࣪ ٬ 𝟬𝟵. draco the ferret. ៹

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( CAPÍTULO NUEVE !.˚₊ ✦ )
❝ draco el hurón 

Los ojos de Amora se abrieron con un parpadeo debido a una luz brillante que los iluminaba, sus orbes marrones se estremecieron ante la luz del sol que entraba por las altas ventanas y le daba directamente en la cara. Sólo entonces recordó que seguía en la biblioteca y se dio cuenta de que estaba recostada contra Draco Malfoy, una rigidez en el cuello que ya conocía por haberse quedado dormida mientras leía. Su movimiento hizo que Draco moviera la cabeza, sus ojos plateados parpadearon confusos.

—Pero qué... —la voz de Draco sonaba más grave por la mañana, y se aclaró la garganta, sentándose más recto para que no se estuvieran tocando—. Ah, es verdad.

—Deben ser las siete por lo menos —insistió Amora—. El sol brilla demasiado para que sea más temprano.

Draco asintió, pasándose las manos por el pelo rubio mientras se recobraba. Soltó un pequeño bostezo, a punto de decir algo cuando oyeron el chasquido de varias cerraduras. Sus ojos se abrieron simultáneamente y se pusieron en pie. Amora empezó a correr hacia la salida cuando Draco la agarró del brazo, tirando de ella hacia atrás.

—¿Qué haces? —le preguntó Amora—. La señora Pince está abriendo las puertas...

—¿Quieres meternos en problemas? —Draco la miró como si fuera estúpida, tirando de ella por la manga de la túnica aún más hacia el fondo de la biblioteca—. Podemos escabullirnos y, si no nos pillan, entonces podremos librarnos de todo esto. No nos quitarán puntos de nuestras casas.

Amora parecía estar considerando su idea, con un pequeño puchero en la cara.

—¿Y qué pasa con lo de decírselo a tu padre? No tiene sentido si vas a...

—No se lo diré —resopló Draco—. De hecho, creo que es mejor que se lo contemos a la menor gente posible, ¿no crees? Y definitivamente no le diremos a nadie lo de...

—¿Lo de la cosa del pingüino? —preguntó Amora con una sonrisa socarrona, refiriéndose a ellos durmiendo uno al lado del otro.

—Sí. Lo de la cosa del pingüino —confirmó Draco, mirando hacia abajo a ella con cara severa—. Hablo en serio, Amora. Si tus compañeros preguntan, te pusiste enferma o algo y fuiste a ver a la señora Pomfrey.

Aunque Amora no creía que fuera gran cosa que estuviera atrapada con Draco en la biblioteca, el chico rubio claramente pensaba que sí, así que hizo todo lo posible por asentir y respetar sus deseos... incluso si hubiera sido una historia divertida para contar a todo el mundo. Draco suspiró aliviado ante el asentimiento de la castaña, y fue entonces cuando por fin las puertas de la biblioteca se abrieron de un empujón.

Draco se llevó un pálido dedo a los labios, advirtiéndole a Amora que guardara silencio. Le puso una mano en la muñeca mientras caminaba delante de ella, los dos intentando rodear el perímetro de la biblioteca lo más silenciosamente posible. Podían oír a la señora Pince en el mostrador de la biblioteca, seguramente preparándolo todo para el día.

—No se va a mover de la puerta —susurró preocupada Amora.

Draco cerró los ojos con una mirada arrepentida en la cara. Sacó la varita y susurró un rápido «Wingardium Leviosa» sobre uno de los libros, elevándolo más y más y más. Amora estiró el cuello para verle hacer levitar lentamente los pasillos de libros, hasta el otro lado de la biblioteca, y entonces agitó la varita y lo dejó caer, con un fuerte golpe resonando al otro lado de la silenciosa sala.

Oyeron cómo la señora Pince se paralizaba antes de salir corriendo hacia el otro lado de la biblioteca. Draco agarró a Amora de la muñeca y los dos corrieron hacia la salida, con la respiración entrecortada, como si no pudieran creer que estuvieran a punto de salirse con la suya, a pesar de que estar encerrados de la noche a la mañana no era realmente culpa suya.

En cuanto hubieron salido corriendo de la biblioteca y un poco más allá por el pasillo, Draco apartó la mano de la piel de ella y ambos estallaron en carcajadas. Amora soltó una risilla, con la frente apoyada en el brazo de Draco y la mano de él en el hombro de ella mientras intentaban calmarse. Al cabo de unos momentos, se separaron, con las mejillas sonrosadas y los ojos brillantes por lo que sólo podía describirse como euforia.

—Eso ha sido muy inteligente —Amora le miró con una sonrisa.

Draco se encogió de hombros de forma casi tímida, sonriendo.

—Sí, bueno... —Oyeron pasos bajando por la escalera cercana y él la agarró del hombro, su mirada volviéndose intensa de nuevo— Recuerda lo que dije —siseó.

Amora frunció el ceño pero asintió, y mientras un grupo de Ravenclaws bajaba temprano a desayunar, Draco se marchó en otra dirección, dejando a la morena sola. Vio cómo se alejaba, con una sensación de inquietud en el estómago, como si algo hubiera cambiado entre ellos. Algo pequeño que podría llevar a cosas más grandes.

╰𓂃D.M + A.B𓏲ָ ╯

Las únicas personas que había en la sala común de Hufflepuff cuando Amora por fin llegó a ella eran algunos alumnos de séptimo año que no le prestaron atención mientras se escabullía entre ellos y se dirigía hacia su dormitorio. Temía tener que empujar la puerta, quedarse fuera unos segundos y respirar hondo mientras se daba cuenta de que estaba dentro. Finalmente, se obligó a abrir la puerta, y casi se estremeció cuando cuatro pares de ojos se clavaron en ella.

Kathy, Hannah, Susan y Zena Jacobs tenían una mirada entre preocupada y curiosa, y fue Kathy la primera en entrar en acción, corriendo hacia ella y agarrándola de los brazos.

—Amora, ¿dónde estuviste anoche? —exigió Kathy—. Te estuve esperando durante horas. Estaba preocupada. ¡Casi fuimos a ver a la profesora Sprout al respecto!

La castaña se congeló, sus labios se separaron para expresar la mentira que había inventado Draco antes para ella. Se arrepintió de no haberle dicho antes que posiblemente era la peor mentirosa del mundo.

—Yo-yo estaba en la enfermería —logró decir Amora.

—¡Oh, no! —Hannah jadeó, avanzando hasta situarse junto a Kathy mientras se abalanzaban sobre la chica—. ¿Qué ha pasado? ¿Ya estás bien?

Amora forzó un pequeño asentimiento y una sonrisa falsa que no le llegó a los ojos.

—Sí, sí, ¡por supuesto! Anoche, em, fui a la biblioteca y unos alumnos de primer año estaban practicando hechizos o algo así. ¡Un libro volador me golpeó en la cabeza!

Exhaló aliviada cuando Hannah la atrajo en un abrazo, creyendo claramente la mentira que había dicho. Amora sintió que se le erizaba la piel de vergüenza y culpa, pero al mismo tiempo se sintió algo orgullosa de sí misma por haber inventado una mentira tan rápidamente en el acto. Cuando Hannah se apartó, Amora se encontró con los ojos marrones de Susan. La pelirroja la miraba insegura y luego recorrió el cuerpo de Amora con la mirada.

—¡Amora! —prácticamente chilló Susan—. ¿Por qué narices llevas puesto un jersey de Slytherin?

Los ojos de Amora se abrieron de par en par y se clavaron en su pecho, donde el escudo verde ya no quedaba oculto por la túnica. Todas la miraban con inseguridad, esperando su siguiente movimiento. Amora sintió que se le cerraba la garganta, presa del pánico, mientras intentaba inventar otra mentira.

—Em... —tartamudeó—. ¡Tenía frío! Y había un Slytherin de séptimo año... no recuerdo su nombre ahora. Pero también estaba en la enfermería y me dio su jersey.

Todas parecían un poco recelosas en ese momento, todas menos Zena, que de todas formas era un poco mema y probablemente no le importaba lo suficiente como para interrogarla. La chica de pelo ébano se limitó a volver a cambiarse para prepararse para el desayuno que se acercaba a pasos agigantados.

—Necesito ducharme —dijo Amora antes de que nadie pudiera hacer más preguntas, con las mejillas enrojecidas—. Nos vemos abajo en el desayuno.

Hannah se apartó del camino para que Amora pudiera coger sus cosas del interior de su baúl y luego se apresuró a ir al baño. Cerró la puerta de un portazo y se miró en el espejo, dándose cuenta de que parecía somnolienta... pero viva. Tenía la cara ligeramente sonrojada por haber estado tumbada y haber huido de la señora Pince, y el pelo un poco revuelto en la parte superior por no haber tenido acceso a un cepillo al despertarse.

Amora se quitó la túnica y se dejó puesto el jersey de Draco. Se pasó la mano por el escudo y el cuello, preguntándose cómo iba a devolvérselo sin que nadie sospechara nada. Normalmente, los estudiantes tenían unos dos jerseys por si uno se ensuciaba, así que Amora supuso que Draco podría aguantar uno o dos días hasta que estuvieran solos. Tal vez podría pasárselo la semana que viene en su clase de Defensa contra las Artes Oscuras.

Cuando Amora se lo subió por la cabeza para quitárselo, percibió el aroma de la colonia de Draco y recordó que la noche anterior se había quedado dormida contra él. Por alguna razón, no se sintió tan avergonzada o asqueada por ello como pensaba. Amora lo dobló cuidadosamente y lo dejó a un lado, al igual que el resto de su uniforme, y se metió en la ducha, dejando que el agua caliente corriera por su cuerpo y la calentara.

Algo definitivamente había cambiado, pero Draco había dejado transparente que no hablarían de ello pronto.

╰𓂃D.M + A.B𓏲ָ ╯

El fin de semana llegó y pasó lentamente. Amora no vio a casi nadie aparte de Leon y Harry. Después de pasar el sábado en Hogsmeade, Amora y Harry jugaron al ajedrez mágico, donde él le contó cómo Ron seguía sin hablarle. Al parecer, el chico Weasley creía de todo corazón, al igual que el resto del colegio, que Harry había hecho trampas y había puesto él mismo su nombre en el Cáliz. Amora no podía creer que Ron siguiera tan ciegamente a la multitud.

Cuando llegó el lunes, Amora no se sorprendió mucho, pero sí se indignó al ver que la mitad del colegio llevaba chapas con la cara de Harry en las que se leía «POTTER APESTA» y que hacían zumbidos al girar. Cuando había recorrido la mitad de uno de los pasillos, Amora ya tenía un pequeño dolor de cabeza, y realmente esperaba que Cedric no tuviera nada que ver con ellas.

—¡Amora! —Uno de los chicos de sexto año con los que se juntaba Cedric corrió hacia ella con una caja llena de chapas—. ¿Quieres apoyar a tu primo? Puedes tener una gratis...

—No, gracias, Benny —Amora le apartó la mano cuando fue a darle una.

A Benny no pareció importarle y siguió trotando por el pasillo para entregar chapas a más estudiantes que estaban más que dispuestos a aceptarlas. Más adelante, Amora vio al chico del que todo el mundo había estado hablando corriendo hacia delante, intentando ignorar a todos los que murmuraban comentarios groseros a su paso.

—¡Harry! —Su voz le detuvo y le hizo girarse, un suspiro de alivio cruzó su cara mientras ella corría hacia él, con la túnica volando ligeramente tras ella.

—Gracias a Merlín que eres tú —murmuró Harry—. Pensé que serías otra persona más que me gritaría "Potter apesta" a la cara.

Amora frunció el ceño, comprensiva, y puso una mano en el brazo del chico más alto.

—Lo siento, Harry. Deberíamos hablarlo con Cedric, probablemente él pueda conseguir que todo el mundo deje de llevarlas puestas.

Harry asintió con la cabeza mientras bajaban unos escalones, pero Hannah y Ernie Macmillan, otro Hufflepuff de su año, se lo impidieron. Ernie agarró la chapa y prácticamente se la puso a Harry en la cara.

—¿Te gusta la chapa? —le sonrió burlonamente.

La cara de Amora se arrugó con ligero disgusto desde detrás de ellos.

—No mola, tíos —espetó, apartándolos de un empujón y pasando a través de ellos para que Harry pudiera seguirla.

Cedric estaba tumbado en un banco en medio de la hierba, algunos de sus amigos colgados a su alrededor mientras todos hacían el tonto, riendo y gritando. Amora suspiró y agarró la manga de la túnica de Harry, arrastrándolo hacia él. Cedric se incorporó en cuanto vio a su prima pequeña y a Harry Potter.

—¡Potter, lee la chapa! —gritó uno de ellos, riéndose por encima de los demás, que emitían sonidos burlones.

Harry los ignoró.

—¿Podemos hablar?

Cedric pareció ligeramente sorprendido de que fuera Harry quien quería hablar con él y no Amora, pero asintió y se alejó con el chico más joven. El resto de los de Hufflepuff corearon groserías tras él y Amora cruzó los brazos sobre su pecho, con una mirada fulminante en sus facciones.

—Chicos, tenéis diecisiete y os burláis de uno de catorce. Madurad —siseó.

—Oo, lo siento profesora Buckley —se burlaron todos, haciéndola poner los ojos en blanco.

Observó cómo Harry y Cedric hablaban y parecía que su primo intentaba no sonreír ante los comentarios que sus amigos seguían haciendo mientras asentía cortésmente con la cabeza a lo que Harry decía. Amora empezó a acercarse cuando Cedric agarró la túnica de Harry.

—Lo de las chapas, les he dicho que no se las pongan, pero...

—No te preocupes —Harry sacudió la cabeza antes de que sus ojos se posaran en Ron que caminaba con Seamus y empezó a acercarse furioso.

Amora pasó junto a Cedric y trotó para seguirle el ritmo, con una mano en la correa de la mochila para evitar que se le cayera. Pudo percibir la tensión entre los dos mejores amigos cuando Harry se detuvo justo delante del chico pelirrojo, con una expresión furiosa dibujada en la cara.

—Eres un mierda, ¿lo sabías? —le espetó Harry.

Los ojos de Amora se abrieron de par en par, preguntándose qué podría haber pasado entre ellos para que Harry fuera tan borde. Sin embargo, se mantuvo callada mientras permanecía a su lado, intercambiando una mirada con Seamus.

—¿Eso crees? —murmuró Ron sombríamente.

—No lo creo lo sé —insistió Harry.

—¿Algo más?

Harry parecía un poco desconcertado mientras contemplaba sus siguientes palabras.

—Sí, que pases de mí.

—Vale —refunfuñó el chico Weasley, asegurándose de golpearle el hombro al pasar, con Seamus siguiéndole detrás.

Amora frunció ligeramente el ceño.

—¿Qué pasó, Harry?

—Ron no me dijo nada de la primera prueba —dijo él—. Hay dragones, Amora.

—¿Dragones? —chilló, sintiéndose mareada ante la idea de que su primo y Harry tuvieran que interactuar con las criaturas que escupían fuego y eran tan grandes como para aplastar estadios de estudiantes.

Harry asintió antes de que oyeran más risitas procedentes de la izquierda de ellos. Cuando Amora levantó la vista, lo último que esperaba era ver a Draco sentado en un árbol, con una sonrisa sombría en la cara, mientras sus amigos estaban de pie alrededor de la parte inferior. Hicieron contacto visual brevemente antes de que Amora apartara la mirada, a punto de insistir en que se fueran a otro sitio, pero Draco tuvo que abrir la boca.

—¿Estás tenso, Potter? —El chico Malfoy sonrió, haciendo que Harry se detuviera y cerrara los ojos—. Mi padre y yo hemos hecho una apuesta. Yo digo que no duras ni diez minutos en este torneo.

Draco bajó del árbol y empezó a marchar hacia ellos, con toda su pandilla detrás. Amora se agarró al brazo de Harry, intentando alejarlo, pero él se encogió de hombros. Los ojos de Draco se clavaron en sus manos y su sonrisa se volvió aún más malvada.

—Él difiere. Cree que vas a durar cinco —Draco y sus amigos empezaron a reírse y Harry se acercó a él enfurecido, estallando finalmente cuando las palabras de todos empezaron a afectarle.

—Me importa un bledo lo que tú y tu padre penséis, Malfoy —gritó Harry, empujando a Draco hacia atrás y borrando la sonrisa de su cara—. ¡Es vil y cruel! Y tú un payaso.

Cuando Harry empezó a dirigirse hacia Amora, de espaldas a los matones, Draco se enfadó cada vez más y metió la mano en la túnica para coger su varita. Amora agarró a Harry mientras gritaba el nombre de Draco, pero el profesor Moody ya se había dado cuenta de lo que iba a pasar, apuntando con su varita en dirección al chico de pelo helado y haciendo que se le escapara un grito.

Los ojos de Amora se abrieron atónitos mientras Draco se encogía cada vez más, convirtiéndose en un hurón albino en el suelo. Harry parecía igual de atónito cuando su profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras marchó hacia él, prácticamente gruñendo de furia.

—¡Te enseñaré a no maldecir a nadie a traición! —espetó Moody, levantándolo de arriba abajo con la varita mientras todos los demás reían, incluido Harry—. Apestoso, cobarde, canalla...

—¡Profesor Moody! —gritó Amora, sin encontrar nada gracioso el acto mientras él zarandeaba a Draco arriba y abajo, una y otra vez—. ¡Devuélvalo a su forma!

Incluso los amigos de Draco se estaban riendo y Amora sintió una inmensa lástima por él. Nadie merecía ser humillado así delante de todo el mundo. Draco se merecía un tirón de orejas y que le quitaran algunos puntos de la casa, pero a Amora no le parecía bien. Le parecía cruel y un abuso de poder. Ella habría defendido a cualquiera en esa situación.

—¡Profesor Moody! ¿Qué-qué está haciendo? —dijo la profesora McGonagall corriendo hacia ellos.

—Educar —gruñó Moody.

—¿Eso es un...? ¿Un alumno? —ella jadeó con incredulidad.

—Técnicamente, es un hurón —respondió él.

Moody elevó aún más al chirriante animal en el aire y lo dejó caer por la parte delantera de los pantalones de Crabbe, haciendo chillar al chico. Habían atraído a una multitud aún mayor de estudiantes que reían y a Amora se le revolvió el estómago.

—¡Profesora McGonagall, es Draco Malfoy! —le gritó Amora.

Las risas se hicieron aún más fuertes en sus oídos cuando Goyle intentó agarrar al hurón de los pantalones de Crabbe, sólo para retirar la mano, sacudiéndose el dedo mordido. Amora se llevó la mano a la boca mientras Draco se escurría por la pernera del pantalón y caía al suelo. McGonagall sacó su varita y apuntó al hurón, que rápidamente volvió a transformarse en un Draco aterrorizado.

Se levantó, con el pelo alborotado y se giró para enfrentarse a Moody, dando un grito junto a un respingo y un salto hacia atrás.

—¡Mi padre se enterará de esto!

—¿Es una amenaza? —gritó Moody y empezó a perseguir a Draco alrededor del árbol—. ¡Te podría contar cosas de tu padre que rizarían hasta ese grasiento pelo planchado!

Amora parecía físicamente dolorida al ver a su poco cuerdo profesor gritar tras Draco. Miró a Harry, que seguía sonriendo de oreja a oreja, antes de ponerse en marcha en la dirección por la que Draco había desaparecido, dejando que la profesora McGonagall regañara al ex auror.

Sus cortas piernas intentaron dar largas zancadas cuando dobló una esquina y vio a Draco dirigirse furioso hacia la sala común de Slytherin. No había mucha gente, así que lo llamó por su nombre, abriendo los ojos cuando él se dio la vuelta con una mirada fulminante en su cara. Amora corrió hacia él, ignorando la mirada que le estaba dirigiendo.

—¿Estás bien? —le preguntó preocupada—. Moody no debería haber hecho eso...

—¿Por qué te preocupas, Amora? —escupió Draco con crueldad, haciéndola retroceder sobresaltada—. Escúchame muy claramente, ¿vale? —Con cada paso que él daba hacia ella, ella retrocedía uno—. Que hayamos acabado juntos en la biblioteca la semana pasada no significa que seamos amigos. Ni ahora, ni nunca.

A Amora se le cayó la cara. Por supuesto, ella no llamaría a Draco Malfoy amigo suyo, pero pensaba que después de aquella noche del jueves se habían vuelto civilizados el uno con el otro. La forma en que él no la había fulminado con la mirada cuando se encontraron en Hogsmeade el sábado se lo había confirmado, pero al parecer no podía estar más lejos de la verdad.

—Draco...

—¿Qué pasa? —Draco se burló—. ¿Ahora estás coladita por mí porque te di mi jersey? ¡Qué patética!

La cara de Amora estaba roja con una mezcla de vergüenza y enfado. Arrugó la nariz y empujó a Draco hacia atrás por el hombro, igual que le había hecho Harry antes. Draco la miró con exactamente la misma expresión que le había puesto al chico de gafas.

—Más quisieras, Draco —siseó Amora—. Créeme, tendrías suerte si estuviera colada por ti, pero eres la última persona que me gustaría. ¡Eres cruel, despiadado, egoísta y francamente malo!

Draco tenía el labio torcido mientras la miraba fijamente, sus ojos ardían con algo que Amora no podía detectar. Esperaba que sus palabras lo hirieran, que lo hicieran entrar en razón. Había visto que podía ser bueno si quería, pero Draco parecía cometer todos los errores equivocados una y otra vez.

—¿Malfoy te está molestando, Amora?

Amora y Draco se giraron para ver a Justin Finch-Fletchley, un Hufflepuff amigo de Amora. Aunque, en realidad, ella aún no había hablado con él este año. Se suponía que también era amigo de Harry, pero desde que le anunciaron campeón del Torneo de los Tres Magos, Justin, junto con muchos otros de Hufflepuff, creía que Harry sólo intentaba robarle la gloria a Cedric.

—No, estoy bien —insistió Amora, empezando a alejarse del chico de pelo rubio platinado.

—¿Estás segura? —preguntó Justin.

Draco fulminó con la mirada a Justin, sin duda porque no sólo les interrumpía sino que además era un nacido de muggles.

—Ha dicho que está bien, Sangre... —Draco se impidió terminar la frase y apretó la mandíbula antes de girar sobre sus talones y marchar de vuelta a la sala común de Slytherin.

Parecía que Draco y Amora habían vuelto al punto de partida.


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