𝐯𝐞𝐢𝐧𝐭𝐢𝐭𝐫𝐞𝐬

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𝟐𝟕 𝐝𝐞 𝐦𝐚𝐲𝐨 𝐝𝐞 𝟐𝟎𝟎𝟓

Había pasado una semana desde la pelea entre William y Emma, y no habían vuelto a hablar más. Emma sabía que la relación estaba más que acabada, sobre todo si él no había hecho nada por hablar con ella.

Aunque había veces que se arrepentía de su decisión, se recordaba a sí misma que había hecho bien en no echar su sueño por la borda por un chico que ni siquiera creía que ella pudiera llegar lejos. No. No se lo permitiría.

Pero no había sido tan fuerte como ella creía que era, qué va. Lo había pasado horrible. Habían terminado todos los exámenes y en vez de celebrar que había acabado el curso y que se iba a Estados Unidos, como habría hecho cualquier persona, se pasó las tardes y las noches llorando tirada en su habitación. Se refugiaba durante horas bajo las sabanas y dejaba la almohada empapada por las lágrimas. Era de las peores sensaciones que jamás había experimentado. Un corazón roto era letal.

Lo que más le dolía era escuchar las canciones que William le grabó en la mixtape que le regaló cuando ella cumplió los dieciséis años. La escuchaba una y otra vez mientras sollozaba y pensaba en él. Aunque no quería estar así, no lo podía evitar.

Había sido la primera vez que se había enamorado, y eso no se olvidaba tan fácilmente. Aunque había decidido que debía escoger la opción de su carrera como cantante, eso no significaba que se preguntase constantemente si había hecho bien en tomar ese decisión. No paraba de pensar en qué habría pasado si decidiera quedarse aquí. Pero si lo pensaba fríamente, Will no había sido Justo con ella. Para nada.

La situación con el resto de las personas en su entorno tampoco ayudó mucho.
Nada más romper la relación, Skandar y Ben corrieron tras William para hablar con él, y Emma los vio más tarde, como una hora después. William estaba tan triste que al parecer lloró desconsoladamente delante de sus amigos. El corazón se le rompió más a Emma –si eso era posible– al escuchar esas palabras por parte de su hermano.

Sus amigas estuvieron con ella durante toda la tarde, y hasta la acompañaron a su habitación para taparla y ponerle el pijama. La durmieron contándole cosas graciosas y situaciones embarazosas para que su mente se evadiera un poco y dejase de pensar en el rubio. Pero la noche de la ruptura no sería la única en que Emma se dormiría entre llantos ahogados por la almohada.

Ben y Skandar aseguraban que entendían ambas partes, pero cuando estaban con Emma la apoyaban incondicionalmente para que siguiese su sueño.

El problema era que el grupo, de esa manera, no sabía cómo dividirse. Daisy era la hermana de William, pero también amiga de Emma. Anna era amiga de Emma, pero novia de Ben, y por lo tanto al verlo William estaría allí. Skandar era amigo de ambos... Era todo muy complicado. Pero si había algo claro era que ninguno de los dos quería verse, y eso afectaba al resto del grupo.

Además, el ambiente entre ellos era de tristeza pura. Había afectado a todos por igual. Las quedadas ya no eran iguales y el no tener a aquella pesada y graciosa pareja conseguía que las tardes fuesen más grises. Los echaban de menos.

Y los dos se echaban de menos, también.

Los padres de William parecieron muy disgustados cuando se enteraron de la horrible noticia y una tarde hasta fueron a visitar a Emma para saber cómo estaba. Los padres de Emma hicieron lo mismo con William y fueron a verlo para contarle lo mal que estaba Emma. La chica les gritó que no quería hablar con ellos jamás por haberle contado aquello al rubio.

Aunque se le pasó a los dos minutos, y después abrazó a su madre mientras se derrumbaba de nuevo.

Pero ese día debían verse a la fuerza.

Era el día en el que repartían las notas, y después tendrían la graduación. El día de las notas todos debían acudir al colegio con el uniforme, como tributo al último día en que lo llevarían, y después debían hacerse una ultima foto para la orla del curso.

Emma se maquillaba mientras bebía un café con leche en su habitación. Mientras, escuchaba una canción de Avril Lavigne. Era de desamor, claramente. Esas eran las canciones que ella quería escuchar últimamente, todo de desamor.

No se maquillaba mucho para las fotos del curso, simplemente se ponía algo de rímel, colorete e iluminador en los ojos. Era para destacar sus mejores facciones de manera natural.

Estaba nerviosa, llevaba sin ver a William una semana y no sabía cómo reaccionaría. Intentaría hacer como si nada y salir de allí lo más rápido posible. Si no cruzaba una palabra con él, mejor.

Pero las cosas no saldrían como ella quería.

Andaba junto con Rachael y Anna hacia clase, cuando se encontraron con Harper Fox. Ella se dirigía hacia la puerta del instituto seguida de Flora, que les sonrió. Desde que Harper y Emma hicieron las paces, las cinco parecían llevarse bien. Aunque no llegaban a ser muy amigas, podían entablar conversaciones amistosas.

—¡Hey! —Las saludó Harper, y se acercaron a ellas—. ¿Cómo lo lleváis?

—Estamos nerviosas —contestó Rachael—. Me espero de todo cuando vea las notas.

—Querías estudiar Astrología, ¿no es así?— le preguntó Flora. Rachael asintió—. Mi hermana está estudiando eso, si entras en la carrera te puede pasar apuntes de otros años.

Rachael no pudo estar más contenta con esa propuesta.

Entraron en el colegio y comenzaron a subir las escaleras. Su clase estaba en el último piso, y tenían que subir como cuatro plantas antes de eso. Iban a paso lento, pues no había prisa.

—¿Cómo estáis Ben y tú?— le pregunto Harper a Anna.

—Bastante bien. Es muy atento y cariñoso conmigo.

—Y guapo— dijo Flora. Todas rieron, incluso Emma—. ¿Y tú cómo estás con William, Emma?

Flora acababa de meter el dedo en la llaga y las amigas de Emma la miraron con tristeza y preocupación. Harper y Flora parecieron comprender las expresiones de las tres chicas, porque rápidamente formaron una mueca en su rostro.

—Lo dejamos hace una semana —Emma se encogió de hombros—. Fue un egoísta... Pero lo echo de menos.

—Vaya —respondió Harper—. Lo siento mucho. —frunció el ceño y posó su mano en el hombro de Emma—Realmente hacíais buena pareja.

—Ya, bueno —Emma se encogió de hombros—. Anna y yo nos iremos a Estados Unidos, así al menos será más fácil olvidarlo.

—No tendrías que olvidarlo si no te fueras a Estados Unidos -comentó Rachael. Emma la miró mal. La castaña pareció darse cuenta de que no debía haber dicho.

Flora y Harper se miraron con confusión.

—¿Estados Unidos? —Preguntó Flora.

—Emma y yo vamos a grabar un disco— contestó Anna con emoción.

Los ojos de las chicas se iluminaron al escuchar esa noticia y rápidamente les dijeron lo mucho que se alegraban por ellas. Era una muy buena noticia. Nadie de su colegio era famoso y pronto les dijeron que se acordaran de ellas cuando lo fueran.

—Siempre seré la chica que Emma Barnes odiaba en primaria —comentó Harper entre risas—. Es todo un honor.

Emma rió también a la vez que llegaban al final de las escaleras. Las risas de las chicas se apagaron al ver el grupo que tenían frente a ellas. Apoyados en un ventanal que daba al jardín precioso del colegio estaban Clay, Rowan, Logan –otro chico de la clase– y William. Los chicos las miraron mientras ellas dejaban de reír.

Aunque todos miraban a todas, William y Emma solo se miraban entre ellos dos. William estaba comiendo una manzana de color verde, pero se quedó a medias de dar el siguiente bocado en cuanto vio a Emma parada frente a él.

Lo que ella no sabía era que William se había pasado todos esos días deprimidlo, tirado en su cama y sin querer hablar con nadie. Se había pasado las tardes abrazando a Anakin, su gato, porque le recordaba a ella. Se puso incluso la sudadera que ella llevaba puesta la noche que se quedó a dormir. Sus padres y sus hermanos estaban preocupados por él, por su estado de ánimo. Pero él se recompuso y fue a clase como si nada, y trató de hacer como si le diese igual aquel tema frente a sus compañeros de clase.

Ella pensaba que se desmayaría allí mismo. Estaba tan atractivo... tenía su cabello rubio algo despeinado y su flequillo largo hacía un lado. Llevaba la camisa blanca por debajo del chaleco azul y encima de los pantalones.

Él pensó que ella también estaba muy guapa. Emma llevaba su cabello castaño suelto, con ondas naturales en los mechones al lado de su rostro. Como hacía calor, llevaba la falda corta y los calcetines del uniforme. Llevaba solo la camisa y el jersey lo llevaba en un brazo para no pasar más calor del que hacía.

Ambos tenían ganas de lanzarse a los brazos del otro.

—¿Qué tal? —le preguntó Anna a los chicos.

—Bien —Clay se encogió de hombros—. A ver qué sacamos.

—Si los exámenes se os han dado tan bien como a mi, creo que no deberíais esperaros mucho -comentó Flora en broma, tratando de hacer más liviano el ambiente.

Pero la tensión se podía cortar con un cuchillo. La ex pareja no dejaba de mirarse, sin decir ni una sola palabra.

—Deberíamos ir a clase —dijo Emma dejando de mirar a William, dirigiéndose a sus amigas.

Las chicas asintieron y se dirigieron hacia su clase, dando la espalda a los chicos.

—Eso, vete. Es lo que sabes hacer —escuchó murmurar a William.

En ese momento Emma se giró rápidamente con expresión llena de furia, pero William se daba la vuelta sin mirarla y tiraba la manzana hacia atrás. Lo que no sabía era que al no mirar dónde la tiraba, acabó dándole en el ojo a Emma.

Emma soltó un grito a la vez que tocaba su ojo con dolor. William se giró con rapidez para mirar lo que le ocurría a la chica, preocupado. Entonces corrió hacia ella, se sentía muy mal por haber hecho eso.
Ella tocaba su ojo, era el mismo dolor que sintió cuando años atrás Louis Partridge le golpeó sin querer con el bate béisbol.

—Lo siento, Emma —decía él con nerviosismo, y posó sus manos en la mano de Emma que tapaba su ojo—. Ha sido sin querer, te lo juro.

Sonaba realmente arrepentido, pues no había lanzado la manzana pensando que le golpearía a ella. Pero ella miró con mucho enfado a William y lo empujó para que se separase de ella cuando antes. Al estar al lado de las escaleras, William cayó por ellas hasta quedar en la pequeña plataforma que había entre un piso y otro.

Todos gritaron y corrieron a ver cómo estaba el rubio.

Él tocaba su muñeca con dolor mientras cerraba los ojos. Emma sonrió.

—¡Will! —Gritaron Rachael y Anna acercándose a él.

Lo ayudaron a incorporarse, pero al chico le dolía mucho su muñeca.
Se quejó mientras andaba y la sujetó para que le doliese menos.

Emma se levantó mientras notaba cómo su ojo palpitaba del dolor. Rowan se acercó a ella.

—¿Estás bien?

Emma asintió mirando a William, que volvía a subir las escaleras rodeado del resto. Él la miró con enfado, y ella hizo lo mismo.

Si quería volver a la vida que tenían antes, basada en los insultos y peleas, eso tendría.

[...]

William y Emma fueron a la enfermería del colegio por separado, y el diagnóstico fue que William se había lesionado el radio de la muñeca, pero no había llegado a rompérsela. Ahora llevaba una venda sujetada por una cinta alrededor de su hombro hasta la muñeca.

A Emma la enfermera le había embutido el ojo en una crema que aliviaba hinchazones, pero se le había puesto morado de nuevo, igual que ocho años atrás.

Harper le dejó unas gafas de sol para tapar el ojo, y ella se lo agradeció. Todos entraron en la clase más tarde que el resto, la profesora pareció un poco contrariada.

La profesora siguió dando su discurso sobre el gran curso que habían vivido, lo bien que lo habían pasado y lo orgullosa que estaba de sus alumnos. Emma no escuchaba nada, solo podía respirar agitadamente mientras planeaba la muerte lenta y dolorosa de William. Él, al otro lado de clase, planeaba cómo le lanzaría una manzana más grande aún la próxima vez.

—Barnes, quítese esas gafas de Sol —le dijo su profesora, consiguiendo que toda la clase la mirase.

—No -la muchacha negó con la cabeza mirando a la mesa.

—Si no obedece mis reglas, tendré que verla en el castigo después de clase -prosiguió la profesora.

Emma resopló y pensó que lo mejor sería hacer lo que la mujer le decía, porque lo último que necesitaba ese día era quedarse en un castigo estúpido durante un par de horas.

Se quitó las gafas y todos soltaron un grito ahogado.

—¿Contenta?— le preguntó a la profesora con mucha molestia.

—¿Qué le ha pasado a tu ojo?— dijo la mujer con preocupación, acercándose a Emma.

Emma no tenía pensado contestar, pero alguien habló por encima del murmullo que se escuchaba en toda la clase.

—Le he tirado una manzana. —William la miró con malicia.

Emma le lanzó la mirada más aniquiladora que pudo hacer. Anna parecía muy nerviosa a su lado, rezando para que aquel momento horrible pasase de una vez.

La profesora analizó el estado de William, al haber hablado él.

—¿Y qué le ha pasado a tu brazo, Moseley? —le preguntó ahora.

Emma soltó una risita que todos pudieron escuchar. Harper y Rachael se lanzaron miradas nerviosas.

—Le he empujado por las escaleras.

William entrecerró los ojos mientras la miraba.

La profesora les miraba con los ojos muy abiertos, sorprendida por la actitud y respuestas de sus alumnos. Realmente no se esperaba aquella escena en medio de clase, y menos el último día con ellos.

—¡Detención para ambos!

—¿Qué?— Emma parecía muy indignada.

—¡Ni siquiera ha pasado en clase!— se quejó William.

La profesora parecía muy convencida de su decisión, y no hubo peros que le valiesen. Estaba decidido, ambos estaban castigados.

Ahora, Emma no solo tenía que soportar un estúpido y largo castigo el último día de clase, si no que debía sufrirlo junto a William. Seguramente serían los últimos, porque el último día no se solía castigar a mucha gente. Esa profesora no estaba bien de la cabeza, eso estaba seguro.

En la mente de Emma rezaba porque no tuviese razón y hubiesen más castigados junto a ellos.

La profesora repartió las notas un poco después y cuando llegó a la mesa donde Anna y Emma estaban sentadas le lanzó una mirada orgullosa a las dos.

Le dio el papel a Anna, y antes de dárselo a Emma le dijo unas cuantas palabras.

—Señorita Barnes, no me esperaba estas calificaciones —Emma se asustó al escuchar esas palabras, ¿había sacado malas notas?— Y no sabe cuanto me decepciona su comportamiento de hoy. Espero que guardemos una buena imagen mutua, y que no sea esto lo que recuerde de mi después de salir de esta institución.

Le guiñó un ojo y salió de ese lugar para repartir el resto. Emma recogió el papel después de fruncir el ceño y lo levantó para leerlo con dedos temblorosos y respiración agitada.

Conforme leía, su corazón iba latiendo más y más rápido. No se lo podía creer.

Estaba a punto de ponerse a bailar en medio de clase a pesar de lo ocurrido anteriormente.

Había sacado seis notables altos y dos sobresalientes.
Aún no cabía en su sorpresa. Estaba claro que los profesores habían sido más generosos respecto a sus calificaciones al ver que ella había puesto más empeño en mejorar.
Emma tapó su boca con sorpresa mientras evitaba soltar un grito de felicidad.

El esfuerzo había tenido recompensa.

Anna había sacado todo sobresaliente y Rachael había sacado cuatro notables, un sobresaliente y tres bienes. Pero eran notas pasables para su carrera y su Universidad. Las tres se abrazaron con felicidad mientras comentaban lo contentas que estaban de haber terminado todo por fin.

Cuando se separaron y Harper y Flora les contaron lo que ellas habían sacado, Emma miró inconscientemente a William, que hablaba de algo con sus amigos. No llegaba a ver su rostro, así que no pudo ver si estaba feliz o triste.

Se sorprendió al ver que se preocupaba por él, y que en el fondo deseaba con todo su corazón que hubiese sacado buenas notas. Se regañó a sí misma.

—Ahora sí estamos preparadas para ir a Los Ángeles —le dijo Anna, sonriente.

Emma solo esperaba no arrepentirse de su decisión y no haber dejado a William por una causa que no lo merecía.

[...]

Por desgracia para Emma, sí que eran los únicos castigados ese día. Ella rayaba con su boli la madera de la mesa de clase donde estaban sentados al final de clase. William estaba al comienzo de esta.

A veces miraba su nuca con enfado y después resoplaba para mirar a la ventana. Sus amigas estaban ahí fuera, disfrutando ya de sus vacaciones.

Y luego la maldita profesora, que quería que ella no le guardase rencor. ¿Cómo no lo iba a hacer? No merecía estar castigada el último día de clase... allí metida con ella y con... él.

Como si William hubiese escuchado los pensamientos de Emma, se giró para mirarla y los dos cruzaron miradas durante unos segundos. Emma después volvió a mirar a la ventana y el chico miró hacia la mesa de la profesora.

Levantó la mano, llamando la atención de la mujer. Ella leía un libro mientras echaba rápidas miradas a ambos alumnos. Cuando vio que el chico la llamaba, cerró el libro con impaciencia.

—¿Podemos irnos?— preguntó el muchacho.— Es el último día, no tenemos por qué estar aquí.

—Sí, la verdad es que estaría bien salir de aquí.— admitió Emma en voz alta.— Estamos injustamente castigados.

—¿Comportarse como un par de animales no es razón suficiente?— preguntó la mujer con sarcasmo.

William se levantó y recogió sus cosas. Emma se asustó, porque al principio pensaba que se iba a largar de allí como si nada y se iba a ganar una reprimenda de nuevo, pero después se asustó más al comprender que el chico se levantaba para sentarse junto con Emma.

Emma se tensó a la vez que veía que el rubio se sentaba en la silla que había a su lado, ambas en la misma mesa larga. Estaba justo a su lado.

—¿Qué cree que hace, señor Moseley? -le dijo la profesora.

—Intento hacer las paces con la chica que me ha hecho estar aquí —respondió él con simpleza.

La mujer les echó una última mirada antes de volver su atención al libro de nuevo. Emma miró a William sin comprender.

—¿Las paces? —hizo una risa sin gracia.

"Las paces" era una expresión muy simple y sin valor para lo que había pasado entre ellos. Aquello no era una simple disputa y pelea entre dos niños de ocho años como hacía tiempo. Se trataba de la ruptura de una pareja de adolescentes, ambos se habían enamorado por primera vez y ambos habían sufrido. Aquello no iba de hacer las paces. No era tan simple.

—Era una excusa para poder tener algo de compañía —él colocaba sus cosas en la mesa, y después la miró—. Aunque sea contigo.

Emma resopló, pero volvió a mirar su mesa. Estaba agitada, no lo podía negar. Sentía cómo temblaba un poco internamente. William la ponía igual de nerviosa que siempre.

Él rozó su rodilla con la de ella y Emma sonrió para sus adentros. No quería que sus emociones le jugaran una mala pasada, y se suponía que no debía reaccionar así ante esos gestos. Debía ser dura. Pero no le salía.

—He escrito una canción sobre ti —admitió ella. Él la miró con interés.

—¿Ah, sí?

—Sí. Se llama "Cabrón en uniforme".

La sonrisa desapareció del rostro de William y Emma rió un poco. La verdad es que sí había escrito una canción así, pero también había escrito otra. Esa era mucho más profunda y triste, pero no tenía ganas de decirle a William las canciones que había escrito sobre él.

—Muy graciosa.

—Cuando me haga famosa, si es que lo hago, porque claro soy una soñadora y una ingenua, ¿querrás que la gente sepa que tú eres el cabrón en uniforme?

—No habrá oportunidad así. Vuestro disco no será famoso— aunque esto lo decía en tono bromista. Por eso Emma no se lo tomó mal.

Emma sonrió un poco, pues habían conseguido hablar de manera diferente, no enfadados. Pero William no se podía imaginar las ganas que tenía Emma en ese momento de abrazarlo y besarlo. Tenía tantas ganas de tocarlo que que quería llorar.

—Chicos —les avisó la profesora levantándose diez minutos después—. El castigo ha terminado.

William se levantó con rapidez y recogió sus cosas. Emma fue más lenta. Él se colgó la mochila al hombro, y la miró.

—Supongo que nos veremos en la graduación.

—No va a poder ser —Emma puso una mueca mientras se levantaba también—. Anna y yo nos vamos antes. Nos dan el diploma en dos días.

Se podía ver cómo aquello le había dolido a William, fue como si le diesen una patada. Tampoco la iba a ver en la graduación, perfecto.

—Pues que te lo pases muy bien en América —respondió con malhumor, y se dio la vuelta con enfado para salir de allí sin mirarla por última vez.

Emma notó cómo los pedazos de su corazón ya rotos se hacían trizas del todo. ¿Por qué era todo tan difícil? No pensaba que a esas alturas a William fuese a importarle si ella iba a la graduación o no. Se quedó mirando al suelo mientras resistía las ganas de llorar de nuevo. No lo podía evitar.

No quería que las cosas fuesen así.

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