𝐭𝐫𝐞𝐜𝐞

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El inicio del fin.

Estaba helada, miraba en seco como aquel barco me separaba de ese lugar, de ese distrito donde, nací, crecí, donde viví. Mis manos temblaban, no podía emular las lágrimas, ellas sobresalían solas. Mi corazón aún sentía la grieta de aquella estruendosa imagen que me perturbaría siempre. Estaba descalza, escuchando el bullicio de gritos, llenos de dolor, impotencia, miedo y tristeza. Mi cabello se removía con la ventisca del viento, con mis temblorosas manos, y es que, yo igualmente tenía miedo. No sabía cómo debía hacerlo, solo se que ahora, estábamos solos en este redondel donde caminaríamos en círculos hasta encontrar un nuevo propósito de vida. Cerré mis ojos, todo mi cuerpo estaba sintiendo esos escalofríos del pánico que estaba viviendo en este histórico momento. Las lágrimas se deslizaban, por mis mejillas, solo pensaba, quería pensar un momento que me llenará de aliento en este momento, pero lo único que veía, era como los huesos de mi madre crujieron en esa mordida, donde su sangre salpicó por todo el aire, hasta caer al suelo, con su zapato. Apretaba con fuerza mis nudillos, sintiendo mis dientes chocar entre sí. El aire me faltaba, no podía respirar sin que me doliera. No podía abrir los ojos, y ver cómo nos íbamos, como dejábamos todo. Y es que, solo bastó un segundo, para que se acabará. Intentando recordar, intentando de esclarecer un recuerdo, solo me llevaba a ese, a ese amargo momento que no podría olvidar.

Los mataré. Los mataré a todos.—abrí mis ojos, observando cómo Eren se había levantado del suelo, dirigiéndose al borde de aquel bote, repleto de almas perdidas como nosotros, pero él, apretaba con fuerza su puño.—Lo juro. Acabaré con ellos.—decía, con su voz llena de impotencia, por lo cual yo estreche mi mano para tocar su hombro.

—Eren... —aturdida observe cómo él cayó al suelo, arrodillado y devastado, dejando que todas sus lágrimas cayeran, él era solo un niño, uno experimentando un dolor tan fuerte, que ni siquiera yo podía soportar en este instante, era como si mi cuerpo quisiera tumbarse a su lado.—Yo te voy a cuidar, lo prometo... —articule para mi misma, llevando mi mirada al cielo, donde sus colores decaían en la tristeza de nuestra tragedia.—Aunque eso me cueste la vida.—añadí, sintiendo como la brisa se llevaba mis lágrimas, se llevaba todo de mi, como ese día en que mi hermosa madre murió, y no pude hacer nada, solo ser espectadora de su muerte.

Restregué mi rostro con aquella agua fría, sosteniendo todo mi peso encima de ese tocador. Respiraba hondo, bastante grueso, intentando de calmar esa sensación de que mi corazón quería sobresalir por mi pecho. Ese recuerdo, esa memoria que me perturbaba cada día, era inevitable no bloquear ese suceso de mi vida que me marcó trágicamente, al punto, de no poder avanzar con cautela, estaba amarrada a un haz por no poder saber soltar lo que ya no era posible reparar. Pero, no podía culparme. Viéndome en este espejo, viendo con detenimiento mis humedecidos ojos, veía el cansancio de una vida tan injusta y dolorosa, veía la transacción del dolor y el odio que me marcó por años. Apreté mis manos contra el lavado, bajando la cabeza para volver a respirar hondo. No podía desistir, no podía renunciar a lo que prometí. Me sostuve de mi peso, de mi débil peso. Esta posición en la que estaba, era las más difícil, no era ser reina, esposa, madre, era ser la hermana del joven que buscaba la libertad a todo costo, sin importar que no pudiera estrechar mi mano y sostenerlo, ya ni siquiera podía alcanzarlo. Eren murió en algún punto de esta historia, y yo, ni siquiera pude ser capaz de presentirlo. De un momento a otro, todo cambio, de un momento a otro, ya él no cabía en mis manos, ya no podía sostenerlo y protegerlo. Ya no podía salvarlo, porque ahora, todos parecíamos huir de él.

—Maldita sea.—masculle, llevando mi mano a la cabeza, sobresaltándome en cuanto escuché unos leves toques en la puerta, donde me aclamaban.—¿Por qué estoy recordando todo eso ahora?—me cuestioné.

—¿Adeline?—la puerta se abrió, podía ver en el margen, como Armin me buscaba.—¿Estás bien?—me preguntó, notándome tensa, pero tan solo asentí.

—Armin, si. Estoy bien.—le dije, acercándome a él, para pasar por su lado y encontrarme en esa sala de estar, donde veía a Mikasa estar sentada en el sofá, sosteniendo a Liam, quien aplaudía sonriente.—¿Aún la gente esta afuera?—me pregunté, acercándome a la ventana.—Llevan así desde hace semanas, van para un mes.—afirme.

—Creen que Eren, tiene razón.—comentó Armin, sentándose en el sofá, frente a Mikasa, quien yacía cabizbaja.—No desistirán de eso.—añadió.

—¿Creen que Eren tenga razón?—se preguntó Mikasa, abatida en su propio pensamiento, mientras que me quede parada entre medio de ambos sofás, pensativa.

—Nadie lo sabe.—respondí, suspirando hondo.—Pero, esto que les diré, es confidencial. Se que cuando nos reunamos con el comandante, él se los dirá. Pido que actúen como si no supieran, porque, necesito contarles algo antes de que hablemos con él.—les pedía, viéndoles mirarme con asentimiento.

—¿Qué sucede, Adeline?—me preguntó Mikasa, algo curiosa por lo que iba decir, mientras que Liam se bajaba del sofá, cayendo sentado, pero ella no tardó en procurar por él, dándole aquella bufanda rojiza, por lo cual, me tense cuando vi como Liam se envolvía en ella.

—Adeline.—giré mi mirada a la puerta, observando a Grace detrás de ella.—Darius está listo.—indicó, por lo cual baje la cabeza frustrada. —Y, la carreta ha llegado. Me iré con Liam y Elian, hasta que puedas resolver esto.—asentí.

—¿A donde irán?—se preguntó Armin, levantándose del suelo para ver cómo Mikasa recogía a Liam en sus brazos, quien aún tenía la bufanda envuelta.

—Iremos a donde está Historia. Es el lugar más seguro.—exclamó Grace, mirándome, esperando a que decidiera moverme para poder seguir con esto.

—Pero, Eren no ha conocido a Liam.—expresó, por lo cual me quede en silencio, viendo como Armin me miró extrañado, al igual que Grace ante no comentar nada acerca de lo que Mikasa había comentado.

—Adeline.—me llamo Grace, pero me cruce de brazos.—¿Tú ya viste a Eren, no es así?—me cuestiono, mientras que observe cómo Liam continuaba jugando con la bufanda, esa rojiza bufanda.—¿Por qué no nos dijiste?—se preguntó.

—No lo entenderían.—expresé, inclinándome para observar cómo Liam me atrapaba con la mirada, sonriéndome ampliamente.—No pueden juzgarme.—añadí, levantando la mirada para observar a Grace fijamente.—Solo Darius y Hange, y Pixis tienen conocimiento sobre eso. Me tutelaron.

—¿Cuando dejaste de confiar en nosotros?—observe a Mikasa, ella parecía sentida.

—Aún lo hago.—infiero, alentando a Liam acercarse a mi, por lo cual caminando de manera torpe, llegó hasta a mi.—Pero hay cosas que solo deben quedarse conmigo.—musité, apretándolo contra mi cuerpo para levantarlo.

—Pero, Adeline. Somos un equipo, siempre ha sido así.—justificaba Armin, con un tono más relajado que el de Mikasa.—¿Qué no podemos saber?—pregunto, mirándome con detenimiento, pero yo tan solo me acerqué a Grace, vagamente.—Adeline.—me llamo, esperando que hablara, pero solo suspire.

—Grace, por favor cuida a mi hijo como si fuera tuyo.—pedí, viendo como ella lo aferró a su cuerpo, mientras que baje la mirada, observando a Elian sostenido de su mano, mirándome.—Y tu Elian, por favor, cuida a Liam. Él será siempre tu mejor amigo.—exclame, viendo a Elian a sentirme.

—Si, tía Addie.—murmuró, bajando la cabeza de una manera sumamente obediente, y es que Levi siempre lo corregía como podía, él era ese padre que no tenía, era la promesa viviente de aquel hombre que se fue hace años.—Voy a cuidar a Liam... —volvió a murmurar, levantando la mirada para tocar los pies de Liam, los cuales estaban envueltos en medias.

—Liam, dame un beso, hazlo como te enseñe... —le decía acercando mi mejilla a él, sintiendo como pegaba sus labios.—Dile adiós a mamá.—pedia, sintiendo esa tristeza acoplarse en mi cuerpo, él extendió su mano, despidiéndose.—Gracias, Grace.—me acerqué a ella, dándole un fuerte abrazo.—Eres especial para mi, mantente a salvo.—le pedí, sintiendo como ella me asintió.

—Cuida a mi hermanito mientras no estoy.—musitó, distanciándose de mi.—Y por favor, perdona a Leandra. Ya ha pasado tiempo.—sonreí ante eso, denegando, llevando mis manos a las caderas.—No hagan estupideces.—nos pidió, mientras que Elian extendió su mano para despedirse, Armin lo miró sonriente y se despidió.

—Bien, vamos a ver a Darius. Esperemos que haya un modo en el que puedan hablar con Eren, quizás, las cosas cambien.—musité, alentándoles a salir de la sala de espera.

Ellos me siguieron, espere a que pudieran salir, para cerrar la puerta a mis espaldas. Ellos me miraron, igualmente los miré. Suspiré, esto parecía ser una pesadilla sin fin, pero debíamos seguir avanzando. Giré mi mirada escuchando pasos, por lo cual presencié como Leandra, quien yacía con su cabello suelto, se acercaba a nosotros cabizbaja. No emití ningún comentario, igualmente iba vestida como Armin y Mikasa, con el uniforme estándar que se usaba en reuniones importantes, o fuera de las expediciones, pero como veterana y capitana que aún seguía siendo, yo portaba mi uniforme de las expediciones. Ellos caminaron atrás de mi, en silencio mientras íbamos por los pasillos de aquel gran cuartel que representaba todas las élites. Aunque fuéramos sin emitir nada entre nosotros, desde afuera se podían escuchar a las personas exclamando la total liberación para Eren, a quienes estaban viendo como un salvador. Podía verlos a través de esas grandes huecos, estaban por montones en aquel portón, repleto de policías militares para darle seguridad a este lugar. De reojo miré como estos chicos me seguían, iban con la esperanza de poder cambiar algo, de poder hacer que todo tuviera sentido y esperanza para ese camino brumoso que no entendían.

—¿Nuevos cadetes del la legión? ¿Qué están haciendo en la cedé principal?—giré la mirada, observando a Mikasa observar por esa abertura de manera curiosa, de donde sobresalían varios soldados.

—Chicos, andando.—les pedí, subiendo aquellos escalones para abrir la puerta que nos conduciría a unos largos pasillos.—No tenemos tiempo, esta podría ser nuestra última oportunidad.—indique.

—Pero, si Eren no pudo decirte nada, ¿por qué creen que podría decirles algo a ustedes?—preguntó Leandra, a quien observe de reojo dirigirse a Armin y Mikasa, quien la miró sería.

—¿Por qué tú quisieras intentar hablar con él de todos modos?—le preguntó Mikasa, mirándola detenidamente, mientras que me detuvo frente aquella gran puerta, viendo la tensión entre ambas.

—Yo, yo... —Leandra se pasmo, esa mirada fría y turbia de Mikasa la dejó sin palabras.—Hay algo que quiero saber... —murmuro avergonzada, por lo cual miré adelante, tocando la puerta.

—Pasen.—escuché desde el otro lado, haciéndole una señal a los chicos para que se adentraran en cuanto abrí la puerta.—Oh, son ustedes.—musitó el comandante supremo al vernos, él continuó de espalda, observando la ventana.—Es un gusto verlos a todos, tomen asiento.—pidió, pero cruzada de brazos, me recosté de la puerta, Levi, empezaba a echarte de menos.

—¡Liberen a Eren Jeager! ¡Liberen al salvador de Eldia!—gritaban en el exterior, aquellos bullicios continuaban, eran amargos y muy escandalosos.

—Adeline, ¿cómo están yendo las cosas?—me preguntó Darius, manteniéndose de espaldas.—He oído que la situación se ha visto nula, ¿qué piensa Historia sobre esto? Ambas comparten el trono.—decía, por lo cual me quede cabizbaja escuchándole.

—Ante la ausencia de su mandado, Historia me ha dejado a cargo en el interior, pero parece ser que la gente está en desacuerdo con la encarcelación de Eren. Además, ninguno de los voluntarios ha podido cooperar, Darius.—conté.—He venido hasta aquí con la intención de que puedas darle acceso a ellos para que puedan ver a Eren, quizás podría contarles algo.—añadí.

—Hange sigue corriendo de un lado a otro, ¿no es así?—se preguntó, manteniéndose firme frente a la ventana, sin aún dar la cara a los chicos sentados frente a su escritorio.

—Si. Supongo en este momento que quiere comprobar algo.—le respondió Armin, de una manera serena.

—Si, de hecho, le permití que se llevara a uno de los voluntarios.—nos contó él, girándose para observarnos a todos.—No puedo permitirles que se reúnan con Eren Jeager.—artículo, creando que los chicos esbozaran un suspiro frustrante.

—¿Por qué no señor?—se preguntó Armin alarmado, él era el más ansioso que estaba por una afirmación, pero me mantuve cabizbaja sabiendo que esto no iría a ningún lado.

—Porque se reveló que uno de los voluntarios estuvo en contacto con él.—respondió, seriamente.—Eren permaneció en total silencio respecto a su reunión secreta. La cual terminó desembocando en el asalto a Marley. En este preciso instante, estamos investigando a todos los que intervinieron en esa reunión secreta. Eren no ha dicho ni una sola palabra desde que la verdad salió a la luz, y tampoco sabemos nada sobre el tiempo qué pasó operando solo en Marley.—les decía, mirándolos, mientras que yo solo escuchaba.—Es bastante probable que Eren esté siendo manipulado por Zeke Jeager.—comentó, por lo cual lo miré detenidamente, sintiendo la impresión de los chicos nuevamente.—Lo mencione porque se trata de ustedes, pero quiero que mantengan esto en secreto.—pidió, mirándonos a todos, por lo cual asentí.

—¿Entonces Eren? No, no lo creo.—denegaba Armin, sentado entremedio de Leandra y Mikasa, quienes se encontraban analizando todo.

—¡Disculpe señor! ¿Qué pasará con Eren?—pidió Mikasa, sobresaltada, hasta que observó a Darius parado aún lado de una extraña silla, una vieja silla que se utilizaba para torturar.—¿Qué es eso?—se preguntó ella, anonadada.

—Nada importante, solo es algo que no sabemos dónde guardar. Unos cadetes lo trajeron.—informó, neutralmente.

—Comandante supremo, si Eren se está resistiendo en hablar, tal ves nosotros que lo conocemos desde niño, podamos ser de utilidad.—decía Armin, intentando de verse convincente.—No puedo asegurar que confirmaremos las intenciones de Eren, pero no perderemos nada con intentar.—

—No funcionó conmigo.—interrumpí yo, viendo como Armin me miró fijamente.—Esta situación es bastante delicada, no se puede hacer más.—indique, viéndoles desistir, mirándome desilusionados.

—Está conversación término.—afirmó el comandante Darius, quien nos asintió para una retirada, por lo cual observe a los chicos levantarse y caminar hacia mí abatidos.

—Lo lamento.—les dije, cerrando la puerta a mis espaldas.—Pero, de seguro habrá otra oportunidad.—les alenté, viéndoles asentir.

—¿Por qué? ¿Por qué?—se cuestionaba Mikasa, viéndose abrumada por la situación.—Armin tiene razón, no perdemos nada con intentar. ¿Por qué no nos permitió verlo?—se preguntó ella, impulsándose a caminar detrás de mi, pero con detenimiento observe a varios cadetes acercarse entre los pasillos.

—Una explicación podría ser que el gobierno militar haya decidido deshacerse de nuestro amigo Eren.—murmuró este, viendo cómo los demás cadetes pasaban por nuestro lado.—Significarían, que utilizaran a Adeline para este mandado. La usaran como recipiente.—musitó este, mirándome con detenimiento.

—No pueden hacerlo conmigo, ya no más.—musité, viéndoles detenerse en seco, mirándome con impresión.

—Con su permiso.—miramos atrás, observando sigilosamente como esos cadetes yacían tocando la puerta de la oficina por la cual salimos, estos no tardaron en adentrarse.

—Eso significaría sólo una cosa.—murmuró Armin.—¿Estás embarazada?—se preguntó él.

—Si.—afirmé, viendo como abrían sus ojos grandemente.—Nadie lo sabe, aseguremos de no crear un escándalo aún.—les pedí, viéndoles asentir, pero parecían sonrojados ante dichosa confesión.

—Vaya, Levi tiene buena puntería.—comentó Leandra aún lado de esta, a quien mire sería.

—No es un momento para bromas, Leandra.—le esclarecí, viéndola cruzarse de brazos y fruncir el ceño.

—No fue una broma, fue un cumplido.—indicó, por lo cual alce una ceja, mirándola fijamente.

—Voy escuchar lo que están diciendo.—comentó Mikasa, a lo que vi como Leandra se unió a ella, ambas sigilosamente acercándose.

—No es el momento de estar infringiendo las reglas.—infirió Armin, mirándolas.

—Por lo contrario, en esta situación debemos averiguar que está planeando el ejército. Sin importar lo que pase, estoy aún lado de Eren.—indicó, pero abrí mis ojos grandemente cuando Armin se giró con brusquedad para abrazarme y abalanzarse al suelo conmigo en cuanto un estruendo se esclareció, cubriendo mi vista.

──

Próximo capítulo: Aquel vino.
Adeline y el escuadrón especial se dirigen hacia un conocido lugar, esperando encontrar respuestas.

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