente, se desangraba, podía verlo desde donde estaba parada.

—¡Abre los ojos, eres un soldado Marleyano! ¡Esa mujer demonio te tiene embrujado, no pierdas contra los demonios!—recitó ella, gritando en esa sala de comedor, donde la camisa se enfriaría, como la vida que ella arrebató, pero abalizándolo todo, ¿qué culpa podría tener esa niña?

—Niccolo, por favor, dame ese cuchillo.—pidió aquel hombre de cabello castaño.—Mi Sasha era una cazadora. Cuando mi hija era solo una niña, siempre cazaba con su arco las alimañas del bosque. Así era como traíamos la comida a casa, pero yo sabía mejor que nadie que algún día tendríamos que dejar de vivir en el bosque. Por lo cual me encargué de mandar lejos a mi Sasha, y mi muchacha salió al mundo, se hizo soldado, mato gente y al final, alguien le disparó también.—le decía, con pesadez en sus palabras.—Aunque salió del bosque, el mundo tiene la misma naturaleza. Sin importar el lugar, todos tenemos que luchar y encontrar la forma de sobrevivir. Asesinaron a mi Sasha, pero para mi, quedó atrapada en el bosque.—indicó, fríamente.—Es trabajo de los adultos alejar a nuestras crías del peligro, de otra forma lo único que nos queda es ver cómo se repite la tragedia. Es por eso que nos toca a nosotros los adultos ser consientes y ayudar a borrar los pecados del pasado.—culminó en decir, dejándonos un amargo sabor en la boca.

—Querido Niccolo, por favor suelta a Ben.—pidió delicadamente aquella señora, a quien mire con detenimiento para ver que el parecido de ella y Sasha, me heló.

—¿Estás herida?—le preguntó Mikasa aquella niña, mientras que yo solo veía la horrible situación en la que nos encontrábamos, exhausto, cansado, solo quería salir de aquí.

—Dios, pobre niño. ¡Hay que limpiarle la herida!—indicó Laia, inclinándose aún lado del pequeño niño al que sostuvo en sus brazos para socorrerle.

—¿Significa que ninguno de ustedes me odian?—se preguntó la niña en el suelo, aún lado de Mikasa, verla por un momento también me recordaba al físico de Sasha, era la ironía de la vida que no podía entender.

—¡Ah!—abrí mis ojos grandemente ante aquel grito, moviéndome con brusquedad para interrumpir el golpe de aquella niña que sostenía un cuchillo en su mano, pero Mikasa lo atrapó con fuerza, impidiendo que ella pudiera clavárselo a la Marleyana sentada en el suelo.—¡Tú la mataste, asesina!—gritaba, entre medio de las lágrimas para ser sostenida por la pareja de padres de Sasha, quienes la apretaron contra sus cuerpos, llorosos.—¿Por qué?—gritaba.

—Vamos.—pedí, levantando a la niña junto a Mikasa, quien no dejaba de escuchar los lamentables gritos de la otra pequeña dirigidos a ella.—Tranquila, todo estará bien.—dije, saliendo por el pasillo de ese restaurante, mientras volvíamos a la habitación anterior donde estuvimos.

—Siéntate.—le pidió Mikasa, para observar sus golpes y examinarla, socorriendo y dejando a la niña anonadada, quien nos miraba asombrada.

—¿Ustedes no van a matarme?—pregunto, dándome un amargo sabor en la boca que sin duda me hizo respirar hondo, iba a sentarme, pero la pregunta me abrumó tanto, que el aire me faltaba.

—Te pareces a alguien que conozco, solo piensan en matar y matar.—esbocé, aislándome de la mesa de comedor donde ella se sentó junto a Mikasa.

—Armin, ¿a donde vas?—me preguntó mi mejor amiga, quien preocupada observó cómo miré detenidamente las afueras del margen de la puerta abierta, por un momento vi ráfagas de personas pasando.

—Iré a revisar que todo esté bien.—indique.—Tú quédate aquí y cuida a la... —mi boca se secó, viendo como aquella arma bloqueaba mi campo visual, todo mi cuerpo se heló.—Imposible. Ellos tenían razón.—musité, con mi voz entrecortada.

—Siéntate, vamos hablar.—afirmó Ainara, apuntándome con un arma, mirándome con frialdad para así visualizar como atrás de ella, Eren levantaba su mano ensangrentada, dejándome sin duda aturdido y desilusionado, la chica que amaba, nos había traicionado.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro