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( CAPÍTULO ONCE !.˚₊ ✦ )
❝ parejas de baile

—El Baile de Navidad, ha sido una tradición del Torneo de los Tres Magos, desde su concepción —explicó la profesora McGonagall a todos los de cuarto año en adelante sentados en el interior de la sala, los chicos a un lado y las chicas al otro—. Durante la noche de Pascua, con nuestros invitados nos reunimos en el Gran Comedor para una noche de inocente y educada frivolidad. Como representantes de la escuela anfitriona, espero que todos y cada uno de vosotros deis los primeros pasos en todo. Y lo digo literalmente porque el baile de Navidad es, primero y ante todo, una danza.

Las chicas empezaron a murmurar emocionadas, mientras que los chicos del otro lado de la habitación parecían menos que complacidos. Desde donde Amora estaba sentada junto a Hermione, se sorprendió ligeramente, pero ahora la túnica de Ron de antes tenía mucho más sentido.

—¡Silencio! —gritó McGonagall y los susurros se disolvieron— La casa de Godric Gryffindor se ha ganado el respeto del mundo mágico durante casi diez siglos. No consentiré que, en el transcurso de una tarde, mancilléis ese nombre comportándoos como una banda de babeantes y bobos babuinos.

Amora sonrió mientras apoyaba la barbilla en el brazo. Cuando era más joven, solía ir a clases de baile, por lo que se le daba bastante bien. Cuando entró en Hogwarts, dejó de ir a clases extraescolares y se aficionó demasiado a la lectura para su propio bien.

—Bailar consiste en hacer que el cuerpo respire —la mujer hizo gestos con las manos—. Dentro de cada mujer un cisne dormita en secreto anhelando liberarse y alzar el vuelo. Dentro de cada chico, un dominante león quiere mostrar su valor. ¿Sr. Weasley?

—¿Sí? —Ron levantó la vista de donde estaba sentado, entre Seamus y Harry, con una expresión de preocupación escrita en la cara.

—¿Me acompaña, por favor? —Se oyeron risitas por toda la sala cuando McGonagall levantó a Ron y lo condujo al centro de la habitación— Bien, ponga su mano derecha sobre mi cintura.

Ron parecía horrorizado.

—¿Dónde?

—En mi cintura —repitió la profesora McGonagall, moviendo con delicadeza las manos para ponerlas sobre sus hombros mientras Ron obedecía vacilante, ganándose un silbido de lobo por parte de los gemelos—. Y extienda el brazo... —Lo guió hasta su mano— Sr. Filch, si es tan amable.

El viejo conserje no contestó, sino que se acercó al gran altavoz, colocando la aguja sobre el vinilo, que empezó a girar. Comenzó a sonar música clásica y McGonagall contó los pasos, la profesora y el alumno moviéndose por el vacío suelo, uno mucho más desganado que el otro.

—¡Juntaos por parejas! —ordenó McGonagall— ¡Chicos, poneos en pie!

Neville fue el primer chico en levantarse, sus ojos preocupados miraban a su alrededor en busca de una pareja. Amora iba a la caza de Leon, su amigo varón de más confianza, aunque también le habría parecido bien bailar con Harry o Ron. Se congeló en seco cuando vio que él ya estaba uniendo sus manos a las de Kathy. Sabía que siempre habían sentido algo el uno por el otro, pero aun así se sintió un poco decepcionada.

En medio de una manada de estudiantes, Amora buscaba una nueva pareja, levantando la cabeza hacia el cielo y poniéndose de puntillas. Vio a Harry pasar entre la gente e ir directo hacia ella. Su sonrisa se iluminó, a punto de encontrarse con él a mitad de camino, cuando Hermione apareció de repente delante de ella y agarró la mano de Harry con un resoplido.

—Vamos —gimió, apartando a Harry de un tirón sin fijarse siquiera en Amora—. Terminemos con esto de una vez. ¡Parece que Ron está atrapado con McGonagall para la clase!

Harry seguía mirando a Amora mientras era arrastrado por su mejor amiga, el tiempo suficiente para ver un destello de rubio que se acercaba a ella. Los ojos de Amora casi se abrieron de par en par cuando Draco apareció frente a ella, pero en lugar de mirarla, estaba echando un vistazo por encima de su hombro.

—Mira, no eres mi primera opción, Buckley, pero necesito una pareja antes de que Parkinson se dé cuenta de que estoy libre y venga a cazarme —Draco se estremeció ante la idea, volviendo la vista hacia ella—. Todos tus novios parecen bastante ocupados, así que esto juega a nuestro favor, supongo.

Amora resopló y puso los ojos en blanco cuando se dio cuenta de que probablemente tenía razón. Le cogió la mano con fuerza y le puso la otra en el hombro, teniendo que torcer ligeramente el cuello hacia arriba para mirarle. Draco parecía sorprendido de que ella hubiera accedido a bailar con él, y mucho más de que fuera la primera en pasar a la acción.

—Eres tan bueno con tus palabras, Draco —le espetó Amora—. Es tan halagador cómo dices que no soy tu primera opción y luego prácticamente me exiges que baile contigo.

Draco le sonrió burlonamente.

—Bueno, no quisiera halagarte demasiado, ¿verdad? No sería justo para ti.

La castaña casi se burló con incredulidad, moviendo los pies al ritmo de la música sin bajar la mirada ni una sola vez. Draco también parecía ser bastante bueno, o al menos aún no le había pisado el pie como la mayoría de los otros chicos le habían hecho a sus parejas de baile. A pesar de la agresividad que había detrás de sus palabras, su baile era el más angelical y sin esfuerzo de todos ellos.

—Oh, ¿entonces quién sería tu primera opción? —se atrevió a preguntar Amora.

Draco pareció intentar pensárselo durante un segundo.

—Una Slytherin, por supuesto. Todas las chicas estaban pilladas, aparte de Parkinson. Pero al menos tú no eres una Gryffindor.

Por una fracción de segundo, Amora se odió a sí misma por pensarlo, pero se preguntó si de haber sido seleccionada en Slytherin ella habría sido entonces su primera opción. Sin duda se llevarían mejor, y tal vez él también la habría elegido a ella antes que a cualquier otra chica de Slytherin. Al menos seguía estando por encima de Pansy Parkinson.

—Bueno, tú tampoco eres exactamente mi primera opción —Amora intentó meterse con su cabeza como él había conseguido meterse con la suya—. Ni segunda, ni tercera... Ni siquiera la cuarta.

La mandíbula de Draco se apretó y tiró bruscamente de ella por la cintura, con una mirada brumosa tras sus ojos plateados. Ella casi jadeó, sintiendo que sus dedos se tensaban ligeramente. Draco miró a su alrededor, cruzó la mirada con Harry y sonrió como el Gato de Cheshire. Sabía que Amora preferiría estar bailando con Potter que con él, y había visto lo rápido que Harry se había levantado de su asiento para buscar a la chica Hufflepuff, pero Draco había llegado primero.

«Esto es para cabrear a Potter», se recordó a sí mismo.

Si Harry podía ser el Elegido, si podía ser el favorito de Dumbledore y ganarse todo el afecto de sus compañeros que le habían prometido de niño, entonces tal vez Draco podría hacerle daño de esta manera.

O tal vez sólo era una excusa para bailar con Amora.

Mientras la profesora McGonagall se detenía a intervalos para añadir más pasos a su rutina de baile, tanto Draco como Amora permanecían en silencio y tranquilos, pensando en lo muy jodidos que estaban por haber pensado diferente el uno del otro últimamente. Nunca lo admitirían, ni siquiera en sus propias cabezas, inventando excusa tras excusa de por qué necesitaban verse el uno al otro.

Amora cerró los ojos mientras Draco la hacía girar, con las frías yemas de sus dedos sujetando delicadamente los cálidos de ella. Pensó en cómo sería si Draco no fuera tan cruel. Cuando se tropezaron en el tren el primero de septiembre de 1991, tal vez la habría agarrado suavemente de los brazos y la habría puesto en pie, riéndose con ella de su torpeza. Tal vez le habría ofrecido un asiento y se habrían sentado a hablar durante horas, convirtiéndose en los mejores amigos, y quizá más.

Amora se quedó paralizada ante aquel pensamiento, sorprendida de que se le hubiera pasado por la cabeza y quedándose completamente inmóvil en su sitio. El cuerpo de Draco chocó contra el suyo, una expresión de confusión se contorsionó en su rostro mientras apartaba las manos de su cuerpo.

—¿Qué haces? —siseó Draco.

Pero allí estaba el verdadero Draco Malfoy... no el que ella había creado en su cabeza a partir de una idea que se le había ocurrido cuando él le había prestado su jersey aquella noche. El verdadero Draco Malfoy la había empujado y se había burlado de ella delante de todo el mundo y se habían convertido en enemigos. Enemigos que se prestaban jerseys y bailaban juntos en el colegio.

—Nada —Amora tragó saliva, cogiéndole de nuevo de la mano y mirando distraídamente a lo lejos mientras retomaban el ritmo donde lo habían dejado, poniéndose a la altura de sus compañeros sin esfuerzo—. No se te da nada mal, Draco —Amora alcanzó a aclararse la garganta y aliviar la tensión.

Draco sonrió un poco.

—Lo sé... pero a ti tampoco se te da nada mal, Buckley.

—Cielos, por favor, deja de llamarme Buckley —murmuró Amora mientras él la hacía girar de nuevo—. No sé a qué viene tu obsesión con los apellidos, pero me gusta más mi nombre, gracias.

Amora se había dado cuenta de que incluso sus amigos se referían a él por su apellido, lo que la confundía enormemente. Sin embargo, Amora no. Amora llamaba a todo el mundo por su nombre de pila y sólo cuando estaba realmente cabreada con Draco soltaba su apellido. A veces Draco la llamaba por su nombre, pero la mayor parte del tiempo era "Buckley".

—Vale, Amora.

╰𓂃D.M + A.B𓏲ָ ╯

Amora soltó un suspiro estresada mientras se pasaba una mano por el pelo. Necesitaba todo lo que llevaba dentro para que sus dedos no se deslizaran hasta las puntas y las retorcieran haciéndoles nudos como solía hacer. Hacía apenas unas horas que se había anunciado el Baile de Navidad y ya estaba causando un gran drama para todo el mundo dentro de Hogwarts. Incluidas las chicas de Beauxbatons y los chicos de Durmstrang. Aún no sabía con quién iría. Pensó que tal vez Leon y ella podrían ir como amigos, pero Kathy ya había entrado corriendo en el dormitorio esa misma noche regodeándose de lo emocionada que estaba.

—¡No me lo puedo creer! —Kathy bailaba, con sus pies en calcetines brincando por el suelo de madera— Merlín, va a ser tan perfecto, ¡ya puedo sentirlo! ¡A lo mejor hasta me besa al final de la noche!

Amora levantó la vista de los deberes de Pociones que había estado haciendo, visiblemente encogida ante la idea de que Leon besara a Kathy o a cualquiera en realidad. Leon era guapo, de eso no cabía duda, pero para ella era como un hermano. No podía contar el número de veces que alguien le había preguntado si estaban saliendo, sobre todo chicas que estaban interesadas en tener a Leon para ellas solas.

—¿Te parece bien, Amora? —preguntó Kathy, preocupada cuando la chica Buckley no se unió a la efusividad del resto de las chicas.

La castaña dio un respingo, saliendo de golpe de su ensoñación.

—¡Claro que sí! ¿Por qué no me iba a parecer bien? —Terminó de anotar las características de la poción vigorizante y volvió a levantar la vista.

—Bueno, mucha gente piensa que te gusta Leon, por supuesto, y yo─

—¿Qué? —Amora prácticamente chilló, haciendo que Kathy se estremeciera— ¡No estoy coladita por Leon!

—Oh —Kathy sonrió—. Eso está bien, entonces. Así que... —Se sentó en el extremo de la cama de Amora— ¿Quién esperas que te pida ir al baile? ¿Harry?

—¿Harry Potter? —La chica de ojos marrones frunció el ceño.

—No, el príncipe Harry —se unió Hannah con sarcasmo—. Claro que Harry Potter, estúpida. Leon estuvo hablando de ello el otro día. Dijo que Harry está colado por ti y, para ser sincera, creo que haríais la pareja más linda.

Susan se giró desde donde estaba y volvió a coser a mano una rasgadura de su falda. Llevaba toda la tarde pillándose los dedos con la aguja y siseando de dolor, pero no aceptaba ningún consejo de Amora, que solía coser con su madre hacía años.

—Ya lo veo —admitió la pelirroja.

—No, chicas... —Amora se sonrojó, sacudiendo la cabeza— Harry y yo sólo somos amigos.

—Pero es tan dulce —intervino Zena, sus ojos oscuros se iluminaron mientras se inclinaba hacia delante en su cama, dispuesta a cotillear con el resto de las chicas como hacían la mayoría de las tardes—. Tú también lo eres. ¡Eso os hace compatibles!

—Juraría que son los opuestos los que se atraen —Kathy frunció el ceño.

—¡Eso son los imanes, tonta!

Susan puso los ojos en blanco.

—Vosotras dos, callaos de una vez. Zena tiene razón, Amora —Sus ojos parecían clavarse en los de Amora mientras hablaba—. Los opuestos nunca acaban funcionando. Nunca.

Amora frunció el ceño, apartando la mirada. No pudo evitar sentir que Susan intentaba advertirle de algo, y entonces recordó que Susan la había visto con Draco la semana anterior. Abrió la boca para protestar y exclamar que Draco no significaba nada para ella, pero no se atrevió.

—No sé, Susan —Hannah suspiró—. Esa pareja de Hufflepuff y Slytherin de los dos años superiores es muy mona. Ya sabes, ¿Leslie y Kalum?

—Oh, sólo porque Leslie esté en Slytherin no significa que sea cruel, Hannah —resopló Susan—. Eso es una generalización. Igual que no todos los Hufflepuffs son amantes del amarillo, sonrientes y tontos idiotas. Apenas son opuestos.

—¿Por qué estamos hablando de esto? —las cortó Amora, que no quería pensar en Draco Malfoy durante el resto de la noche— Sí, Harry es dulce, pero tal vez es... ¿demasiado dulce? No lo sé.

—Oh —Zena sonrió, con una mirada maliciosa en su piel oscura—. A Amora le gusta un chico malo.

Ella se sonrojó ante la acusación.

—¡Claro que no! —chilló su voz— Harry es sólo... no sé. No es mi tipo.

—A Amora le gustan los chicos rubios —Susan sonrió, sin perderse la mirada que le lanzó la mencionada.

—¿Quién? —Hannah frunció el ceño.

—¡Draco Malfoy, supongo! —Susan se rió, viendo la cara roja de Amora desaparecer entre sus manos— Oh, vamos, Amora. que hay algo entre vosotros dos. El jersey de Slytherin. La forma en que te estaba esperando fuera de la sala común la semana pasada. Cómo bailasteis juntos ayer. También te defendió en un instante cuando te agarré del brazo. ¡Ah, y el año pasado, cuando Justin dijo que os vio juntos a Draco y a ti en la enfermería!

—Me había roto el brazo —dijo Amora recordando aquel día con una mueca—. Y él había recibido un puñetazo en la nariz. Fue una coincidencia.

—Draco y Amora se odian —dijo Zena.

Amora nunca le había estado tan agradecida.

—Sí, lo que ha dicho Zena. Yo odio a Draco, y Draco me odia a mí.

—Hay una delgada línea entre el amor y el odio —respondió Susan.

Amora se recostó contra el marco de la cama y pensó en las palabras de Susan, que eran irritantemente ciertas. No quería que le gustara Draco. Era todo lo opuesto a Harry. Era peligroso, malo y frío.

—Además —Amora tragó saliva—, como he dicho, el jersey no era suyo. El otro día sólo quería los deberes, y te gritó porque es un cretino. Y-y bailamos juntos porque quería quitarse a Pansy Parkinson de encima.

«Eso era todo», se convenció Amora. «Había una explicación lógica para todo esto.»

Y ninguna de ellas incluía que en realidad le gustara Draco Malfoy. Como habían dicho las chicas, Harry Potter era una opción mucho más fácil. Era tierno y amable y se preocupaba de verdad por Amora. Aun así, aunque Amora pudiera verse con Harry en otra vida, se encontró pensando en otro chico antes de quedarse dormida aquella noche.

Y no tenía ojos verdes ni pelo castaño ni gafas redondas ni una cicatriz en la frente. Su piel era tan gélida como el resto de sus rasgos y tenía una sonrisa cruel y le gustaba meterse con los de primer año.

Él era todo lo que ella debería odiar.


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