𝐨𝐧𝐜𝐞

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La Isla donde nací, la Isla por la que moriré.

Nadie hablaba. Todos estábamos aquí, en la corte real donde no creí volver a estar, pero así había sido. Después de estar en Marley tanto tiempo, estaba sentada frente a un estrado, visualizando aquel gran líder de las élites, mientras que sostenía aquella carta en su mano, escrita con las palabras que Eren Jaeger otorgó el día en que se fue. Mi mirada estaba seria, fría y sin expresión. Mi flequillo había empezado a crecer, así que tan solo peine mi cabello hacia atrás completo. Me sentía extraña, porque era la primera ves que mostraba la cicatrización en mi oreja derecha. Nos manteníamos en silencio, todos aún lado del otro, esperando algo, esperando un aliento de esperanza para poder llenar esa silla vacía. Jamás había sentido la ausencia de Eren tan fuerte, hasta ahora que sabía que ya no estaba aquí. ¿Como se sentiría en unos años cuando tuviese que morir cuando la vida de su titán llegue al límite? Amargamente trague saliva, reflexionado sobre esa pregunta que de seguro, no podía dejar dormir a quien yacía aún lado de mi cabizbaja. De todos nosotros, Mikasa era la única que mantenía la fuerte esperanza de poder traer a Eren devuelta a casa. Suspire, quedándome sentada en ese banco.

—¿Por qué se tardan tanto?—se preguntó Connie, cruzado de brazos mientras mirábamos como Historia yacía ahí también, hablando en un tono bajo mientras nos miraba de reojo.

—Si, ya se están tardando demasiado.—añadió Jean.—Solo es saber si tenemos que recuperar a ese idiota o no.—expresó este, moviendo su pierna de una manera ansiada.

—Ay si, ya tengo hambre.—opinó Sasha, entristecida.—Niccolo debe estar esperándome.—añadió, cabizbaja, haciéndome mirarla.

—¿Y ese quién es?—pregunté curiosa, en un tono bajo, viendo como Connie rodeaba los ojos.

—Uno de los voluntarios de Marley, está enamorado de Sasha y ella de él.—me respondió él, bufando con sus brazos cruzados.

—¡Eso no es cierto Connie!—exclamó ella, ofendida y avergonzada con sus mejillas ruborizadas.

—Las cartas de Eren fueron claras, nos pidió que confiáramos en Zeke.—musitó Armin, sentado en la esquina, aislado de mi, haciéndome respirar hondo.—Quizás, es lo único que debemos hacer.—añadió.

—Confiar en el hombre que hizo que perdiéramos al hombre que nos guiaría a la victoria, no es una buena opción, Armin.—Jean se dirigió a él de una manera fría, no era en mi defensa, era en su pensar.—No confió en Zeke.—añadió.

—Yo tampoco.—comente yo, en un tono bajo, apretando mis manos ante pensar en él.—Y aún así, parecí hacerlo.—expresé frustrada, recordando sin duda como en algún punto, Zeke y yo parecimos ser cercanos, ¿habrá sido con un propósito?

—¿Qué dijeron?—Mikasa se levantó con prisa, mirando detenidamente al capitán Levi y a la comandante Hange, quienes estaban sin expresión, mirándonos.

—Darius deduce que no podemos hacer nada por Eren.—respondió Hange, de una manera pesada, haciendo que Mikasa soltara un suspiro y se sentara en el banco nuevamente, abatida.—Hasta que no sepamos que Eren correrá peligro, no haremos movimientos.—añadió.

—Pero, Eren puede estar corriendo peligro.—opinó Armin, mirando detenidamente a Hange, quien rápidamente negó.

—Ustedes más que nadie lo saben, Eren siempre avanza un paso más adelante que nosotros. Aunque pierda nuestra confianza, él confía en nosotros y si nos pidió que confiáramos en Zeke, y que esperáramos su próxima carta, es así como debe ser.—musitó Hange, mirándonos apenada.

—Entonces, ¿no haremos nada?—pregunto Connie, levantándose del banco.

—No haremos nada.—afirmó Hange, mientras que en sus ojos se veía el cansancio y tristeza.

—Maldita sea.—artículo Jean, levantándose de igual manera del banco, tomando la mano de Jana.—Vámonos de aquí, ese idiota siempre nos pone en aprietos.—refunfuñaba, yéndose.

—Ainara, tú quédate.—me giré, visualizando a la rubia que se acercaba a mi, con sus azulados ojos.—Hay unas cosas que quiero hablar contigo.—añadió, por lo cual, asentí.

Me senté en el banco, viendo como todos empezaban a irse, uno por uno, abatidos y sin energías, estábamos exhaustos y no tenía nada que ver con el cansancio físico, era emocional. Cerré los ojos, respirando con frustración. Idealizaba una vida genuina, donde todos vivíamos plenamente feliz. Maldecía el día en que escuché a Marco decir eso, decir que sin duda, esperaba las reuniones en alguna boda, en un reencuentro luego de la vejez, pero lo más cercano que hemos tenido a una reunión, es un funeral, y aún me preguntó, ¿cuantos faltan? Tire la cabeza hacia atrás, no dejaba de mover mis manos, estaba llena de muchas emociones, así que me levante bruscamente del banco. Tuve que salir, buscar aire fresco, pero no podía, mucho menos cuando estábamos en este lugar que me traía tantos recuerdos. Porque aunque todo luciera nuevo y diferente, seguía siendo el mismo lugar donde parecí perderlo todo, incluso, las esperanzas. Me quede detenida en un pasillo, cruzada de brazos, escuchando una puerta cerrarse para visualizar como Historia se acercaba a mi, con el atuendo elegante que representaba las legiones, aún era de ese verdoso tan horrible.

—Es un alivio volver a verte por aquí.—expresó ella, deteniéndose frente a mi, mientras me miraba.—No has cambiado nada en lo absoluto.—musitó, con un rostro decaído, alentándome a caminar junto a ella.

—Yo también me siento aliviada de estar aquí.—musité, visualizando cómo sostenía un libro y un papel doblado en su mano.—¿Como has estado?—le pregunté curiosa, viéndola sonreír de lado.

—La ultima persona que me preguntó eso, fue Eren.—indicó, haciéndome sentir su ausencia con más fuerza.—Aunque le dije algo diferente en ese momento, a ti te digo que realmente nada es como creí que sería. Pero, me acoplo como puedo. Darius casi siempre hace todo, empatiza conmigo, al menos lo hace.—expreso, sobresaliendo fuera de aquel cuartel general, donde la brisa se sentía fresca.

—Ymir murió. Se que lo sabes.—comente, detenida con ella bajo ese árbol donde daba sombra, viendo como los demás se montaban en caballo para irse.—Pero, quiero que sepas que la persona por la cual ella decidió morir, tiene muy en claro la vida que quiso vivir.—le contaba yo, viéndola fijamente a los ojos y como estos se le humedecían.—No le diré a nadie, pero él me dijo que lo único que vio en los recuerdos de Ymir, fue a ti y en cómo ella se miraba al espejo, diciendo que no amaba a nadie, como te amaba a ti.—conté apenada, viéndola respirar para evitar las lágrimas.

—Ay Ymir, siempre fue tan tonta y orgullosa.—murmuró, restregando sus ojos.—Pero ya no está, ¿qué se puede hacer?—se preguntó, estrechando su mano para pasarme lo que sostenía en su mano.

—¿Qué es esto?—pregunté curiosa, sosteniendo el libro y la carta en mis manos mientras la miraba detenidamente.

—Este fue uno de los libros que Eren encontró en el sótano de su casa en el distrito principal del muro María.—explicó primeramente.—Aquí, hay anotaciones de Grisha Jaeger referente a tu madre e incluso, hay una foto, una hermosa foto que quizás quieras ver de ella.—abrí el libro, visualizando cómo primeramente había un retrato, de esos que hacían en Marley.—Si, es como si fuera Annie con tu físico.—expresó en una sonrisa al ver mi expresión de asombro al visualizar a dicha mujer en el retrato.

—¿Y esto?—pregunte referente a la carta, pero quede helada cuando vi la insignia del emisor.—¿"De Erwin"?—me pregunté confundida.

—Tú padre me la hizo llegar a mi para guardarla el día en que partieron al muro María.—respondió.—Todas sus cosas fueron guardadas para ti, incluso su comandancia como petición principal de él, pero cómo creímos que habías muerto. Hange quedó a cargo. Ahora que has vuelto, quizás puedas considerarlo.—indicó ella.

—No. Así esta bien.—respondí rápidamente.—Ella lo está haciendo más que bien.—musité.

—Te dejaré sola.—dijo, girándose para irse, mientras que rápidamente me giré viéndola.

—Oye, Historia.—la llame, viéndola detenerse.—Yo también te eche de menos, ¿sabes?—ella sonrió, asintiendo rápidamente con una sonrisa.

Se giró nuevamente, yéndose. De muchas vidas, de tantas personas que conocí, creo que Historia y Eren fueron las personas que más se apagaron. Una parte de mi, odiaba saber que fue así, porque no podía hacer nada por cambiarlos, no podía hacer nada por volver a verlos tan felices como solían ser. Sostuve el libro, como también la carta que no me atrevía a ver, así que me giré y anduve nuevamente en el interior del cuartel, donde camine solitaria por los pasillos que me llevarían a un lugar donde debía ir, un lugar donde debía enfrentarme a mi misma. Me detuve, justamente frente a la puerta de aquel calabazo, abriendo la puerta que ocasionó un ruido chillante. El lugar se sentía igual de solitario que la última ves, pero verla de nuevo ahí, en esa cristalización me hizo sentir un sentimiento que creí no sentir jamás. Era resentimiento, me resentía verla ahí. Cerré la puerta a mis espaldas, dejando las cosas en el suelo para pararme frente a ella. La cristalización seguía fría, seguía ahí en medio de ese endurecimiento como hace tres años. Toque el cristal, hasta que sentí ese sentimiento invadirme el tope de golpear fuertemente el cristal. Con mis labios temblorosos, gritando de rabia, lo golpeé una y otra ves, rasgando mi nudillo y llenando el endurecimiento de sangre.

—¡Te odio, maldita sea te odio!—gritaba, con mis ojos llorosos, teniendo tantos recuerdos, tantas memorias donde ella estaba ahí.—¡No eres mi hermana, no eres nada para mí Annie, no eres nada!—seguía diciendo en medio de un sollozo.—¡Ella murió por tu culpa, ella murió por ti! ¡Tú me quitaste la oportunidad de conocerla, de abrazarla como tú lo hiciste y te odio, por eso te odio tanto!—las lágrimas salían sobre mi, golpeando con más fuerza el cristal, hasta que solté una bocanada de aire cuando unos brazos me sostuvieron y apegaron a su cuerpo.

—¡Basta, no hagas eso!—su voz resonó en mi oído como una punzada en el corazón, haciéndome llorar más fuerte, haciéndome sentir impotencia.—¡Por favor, no te lastimes, por favor!—me pedía Armin, mientras que forcejeaba con él.

—¡Suéltame!—le pedí, empujándolo lejos de mi, mientras que las lágrimas bajaban por mis mejillas al igual que la sangre de mis nudillos caía al suelo, haciendo que Armin se acercara.

—No te hagas eso, por favor, no hagas esto.—me pedía, agitado, mientras veía sus ojos humedecerse, haciéndome reír eufórica.

—¿Vas a llorar? ¿De verdad?—le pregunté, con un fuerte nudo en mi garganta al verlo ahí.—Eres un cínico.—exclame, caminando para recoger las cosas, pero Armin apretó mi brazo fuertemente hasta retenerme en la pared, con su cuerpo.

—No quería hacerte daño. Yo no quería lastimarte.—dijo cabizbajo, haciéndome ver como sus lágrimas bajaban por sus mejillas.—Eres lo más que amo en este maldito mundo. Por favor, entiéndeme, por favor no lo hagas tan difícil para mi.—expresó, pero suavemente me aleje de él.

—¿Como puedes decirme eso Armin?—le pregunté, dolida, viéndole sus labios temblar.—Sabiendo que eres lo más que amo, que me entregue a ti en cuerpo y alma, me miraste a los ojos y me dijiste que no me amabas.—indique llorosa, intentando de no sollozar él se acercó a mi.—No, quédate ahí.—pedí, levantando mi mano para que me diera espacio.

—No soportó verte y no poder tocarte, no poder abrazarte, por favor, solo escúchame.—pidió, pero negué, acercándome a la puerta para irme.—Por favor.—volvió a pedir, para así, salir de la puerta en silencio sin decir nada.

—Solo quiero ir a ver el mar, solo eso quiero.—murmure.—El mar que nos separó, él mismo mar que nos hizo abandonar nuestro sueño.—articule, mis lágrimas caían, haciéndome sentir un fuerte dolor en mi corazón.

Ver sus ojos azulados derramar lágrimas, escuchar su ahora gruesa y ronca voz llorosa, me partió tanto el alma, pero no tanto como aquel día donde me miró a los ojos y dijo que no me amaba. Yo no podía olvidar esas palabras, aunque quisiera, no podía detener el sangrado interno que Armin dejó con esa afirmación. Deje de llorar, sintiendo mis ojos hinchados, como también podía sentir que me ardían y más cuando veía la iluminación del día. Camine, en medio del atardecer que siempre me alcanzaba, quizás, era por el hecho de que lo esperaba en el día para disfrutar de sus colores. Tome aquel ferrocarril, que por primera ves veía en esta Isla, como todas las cosas nuevas que ahora habitaban en ella. Tantas cosas modernas y nuevas, ¿en un futuro habrá algo más moderno que esto? No lo sé, solo espero poder verlo. Estaba entristecida, consumida por un sentimiento de desamor que no quería sentir. Solo quería poder ver que todo estaría bien. Que quizás, en algún momento mis labios y los de Armin vuelvan a unirse, como las olas siempre se unen a la orilla, donde la arena la abraza y sostiene antes de que pueda volver a irse. Suspire, soltando mi cabello para que la fresca brisa de la playa lo llevara, mientras que mis pies se remojaban en el mar, dirigí mi mirada a la carta. Justo como lo hice con la de mi madre.

"Querida Ainara:"

   Hija, escribo esta carta con la esperanza de que nunca tengas que verte obligada a leerla, pero temo que siempre que llega la hora para una persona, puede sentirlo en el pecho, justo como tú madre el día en que decidió irse para siempre. Hoy, por alguna extraña razón no he podido dejar de pensar en ella, la mujer que robó mis suspiros e inclusive, mi corazón. Su ida me dejó muy vacío, pero estando contigo y viéndote crecer, sano el abandonó y la ausencia que dejó a nuestro alrededor. Se que estás creciendo, que aún seguirás creciendo y temo que tu padre no estará ahí para ti, pero recuerda que una parte de ti, siempre será parte del amor que tú madre y yo nos teníamos. Me conoció cuando no buscaba nada, cuando simplemente el mundo parecía ser muy solitario. Un mundo solitario que ella llenó de amor, por eso, nunca pude odiarla aunque quisiera, nunca pude hacerlo.

   Quizás, no pude ser el padre que querías, pero si el que necesitabas. Porque, sé que aunque querías un padre que te amara, te despertara cada mañana, fui el padre que te selló un camino amplio y plano, con las herramientas adecuadas para tu supervivencia, fue el padre que llego tarde a casa para darte un beso de buenas noches, pero fui el padre que el mundo escogió para ti. Querida hija mía, no importa donde apare el destino, a donde vaya yo, o a donde vayas tú después de esta misión, quiero que sepas que yo siempre te esperaré, como tú me esperabas detrás de la puerta cada día con la ilusión de que volviera a ti con vida. Solo que, esta ves hay una puerta entremedio de nosotros y no sé cual de los dos ya no la vaya abrir, espero que sin duda, sea yo. De verdad espero que sea así, aunque suene egoísta.

   No podría vivir sin la persona que me enseñó que la vida tenía un propósito, más allá de un sótano o de una verdad, se trata de avanzar y sacrificar algo, para que los demás sigan el camino. Hija mía, no dejes que este mundo cruel te venza. Sufrirás, perderás, pero esta bien si es así, esta bien, lo prometo, todo estará bien al final del día. Tu padre, quien te ama hoy, te ama mañana y te amará para siempre, te dice que todo estará bien, porque tenemos un propósito. Y no es solo salvar la Isla que te vio nacer, la Isla por la cual moriría, si no, vivir. Hoy más que nada, quiero que mi hija viva. No necesito saber si fui un buen padre, porque estoy seguro que el amor que recibí del mío, fue sin duda una de las experiencias más gratas para tú crianza niña mía. Si hoy no regreso a ti, si hoy no abro la puerta de la cual estás atrás esperando, te prometo que algún día, la volveré abrir para ti.

—Mientras tanto, sigue avanzando. Es una orden, de tu padre, el comandante de la legión, Erwin Smith. Te ama, papá."

Solté la carta, en medio de las lágrimas que caían al mar. Esta ves, sentí algo más fuerte que la noche en que leí la carta de mi madre, aquella quien tampoco yacía aquí, ahora ambos estaban más allá, esperándome detrás de una puerta que ansiaba volver abrir. Camine, sentándome en la arena, respirando hondo para llorar entre medio de mis piernas, las cuales abrazaba. Realmente, no había algo más que extrañara, que ver a mi padre en medio de todos con su semblante firme y serio. Todavía anhelo el poder volver atrás, solo para abrazarlo aquel día y decirle cuanto lo amaba, pero aunque quisiera poder cambiar algo, no podría hacerlo. No estaba enojada. No estaba enojada porque haya sido él, y no Armin, estaba enojada conmigo misma al saber que mi padre fue capaz de abandonar todo, por salvar lo que para él parecía ser la esperanza y me enojaba saber, que tanto Eren como yo, estaban haciendo lo mismo, para poder salvarlo todo. Pero al menos estoy aquí, al menos eso importa. Volví a casa. Al lugar donde ya no están, pero les recuerdo con amor. Marco, Hanes, Ymir, papá y mamá, se que están aquí, en las olas donde anhelaron nadar. Denme la fuerza para pelear, porque con lo que mi corazón sabe, no tengo el valor de poder continuar.

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