𝐬𝐢𝐱𝐭𝐞𝐞𝐧. (real life) ⊹ touching my hand in the darkened room.

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𖥔 ּ ִ 𝐬𝐢𝐱𝐭𝐞𝐞𝐧. touching my hand in the
darkened room / real life.

📍CALIFORNIA, ESTADOS UNIDOS.
🗓️ 22 DE ABRIL, 2015
🕝 21:47 p.m

DESPUÉS DE LAS EXHAUSTIVAS PARTIDAS A LOS videojuegos y de casi morirse de risa, Stephanie entró al salón y propuso salir al jardín a cenar. Hacía una buena noche, no era ni muy fría ni muy calurosa, así que aceptaron y ayudaron a trasladar las cosas de la cocina a la mesa del jardín. La abuela no fue. Su hijo ayudó a meterla en la cama y luego acompañó a la familia.

La cena eran unos bocadillos varios y la tarta que había sobrado, pero más que la comida la cena se trataba de reír y hablar. No hubo un solo segundo en el que el silencio de la noche permitiera a los grillos cantar, porque la familia se encargaba de ello.

-Chicos, deberíais ir yendo a la cama -Stephanie dijo cuando las risas cesaron -. Mañana hay que levantarse temprano para ir a la playa.

-¿A qué hora? -preguntó Daniel. Tenía la boca manchada de chocolate de la tarta y nadie le había dicho nada.

-A las nueve. -Stephanie continuó hablando antes de que su hijo tuviera la oportunidad de quejarse -: Hay que preparar la comida y todas las cosas, Dan. Así que toca madrugar.

-¿Dónde va a dormir Ryan? -preguntó Dawn, llevándose el vaso de agua a los labios.

-Pues contigo.

Dawn luchó por no escupir el agua y tosió cuando por fin tragó. Tendría que haberlo visto venir.

-Las dos habitaciones de invitados están ocupadas -recordó su madre -. Una es para la abuela y otra es para Hannah. Además, sois marido y mujer. No nos vamos a asustar. Ya somos todos mayorcitos para saber lo que hacéis cuando...

-¡Mamá! -exclamó Dawn, horrorizada. Ryan a su lado se rió -. Por dios.

-¿Qué? Es algo completamente normal, cariño. No te avergüences.

-Deja de hablar, por favor -le pidió ella, con las mejillas coloreadas por un tono rosado.

Llevaron los platos sucios a la cocina. Thomas insistió en que él se encargaría y luego se desperdigaron por la planta de arriba. La habitación de Daniel estaba al final del pasillo, Hannah se metió en la habitación de invitados individual en la otra punta del pasillo. La habitación de la abuela estaba junto a la suya, luego iba el baño, la habitación de sus padres y por último la de Dawn.

Antes de meterse en su habitación, Daniel se detuvo, le dio dos golpecitos en el hombro a su hermana y le dijo:

-Buenas noches, anciana. Y tú -señaló a Ryan y entrecerró los ojos -, las manos quietecitas.

Ryan levantó las manos en el aire en señal de inocencia.

-Que te den, enano -le contestó su hermana, rodando los ojos.

Dawn se dirigió a su habitación y abrió la puerta. Hacía tan solo dos años que no entraba en ese lugar, pero siempre le sorprendía la nostalgia que le daba. Las estanterías llenas de libros, CDs y DVDs que había decidido no llevarse a Nueva York, los animales de peluche repartidos por toda la habitación, las paredes pintadas del color morado más brillante que habían encontrado en la tienda, las fotografías en el corcho de la pared y en los marcos y los pósteres pegados con chinchetas en la pared.

Los pósteres llevaban ahí desde que Dawn había comprado el primero a los trece años, y había sido el de James Dean que estaba en la pared de la izquierda para que cuando se levantara por las mañanas fuera lo primero que viera. Había otro de Bon Jovi, uno de La Boda de mi Mejor Amiga y otro de... Ay no.

-Creo que conozco a este chico -Ryan dijo con sarcasmo, señalando su cara en el póster de The Notebook.

-Antes de que te emociones, debes saber que ese póster tiene una explicación -dijo Dawn. Ryan se cruzó de brazos, totalmente interesado -. Yo ya había visto la película antes, el mismo año que salió, pero fue la primera película que vi con mi hermano. No fue muy buena elección para un niño de diez años, la verdad. Pero le tocaba elegir y no quería que me tirara del pelo, así que tuvimos que verla. Desde entonces empezó su obsesión con Rachel McAdams. A los trece se compró el póster, pero no cabía en su habitación y me lo quedé yo.

-¡Me rogó que se lo diera! -gritó alguien. Dawn se giró y vio que en ese momento su hermano salía corriendo hacia el baño.

-¡Renacuajo, como te pille no lo cuentas! -amenazó Dawn, asomándose por la puerta. Daniel le sacó la lengua antes de entrar en el baño y Dawn cerró la puerta de su habitación -. No le rogué que me lo diera.

-Ya -contestó él soltando una risa.

-¡Es verdad!

Dawn sacó el pijama de su mochila, le dijo a Ryan que iría al baño a cambiarse y estuvo golpeando la puerta dos minutos hasta que Daniel salió del baño. Antes de volver a su habitación, Dawn le pellizcó una mejilla y se encerró en el baño para que no pudiera devolverle el ataque. Se puso el pijama rápidamente, se lavó la cara para quitarse el maquillaje y llamó a la puerta antes de volver a entrar en su habitación por si acaso Ryan seguía cambiándose.

Dawn guardó la ropa en su mochila y se sentó en la cama. Era de dos plazas, lo que era un verdadero alivio porque, de lo contrario, habrían tenido que dormir bastante apretados. Escuchó movimiento a su espalda y se giró para ver a Ryan coger un cojín y tumbarse en el suelo.

Dawn frunció el ceño y se recostó en la cama, dejando la cabeza sobresalir del colchón para observarle. Estaba bocarriba, mirando al techo.

-¿Qué diablos haces?

-Intentando dormir.

-Qué tonto eres -dijo ella, rodando los ojos con diversión -. Anda, levanta de ahí. Hay sitio suficiente para los dos.

Dawn se puso de pie, deshizo la cama y se metió debajo de las sábanas al mismo tiempo que él lo hacía. Estiró el brazo y pulsó el interruptor de la luz. La habitación se quedó a oscuras.

Durante dos minutos, no se escuchó nada. La luz del pasillo seguía encendida y entraba por debajo de la puerta, lo que permitía que ambos se vieran por el rabillo del ojo. Estaban los dos bocarriba, con la mirada fija en el techo morado de la habitación y los brazos pegados al cuerpo. Una franja de tela separaba sus cuerpos.

Dawn suspiró, cerró los ojos y se giró, quedando de cara con la figura oscura de Ryan. Tenía que decir algo. Odiaba los silencios incómodos.

-Tengo que darte las gracias -dijo. Ryan giró la cabeza sobre la almohada para mirarla -. Por venir, en primer lugar. Y por ser tan amable con ellos. Sólo hice todo eso de las tarjetas para que no pensaras que mi familia estaba loca, pero los has tratado súper bien. Gracias, de verdad.

-No hay de qué -contestó él, esbozando una pequeña sonrisa -. Además, me gusta tu familia.

-¿Sabes? Pensaba que estos dos días iban a ser una pesadilla, como todos los anteriores -admitió -. Pero ha sido todo lo contrario. Nunca he visto a mi madre tan sonriente en los últimos años. ¿Y mi padre? Por dios, le ha faltado invitarte a pescar.

-En realidad, lo ha hecho -Ryan confesó. Dawn se incorporó un poco y arqueó las cejas, incrédula -. Algún día de verano, me ha dicho, cuándo tenga un hueco libre.

-¡No me lo puedo creer! -dijo ella, y se dejó caer sobre la almohada -. ¿Has aceptado?

-Tu padre tampoco me ha dejado otra opción. Me ha dicho que ir a pescar con el padre de tu esposa es una tradición familiar que se remontaba a años atrás -explicó -. Él tuvo que hacerlo con el padre de tu madre y tu abuelo con tu tatarabuelo...

Dawn soltó una risotada.

-Te ha mentido.

-¿Qué?

-Te has tragado la peor mentira del mundo -le dijo, sonriendo como una niña pequeña -. No me puedo creer que te hayas tragado lo de la tradición familiar.

-¡Sonaba muy convincente! -se defendió, alzando las manos en el aire y riéndose. Dawn se rió a la par.

Esta vez, cuando la habitación se quedó en silencio, no hubo incomodidad. No había un matrimonio lleno de mentiras y falso cariño. Solo dos amigos compartiendo cama que habían tenido un buen día juntos.

Sin embargo, me gustaría examinar a profundidad la palabra amigos con la que he descrito a este par, porque no estoy segura de que sea la palabra adecuada. Cuándo él estaba cerca, ella sonreía. Sonreía como no lo había hecho en los últimos dos años y seis meses, sonreía como nunca lo había hecho en sus cuatro matrimonios anteriores. Cuando ella estaba cerca, el mundo de él se reducía a ella y solamente a ella. Sus ojos verdes, las pecas que le salpicaban las mejillas, el humor tan natural y sus muecas graciosas...

Pero no era amor. Al menos, no todavía.

O tal vez sí, pero ellos aún no lo sabían.

Quizá simplemente estaban actuando tan bien que se habían metido demasiado en el papel.

O puedo que solo fuera una tontería y se hubieran vuelto locos.

Pero mientras la habitación se quedaba totalmente a oscuras, rodeada de silencio, estos dos amigos no podían evitar mirar por el rabillo del ojo a la persona a su lado. Y más abajo, allí donde se encontraban sus manos, un imán tiraba de ellas para que aquella franja de tela que los separaba desapareciera.

Dawn posó la mano al lado de su cuerpo, imitando lo que Ryan había hecho tan solo unos segundos antes. Empezó a jugar con la sábana, cada vez acercándose más a él, hasta que finalmente sus manos se rozaron. Dawn se quedó estática un momento, la respiración se le entrecortó un segundo. Entonces, sintió que él tumbaba la mano sobre el colchón y esperaba en silencio a que ella llenara el espacio vacío en la palma de su mano.

Y ella así lo hizo.

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