𝐝𝐨𝐜𝐞

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Asalto a Marley.
Un año después.

Amarraba mi cabello, lo amarraba fuertemente en una coleta. Mi flequillo había crecido, así que estaba como solía antes estar cuando era más niña. Suspire, apretando fuertemente las correas de metales a mi negro uniforme, aquel nuevo que describía a la legión de exploración. Removidos en este dirigible, me sentía un poco mareada e inestable, pero era la única manera de poder llegar hasta aquel que aclamó nuestra ayuda luego de in año sin tener contacto, mediante una carta. Iba rendida en la seriedad y frialdad que me había consumido en este año, donde todos me miraban y parecían no reconocerme, pero de por si, ni yo misma podía hacerlo con tanta pudrición en mi corazón. Amargamente me senté, ajustando mis nuevos equipos de maniobras tridimensionales. Sentada frente a mi, se encontraba Sasha con una coleta. Ella me miró, parecía estar tensa, desde que se subió al dirigible, ella había estado así, quizás tenía miedo. No podía culparla, iríamos a un territorio enemigo para ellos, pero para mi, era uno conocido y que sin duda me acogió cuando no tenía nada. Me pudrí tanto, que aún sabiendo eso, estaba aquí, dispuesta a pelear. No sabía si eso me hacía mala o buena, no lo sé, nunca lo sabré, porque ya no me importaba.

Varios soldados se paseaban por aquí, pasando sus armas y equipándose para saltar en el momento en que así la comandante Hange decidiera. Aunque yo también tenía voz y voto, prefería dejarlo en sus manos, tanto a ella, como al capitán Levi a quien veía de lejos. Él estaba allí, preparándose en la esquina del banco donde estaba sentada. Era la primera ves que lo veía tan silencioso, tan aislado de todos. Parecía ser que la ausencia de la quien ya no es nuestra capitana, lo tenía mal. Empatizábamos con él, pues tener que abandonar su hogar y a su nueva familia, no era algo que disfrutaría, cualquiera en su posición estuviera con ese semblante tan decaído. No me acerqué a él, decidí quedarme donde estaba para así ver cómo Mikasa se sentaba a mi lado, tapándome la vista al capitán Levi. Ella llevaba puesta aquella bufanda, la cual estaba casi deshilada y sin color, pero fielmente la tenía. Sus ojos me miraron, buscaban apoyo, uno que ya no podía darle, no porque no quisiera, era porque ya no tenía fuerzas ni pensamientos puros que me guiaran a sostener su caída. Aún así, lo único que hice por ella, fue quedarme ahí a su lado, como haría siempre. Ahora, ante ser la nueva y segunda capitana al mando, me tomaba en serio el papel, pero continuaba siendo flexible con ellos.

—¿Estás bien?—levante la vista, visualizando a Jana, quien con su cabello amarrado en una trenza, me hizo recordar a la capitana Laia.

—¿Tú lo estás?—le pregunté, evadiendo su pregunta, notando como me miró entristecida.—Todo saldrá bien, no se preocupen.—indique, viéndolas, viendo como mis amigas estaban ahí.

—Tengo un mal presentimiento.—esbozó Jana, mirándome detenidamente con su preocupación.

—Yo también.—añadió Sasha.—Quizás es porque debí comer más.—musitó, mirándonos para así, visualizar a Jean llegar hasta nosotras con seriedad en su rostro, se que él tampoco quería estar aquí, podía saberlo con su semblante.

—¿Qué sucede?—le pregunté a Jean ante llegar a nosotras, él miró a Jana unos segundos, para así mirarme a mi.

—Armin ya saltó.—notificó Jean, mirándome con detenimiento mientras que Jana se paraba aún lado de él, viéndole.—Mi amor, ¿estás lista?—le preguntó, de una manera tan tierna que no conocía de él, ante eso, ambos se besaron.

—Bien.—dije, levantándome del banco.—Soldados, prepárense.—pedí, llamando la atención de la mayoría, más cuando al comandante Hange salió de la cabina.

—Los escuadrones se dividirán por los grupos asignados. El escuadrón de Levi y Ainara irán primero, en continuación con él de Lobov y el de Jean.—decía ella, vestida en ese uniforme que todos teníamos puestos, los años seguían pasando, pero tanto ella como el capitán Levi, dejaron de envejecer.—El plan es más que claro. Evitemos las bajas e incluso para el enemigo, lo único que debemos hacer es inmovilizar al ejército de Marley e irnos con Eren. ¿De acuerdo?—se preguntaba ella, dejando las cartas sobre la mesa.

—Mikasa, Eren dijo que daría una señal de búsqueda para ti. Tanto tú como el capitán Levi estarán adelante, guiaré desde atrás al escuadrón para protegerlos de los titanes. Aunque Yelena quizás inmovilice al carreta y al mandíbula, no sabemos cómo puedan escabullirse con el titán acorazado.—decía yo, mirando como ella asentía.

—No hay que explicarlo. Ya son unos adultos, no estamos trabajando con idiotas.—musitó el capitán Levi, abriendo la puerta del dirigible, haciéndonos sentir el viento brusco.—Otra cosa idiotas, obedezcan las órdenes, no se permiten las bajas. Busquemos a ese estúpido.—expresó él, para lanzarse sin previo aviso del dirigible, para hacerle seguirlo.

—Buena suerte.—me deseo Hange, mirándome.—Tráelos a todos.—pidió, por lo cual asentí.

Antes de lanzarme, no tarde en alentar a mi escuadrón, haciendo que me siguieran en medio de la oscura noche donde nuestros uniformes nos camuflaban. Con mis equipos de maniobras tridimensionales avanzaba, corriendo por los tejados de esas casas, impulsándome por cada uno de ellos para ahorrar gas. En esta situación, sin duda nos enfrentaríamos a varias armas que podrían ser letales, por lo cual teníamos que actuar de una manera inteligente. Me retuve entre los tejados, asegurándome de que no hubiera filtración de soldados enemigos en este lado del terreno. Esperando una señal, pude ver como el escuadrón de Jean avanzó entre los demás, haciéndome denotar que estaba amplio para que pudiéramos seguir avanzando. Continué alentando a todos, visualizando cómo Mikasa iba adelante junto al capitán Levi, como debían ir. Corrí, manteniendo una respiración lineal para evitar el cansancio y la fatiga, deteniéndome en la distancia de otro tejado para visualizar algo morboso. En medio de la oscuridad donde estábamos parados, viendo un terreno quebrado y envuelto de escombros, podíamos ver una verdadera pelea de titanes frente a nosotros, después de tanto tiempo teníamos de frente al titán de ataque.

—¿Qué hizo?—se preguntó Jana aún lado de mi, mirando aturdida la imagen que veíamos, donde los escombros habían aplastado a las personas que quizás estuvieron en esa audiencia.

—Lo que tenía que hacer.—articule fríamente, girándome de reojo para ver cómo Jana negaba.

—Pero, esto es demasiado.—añadió ella, mirándome eufórica, jamás la había visto así, jamás había visto a Jana bajar la guardia con sus emociones, se veía dolida y asustada.—Esto fue demasiado.—volvió a decir.—Siento que no podré volver a casa con mi hermana y mi sobrina.—indicó, haciéndome evadir su mirada.

—No digas eso.—la interrumpí, sujetando mis hojas mientras veía a los tirantes tumbarse el uno al otro, no había rastro del titán acorazado, tampoco del carreta o mandíbula, el plano estaba más que amplio para que pudiéramos llevarnos a Eren e irnos sin tener que pelear.—Todos volveremos.—indique, visualizando a Eren sobresalir de su titán, era él, estaba ahí.—Mikasa, prepárate.—le pedí a ella, visualizando cómo se aisló de todos, pero a quien no veía, era al capitán Levi.

Usurpador Eren Jaeger, quiero que tú me digas tu última voluntad.—dijo aquel impresionante titán, que parecía regenerar sus propias armas con el endurecimiento de su piel.

—¡Es ahora!—esbocé en un alto tono, visualizando cómo los soldados empezaron a moverse en cuanto Mikasa sobrevoló por los aires con los lanza relámpagos que hizo cegar al titán llamado, martillo de guerra.—¡Ataquen!—pedí de manera insistente en cuanto sobrevolamos entre medio de los tejados, aquellos cubiertos de soldados en el interior.

Los disparos empezaron, así que volé en varios giros para evadirlos. Impulsándome hacia ellos, con mis hojas las deslicé fríamente por el costado de vario de ellos. Pise fuerte el suelo, girándome con rapidez para poder atascar la hoja en el pecho de un hombre que grito adolorido, donde su sangre salpicó mi rostro, yo lo arrastré contra sus compañeros para cubrirme de los disparos. Sin sensibilidad, sin censura, despedace sus entrañas, manchando mi hoja, la cual salpique contra el suelo. Los miré ahí, tirados en el suelo, agonizando mientras la sangre se escapaba de sus órganos. Caminando, me detuve en cuanto uno de ellos apretó mi pierna con fuerza. Susurro algo que no pude escuchar. Pero, lo que si, fue que susurro mi hombre con horror. Cerré mis ojos y lamenté que me conociera, como también lamenté clavarle mi hoja en el centro de su pecho para apagar por completo su agonizante muerte. Suspire, dejando la hoja ahí tirada para detenerme en la esquina de aquel tejado donde veía los rayos de una iluminación llegar desde el cielo. Eren nuevamente se había transformado, de un momento a otro, tumbó al titán martillo de guerra. Él lo había hecho, no sé como, pero lo hizo, debió reconocer el núcleo de la transformación, en sí, pude visualizar como capturo al emisor del titán, enjaulada en un endurecimiento que la cubría.

Recordé amargamente a la única persona con que tuvo similitud, aquella que ha vivido cuatro años encerrada en una cápsula, escapando de la realidad y dejando su vida morir lentamente. Abrí mis ojos grandemente, sacando mis hojas cuando vi desde las sombras aquel titán. Después de un año, nos hemos vuelto a encontrar. Me escabullí rápidamente por otro tejado en cuanto el titán mandíbula se aferró a la espalda del titán de ataque, lo sabía. Sabía que el plan de aquella alta mujer no funcionaría contra ellos. Apreté las hojas, mientras mis manos temblaban. Ahora si podía sentir mi conciencia mortificarme al saber que tendría que pelear no solo contra él, si no, contra quienes confiaron en mi, porque de seguro estaban merodeando por ahí. No me moví, viendo como el titán mandíbula abrió su boca para morder la nuca de Eren, visualicé como desde lo más alto de una columna, aquel hombre que admiraba y seguía con respeto, se lanzó sin pensarlo para rasgar la boca del titán mandíbula con un solo movimiento. El capitán Levi se deslizó por el suelo, girándose para impulsarse contra el titán mandíbula que se inmovilizó en cuanto la mayoría de los soldados siguieron al capitán Levi. Era ahora o nunca, era hora de pelear.

—Ya llegó.—murmuré yo en cuanto la sonora de disparo se hizo presente.—El titán carreta.—articule, viendo a los soldados caer, heridos.—¡Bloqueen los disparos!—grite, bajándome del tejado, en aquel preciso momento que el suelo empezó a tambalear, haciéndome apretar los dientes.—Tú... —susurré, girándome en el suelo rocoso para ver el titán bestia en medio de la pelea.

Que nadie escape. Maten a todos.—artículo aquella gruesa voz, creando una línea con sus titanes, ellos debían estar ahí, debían estar viéndome, pero a esta altura no había vuelta atrás.

—¡No mueran soldados, sobrevivan!—exclamó el capitán Levi, sacando hojas nuevas de su equipo de maniobras tridimensionales, para hacerme seguirlo en ese aspecto, viendo como esos titanes se acercaban a nosotros.

—¡¿Cuanto tiempo tenemos?!—esquive los disparos del titán carreta, visualizando a Jana mirarme.—¡Armin aún no ha explotado el puerto!—grito ella, eufórica, mientras que mire adelante y abrí mis ojos grandemente.—¡Ainara!—grito, pero la boca del titán mandíbula me atrapó.

—¡Mierda!—grite, en medio de la oscuridad viscosa que se apegó a mi.—¡Mierda, mierda!—continuaba gritando, él no me había digerido, pero no tardó en mucho en dejarme salir de su boca, haciéndome resbalar por su lengua, sosteniéndome en su mano para colocarme justo en la cabeza.—Sabía que harías eso.—indique, cabizbaja, escuchando en si, ñun sonido similar al gas sobresalir de los equipos de maniobras tridimensionales, pero era él, saliendo de su titán para verme.—Maldita sea... —musité en medio del silencio en aquel terreno aislado y solitario.

—Mírame, ¡dime algo!—me pidió Porco, pero estaba avergonzada, no podía mirarlo, no hasta que aún fuera de su titán.

—Perdóname, por favor, perdóname.—le pedí, aún cabizbaja, para así levantar la mirada y ver sus ojitos color avellana mirarme.—No tenía idea de que tuviéramos que llegar a esto, de verdad.—expresé, viéndolo serio.

—¡¡Falco y Gaby estaban en esa conferencia con otros niños, Ainara!!—me grito, viéndome mientras que me levante para acercarme a él, aún estaba entrelazado con el titán, pero rasgó una mano del músculo.

—Te juro que... —baje la cabeza, avergonzada, era en este momento que mi cabeza no analizaba tan fría, pero tan solo miré como Porco tenía en sus mejillas las marcas de transformación.—No hay vuelta atrás.—indique, viendo su mano levantarse para apretar mi cintura y acercarme a él, dejándome sin espacio, dejando nuestro rostro tan cerca.

—Lo sé, por eso ya no me importará hacer esto.—me quede sin aire en cuanto plasmo sus labios carnosos encima de los míos, por un instante cerré los ojos, sintiendo como me traspaso su amor y cariño en medio de un beso que tanto él anhelo.—Tenía que hacerlo.—admitió, chocando su frente con la mía, me quede boquiabierta sin decir nada. —Vete, ¡vete!—me pidió insistente en cuanto se escucharon disparos cercanos.

—Pero, Porco, espera. ¿Qué harás?—le pregunté, mirándolo directamente a los ojos.

—Escúchame, no quiero herirte, tampoco quiero que alguien te haga daño. Sal de aquí, no estuvimos aquí. Yo pelearé, pero tú también lo harás. ¿Entendido?—me preguntó, haciéndome asentir.

—Si en otra vida pudiera, te escogería.—expresé, dándole la espalda, aún sentida por no poder corresponderle a esos sentimientos tan puros.

—Yo te escogería siempre.—expresó, metiéndose en el interior de su titán, por lo cual me impulsé con el gas del equipo de maniobras tridimensionales, viéndole irse rápidamente como yo también, lejos de él.

Impulsada en el aire, abrí mis ojos en cuanto visualicé una ráfaga de rocas acercarse. Baje de altitud, asombrada y ansiada por esa acción que hizo retumbar mi corazón. Perdí el balance por la continuidad de las rocas, eran grandes, no estaban hechos añicos, quería destituirnos, a pesar que no debía hacerlo. Nuevamente me impulsé en el aire, viendo al titán carreta lanzar ráfagas en el aire, disparando a muerte. Mis soldados no estaban inmóviles, seguían peleando. Miraba al titán bestia, buscando un punto de poder sacarlo de órbita, pero en ese proceso que saque mis hojas, algo paso. Un grito se estampó en mi oído, me giré visualizando a Jana correr hacia mi, me empujó fuertemente haciéndome caer por el borde del tejado, pero tan solo vi el plasme de una roca en su cuerpo. Grite, un grito ahogado que no me hizo detenerla cuando mi mano se estrechó, mientras que me alineé para clavar mi gancho contra una pared, me golpee contra una pared y caí al suelo, inmóvil y adolorida. Busque el aire, mientras que varias rocas cayeron encima de mi. Me cubrí la cabeza rapidez a mente, pero aún así algo rasgo mi cien. De momento, había mucho polvo. Me levante, sintiendo dolor en mi espalda baja. Maldije, me había dado un mal golpe.

—Jana.—caí en cuenta rápidamente, por lo cual corrí por ese mismo callejón, llevando mi mano a la cien, visualizando sangre.—Jana.—la llamaba, deteniéndome en seco en cuanto una gran iluminación se hizo presente en el cielo, conjunto a una ráfaga de viendo.—Armin lo hizo.—expresé, diciendo el nombre de Armin de una manera fría y sedentaria.

—Ai-Ainara.—me tense en cuanto continué caminando por aquel callejón, viendo el escombro de piedras amontonado.—Ayu-ayúdame.—escuchaba, sintiendo mi corazón palpitar rápidamente en cuanto vi una mano estrechada.

—¡¡Jana!!—exclame, tirándome al suelo mientras pele mis rodillas, quitando los escombros, de encima, pero eran sumamente pesados, tanto que empezaron a rasgar mis uñas, lastimándolas.

—Está bien, es-esta bien.—decía ella, con su voz entrecortada mientras sangre salía de su boca, ella intentaba buscar aire, como también estrechaba su mano para tocar mi rostro.

—¡¡Te sacaré de aquí, te sacaré de aquí!!—indique, mientras que mi suelto cabello tapaba mi vista, haciéndome gritar de impotencia cuando vi que no podía sacar las rocas.—¡¡Lo voy a matar, lo voy a matar!!—repetía, una y otra vez, viendo a Jana toser, pero me helé cuando su mano toco mi hombro, haciéndome inmovilizar.

—Que Jean nunca lo olvide.—musitó ella, con dificultad.—Gracias, Ainara.—esas palabras, esas mismas palabras que ella me dijo, se reflejaron en las que un viejo amigo también me dijo, hace mucho tiempo atrás.

—Oye.—levante mi vista, viéndola ahí, viendo como su mano cayó aún lado de ella. —¿Jana?—ella estaba tirada en el suelo rocoso y me helaba el hecho de que no se moviese ante mi llamado.—Jana, ¿puedes levantarte?—le pregunté, arrodillándome en el suelo, quedando ida.—No.—me levante con brusquedad, cayendo en el suelo.—¡No por favor, no!—exclamé cuando vi sus ojos abiertos, mientras que todo su estómago estaba repleto de sangre, su pecho no subía ni bajaba.—¡No Dios, por favor no!—llorosa y temblorosa negué, con una presión en el pecho.—¡No puede ser, no otra vez!—gritaba, llorando aturdida.—¡¡Ah!!—lleve la mano a mi estomago, levantándome del suelo, vomitando en una esquina mientras tosía y lloraba.—Perdóname, por favor.—pedí, sollozando.

Me incliné en el suelo, llorando mientras sollozaba, raspando mis manos, sacando las rocas que taparon su cuerpo al punto de quebrarla por dentro. Ese maldito, otra vez me hizo esto, otra vez me esta haciendo esto. Temblorosa, sostuve el cuerpo de Jana entre mis brazos, aferrándola a mi, mientras lloraba y manchaba mi rostro con la sangre en su boca. Me tambaleaba con ella. Esta, era la imagen más morbosa que jamás quise ver, ni tan siquiera imaginar. Cerré sus ojos, los cerré. ¿Como miraría a Jean? ¿O, a Laia? No podía pensar en eso, porque terminaría matándome aquí por la vergüenza y pena tan grande que tenía en este momento. La ventisca fría me hizo levantar la mirada, viendo aquel dirigible. El peor momento de mi vida, estaría por pasar cuando subiera con su cuerpo, así que tan solo la aferré fuertemente en medio de las lágrimas que no me dejaban ver la esperanza. El gancho se estancó en el dirigible, aquel mismo que abrió las puertas para cada uno de sus soldados, pero una mirada tan adolorida y aturdida como la mía le hizo entender a la persona que abrió la puerta para recibirme; el dolor que traía en este momento. Los azulados ojos de Armin me miraron abiertos como platos, mientras que mi cuerpo y el de Jana flotaban en el aire.

Su mano apretó la mía fuertemente, impulsándome a subir, arrastrando aquel cuerpo muerto. Lo aferraba tan fuerte a mi. Armin se inclinó, se veía y escuchaba desesperado, me hablaba y gritaba, pero no podía caer en cuenta. Aquel humo, aquel vapor que sobresalía de ese hombre me cegó. Me levante, mi mirada agobiada y lagrimosa lo miro, miro como él no me despegó la mirada. La hueca y rota voz del capitán Levi me llamaba, pero no había nadie a quien escuchar. Impulsivamente patee su rostro, la sangre sobresalió de su boca como su diente, pero no fue suficiente. Lo patee más fuerte, patee a Zeke más fuerte, teniendo una imagen fría, una donde mi padre estaba tendido en el tejado, muriendo lentamente, de la misma manera en que ella murió, adolorida y agonizando. Debió tener miedo, debió desear no haber hecho lo que hizo, pero aún así, lo hicieron. Apreté mis labios, no quería sollozar, no quería pensar en los demás y en cómo sufrirían, porque ella era mi amiga. ¡Ella me quería! ¡Ella protegió porque temía sentir ese sentimiento de ausencia! ¡Jana murió por mi, Jana murió por mi! Mis lágrimas salían, lo pateaba, sin percatarme que le estaba desfigurando la cara, seguí pateándolo, hasta sacar mi hoja. Lo haría, quería hacerlo.

—¡¡Basta!!—unos brazos me sujetaron fuertemente, sacándome de encima de aquel hombre y en medio de esa desolación, intentando de retomar el aire, podía ver a Eren sentado en aquel banco, amarrado, mientras que el capitán Levi me abrazaba a su cuerpo, veía como Jean estaba parado, detenido justo aún lado del cuerpo de Jana, sin expresión la miraba.

—Pero, ¿qué pasó?—fue lo único que se preguntó él, sujetando aún lado suyo aquellos dos niños que me miraron con sus ojos abiertos como platos, yo tan solo caí arrodillada y abatida:

—Lo lamento, lo lamento, lo lamento.—repetía, tambaleando temblorosa, en medio de la locura y tristeza que había en mi interior.—Jean, lo lamento.—repetía, apretando mis dientes.

—No puede ser.—decía él, aturdido, mientras que mis lágrimas continuaban escapándose, evadía mirarlo, porque solo escuchaba los gritos de Marco nuevamente en mis oídos.

—Ai-Aina-Ainara... —me llamaba, su respiración se entrecortaba, todos sus órganos debían estar dejando de funcionar.—Ellos, ellos lo hicieron... —continuaba diciéndome, pero no podía entenderlo.—Hu-huye... —no entendía, solo le miraba con detenimiento.—Jean.—articulaba con dificultad, estaba agonizando frente a mi.—Gracias Ain...

—Ainara, por favor cálmate, por favor.—me pedía Armin en el oído, pero negaba, negaba temblando.

—Fue mi culpa, fue mi culpa.—repetía, sin poder levantar la vista, tan solo lleve las manos a mis oídos, no quería escuchar los sollozos de Jean.—¡Fue mi culpa!—grite, escuchando a Marco hablarme a través de Jana, viendo como Armin lloraba a mi lado, aterrado por mi aspecto, pero el sonido de una puerta me hizo levantar la vista en el momento exacto en que Connie apareció.

—Sasha, está... está muerta.—todo se heló, en un instante todo se detuvo, como cuando Jean cayó arrodillado al suelo, abrazándose al cuerpo de Jana, como Mikasa sobresalió por la puerta corriendo y en cómo yo, deje de ver todo.

Mi cuerpo cayó al suelo, mi cabeza retumbó en medio de la inconsciencia. Mi cuerpo temblaba, sintiendo mi pecho apretarse fuertemente mientras que las gotas de lágrimas y sudor, mezcladas con la sangre también caían aún lado. Los gritos, los sollozos eran fuertes y claros. De lado podía ver cómo Jean se aferraba al cuerpo de Jana, mientras que Connie lo miraba aturdido y Mikasa gritaba al otro lado, yo solo veía mi vista nublarse mientras que el capitán Levi y Armin me hablaban. Lloraba y negaba, como si fuera una niña. Todo de un momento a otro, se derrumbó. Viendo como los verdosos azulados ojos de Eren me miraban, buscaba entender cómo podía estar ahí sin retorcerse del dolor. Armin acariciaba mi mejilla, buscaba mi reacción pero lo único que veía en este momento, era el cuerpo de Jana tirado en el suelo, con sus ojos cerrados como de seguro los estaría el de Sasha.—Perdónenme, perdónenme.—decía aturdida estrechando mi mano hacia Jana, con el deseo de llegar a Sasha.—¡Perdón!—grite en el sollozo que dejó dolor en el eco de todos, sintiendo como el capitán Levi me levantaba y aferraba a su cuerpo para tapar todo, para que no pudiera ver nada, me desmayé de la tristeza y la impotencia de no poder salvar a mis dos queridas amigas.

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