𝐪𝐮𝐢𝐧𝐜𝐞

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Una trágica verdad.

Mi cuerpo se sobresaltaba ante las leves cabalgatas de mi caballo. Íbamos a un ritmo moderado en esta parte del distrito Trost. Estaba mareada, me sentía desde algún rato extraña. Mi cuerpo parecía estar recibiendo cambios, cambios intolerables que no reconocí en mi etapa de embarazo anterior. Me sentía extraña. La cabeza incluso me dolía, leves punzadas que me impedían concentrarme sin sentirme abrumada. No quería estar preocupada, pero me era imposible. La muerte del comandante supremo, la movilidad de los Jeageristas, el escape mi hermano, y la ausencia de Levi Ackerman en este mes. Sentía que poco a poco, me estaba volviendo loca. Consumiéndome por lo qué sucedía alrededor, que de una manera u otra, se entrelazaban conmigo. Respire hondo, sujetando las cuerdas de mi caballo para evitar caerme de lado por el mal balance que estaba teniendo en este momento. Podía notar que los chicos a mi lado me procuraban, notaban que algo estaba sucediéndome, que no me estaba sintiendo bien. Era así como se veía una persona cargada, abrumada y consumida por la tristeza e impotencia de no poder cambiar las cosas a su alrededor. Con cautela, detuvimos el andar de nuestros caballos, miré detenidamente aquel establecimiento donde yacían policías miliares alrededor. Muchos de ellos venían aquí, inclusive yo vine varias veces. En este restaurante operaban voluntarios Marleyanos. Era por eso que estábamos aquí, teníamos a alguien en la mira. Alguien que podría saber lo que necesitábamos.

—Ven, déjame ayudarte.—aún lado de mi, Jean estrechó sus manos respetuosamente para ayudarme a bajar del caballo.—Luces terrible.—comentó.

—Gracias, Jean.—le agradecí a ese alto chico, quien asintió, pero continuó examinándome con esa preocupación.—Bien Hange, cuéntame. ¿Qué hacemos aquí?—le pregunté, esperando que tuviese un plan para poder interrogar a esos voluntarios.

—Espero poder dar pasos más adelantes que Eren. De seguro, Niccolo sepa algo.—me respondió, por lo cual apenada me quede detenida en seco.—¿Qué sucede Adeline? Estás actuando extraño.—comentó, examinándome igual que todos.

—¿Qué no era ese el joven que estaba enamorado de Sasha Braus?—me pregunté, viendo como todos ellos parecieron apenarse por mi comentario.

—Vamos.—me alentó Mikasa a caminar, al igual que todos.—Adeline.—me llamo en cuanto me detuve en seco, y es que, juré haber visto a una mujer mirarnos fijamente desde algún punto de personas, pero pareció desvanecer entre la multitud.—¿Pasa algo?—me preguntó preocupada, pero denegué.

—Me estoy volviendo loca.—musité, subiendo esos escalones para adentrarnos al moderno restaurante, por donde pasaron varios camareros.

—Buenas tardes, en presencia de la reina, solicitamos reunirnos con Niccolo, si es posible.—se dirigió Hange hacia el receptor que se acercó a nosotros, procurando por nuestra llegada, este asintió, distanciándose.

—Este lugar, me recuerda a Sasha.—miré a mi lado como Leandra escondía su frío semblante.

—Así es.—afirmó Connie, quedándose aún lado suyo, con esa triste expresión que nos opaco.

—Son ustedes. ¿Qué quieren? Díganme si es urgente, en este instante estoy demasiado ocupado con unos clientes.—dirigí mi mirada hacia aquel alto joven de cabello rubio, él se dirigió a nosotros con prisa y cortante.

—Am, puedes regresar a trabajar por ahora si quieres. Solo nos gustaría hablar contigo cuando termines, ¿de acuerdo?—le hablo Hange, de una manera serena y tranquila.

—¿Quieren hablar? ¿Sobre que cosa?—pregunto él con una actitud desconcertada, no parecía estar cómodo con nuestra presencia.

—Bueno ya sabes, de lo que sea. ¿Te preocupa algo?—Hange le cuestiono, viendo como él pareció recrear una actitud más pasiva.

—Están investigando a los voluntarios.—miré aún lado de Hange, viendo como Onyankopon nos dejó al descubierto.—Así que esperamos que puedas ayudarnos.—le dijo, viendo como Niccolo parecía acceder.

—Si, por supuesto.—asintió, alentándolos de manera sutil a seguirlo por unos pasillos, subiendo los escalones en silencio.—Por favor, espérenle en este sitio.—pidió en cuanto nos adentro a ese privado comedor, donde primeramente pude ver la estantería repleta de vinos.

—Vaya, que linda habitación.—halago Hange en cuanto se adentró, pero yo tan solo me senté en la silla aún lado del comedor, viendo como la iluminación se adentraba por la ventana.

—A puesto que solo la reservan para la policía.—comentó Connie, observando todo el lugar.

—¿Es este el vino del que todos están hablando? ¿Es del que te regalaron junto al de Grace, Adeline?—me preguntó Jean, admirando aquella botella de vino mientras me miró, por lo cual asentí con vagues.—Dicen que solo los altos mandos de nuestro ejército lo han llegado a probar.—decía, mirándolo con detenimiento.

—¿En serio? ¿Nosotros no somos soldados de alto rango?—se cuestionó Connie, acercándose a Jean.

—Si, también deberíamos poder divertirnos un poco. ¿No lo crees? Solo un sorbo.—decía este, pero en un momento, Niccolo se acercó con brusquedad.

—¡No toquen eso!—pidió, quitándole la botella a Jean agitado, dejándonos desconcertados.—Tú, ¿bebiste de este vino, reina Adeline?—observe cómo Niccolo se giró, observándome de una manera en la que me quede fría.

—Tranquilo Niccolo, solo estábamos jugando. Cálmate, no te alteres así amigo.—le pidió Jean, pero aquel rubio joven siguió mirándome con su boca entre abierta, denegando y maldiciendo.

—Este vino no debe desperdiciarse en eldianos como ustedes.—dijo fríamente, mirando a Jean con detenimiento, pero yo empecé analizar su rostro anterior, ese rostro de temor que me lanzó.

—Niccolo, ¿aún sigues diciendo cosas como esas? ¡Al alcohol no le importa que raza seamos, idiota!—Jean se dirigió a él con brusquedad, apretando con fuerza su uniforme de cocinero, pero Niccolo fulminante le miró.

—No me toques Eldiano, solo porque he sido amable no significa que seamos amigos.—esclareció fríamente Niccolo, creando una leve tensión entre él y Jean, quien se quedó afligido.

—¿Acaso olvidaste lo que tú eres aquí?—preguntó Jean, empujándolo de su lado con desprecio.

—Un maldito prisionero, ¿no? Eso nos hace iguales, Eldiano.—indicó Niccolo, con sumo sarcasmo, él se distanció hasta quedar en el margen de la puerta y mirarme.—Lo lamento mucho.—expresó, antes de irse cabizbajo de la sala, por lo cual impulsivamente me levante de la silla.

—¿Qué diablos le ocurre?—me quede anonadada, escuchando a Connie, mientras que sentía una presión en mi pecho.

—Maldición, ¿y yo que voy a saber?—se preguntó Jean, aislándose, mientras que yo tomé una bocanada de aire.

—Necesito tomar aire.—esclarecí, apartándome de ellos, viendo como me miraron salir por el margen de la puerta.

Lleve mi mano a la cabeza, recostándome de la pared. No sabía por donde se había ido ese chico, pero necesitaba cuestionar su terrible actitud. ¿Por qué se lamentaba? Podía lamentarse por muchas cosas, pero quedó afligido ante conocer que había tomado de ese vino. Algo debía suceder, me sentía extraña. ¿Se debía a eso? Suspire gruesamente, deslizándome por la pared para esconder mi cabeza en el regazo. Lleve la mano a mi vientre, era la peor etapa para estar nuevamente embarazada. Ni siquiera podía tener cara para decirle y afirmarle a Levi, luego de un mes de su ausencia, podía sentirme más sensible que las semanas anteriores. Necesitaba verle, necesitaba sentirlo a mi lado, que me apretara y me susurrara al oído que todo estaría bien. Extrañaba al amor de mi vida.—Levi, ¿qué harías tú?—me preguntaba, sabiendo que quizás las cosas fueran diferentes si él estuviera aquí. Su manera tan flexible de tomar decisiones bajo presión, era algo que admiraba de su inteligencia. Levante la mirada, escuché pasos, pero ya no había nadie. Quizás provenía de la sala siguiente, de donde pude escuchar un pequeño bullicio, pero me mantuve cabizbaja, sintiendo aún las punzadas de mi cabeza. Me levante con cuidado, abatida con mi cuerpo. Los pasos de Armin me alertaron, él pasó por mi lado, pidiéndome guardar silencio.

—¿Escuchas?—me preguntó, acercándose con sigilo a la otra sala, me mantuve distante viendo como se detenía frente a esta, abriendo los ojos gravemente.—¡Rápido, es una emergencia!—esclareció, por lo cual no tarde en apresurarme para llegar hasta él, y ver dicha sala de comedor repleta de personas, pero entre ellos, esos dos niños que habíamos custodiado de Marley.

—¿Qué sucede?—pregunte azorada, viendo la brutal escena donde Niccolo soltando con bruteza a ese pequeño niño, quien por un momento me recordó a Elian.—¿Qué le hicieron?—pregunte, viendo como la sangre caía de su cien hasta el suelo, la niña a su lado le procuraba.

—La niña que le disparó a Sasha.—esclareció Jean, llegando junto a los demás.—¿Qué pasa Niccolo? Escuché que se había escapado de la cárcel. Oye, ¿qué es lo que vas hacer?—abrí mis ojos grandemente cuando Niccolo aferró a ese niño a su cuerpo, apuntándole con el gran cuchillo que le colocó en su cuello.

—¡No, déjalo!—pedí desesperada, esa angustia, esa angustia que me recorría con ese sentimiento de madre.

—¡Alto, no se muevan! ¡Lo único que haré es vengar a Sasha, todos quédense ahí!—pedia él, con esa impotencia en su mirada, haciendo que aquella niña exclamaba furor de miedo en sus ojos.

—¡Falco es diferente!—exclamó ella, mirando horrorizada la dichosa situación, presenciada por más personas, por familiares que podía reconocer, la familia Braus.

—¿Qué significa este niño para ti? ¡Él recibió el golpe en tu lugar!—exclamaba Niccolo, fulminante.—¿Acaso te importa? ¡A mi también me importaba alguien, una mujer Eldiana, hija del demonio! ¡Ella amaba más que nadie todo lo que yo le cocinaba, ella me demostró la dicha de cómo puedo hacer feliz a la gente con la comida que puedo preparar!—gritaba, lleno de remordimiento, mirando fijamente a la niña.—¡Su nombre era Sasha Braus, esa era la mujer que alejaste de mi!—decía, impotente de dolor.

—¡Gente que amaba también fue asesinada en la guerra! ¡Esa Sasha Braus asesino a mi gente, por eso me venga de ella! ¡Ella mato primero!—gritaba aquella niña, justificando sus estruendosas acciones, y ahí lo entendí, este mundo estaba quebrado en mil pedazos.

—¿A quién le importa quien mato primero?—preguntó Niccolo, sujetando aquel niño, indefenso e inconsciente, se desangraba.

—¡Abre los ojos, eres un soldado Marleyano! ¡Esa mujer demonio te tiene embrujado, no pierdas contra los demonios!—me quede aturdida por lo que ella decía, esas palabras ignorantes debieron haberle sido inducidas.

—No, no quiero que mis hijos crezcan en este mundo. No quiero... —murmure, angustiada por lo que estaba presenciando.

—Niccolo, por favor, dame ese cuchillo.—pidió aquel hombre de cabello castaño, podía ver sus facciones, me recordaba a ella, a Sasha.—Por favor.—pidió, y en eso, sutilmente Niccolo le pasó el cuchillo, Hange temerario aclamó la prudencia, pero él solo observaba el cuchillo aturdido.—Mi Sasha era una cazadora. Cuando mi hija era solo una niña, siempre cazaba con su arco las alimañas del bosque. Así era como traíamos la comida a casa, pero yo sabía mejor que nadie que algún día tendríamos que dejar de vivir en el bosque. Por lo cual me encargué de mandar lejos a mi Sasha, y mi muchacha salió al mundo, se hizo soldado, mato gente y al final, alguien le disparó también.—musitó con pesadez.—Aunque salió del bosque, el mundo tiene la misma naturaleza. Sin importar el lugar, todos tenemos que luchar y encontrar la forma de sobrevivir. Asesinaron a mi Sasha, pero para mi, quedó atrapada en el bosque.—me tense, mi cuerpo se tenso por completo.—Es trabajo de los adultos alejar a nuestras crías del peligro, de otra forma lo único que nos queda es ver cómo se repite la tragedia. Es por eso que nos toca a nosotros los adultos ser consientes y ayudar a borrar los pecados del pasado.—abrí mis ojos grandemente, llevando mi mano a mi vientre, teniendo en mente la imagen de Liam acostado a mi lado.

—Querido Niccolo, por favor suelta a Ben.—pidió aquella señora, pero nuevamente me volví a erizar, era como si viese a Sasha en su mirada.

—¿Estás herida?—le preguntó Mikasa aquella niña, mientras que me incliné para tomar en brazos al niño que Niccolo soltó, a quien miré con detenimiento y acaricie su cabello, pero levante mi mirada ante un gruñido.

—¿Significa que ninguno de ustedes me odian?—se preguntó ella, y por un momento verle, también me recordaba a Sasha en su físico, maldita sea.

—¡Ah!—grito aquella niña, hasta que Mikasa atrapó con fuera su brazo antes de que ella pudiera clavárselo a la Marleyana sentada en el suelo.—¡Tú la mataste, asesina!—gritaba ella horrorizada en cuanto el señor Braus junto a su esposa la apretaron contra ellos.—¿Por qué?—gritaban.

—Armin, Mikasa, llévenla al otro comedor.—les pedí, levantándome del suelo para dejar que Hange se dirigiese al niño en el suelo, inconsciente, pero aquella niña continuaba sollozando con impotencia.

—Que horror, ya se enfrió la comida.—musitó Niccolo, de una manera triste.—Comandante Hange, intente enjuagarle toda la boca al niño. Le entro algo de vino. Y, tal ves sea demasiado tarde, al igual que para usted, reina Adeline.—todos soltaron una bocanada ante lo que Niccolo dijo, mientras que vi cómo Mikasa y Armin salían de la habitación.

—Quiero que me digas que tiene ese vino, ahora.—pidió ella, quien desesperada miró al cocinero mirarnos apenados.

—Creo que... el líquido espinal de Zeke.—contó, toda mi piel se erizo, ese sentimiento de vacío se apegó a mi cuerpo por completo.

—No, no puede ser.—musitó Jean, mirándome anonadado.—¡¿A qué te refieres?! ¿¡Como que el líquido espinal de Zeke está dentro del vino!?—preguntó Jean, empujando a Niccolo contra la pared, mientras que Connie le echaba agua en la boca a ese niño inconsciente.

—No tengo ninguna prueba, pero se aseguraron de que en las misiones de la legión se llevarán esas cajas. Muchas más de las que cualquier misión necesitaría.—explicaba, haciendo que abriera los ojos grandemente.—Fue en ese momento que conseguí este trabajo, me pidieron que debía encargarme de servirle el vino a todos los policías de alto rango.—decía Niccolo, aún recostado de la pared, apenado.

—¿¡Quién te lo ordenó!?—preguntó Jean agitado, todo mi cuerpo empezaba a temblar, no podía mantenerme de pie, me tuve que sentar, viendo como Hange me miraba.

—Fue Yelena. Ella es la única que sabía del plan, con los otros voluntarios.—decía, haciendo que Onyankopon denegara en lo absoluto esa información.

—No tiene sentido. ¿Los Eldianos no se paralizan con el contacto del líquido espinal?—se preguntó Connie, mientras que mis labios temblaban.

—Eso fue lo que dijo Zeke, no hubo testigos. No podemos confirmarlos, pero enyonces la efectividad de esta pequeña mentira podría ser grande. Ni una persona se ha paralizado aún, ni siquiera sospechábamos que alguien podía beberlo.—musitaba Hange, todo mi cuerpo estaba temblando sin que pudiera asegurarlo.

—Si, pero, no estamos seguros. ¿O si?—se preguntó Jean, a lo que vi como Niccolo afirmó esto, aún cabizbajo y apenado.

—Pero, los Marleyanos sabemos cómo se ha utilizado el líquido espinal de Zeke en el pasado.—nos contaba.—Hace unos diez años, conquistamos la capital de un país en una noche. Cientos de titanes surgieron dentro de la ciudad, ahora eso es lo que ella quiere. Lo sé porque Yelena quería que los oficiales de alto rango bebieran ese líquido espinal, pero seguro será algo realmente horrible.—musitaba, mientras que las gotas de sudor bajaban de su frente.

—Entonces, ¿en ese momento nos quitaste el vino para protegernos?—le preguntó Jean, , mientras que impulsivamente me levante de la silla, hasta que Leandra me apretó con fuerza, volviendo a sentarme en la silla.

—No irás a ningún lado.—me pidió.—Necesitamos esclarecer cómo salvarte.—indicó, pero nuevamente me levante, empujándola con fuerza.—¡Adeline!—me grito, apretando mi cuerpo contra el suyo.

—¡No voy a morir en vano, no voy a morir hasta saber que mi hijo e esposo están a salvo!—le gritaba, soltándome de su agarre, en un nuevo empujón.

—¡Basta, Adeline!—grito Hange, mirándome con detenimiento, antes de que pudiese salir del margen.—¡Por favor, no quiero perderte... no quiero perderte tampoco... —murmuró en medio de la frustración, mientras que empecé a caminar.

—¡No puedes ir así, si Zeke activa el poder, podrás matar a Liam o a Levi!—me grito Leandra, apretándome con fuerza, pero me quite de su agarre.

—¡No lo entiendes! ¡Yo provoqué esto!—grite, viendo como ella abrió sus ojos grandemente.

—Eren.—musitó, erizando mi piel por completo, para girarme y observar, cómo Eren yacía parado al final del pasillo.

──

Próximo capítulo: El niño de aquella colina.
Una confrontación entre Eren y sus allegados, esclarece secretos impactantes.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro