XXX. A Few Good Men

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CAPÍTULO TREINTA
ALGUNOS HOMBRES BUENOS



Había pasado una semana desde el arresto de Barry por la supuesta muerte de Clifford DeVoe. El juicio se celebraría esos días definiendo el futuro de Barry. Tessa estaba frustrada y llena de ira acumulada. Sabía que Barry se había dejado atrapar porque si no podían haberla arrastrado a ella, ya que el cuchillo que había sido usado como arma tenía las huellas dactilares de ambos. Ojalá hubiese sido cierto que ella le hubiera matado, al menos habría hecho algo en contra de ese profesor narcisista y habría acabado con todo aquello.

—Esto es justo lo que quería DeVoe—señala Barry, sacándola de sus pensamientos—Todos nosotros hemos caído en su trampa. Sobretodo yo.

—¿Por qué querría orquestar todo esto?—inquiere Annabeth con confusión—

—No lo sé—admite—Lo único que sabemos es que empezó cuando yo estaba en la fuerza veloz.

Tessa escucha sus palabras intentando racionalizarlo todo. Ya había aprendido que contra un villano o en situaciones de tensión debía actuar con la cabeza fría. Abrazar su entrenamiento y todo lo que había heredado de su padre. Porque al fin y al cabo era hija de su padre y aunque eso muchas veces no fuera bueno, en ocasiones como esa podía serlo.

—¿Por qué fue a por Dominic?—inquiere Joe, sin entender bien el plan de profesor—

—Su poder permitió a DeVoe habitar su cuerpo—le explica Harry—Debimos caer en eso antes.

—¿Y los demás metas del autobús? ¿Por qué crearlos?—inquiere Caitlin—

Harry suspira, posando su mirada en Barry al darse cuenta de algo.

—Era parte de su plan—Barry asiente al notar su mirada sobre él—

Ralph frunce el ceño intentando entenderlo todo, pero pronto su atención se posa en la tobillera policial situada en el pie de Barry.

—¿Cómo puedes estar aquí?—le pregunta el investigador privado al velocista—¿No estás en arresto domiciliario?

—Si, es que...—Barry señala a Cisco—

—En realidad está en casa de Joe—informa Cisco—Era ahí o en los juzgados. He logrado hackear el GPS de la tobillera.

—Y no es lo único que a hackeado—comenta Tessa, quien se encontraba al lado del latino, frente al escritorio principal del cortex—Cuando saliste de la fuerza veloz dijiste algo de no matar a nadie.

Observa a su marido, quien la mira sorprendido.

—Si. He borrado las imágenes de las cámaras de seguridad—les informa Cisco mientras coloca el vídeo en una de las pantallas principales del cortex—Lo último que necesitamos es que alguien oiga algo que no queremos.

—Señoría, soy inocente. Yo no lo hice, yo no he matado a nadie.

Barry frunce el ceño al oírse a si mismo decir aquellas palabras.

—No recuerdo decir nada de eso—admite, recibiendo una mirada confusa por parte de Harry—

—¿No?—le pregunta—

—No—niega Barry—

—Tendríamos que repasar todo lo que dijiste cuando saliste de la fuerza veloz—apunta Julian—Tal vez nos de una pista.

—Buena idea—le apoya Jay—

—Vale. Pero tened en cuenta que con todas las pruebas en mi contra, este juicio no va a durar mucho tiempo—les asegura Barry—

—Ya, pero como Cecile a cogido la baja para representarte, tienes a la mejor abogada de la ciudad—señala Caitlin—

—Si.

—Y aunque te declarasen culpable, ninguna cárcel podría retenerte—apunta Cisco—

—No pienso huir—se niega Barry con seguridad—No seré un fugitivo. Si me condenan tendré que ir a la cárcel.

—Eso va a pasar—le asegura Joe—

Barry posa su mirada en él y asiente, no muy convencido de sus palabras. Pero no iba a ser él quien le quitara la esperanza.

—Bien. A trabajar, chicos—declara Harry antes de salir del cortex—

Todos asienten de acuerdo con él y cada uno se va por su camino dejando a Barry y a Tessa a solas.

—Deberíamos irnos ya—comenta Barry, colocándose frente al escritorio del cortex, donde ella se encontraba—

—Si—asiente levemente, poniéndose en pie—

—¿Estás bien?—le pregunta, preocupado—

—¿Cómo puedo estar bien, Barry? Si al menos la muerte de ese hijo de puta fuera cierta y ya no tuviéramos que lidiar con él... pero el hecho de que todo esto sea parte de su plan me cabrea mucho—le explica mientras salen del cortex, dirigiéndose al ascensor—Y tú... estás asumiendo la culpa, me estás protegiendo y lo odio.

—Tess, el cuchillo tenía las huellas de ambos, si no me entregaba las miradas irían a ti y no podía permitirlo. Ya tienes al FBI observándote por lo de Oliver y con el pasado de tu padre... Tenia que hacerlo.

—Si solo hubieras corrido.

—Eso me habría hecho un fugitivo, y no quiero serlo—le explica, adentrándose en el ascensor—Si seguir el plan de DeVoe nos ayuda a vencerle, estoy dispuesto a ir a la cárcel.

—Está bien—acepta a regañadientes—Seguiremos su plan. Hay que mirar a largo plazo, ¿no?

—Exacto.


—Su señoría, damas y caballeros del jurado, para entender lo que hoy voy a contarles tienen que hacer algo. Quiero que crean ustedes en lo imposible—el juicio contra Barry dio comienzo con el primer alegato del abogado de la acusación—De niños nos enseñan que la policía está para protegernos y servirnos. Nos dicen que nuestros impuestos se destinan a adiestrarlos para ser defensores de la ciudad. Y a alguno de nosotros nos sigue pareciendo imposible que un investigador policial, uno de los mejores, traicione esa confianza. Y lo que es peor, que cometa uno de los actos más deleznables que puede hacer una persona contra otra. Pero es exactamente lo que Barry Allen hizo. La acusación demostrará, sin la menor duda, que se infiltró como un lobo con piel de cordero. Pero, ¿saben qué?, Barry Allen lleva máscara. Uso sus contactos con la ley, su experiencia como investigador, sobretodo como científico forense, para acosar a un querido profesor y esposo. Y mato a Clifford DeVoe a sangre fría.

Tessa se acomoda en su silla luchando por no ponerse en pie y gritarle que ninguna de sus palabras tenía sentido. Que si Barry hubiese matado a DeVoe no tendría sentido que tuvieran tantas pruebas forenses en su contra. Pues, tal y como estaba diciendo ese abogado, Barry había usado sus conocimientos al realizar aquel delito.

—Señoras y señores, el documento en mi mano es una orden de alejamiento concedida a Marlize DeVoe, esposa de la víctima, en nombre de su marido contra el señor Bartholomew Henry Allen. Para que la vean mejor tengo una copia más grande—señala hacia un atril junto a él—Y si me permiten que lea lo que pone debajo de "motivo de la orden", por acoso. El acusado fue visto días antes colándose ilegalmente en casa de la víctima, hurgando entre sus efectos personales. Un hombre obsesionado.

Cada palabra que decía, cada prueba que presentaba, ponía en peor situación a Barry. Y a Tessa le estaba matando no poder hacer nada.

—Además, células de la piel de Barry Allen fueron halladas bajo las uñas de la víctima—añade el abogado—Ahora imagínenselo. El señor DeVoe, un hombre en silla de ruedas defendiéndose desesperadamente mientras el señor Allen lo reducía—se acerca a su mesa y agarra una bolsa de pruebas—Y por último, este es el cuchillo utilizado para matar a Clifford DeVoe. Si parece nuevo, es porque lo es. Un regalo de boda del señor Allen. Piensen en ello por un momento. Esto debería conmemorar el momento más feliz en la vida de una pareja, pero en cambio el señor Allen lo usó para separar para siempre a un matrimonio. Uso un regalo de boda como arma homicida. Hay que ser muy malvado para eso.

El teléfono de Joe vibra ante la llegada de un mensaje.

—Cisco—susurra hacia el latino, el cual se encontraba sentando junto a Caitlin—Alerta de metahumanos. Vamos.

El chico asiente y se pone en pie sigilosamente para salir del juzgado junto a él. Tessa aprieta su agarra en la mano de Caitlin.

—Id con ellos. Yo me quedo con Barry—les pide a sus dos amigos—

Jay y Caitlin asienten y se ponen en pie para seguir a Joe y a Cisco, dejando a Tessa sentada allí sola, en el que sin duda se estaba convirtiendo en uno de los peores días de su vida. La impotencia que sentía en esos momentos no era ni medio normal.


El juicio continuaba y Tessa sabía que no iba a favor de Barry, era muy evidente. DeVoe y su esposa estaban consiguiendo lo que querían y eso hacía que su sangre hirviera de rabia.

Ya apenas escuchaba lo que el abogado de la acusación decía, porque todo era malo y su cabeza estaba demasiado saturada. Barry se dio la vuelta en su asiento, mirándola con preocupación. Ella no pudo evitar dedicarle una leve sonrisa tranquilizadora, pero, sin embrago, lo que se había formado en su rostro había sido más una mueca que una sonrisa. Tessa pudo leer la mirada que Barry le dedicaba. Le estaba pidiendo que saliera a tomar el aire, a despejarse, y aunque ella no quería hacerlo, lo necesitaba.

Se puso en pie y salió de la sala bajo la mirada de varias personas. Tessa pensó que al salir se sentiría un poco más tranquila, pero lo que le esperaba al otro lado de la puerta no era para nada un alivio.

—¿Como va el juicio?—inquiere una mujer a su lado—

Tessa posa su mirada en ella con confusión. Sus ojos se abren como platos al reconocerla. No podía ser cierto, estaba muerta.

—Venga, no me mires así—se queja haciendo un movimiento de su mano—Es solo magia.

El aire que había retenido en sus pulmones sale como un suspiro lleno de alivio y molestia a la vez. Rueda sus ojos y se da la vuelta para dirigirse a la máquina de agua que se encontraba el final del pasillo.

—¿Es qué quieres torturarme?—pregunta al sentir como la mujer la seguía—

—Obvio—sonríe apoyándose en la pared frente a ella—

Tessa agarra un pequeño vaso de agua y se da la vuelta para encararla.

—Pero hoy no es el caso—añade Circe mientras se mira las uñas de su mano derecha—

—¿Entonces te has trasformado en mi mejor amiga muerta solo para gastarme una broma?—cuestiona Tessa, incrédula—

—Más o menos—admite, encogiéndose de hombros—En realidad he venido a buscar lo que me prometiste el día de tu boda. Ya sabes, cuando unos nazis la interrumpieron y me llamaste para que interrogara al doble de tu hermano muerto.

—Si, me acuerdo—le asegura con una sonrisa falsa—No la tengo aquí.

—¿Entonces si la robaste?—inquire con sorpresa. Tessa asiente—No creí que lo hicieras.

—¿Y por qué aceptaste ayudarme entonces?

—No lo sé. Porque era divertido—admite—¿Sabes que voy a provocar una guerra civil allí arriba, no?

—Sé como funciona la manzana de la discordia—le asegura tirando el vaso de plástico vacío a una papelera—Y sinceramente, me da igual lo que vayas a hacer en el Olimpo.

Circe la observa confusa y sorprendida.

—¿Es que acaso estás enfadada con ellos?—le pregunta con interés—

—No salvaron a mi amigo. De hecho, nunca hacen nada. Se sientan en sus preciosos y lujosos tronos en su mundo de ensueño escondido entre las nubes, pero nunca mueven ni un dedo. Solo miran por sus intereses. Así que... por mi, pueden pudrirse en el infierno—declara con firmeza—

—Wow—murmura asombrada—Me gusta esta Tessa. Puede que reconsiderara lo de matarte si no fuera porque necesito tus poderes para la parte de "pudrirse en el infierno" se haga una realidad. Pero tranquila, no será hoy.

Tessa rueda sus ojos, irritada, y vuelve a caminar hacia la sala de juicios.

—Te llevaré la manzana en cuanto... no sé, esto se calme un poco. ¿Esta bien?

—Claro. Tienes dos días—le sonríe antes de desparecer de allí con sus poderes—

Tessa suspira aliviada de que no hubiese nadie en el pasillo, pues a Circe parecía darle bastante igual que la vieran usar sus poderes.

Su mano agarra el picaporte de la puerta y al entrar de nuevo al juicio se encuentra con que se encontraban en medio del testimonio de un testigo. El jefe de Barry, y quien también le había arrestado, el Capitán Singh.

—¿Quiere que repita la pregunta?—le pregunta el abogado de la acusación—

—No, la he oído—le asegura Singh—La persona que estaba sobre el cuerpo de Clifford DeVoe era Barry Allen.

—No hay más preguntas, señoría.

El juez asiente y Cecile se pone en pie para hacer sus preguntas.

—Capitán Singh, a declarado que entrevistó a Barry Allen hace 5 años para la policía científica. Me pregunto, ¿cual fue su primera impresión?—inquiere caminando hacia el estrado—

—Era joven y tenía la mitad de experiencia que los demás—admite, posando su mirada en Barry—

—¿Por qué le contrató?

—Por algo que dijo en la entrevista—responde, llevando su mirada hacia el jurado—Todo el mundo habla de ir a por los criminales y los culpables, pero Allen dijo que quería ayudar a las víctimas, a los inocentes. Pensé que Central City se merecía a alguien así. Allen es uno de los buenos.

—Uno de los buenos—repite Cecile colocándose frente al jurado—No haré más preguntas, señoría.

Se da la vuelta y vuelve a sentarse junto a Barry.

—Quisiera hacer una réplica, señoría—vuelve a hablar el abogado de la acusación—

—Proceda—le indica el juez—

—¿Encubriría al señor Allen si fuera necesario?

—No, claro que no—niega Singh con seguridad—

—No—repite con duda—Dice aquí, en la ficha del señor Allen, que estuvo 6 meses sabáticos en la República Checa. ¿Le pidió su aprobación primero?

—No exactamente—admite—Su, ahora mujer, Tessa Merlyn me dijo que era por algo personal. Y estoy seguro de que tendría una buena razón.

Tessa cierra sus ojos al recordar ese día. Había sido apenas dos días después de que Barry se hubiese adentrado en la fuerza veloz para salvar al mundo. Tras pedírselo a Joe, ella misma se había reunido con Singh para explicarle que Barry no iba a poder acudir al trabajo durante un tiempo.

—Aquí también dice que llegó tarde 72 veces en los últimos 2 años—señala—¿Usted le preguntó por qué?

—No—admite con firmeza—Porque independientemente de a que hora llegase, siempre hacia su trabajo.

—Siento curiosidad por saber qué hace con su tiempo en vez de estar trabajando—admite el abogado caminado hacia el estrado—Es casi como si tuviera... una vida secreta. Y a pesar de todas esas infracciones, ¿nunca pensó en castigarlo?

—¿Qué está insinuando?—le pregunta Singh con confusión—

—Que aunque usted no sea consciente, lleva encubriendo la sucia verdad del señor Allen durante años.

—Eso no es verdad—se queja—

Su mirada conecta con la de Barry, quien le hace un pequeño gesto de negación para que no se meta en un lío. Barry ya era consciente de que el juicio no iba a su favor, y sin duda no iba a dejar que nadie más se hundiera con él.

—¿Es cierto que perseguía y acosaba al señor DeVoe?—insiste el abogado—¿Si o no?

—Si. Por eso concedí a DeVoe la orden de alejamiento. Le dije a Allen que no se le acercara.

—Pero eso no lo detuvo. Siguió acosándolo hasta la noche que de asesinado.

—Protestó—se queja Cecile, poniéndose en pie—Son conjeturas.

—Lo retiró—declara el abogado antes de que el juez le dé la razón a Cecile—Capitán, usted dice que el señor Allen quiere ayudar a las víctimas y los inocentes. Pero si desaparece meses enteros y llega tarde muchas veces, no parece que quiera ayudar a cuidar de nadie más que de si mismo. ¿Sigue creyendo que es uno de los buenos?

Singh no sabe que contesta a eso. Su silencio parecía una respuesta por sí misma. Pero es que él mismo ya no sabía que creer. ¿En su instinto y los años en los que había conocido a Barry o en las pruebas que ese abogado le estaba presentando?

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