08. Fiesta de fraternidad | 𝗣𝗮𝗿𝘁 𝘁𝘄𝗼

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━━━ ¿𝐋𝐄𝐒 𝐎𝐅𝐑𝐄𝐙𝐂𝐎 𝐏𝐔𝐃𝐈́𝐍 𝐃𝐄 𝐏𝐀𝐍̃𝐀𝐋? —nos dijo un chico en la entrada de la mansión. Llevaba pañales blancos extremadamente pequeños y una camisa blanca con mangas rojas y cortas. Parecía un niño de la escuela. Y aquello que llevaba... ¿De verdad era pudín? Tan marrón, tan viscoso... y encima dentro de unos pañales, literalmente hablando. Puaj.

Reprimí una arcada. El vómito de antes comparado con esto se quedó demasiado corto.

—No, gracias —dijo Dalton con el ceño fruncido, totalmente extrañado pero sin apartar la mirada de aquello...

El chico miró a Chris que se negó rotundamente y luego a mí.

—Ah, no, gracias —le dije con una sonrisa, o al menos hice el amago de sonreír para no herirle los sentimientos.

—Allá vosotros —contestó secamente mientras se marchaba.

—¿En serio? —Dalton se giró hacia nosotras con incredulidad.

—Por favor, deja de chillar como una niña pequeña y vamos a divertirnos. —Sacó su móvil y lo ladeó de lado por encima de nosotros, poniendo la cámara al instante—. Supongo que ya os habéis sacado una foto juntos pero no con la gran y poderosa Chris. Así no vale. Inmortalicemos la noche en la que Dalton Lambert y Sherley Bright se divirtieron. —De nuevo la sonrisa de Dalton era todo un espectáculo—. ¡Ahora sí vale! ¡Vayamos dentro a burlarnos de sus ropas y del dinero de sus papis.

Había varios coches aparcados de mala manera por el terreno natural y habían colocado una piscina donde varios chicos saltaban y salían repetidamente salpicando la zona. Llevaban pañales, como no.

—¿Esto es una fiesta de bebés o de adultos? —pregunté con sarcasmo.

𝐀𝐋 𝐄𝐍𝐓𝐑𝐀𝐑 𝐀 𝐋𝐀 𝐌𝐀𝐍𝐒𝐈𝐎́𝐍 tuve que hacer un gran esfuerzo para aguantar la música elevada. El nerviosismo se apoderó de mí y caminé al lado de Dalton, nuestros brazos chocaban a cada paso que daba.

A nuestro alrededor la gente fumaba, bailaba y bebía, todo esto al ritmo precipitado de la música acompañado del movimiento de las luces de neón que cambiaban de color cada dos por tres, mi cabeza daba vueltas.

—¿Estás bien? —me preguntó Dalton mientras avanzábamos al notar una expresión de mi rostro que quería esconder.

—Sí, de momento sí. ¿Y tú?

—Bien pero este sitio no me gusta nada —se quejó él con total honestidad.

—Callaos ancianos, acabamos de entrar y ya os estáis quejando —nos replicó Chris con una sonrisa ladina—. No tenéis sangre. Mirad esos. Esos sí que tienen sangre de león. —Un grupo de chicos bebían y las personas cercanas no paraban de animarles, deseosos por saber quién bebía más y acababa antes la bebida.

Un chico vestido de unicornio pasó a nuestro lado. El cuerno medía por lo menos treinta centímetros. Dalton y yo casi nos chocamos con él. Me mordí la lengua para no reírme.

Finalmente, Chris nos llevó a un lateral de la sala donde había una gran mesa con cubiertos, platos y vasos de plástico. Sin titubear, cogió tres vasos y le puso a cada uno dos cubos de hielo. Luego agregó alguna bebida líquida que no sabía qué era.

—¿Qué es el "jugo de fraternidad"? —preguntó Dalton, extrañado. La verdad es que yo tampoco sabía lo que era y no sé si quería saberlo tras ver el pudín de fraternidad.

—No preguntes —respondió Chris echándole el vaso al pecho. Dalton lo atrapó entre las manos con cierta confusión. Mi expresión fue la misma pero más exagerada.

—¿No tendrá droga, verdad? —pregunté con temor.

Chris bufó.

—Si quisiera drogarte, hubiera dejado que te comieras el pudín.

Dalton y yo intercambiamos una mirada absorta llena de temor. Ella rodó los ojos al ver nuestra reacción.

—Era broma. Antes sería mierda que droga pero solo es pudín, aunque no sé el porqué lo ponen en pañales. En fin, esto es lo que tiene una fiesta de fraternidad, no sabes lo que te vas a encontrar. —Alzó el vaso con el brazo, formando una gran sonrisa—. ¡Brindemos por las nuevas amistades! —Dalton y yo alzamos el vaso y bebimos con cierto resquemor, yo pude tragar aunque puse una cara de espanto por el sabor amargo. Danton se giró disimuladamente y escupió en el vaso. Chris y yo nos reímos al ver su reacción. Sabía perfectamente que esa bebida contenía grandes cantidades de alcohol así que dejé el vaso en la mesa, solo lo había aceptado para no hacer quedar mal a Chris.

Pero es que era demasiado amarga.

—Casi diría que estás amargada —se bufó Chris. Le dirigí el dedo corazón como respuesta.

—¡Hola, Hola! —Un chico estaba subido en las escaleras, no me sorprendí al ver que también tenía pañales en vez de pantalones. Lo normal. Tenía una bocina, de modo que su voz resonaba por toda la estancia y dejaba la música de segundo plano—. Atención, me llamo Nick.

—¡El Nefasto Nick! ¡El Nefasto Nick! ¡El Nefasto Nick! —Empezó a gritar todo el mundo con los puños alzados. Nos miramos extrañados.

—Bienvenidos a la casa Kappa y feliz regreso a clase, babes —hizo una pausa para apretar una pelota amarilla que servía como chupa, colgaba a modo de collar alrededor de su cuello, al estrujarla sonó un sonido extremadamente agudo—. Solo quiero recordarles que las fraternidades... —Volvió a pausar para reposar su antebrazo al respaldo de las escaleras mientras bajaba la voz, como si estuviera contando un secreto inconfesable—: están bajo ataque. —Luego con un cambio de voz, volvió a alzarla—: ¡y debemos proteger nuestro derecho a hacer fiestas...! ¡...y a ser increíbles! Blancos, negros, morenos o azules, todos son bienvenidos aquí... —Nos miramos los tres—: siempre y cuando reconozcan... y respeten... que la fraternidad es la última casa donde... ¡los hombres pueden ser hombres! —Con un rugido se dio varias palmadas en su torso como lo haría un gorila, solo que este gorila tenía un torso que estaba oculto bajo un babero de niño pequeño que le hacía ver como un mono recién nacido y sin pelos.

—Solo falta que se ponga la chupa en la boca —susurré a Dalton. Este contuvo la risa a duras penas.

Tras el discurso se hizo el silencio. Por poco casi lo digo mientras toda la sala esperaba con la boca callada.

Un chico rugió y alzó la mano pero nadie lo siguió y la sala parecía un velatorio de nuevo.

—¡Hey! ¡Gracias! —El pobre no sabía qué más decir. Casi nadie le hacía caso—. Ahora, hay mucho por beber esta noche... pero controlense. No necesitamos otro incidente.

—¡Buuu! ¡Pésima fiesta! —Algunos se quejaron y otros siguieron bailando.

Cambiaron de música por otra más movida. Las luces ahora eran más frenéticas. No le hicieron ni caso

—Confirmo. —Chris se dirigió a nosotros—. Subamos a hurgar las cosas de todos. La fiesta continúa arriba.

Subimos las escaleras mientras seguíamos a Chris. Algunas puertas estaban abiertas y grupos de personas se congregaron dentro de las habitaciones o se ponían en la entrada de estas mientras conversaban y bebían. Otras tenían las puertas cerradas.

Chris empezó a tocar los manillares de las puertas cerradas para ver si alguna se abría. La que estaba al final se abrió con un chirrido.

—No quiero llegar tarde —dijo Dalton dirigiendo la vista hacia atrás para ver si alguien nos veía—. No podemos quedarnos mucho tiempo aquí.

—Permiso para proceder, concedido. —Chris no le hizo caso y entró a la habitación con una gran sonrisa, yo la seguí pero Dalton me detuvo.

—Espera. ¿Crees que debemos...?

—Mientras no nos pillen... —dije yo pero la verdad es que no estaba muy segura aunque prefería estar en un sitio tranquilo y solitario con las dos personas que más confiaba de la facultad.

Él me siguió el paso y Chris esperó a que entraramos para cerrar la puerta, luego fue corriendo al mueble que estaba al lado de una cama y se tragó unas pastillas. Empezó a cotillear más.

—¿Y si son drogas? —pregunté, asustada.

—¿Cómo estás con las drogas, eh? Son solo pastillas de menta, mira —Me enseñó el paquete tan cerca que casi me lo estampa en la cara—: ¡Pastillas... de... menta...! —me lo dijo como si fuera una niña pequeña.

Dalton encendió una pequeña lámpara con luz roja y empezó a ver los cuadros. Me giré hacia él al ver que se quejaba.

—¡Ay, no! Es el cuarto de Nick.

—Y la crema anal de Nick —continuó Chris acercándose a él. Examinó el bote en sus manos—. Voy a embarrarla en el baño. Ahora vengo.

—¿¡Qué vas a hacer qué!? —exclamé. Estaba horrorizada, como Nick se enterara de lo que estábamos haciendo nos iba a denunciar, o algo mucho peor todavía, nos iba a obligar a comer de su pudín en pañales hasta reventar—. ¿Estás loca?

—¿Y ahora lo preguntas? —Con una sonrisa en los labios empezó a cerrar la puerta.

—Espera. —Dalton quiso detenerla pero ya era demasiado tarde.

—Es manzana, Dalton. Ahora vuelvo, no hagáis mucho ruido. —Y con una sutil reverencia cerró la puerta finalmente con una mueca burlona.

De nuevo a solas en una habitación. Perfecto...

—Bueno... —murmuré yo sin saber qué hacer, rebuscando en los cajones inconscientemente. Dalton no sabía qué decir o al menos, no sabía cómo decir algo que quería decir, así que miró los cuadros hasta que giró la cabeza bruscamente hacia el baño pequeño que daba con la habitación de Nick. Solo una puerta separaba la estancia.

Llevé la mirada hacia la dirección en la que miraba Dalton pero el baño estaba medio cerrado por una puerta. Una camisa estaba colgada en el respaldo.

Lambert me miró extrañado.

—Hay alguien vomitando. —Yo no oía nada.

—Yo no oigo nada —le dije. Dalton se acercó a la puerta y miró en el pequeño espacio en el que estaba abierta. Me puse detrás de él pero seguía sin oír nada y tampoco vi a nadie.

Él no había bebido y yo tampoco.

—Oye, tío, ¿estás bien? —preguntó Dalton, preocupado, tras cinco segundos, abrió lentamente la puerta que crujió al contactar con el frígido suelo. Seguía sin ver ni oír nada—. ¿Te encuentras bien? ¿Necesitas agua o algo?

Empecé a temer lo peor. No quería ni imaginarlo.

Tragué saliva.

—¿Dalton? —Observé su espalda pero no me miró porque no separaba la mirada del váter. Como si realmente alguien estuviera allí. Entrecerré los ojos en esa dirección, no había luz dentro del baño pero vislumbré la tapa abierta, aunque no noté indicios de nada. Me acerqué al baño y entré, poniéndome en medio del objeto y de Lambert—. ¿Dalton? —Probé otra vez.

Dalton me cogió de la mano rápidamente y me tiró hacia él, asustado, quiso cerrar la puerta pero la voz de Nick se iba acercando. Me llevó hacia debajo de la cama y nos arrastramos por el suelo, ocultos bajo la sombra de las sábanas y del mueble.

—Ahora voy. Necesito provisiones —dijo Nick mientras abría la puerta. Se hizo el silencio y aguantamos el ritmo acelerado de nuestras respiraciones, unos pies se movieron por los alrededores de la cama. El baño estaba totalmente oscuro, mucho más que antes desde esta dirección y Dalton no paraba de mirarlo, busqué su mano y la aferré con fuerzas. Volteó su rostro hacia mí y noté que tenía miedo, mucho miedo. No sé lo que vio pero comprendí que tuvo que ser horrible.

—Hola, Paige. Soy Nick —susurró Nick con voz lasciva. Intuí que estaba practicando su discurso amoroso. Se sentó en la cama y crujió encima nuestra—. Esta es tu noche, esta es tu noche... —Empezó a canturrear mientras buscaba algo en la mesa de noche—. Ah... ahí están... —suspiró y una caja de condones cayó delante nuestra. Ahogué un grito, no sé si de asombro o del susto. Nunca había visto algo así tan cerca. Dalton lo notó al ver que le aferré las manos con más fuerza involuntariamente—. ¿Qué te pasa? —Se quejó al recogerla de nuevo—. Solo sé tú mismo.

Se dirigió al baño bailando y encendió la luz. Dalton miró de nuevo aquel lugar como un cachorrito asustado. Tenía ganas de susurrarle que todo iba a salir bien pero no podía arriesgarme a que me escuchara Nick. No solo me metería a mí en un problema, a Dalton también y no quería que eso pasara.

—¿Quieres bailar? Estaría bien bailar. Podemos bailar. Bailemos —Cogió un bote de enjuague y se enjuagó la boca, hizo gárgaras mientras bailaba y cuando terminó el espectáculo solitario escupió con fuerza. En los pañales se asomaban varios preservativos amarillos. Sin apagar la luz, salió y se paseó por la habitación hasta que cerró la puerta—. Esta es tu noche, esta es tu noche... —Su canto se oía cada vez más lejos así que al asegurarme de que estábamos fuera de peligro hice amago de hablar con Dalton pero antes de que lo hiciera, suspiró bajando la cabeza y luego la alzó de nuevo, en alerta, como si escuchara algo extraño, algo que era inaudible para mis oídos.

—¿Qué estás viendo?

No recibí respuesta. Noté que estaba muy asustado como para percatarse de mis palabras.

Noté que la pesadilla envolvía sus ojos como la oscuridad de la noche en su cuerpo.

❤️ ¡Espero que os haya gustado! ❤️

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Entre más interacciones haya, más seguidas serán las actualizaciones.✨

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