࣪ ٬ 𝟬𝟭𝟬. the slytherin jumper. ៹

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( CAPÍTULO DIEZ !.˚₊ ✦ )
❝ el jersey de slytherin 

Cedric había sobrevivido. Harry había sobrevivido. Krum y Fleur habían sobrevivido. Era un milagro, en verdad... teniendo en cuenta lo enormes que eran aquellos dragones y lo mucho que habían querido proteger sus huevos de oro. Si Amora era sincera, la mayor parte de todo aquello le había parecido borroso. Había pasado la mayor parte del tiempo con la cabeza entre las manos, intentando no entrar en pánico cuando los dragones se acercaban demasiado a Cedric o a Harry.

Pero, a pesar de todo, todos habían recuperado sus huevos de oro de un modo u otro, y Hufflepuff lo estaba celebrando a lo grande, igual que Amora suponía que probablemente lo estaría haciendo Gryffindor. Su primo como centro de atención y ella había sido la primera en felicitarlo, diciéndole lo increíblemente inteligente que era por transformar una piedra en un perro para distraer a su dragón.

La música sonaba a todo volumen en la sala común de Hufflepuff y algunos alumnos de séptimo se habían hecho con una botella de whisky de fuego, que se repartía en pequeñas cantidades. Amora miró la bebida que tenía en la mano y la olió, estremeciéndose ante el fuerte olor a alcohol. Había bebido vino con sus padres en casa, pero nunca whisky de fuego.

—Lo haré si tú lo haces —Leon sonrió y los dos imitaron a los gemelos bebiendo sus pociones de envejecimiento, entrelazando los brazos y llevándose las bebidas a los labios.

Amora casi se arrepintió de habérselo bebido en cuanto pasó por sus labios, quemándole ligeramente la garganta. No le estaba permitido beber tanto, ya que eran los mayores los que proporcionaban la bebida alcohólica, pero era suficiente para que le doliera un poco. Leon se rió cuando se separaron, limpiándose los labios con el dorso de la mano.

—¡Qué asco! —Amora se rió.

—¡No estaba tan mal! —Leon no estuvo de acuerdo— Pero con ese poco que he bebido me basta.

—¡Un aplauso para Cedric! —exclamó Benny mientras se subía a una de las mesas y arrastraba a Cedric con él, levantándole el brazo.

Cedric sonrió mientras se bañaba en la gloria que ya estaba recibiendo, todo el mundo coreaba su apellido mientras él alzaba el huevo de oro con la otra mano. Amora aplaudió y coreó también, menos nerviosa por la próxima prueba ahora que sabía que Cedric podía cuidar de sí mismo.

—Gracias, chicos —Cedric hizo un gesto para que se callaran—. Sólo quiero daros las gracias por todo el apoyo que habéis mostrado recientemente. ¡Vamos a ganar la próxima también!

Todo el mundo aplaudió, tan fuerte que Amora sintió un zumbido en todo el cuerpo. Se rió felizmente cuando la música volvió a sonar y empezó a sonar una canción de Las Brujas de Macbeth. Leon la agarró, insistiendo en que le encantaba la canción por encima de todas las demás brujas y magos que cantaban a coro. Amora bailó con él, inclinando la cabeza hacia el techo y perdiéndose en la música.

Por una fracción de segundo, Amora pensó en Draco y en cómo probablemente estaba en la cama ahora mismo, sin celebrarlo en absoluto. Una sonrisa se apoderó de su cara... esta había sido una victoria para los Hufflepuffs.

╰𓂃D.M + A.B𓏲ָ ╯

Amora se despertó tarde, como casi todas las mañanas. Con un codazo en el costado y unas palabras de preocupación de Hannah, la castaña se quedó sola en su dormitorio, apresurándose a vestirse para el desayuno. Se lavó los dientes y la cara en poco más de tres minutos y luego se peinó el pelo lo más rápido que pudo.

En la mesa de Hufflepuff no había muchos alumnos de sexto y séptimo año, probablemente porque la noche anterior habían consumido demasiado whisky de fuego. Leon aún no estaba allí cuando bajó, así que se acercó al Trío de Oro sentado en la mesa de Gryffindor. Le caían bien sus compañeras de cuarto, pero Merlín, a veces eran demasiado... especialmente por las mañanas.

Amora estaba de pie al lado de donde estaba sentado Ron, el chico pelirrojo sostenía algo extraño en las manos. Era un trozo de tela que podría haber sido un vestido, y uno no muy bonito.

—Hola, chicos —los saludó Amora—. Ron, ¿eso es un vestido?

Ron le lanzó una mirada.

—¡No! Es una túnica.

Tanto Hermione como Harry empezaron a reírse por lo bajo, al igual que los gemelos que estaban sentados un poco más arriba en la mesa con sus amigos. Amora se sintió un poco mal por avergonzarlo.

—Oh, bueno, está muy bien —chilló ella, sentándose en el espacio vacío junto a él.

Harry sonrió.

—No hace falta que le mientas, Amora.

—No, no, no —Amora intentó mentir aún más—. Hablo en serio, Ron. Es... única.

—Esa es una palabra para describirlo —Hermione sonrió mientras miraba su desayuno, ganándose una pequeña mirada fulminante del chico Weasley.

Ron se limitó a poner los ojos en blanco.

—Mientes fatal, Amora.

Le ardían un poco las orejas mientras le enviaba una tímida sonrisa y apoyaba el codo en la mesa de Gryffindor, con la mano apoyada en la barbilla. Los ojos oscuros de la castaña se entrecerraron al ver un corte en la mejilla de Harry y se estremeció, soltando un pequeño siseo de empatía mientras le agarraba la barbilla con suavidad, moviéndola para poder ver con más claridad.

—¡Cielos, Harry! Eso debe doler —frunció el ceño.

La piel de Harry parecía arder bajo su tacto.

—No es dada. Digo, no es nada —se corrigió rápidamente, tartamudeando en sus palabras.

Pasó por alto la mirada cómplice que Hermione y Ron se enviaron, sin darle mucha importancia a las extrañas payasadas de Harry.

—Cedric tiene un par de quemaduras, pero nada que la señora Pomfrey no pueda curar —dijo Amora mientras cogía una caja de cereales y empezaba a echárselo en el tazón—. Creo que el mayor de sus problemas ahora mismo es la resaca.

—¿Hufflepuff tuvo una fiesta? —preguntó Hermione.

—¿Gryffindor no? —Amora levantó la vista de servirse la leche.

—Lo celebramos, pero no con alcohol —intervino Seamus con tristeza desde un par de asientos más allá.

—¡Probé el whisky de fuego por primera vez! —exclamó Amora entusiasmada— A los de cuarto año sólo se nos permitió un poco, pero estoy bastante segura de que Cedric y sus compañeros se emborracharon. Pero no se lo digáis a nadie.

—Claro que no —coincidió Harry.

—¿Por qué harían eso en una noche de colegio? —Hermione chascó la lengua.

—Por cierto, lo has hecho muy bien, Harry —felicitó Amora al chico con el que aún no había hablado desde antes de su pruena de ayer.

En el ajetreo de todo, Amora se había ido corriendo con los de Hufflepuff mientras que Harry había sido llevado por los de Gryffindor para ser prácticamente adorado ahora que la gente por fin volvía a quererle. La mayoría de los de Slytherin se habían quedado alrededor de Cedric debido a su aversión por la casa roja, pero Amora había visto a Draco alejarse con los chicos de Durmstrang, haciendo todo lo posible por felicitar a Viktor Krum sin parecer una especie de fanboy.

—Gracias —Harry soltó una carcajada ahogada, sintiendo que le ardían las orejas mientras se encogía de hombros.

—¡Dios! Cuando te fuiste volando con el dragón detrás y no volviste en años, pensé que te habías ido —continuó Amora—. Estaba muy preocupada. Pero fue muy inteligente por tu parte invocar a tu escoba, de verdad. Nunca se me habría ocurrido.

—S-Sí —tartamudeó—. Quiero decir, fue aterrador, pero sobreviví. Evidentemente.

Amora jugueteó con la parte dorada de su túnica, sonriendo mientras se reía.

—Bueno, me alegro.

Justo cuando lo hacía, oyó un balbuceo ahogado frente a ella. Hermione se estaba limpiando la boca mientras dejaba el vaso de agua sobre la mesa, con los ojos muy abiertos y llorosos.

—¿Estás bien, Hermione? —Amora frunció el ceño mientras Harry palmeaba la espalda de su amiga, también con la mirada preocupada— ¿Se te fue por el camino viejo?

La chica Granger parecía contemplativa, con las mejillas encendidas mientras se inclinaba hacia delante para susurrar. Harry, Ron y Amora hicieron lo mismo, los cuatro prácticamente formando un círculo secreto que mantenía a todos los demás fuera.

—Amora, tu jersey —siseó Hermione, sus ojos miel se clavaron en la prenda.

Frunciendo el ceño, Amora apartó el jersey de ella y miró hacia abajo, con el corazón encogido al ver el escudo de Slytherin remendado a un lado y el forro verde alrededor del escote. Amora sintió náuseas al oír que Ron también empezaba a atragantarse mientras Harry parecía una mezcla de asombrado y... ¿decepcionado?

¿Cómo no se dio cuenta de lo holgada que le quedaba cuando se la puso esta mañana? Con las prisas, no debió darse cuenta, se puso la túnica y ocultó la mayor parte del jersey.

—¡O-Oh! —Amora trató de reírse, agitando la mano— No es nada... No es... es...

De repente, no pudo sacar su larga mentira. Sería fácil repetir lo mismo que les había dicho a sus compañeras la semana pasada, pero Amora no sabía por dónde empezar. Se levantó de la mesa, con las mejillas más rojas que los propios escudos de los Gryffindors.

—¿De quién es, Amora? —preguntó Ron, pero la castaña ya había deslizado las piernas por encima del banco.

—Debería ir a cambiarme —soltó.

Salió corriendo del Gran Comedor, con su pelo castaño oscuro volando detrás de ella mientras se apretaba la túnica contra el pecho, esperando que nadie más viera un atisbo del verde botella en su pecho.

«Simplemente genial».

╰𓂃D.M + A.B𓏲ָ ╯

Amora llevaba dos días evitando al Trío de Oro como a una plaga. Cada vez que uno de ellos la veía, cambiaba de dirección o hablaba con quien estuviera a su lado. Odiaba mentir más que nada, y no quería mentir a sus amigos. Decirles que Draco, alguien que se había burlado de ellos durante los últimos cuatro años, le había prestado su jersey sólo causaría problemas. Esperaba que todo se olvidara.

También evitaba a Draco, aunque eso era bastante fácil. No habían hablado desde que él prácticamente la había mandado a la mierda después de que Moody lo convirtiera en hurón y ella intentara ver si estaba bien. En Defensa Contra las Artes Oscuras, actuaban como si el otro no existiera; ni un solo comentario ingenioso del rubio matón.

Su paranoia la convenció de que si Hermione, Harry o Ron miraban en su dirección durante aquella clase y la veían respirar cerca de él, lo sabrían. Aunque estaba segura de que pensaban que ella le odiaba más que nadie.

Aunque, hoy en día a Amora le costaba convencerse de que odiaba a Draco Malfoy. Era más de lo que él la frustraba... más que nadie en el mundo entero.

Sin embargo, sabía que no podía evitar a sus amigos para siempre. Leon le decía que estaban preocupados por ella, y ella odiaba ser una carga. Amora decidió enfrentarse a ellos y sentarse a su lado en el desayuno esa misma semana.

Los tres Gryffindors levantaron la vista, en shock.

—Sólo queríamos disculparnos por hacerte sentir tan incómoda—

—No —Amora suspiró—, no debería haberme puesto como una loca con vosotros. Ni siquiera es para tanto cómo terminé con el jersey de todos modos.

—¿Nos lo vas a decir? —le soltó Ron de forma brusca, ganándose un codazo en el costado de la nacida de muggles que tenía sentada a su lado.

—Es una larga historia. No podéis contárselo a nadie.

Y Amora procede a contar la verdad. La verdad sobre cómo acabó con el jersey de Slytherin a la espalda aquella mañana de hace unos días. Todos se quedaron boquiabiertos y le hicieron preguntas en todos los lugares adecuados, poco convencidos de que Draco hubiera sido tan considerado como para prestarle su jersey.

—Me hizo jurar que no se lo diría a nadie —Amora se mordió el labio—. Quería cumplir la promesa, pero... mi lealtad está con vosotros por encima de él, claro. No quería mentiros, chicos.

—¿Quién iba a pensar que Malfoy tenía un hueso agradable en su cuerpo? —se burló Ron.

Hermione sonrió burlonamente hacia la otra chica.

—¡O una debilidad por nuestra Amora!

—Basta —la Hufflepuff se sonrojó y negó con la cabeza—. No es el caso, te lo aseguro. De hecho, la última vez que hablamos básicamente me dijo que era patética y me acusó de estar coladita por él.

—¿Lo estás? —Ron levantó las cejas.

—¡No! —chilló Amora rápidamente— Nunca.

Hermione no parecía particularmente convencida. Harry estaba muy callado, apartando el plato del desayuno con el ceño fruncido. Amora apenas se dio cuenta, estaba demasiado ocupada deseando que se le enfriaran las mejillas y las orejas.

Se oyó un repentino estruendo detrás de Hermione y Harry, y Draco se levantó tambaleándose de su asiento. A Amora casi le dio un vuelco el corazón, convencida por un momento o dos de que Draco de alguna manera había oído su conversación.

Estaba de espaldas a ellos, pero Amora pudo percibir lo furioso que estaba por su postura, mientras se cernía sobre uno de los de segundo año que le había derramado algo encima. Algunos Slytherins se reían a su alrededor, pero la mayoría parecían realmente preocupados por el chico de segundo año, que se disculpaba profusamente con lágrimas ya en los ojos.

—¡Tienes que mirar a dónde demonios apuntas con esa cosa! —se quejó Draco, extendiendo los brazos para evitar tocarse el desastre de leche que caía por su jersey— Tienes suerte de no llevar aquí ni dos meses, si no, te arrepentirías.

Harry intentaba no reírse mientras Draco empezaba a salir hecho una furia del Gran Comedor, con la túnica volando detrás de él. En cuanto se fue, sus "amigos" empezaron a reírse un poco también, todo volvió a la normalidad. Toda la tensión volvió a la normalidad mientras Amora se metía un poco de cereales en la boca, ocupándose de sus propios asuntos. Draco había dejado perfectamente claro que no quería su ayuda.

╰𓂃D.M + A.B𓏲ָ ╯

El almuerzo se acercaba y Amora estaba más que preparada para encaminarse al Gran Comedor. El mes de octubre en Gran Bretaña no era muy agradable desde el punto de vista meteorológico; llevaba una semana entera lloviendo y hacía mucho frío. Lo peor era que la sala común de Hufflepuff sólo tenía ventanas justo al lado del techo, así que lo único que podían ver era la hierba mojada y los dientes de león muertos.

—¡Psst!

Amora levantó la cabeza por encima del hombro con el ceño fruncido en su cara, pero no vio a nadie en el aislado pasillo. No pensó mucho en ello, ya que no era ajena a lo extraño que podía ser a veces su colegio, y siguió caminando por el pasillo, pero entonces volvieron a llamar por su nombre. Amora se quedó paralizada y una mueca se apoderó de ella. Reconocería esa elegante y arrogante voz en cualquier parte.

—¿Qué quieres, Draco? —espetó Amora mientras se daba la vuelta.

Los ojos de Draco se abrieron de par en par y la agarró del brazo, tirando de ella hacia la esquina en la que se había escondido. Su corazón casi dio un vuelco cuando sus pechos se presionaron, uno contra el otro, pero Draco la apartó de un empujón, claramente sin intención de tirar de ella con tanta fuerza como lo hizo. Amora apartó el brazo de su frío agarre, enviando puñales hacia él.

—¡Empiezo a pensar que eres el que está coladito por ! —Amora gruñó— Si quieres que alguien te deje en paz, probablemente deberías empezar por dejarle en paz primero.

Draco frunció el ceño.

—Como si alguna vez fueras a gustarme —se burló él—. Supéralo, Buckley. Necesito que me devuelvas mi jersey. ¡Alguno de segundo año me derramó leche en el otro!

Amora sólo entonces se dio cuenta de que llevaba camisa, corbata, pantalones y túnica, y no el chaleco. Su camisa blanca le daba un aspecto aún más pálido que de costumbre. No se había dado cuenta de hasta qué punto el jersey gris le había dado color.

—Sí, ¿cuándo lo necesitas? —refunfuñó Amora.

—Ya —insistió—. Por si no te has dado cuenta, Hogwarts no es la más cálida de las instituciones.

Ella suspiró.

—Sí, sí. Puedo conseguirlo. Aunque está en mi dormitorio.

Draco la empujó ligeramente, haciéndole señas con las manos para que se moviera.

—Vamos, entonces. No tengo todo el día. Te seguiré para asegurarme de que no se te ocurra ir directamente a comer.

La castaña imitó sus palabras en voz baja mientras ponía los ojos en blanco y comenzaba a dirigirse hacia las mazmorras donde residían los Hufflepuffs. Se aseguró de que Draco oyera su horrible imitación de él, forzando a propósito su acento para que fuera diez veces más elocuente. Le oyó burlarse detrás de ella, pero no dijo nada.

A la gente que pasaba por allí le resultaba extraño ver a una furiosa Amora Buckley dirigiéndose a su habitación con Draco Malfoy pisándole los talones, con cara de poco impresionado. Pasaron junto a las cocinas, donde se oía el bullicio de los elfos en el interior, y llegaron a la puerta de la sala común de Hufflepuff. Draco la inspeccionó con ojo crítico.

—Ahora vuelvo —Amora suspiró y golpeó el segundo barril empezando a contar desde abajo, en medio de la segunda fila, siguiendo el ritmo de "Helga Hufflepuff".

Draco miró inquisitivamente, sin saber por qué no tenían una contraseña como Slytherin. El barril abrió la tapa, pero antes de que Amora pudiera entrar, una chica pelirroja que no reconoció salió y no parecía muy contenta de ver a Amora.

—Hola, Susan —Amora no reconoció claramente la expresión disgustada de Susan cuando se dispuso a pasar junto a ella, pero la pelirroja la agarró del brazo—. ¿Qué? —Amora ahora también parecía molesta.

—Cuidado —le siseó Draco a Susan sin pensar, mirando fijamente el agarre que tenía en el brazo de Amora.

Ambas chicas lo miraron sorprendidas, el agarre de Susan se aflojó cuando el miedo se hizo presente en sus ojos. Susan miró entre Draco y Amora, hecha un lío tartamudeando, antes de que algo pareciera cronometrarse en su cerebro y casi chillara allí mismo en el sitio.

—¡El jersey! —siseó Susan, señalando con un dedo acusador a Amora, que dio un paso atrás—. Ese jersey que tienes debajo de la cama... ¡no es de un Slytherin cualquiera! ¡Es de Malfoy!

Amora empezó a tartamudear, intentando inventar alguna excusa.

—No seas tan estúpida, Susan, ¿verdad? —Draco gruñó— Como si fuera a prestarle mi jersey a una simple Hufflepuff. Buckley iba a darme los deberes de Encantamientos.

Fue el turno de Susan de empezar a tartamudear otra vez.

—Lo-lo siento, Malfoy. Lo siento, Amora.

—Ahora vete —siseó el chico de pelo rubio platinado y Susan se apresuró a alejarse, sin mirar atrás mientras se dirigía hacia el Gran Comedor.

Amora frunció el ceño tras ella, sintiéndose ligeramente culpable. A Susan no parecía caerle muy bien Amora, pero su acusación había dado en el clavo, y había sido derribada y humillada por ello. Suspiró y decidió no regañar a Draco, ni siquiera miró al chico Malfoy antes de entrar en la sala común. Algunas personas que no iban a almorzar merodeaban por allí, sin siquiera mirar a Amora mientras avanzaba hacia los dormitorios de las chicas.

Amora se alegró de descubrir su dormitorio vacío y se metió debajo de la cama para coger la prenda doblada de Draco. La sacudió y se alegró de ver que seguía limpia, lista para que Draco la llevara hoy. La metió bajo su túnica y se tomó su tiempo para volver con Draco, decidiendo que no tenía sentido apresurarse por alguien que no haría lo mismo por ella.

Cuando la tapa del barril se abrió, vio a Draco apoyado contra una de las paredes, con cara de impaciencia mientras la miraba fijamente, con los brazos cruzados y dando golpecitos con los pies. Se despegó de la pared cuando ella sacó su jersey de su escondite, arrebatándoselo de las manos y quitándose la túnica— después de asegurarse de que no venía nadie más por el pasillo, por supuesto.

—¡Merlín, Amora! —Draco bufó mientras se lo ponía por encima de la cabeza— ¡Apesta!

Amora no pudo evitar que una mirada ofendida cruzara su cara.

—¿Qué? ¡No es verdad!

—Sí, huele igual que tú —continuó Draco, y Amora puso los ojos en blanco, dándose cuenta de a dónde quería llegar—. Horrible.

—Oh, cállate, Draco —Amora lo empujó, y no de forma juguetona—. Tú eres horrible. Lo menos que podrías hacer es darme las gracias... eso es lo que haría cualquier ser humano decente.

—Pero Malfoy no es un ser humano decente, ¿verdad, Amora? —Un brazo la rodeó por los hombros, haciéndola levantar la mirada y fruncir un poco el ceño hacia Cedric, que sonreía de forma burlona a Draco— ¿Lo eres, Malfoy? —repitió en voz más alta.

Draco pareció no saber qué decir durante un segundo. Cedric podía ser un Hufflepuff, pero de sexto año, y además se había ganado la popularidad de todo el colegio en las últimas semanas. No podía mentir y decir que no se sentía intimidado mientras tragaba saliva, intentando mantener la expresión burlona en su cara pero fallando.

Amora apartó el brazo de su primo de sus hombros, ligeramente avergonzada.

—Cedric, no. Puedo encargarme de Draco yo sola. De todas formas, ya se iba.

El chico de ojos plateados se quedó mirando a Amora durante unos segundos antes de asentir y marcharse, corriendo por el pasillo un poco demasiado rápido para ser casual. No estaba seguro de por qué Amora le había defendido después de haber sido tan borde con ella, pero intentó no pensar demasiado en ello. Reciprocar esas acciones sólo sería una carga.


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