࣪ ٬ 𝟬𝟭𝟮. potter vs malfoy. ៹

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( CAPÍTULO DOCE !.˚₊ ✦ )
❝ potter contra malfoy

Amora estaba sentada al otro lado del escritorio en el aula de su madre, con la mejilla apoyada en la palma de la mano mientras se concentraba en el libro que tenía delante. Se suponía que la profesora Buckley se reuniría con ella en cualquier momento para que pudieran pasar un rato juntas. Con el comienzo del nuevo año, Amora aún no había visto mucho a su madre: ambas estaban muy ocupadas con sus vidas y responsabilidades individuales.

—Amora —la profesora Buckley respiró cuando por fin cruzó la puerta del aula, quitándose la bufanda dorada y negra del cuello—. Hace un frío que pela. ¿Todavía tienes la bufanda y los guantes que te tejí?

—Sí, madre —Amora sonrió, doblando la esquina de la página de su libro y cerrándolo—. Están en el baúl en mi dormitorio.

—Bien —su madre se dio la vuelta y se sentó en su silla, frente a su hija y sólo separadas por el escritorio de roble—. Malditos de tercer año entregando tarde sus redacciones... —murmuró, señalando la pila de pergaminos que tenían delante— Habría pensado que dejarían de perder el tiempo tan tarde en sus carreras académicas.

Amora sonrió un poco y sacudió la cabeza mientras su madre hechizaba su pluma para que empezara a corregir las redacciones por ella. Una a una, la pluma iba anotando o tachando partes de las redacciones, archivándolas en otro montón cuando las terminaba. A pesar de tener la magia de su parte, la profesora Buckley parecía bastante estresada, con la nariz y las mejillas enrojecidas por el frío y ligeras ojeras.

—¿Estás bien, mamá? —le preguntó.

—Estoy bien —habló la profesora Buckley—. Lo siento si estoy un poco distraída, querida.

Metió unas llaves en un cajón de su escritorio y luego juntó las manos frente a sí, sonriendo a la chica que se parecía a ella cuando tenía treinta años menos. Amora iba vestida con el uniforme del colegio, el pelo bien peinado y los ojos marrones tan brillantes como siempre.

—No pasa nada —Amora le restó importancia con un movimiento de la mano.

—¿Ya tienes pareja para el Baile de Navidad?

Amora gimió.

—Lo anunciaron ayer, mamá. No, todavía no.

—Vale, vale, sólo me lo preguntaba. En mis clases no han parado de hablar de ello desde entonces —insistió la profesora de Estudios Muggles—. Creo que mucha gente ya tiene pareja.

—Qué bien —dijo Amora antes de intentar cambiar rápidamente de tema—. La verdad es que necesitaba ayuda con unos deberes, si no te importa.

La profesora Buckley se enderezó en su asiento.

—Por supuesto, tesoro. ¿De qué clase?

—Herbología...

La madre y la hija sólo llevaban unos veinte minutos completando los deberes de Herbología de Amora cuando la puerta se abrió de golpe, dejando ver nada menos que a Leon Holloway. El chico moreno se acercó corriendo y le dedicó una pequeña sonrisa a su profesora de Estudios Muggles antes de agarrar a Amora del brazo.

—Vamos, Amora. Tengo que enseñarte algo —exclamó Leon.

Amora tiró de su brazo hacia atrás frunciendo suavemente el ceño.

—Leon, estoy haciendo los deberes─

Leon miró hacia la profesora Buckley, cuyas cejas se alzaron con diversión. Bajó la voz para que, con suerte, sólo lo oyera la adolescente. Amora se acercó más a él.

—¡Hay una pelea! —siseó en un susurro.

Amora puso sus ojos marrones en blanco.

—Vaya. Eso es fantástico —murmuró con sarcasmo.

—¡Son Malfoy y Harry!

Amora prácticamente pegó un brinco. No se lo pensó mientras se levantaba de la silla, gritándole a su madre por encima del ruido de la silla al ser arrastrada por el suelo, que no tardaría en volver. Leon agarró a Amora de la mano y la arrastró por el pasillo. Poco a poco, la voz de Harry se hizo más fuerte, pero ella era incapaz de distinguirla en su totalidad.

Tomando ventaja. Nada más que un matón. Hará daño a Amora. Gilipollas arrogante.

Amora los encontró de pie en dirección a uno de los pasillos más desolados de Hogwarts, sobre todo a estas horas de la tarde. Ron y Hermione estaban a un lado, tan incómodos como siempre, y Blaise Zabini estaba detrás de Draco. Harry y el chico rubio estaban en el centro, Draco miraba con desprecio al chico más bajo mientras Harry hinchaba el pecho para parecer más grande.

—Shh —Leon la agarró y la llevó a la vuelta de la esquina, fuera de la vista—. Si apareces podrían parar.

—Leon, ¿y si llega a las manos...? —La preocupación de Amora fue cortada por una mano sobre su boca, haciéndola poner de nuevo los ojos en blanco.

—¿De verdad estás tan presionado por un jersey del colegio, Potter? —Draco soltó una oscura carcajada mientras escupía el apellido del Elegido como si fuera vómito en su boca— Tienes que poner en orden tus prioridades. Aunque siempre han estado bastante torcidas, ¿no es así?

La mandíbula de Harry se apretó.

—¿De qué hablas?

—El año pasado —le espetó Draco—. Cuando prácticamente diste por muerta a Amora después de que ella intentara salvar tu patético culo.

Amora recordó los acontecimientos de aquel día. Cómo se había despertado después de quedarse dormida leyendo un libro para ver a Hermione dándole un puñetazo en la cara a Draco, seguido rápidamente por la ejecución de Buckbeak, Scabbers mordiendo a Ron, y luego... el incidente del Sauce Boxeador. Se estremeció al recordarlo, sintiendo que sus huesos previamente rotos prácticamente le dolían ante la mención.

Era algo que Amora jamás había mencionado al salir de la enfermería. No estaba necesariamente traumatizada, pero la habían dejado sola y confusa, despertándose con Hagrid en brazos y con el único apoyo de la señora Pomfrey y Draco maldito Malfoy.

Cuando Ron se unió a ella más tarde en la enfermería, Harry y Hermione se le echaron encima, cosa que ella comprendió: era la tercera pieza de su trío. También le preguntaron si estaba bien, por supuesto, y Harry le ofreció unos dulces, pero nunca mencionaron lo que había ocurrido exactamente.

Harry empujó a Draco.

—Tú no sabes nada─

—Sé que dejaste a Amora allí tirada mientras ibas tras Sirius Black─

—Comprobé su-su pulso primero, iba a volver─

—¡Podría haber muerto! —gritó Draco de repente y todo quedó en silencio.

A Amora le dio un vuelco el corazón. Deseó que no fuera así, pero sus ojos se cerraron con fuerza y se encontró repitiendo sus palabras una y otra vez en su cabeza. Leon la miraba desconcertado, pero Amora estaba demasiado ocupada esforzándose por oír la siguiente parte.

—Pero tú eres el héroe, por supuesto, Potter. —continuó Draco con amargura— ¿Y quién estuvo a su lado cuando Hagrid fue el encargado de llevar su cuerpo a la enfermería? Ni , ni Weasley, ni Granger, ni siquiera Diggory o su compinche Holloway. Fui yo, Potter.

Se echó a reír.

—¿Eso te cabrea, hm? ¿Te dan ganas de pegarme en la cara? ¿Que fui yo quien sostuvo la mano de Amora? ¿Que fui yo quien le prestó mi jersey? ¿A quién dejé dormir en mi hombro? ¿O con quien bailé ayer─

En un abrir y cerrar de ojos, el puño de Harry voló hacia delante y chocó contra la mandíbula de Draco. Amora dio un respingo al oír el sonido del golpe, seguido de los jadeos de Ron y Hermione. Blaise luchó por contener a Draco mientras el rubio se lanzaba hacia delante, dispuesto a dejar otra cicatriz en el chico Potter.

Amora se movió para ayudar cuando Leon la agarró y se llevó un dedo a los labios. Su mirada suplicante no llegó a ningún lado con su mejor amigo.

—¿Crees que alguna vez podrías gustarle a Amora? —Harry se rió entrecortadamente, sacudiendo la cabeza mientras se ajustaba sus gafas redondas—¿Alguien tan cruel y vil como tú, Malfoy? Amora es amable con todo el mundo─ supéralo.

Draco luchaba por mantener la calma, pero la furia y el disgusto le hacían temblar la mandíbula y arrugar la nariz mientras se zafaba del agarre de Blaise. Empujó al chico moreno hacia atrás y agarró a Harry por el cuello de su uniforme, lanzando a Ron una mirada de advertencia cuando el pelirrojo intentó dar un paso adelante.

—¿Y tú crees que Amora alguna vez podría estar por ti? —Draco empezó a sonreír con picardía— Digo, ¡por el amor de Merlín, Potter! Todo el mundo a tu alrededor muere, y no creo que Amora tenga deseos de morir.

Se dio cuenta de que le había tocado la fibra sensible a Harry, que tragó saliva.

—Creo que prefiere estar con el chico bueno que con el futuro Mortífago.

La pálida cara de Draco cayó y se puso más dura que una piedra. Su agarre en el cuello de Harry se aflojó lo suficiente para que el chico de ojos verdes se soltara. Amora prácticamente podía sentir la desesperación que emanaba de Draco, pero Blaise ya estaba tirando de él de nuevo.

—Potter no vale la pena, tío —murmuró Blaise, mirando al Trío de Oro—. Además, no tiene ni idea de lo que habla.

—Creo que sé exactamente de lo que estoy hablando —espetó Harry, con el pecho agitado por la adrenalina, mientras miraba con el ceño fruncido a los dos chicos de Slytherin.

Draco parecía querer decir algo más, pero Blaise lo estaba apartando de un tirón y le siseaba algo ininteligible al oído. Amora tragó saliva y se movió rápidamente en dirección contraria, no queriendo ver a ninguno de ellos en un futuro cercano.

╰𓂃D.M + A.B𓏲ָ ╯

Le gusta a Harry. Harry Potter está colado por Amora Buckley.

Ella siempre había tenido sus ligeras sospechas, pero su pelea con Draco en el pasillo se lo había confirmado. Amora estaba segura de que Draco se había defendido por despecho, diciendo esas cosas sobre ella para meterse en la piel de Harry, y había funcionado─ Harry había asestado un duro puñetazo en la mandíbula de Draco. El hecho de que le gustara tanto como para golpear a alguien quizás debería haberla hecho sentir mareada, pero en lugar de eso, sólo la hizo sentir incómoda.

A la mañana siguiente, Draco entró en el Gran Comedor con la piel pálida y un moratón en la mandíbula. Se había transformado en un color púrpura, sólo perceptible desde ciertos ángulos. Desde donde Amora estaba sentada en la mesa de Hufflepuff, podía verlo perfectamente. Por alguna razón, le dio rabia.

Draco también le había dicho algunas mierdas a Harry, pero tal vez fuera porque Draco nunca le devolvió el golpe a Harry. De hecho, a pesar de que se había regodeado de pasar tiempo con ella como si fuera una especie de premio, Draco la había defendido. Había mencionado el incidente del Sauce Boxeador del año pasado y se lo había echado en cara a Harry... claro, tal vez era para que Harry pareciera el malo, pero aun así.

Amora no sabía adónde quería llegar con sus pensamientos. ¿Le gustaba Draco o no? ¿Era tan malvado como había pensado en un principio? Todo era confuso y diferente, y a Amora no le gustaba lo diferente. Se le revolvió el estómago mientras removía los cereales con la cuchara, con una expresión sombría en la cara.

—¿Qué te tiene de bajón? —Cedric se plantó en el asiento al lado de Amora, algo que rara vez hacía ahora que ella estaba en su cuarto año— En serio, parece como si alguien hubiera muerto o algo así.

Amora enarcó las cejas mirando a su primo mayor y suspiró, dejando caer la cuchara en la leche y los cereales.

—No es nada —murmuró.

—¿Aún no te ha invitado nadie al Baile de Navidad? —Cedric sonrió con un puchero burlón—. Pobre Amora.

—Vete, Cedric —Amora lo empujó, poniendo los ojos en blanco.

—Oo, qué susceptible —Cedric echó un vistazo a la mesa de Ravenclaw antes de volver a sonreír—. Yo voy a ir con Cho, gracias por preguntar.

Amora se animó un poco.

—¿Cho Chang?

—Duh. La única Cho en la escuela.

Cho Chang era una hermosa chica de Ravenclaw que estaba en un año superior al de Amora. Parecía bastante reservada, pero siempre ofrecía sonrisas y llevaba los conjuntos más bonitos los fines de semana. A Amora no le sorprendía que Cedric estuviera colado por Cho, parecía encantadora.

—Bien por ti —dijo Amora cuando uno de los amigos de Cedric lo llamó—. Vete. Estoy bien, lo juro.

Cedric le apretó el hombro mientras se levantaba del banco e iba más allá de la mesa. Instintivamente, los ojos ámbar de Amora volvieron a dirigirse hacia la mesa de Slytherin. Cuando se cruzaron con unos ojos plateados, Amora apartó rápidamente la mirada, preguntándose qué hacía Draco mirándola en primer lugar.

—Merlín, es tan obvio, ¿no?

Amora casi dio un salto cuando sintió que Hermione se sentaba a su lado. No era completamente raro que la chica de Gryffindor se pasara a la mesa amarilla, pero sólo cuando Harry y Ron se ponían de lo más pesados. Supuso que hoy lo estaban siendo.

—¿Eh? —Amora frunció el ceño mirando a su amiga con evidente confusión.

—Malfoy —susurró Hermione más bajo—. Lleva mirándote desde que se sentó, ¡incluso cuando hablabas con Cedric!

La cara de Amora enrojeció.

—¡No, no para nada! —detestó— Incluso si lo estuviera haciendo, definitivamente no es así.

Hermione alargó la mano y agarró la de Amora.

—Amora, sé que lo sabes —susurró, mirando en dirección a Harry y Ron.

Tanto el azabache como el pelirrojo agacharon rápidamente la cabeza para aparentar que no habían estado observando a las dos chicas. Hermione puso los ojos en blanco y se volvió hacia Amora.

—Patéticos —murmuró en voz baja—. En fin, sé que sabes lo de la discusión de Harry y Malfoy. Me lo contó Leon.

«¡Por el amor de Merlín, Leon!». A decir verdad, Amora había planeado simplemente ignorar que aquello había sucedido hasta que, con el tiempo, consiguiera olvidarlo y todos sus problemas desaparecieran sin más.

—Y sé que a ti no te gusta Harry —susurró Hermione, viendo la cara de Amora caer—. ¡Pero no pasa nada! —la tranquilizó enseguida— Es mi mejor amigo, así que entiendo cómo te sientes. Lo quieres como a un hermano, aunque sabemos que Harry no siente lo mismo. Estás dispuesta a admitirlo, ¿verdad?

Amora suspiró estresada, frotándose la frente.

—Supongo. Aunque no me gusta pensar que le gusto de esa manera.

—Vale —continuó la chica Granger—. Está bien que no te guste Harry, pero pensé que debías saber que planea invitarte al Baile de Navidad. Ron y yo le advertimos que no lo hiciera, pero está absolutamente prendado de ti, Amora.

—Hermione, ¿qué hago? —susurró Amora rápidamente— No quiero hacerle daño.

—No lo sé —admitió—Pero cuando te lo pida, tienes que soltárselo con delicadeza, ¿vale? Y dime, ¿piensas ir con Malfoy?

—¿Qué─ ¡no!

—Amora —advirtió Hermione—. Eso le matará si lo haces. Ya oíste lo mal que se puso Harry─

—Lo siento, Hermione, quiero a Harry, pero no le debo nada. —habló Amora— ¿Oíste la forma en que habló de mí? ¿Como si yo fuera una especie de objeto que Draco intentaba robarle? Estoy segura de que tiene buenas intenciones, pero no tiene ni la menor idea.

La otra castaña asintió.

—Entonces, ¿qué vas a hacer?

—No lo sé, Hermione. La verdad es que no lo sé.

╰𓂃D.M + A.B𓏲ָ ╯

Una semana después, Amora no había solucionado nada. Seguía evitando a Harry como a la peste, aunque en silencio le había perdonado que hablara de ella como si fuera un objeto cuando se peleó con Draco.

Hablando del rubio, llevaba toda la semana mirándola, pero al final no decía nada. Era frustrante y agotador, sobre todo teniendo en cuenta que Amora ya no estaba segura de cuáles eran sus sentimientos hacia él.

La cabreaba. Merlín, vaya si la cabreaba. Pero había algo en la forma en que la miraba a veces que la hacía querer callarlo estampando sus labios contra los de él en lugar de lanzarle un maleficio hasta la próxima semana. El hecho de que ella pensara así a veces hacía que él la molestara aún más, y eso ni siquiera era culpa de Draco. Era culpa de su estúpido cerebro y de sus hormonas.

La tensión era aún mayor y Hogwarts era un caos. A pesar de que las clases seguían transcurriendo como de costumbre, de lo único que se hablaba era del Baile de Navidad y de quién iba a ir con quién. Amora estaba sentada en el patio, envuelta en un gran abrigo negro, mientras leía su libro. Durante la noche había empezado a helar, así que Amora supuso que pronto empezaría a nevar.

A ella no le importaba. Le encantaba la nieve. En el sur, tal vez nevaba una vez cada cuatro años, pero en Hogwarts, a millas y millas lejos de casa, nevaba casi todos los años. Le encantaba cómo se veía en el castillo o las peleas de bolas de nieve que ocurrían en el patio durante las horas libres. Hogsmeade los fines de semana era aún más hermoso.

—Buckley —Amora oyó una voz que apenas reconoció, sus ojos se alzaron con ligero temor.

Blaise Zabini estaba allí de pie, en toda su gloria, mirándola con una sonrisa, aunque era más bien una media sonrisa. Era un chico moreno, con el pelo rapado, labios carnosos y una de las pieles más claras que Amora había visto nunca. Todo el mundo decía que era vanidoso; que pasaba más tiempo mirándose al espejo que a los demás. Era guapo y él claramente lo sabía, una silenciosa arrogancia para el chico que llevaba consigo allá donde iba.

—Hace un poco de frío para estar aquí fuera, ¿no crees? —preguntó él, mirando alrededor del patio con las cejas fruncidas.

Amora se encogió de hombros con una pequeña sonrisa.

—Estoy bien abrigada.

—Ya lo veo. —La sonrisa de Blaise es tan picarona que a Amora le flaquean las rodillas y se le revuelve el estómago con mariposas de la mejor manera posible— Bonita bufanda.

Amora tuvo que contenerse para no decirle que se la había tejido su madre. Sabía que a él le daría igual; era Blaise maldito Zabini, por el amor de Merlín. Estaba segura de que Blaise y su madre pertenecían a una de las familias más ricas del colegio. Probablemente pensaría que su bufanda casera era una horterada.

—Gracias —murmuró ella, enarcando las cejas cuando él le ofreció su mano enguantada.

Sin embargo, no protestó. Amora se estremeció mentalmente cuando se oyó a sí misma soltar una risita mientras tomaba la mano de Blaise y dejaba que la levantara del asiento. Supuso que las viejas costumbres no morían y que aún debía de sentir algo por su crush de primer y segundo año, o tal vez sólo porque era condenadamente guapo. Sin duda, Blaise era uno de los chicos más atractivos de todo Hogwarts.

—Bueno. He oído que Montague te pidió ir al Baile de Navidad hace un par de días.

A Amora casi se le paraliza el corazón al recordarlo. Graham Montague la había acorralado después de comer tres días atrás y prácticamente le había exigido que fuera al Baile de Navidad con él, pensando que su confianza la conquistaría. Francamente, sólo había conseguido parecer un depredador.

Sobre todo teniendo en cuenta que estaba en el mismo año que su primo, pero parecía tener al menos veinte años. Era el capitán del equipo de quidditch de Slytherin y tenía una cantidad excesiva de vello en los brazos, además de la complexión de un culturista.

—Sí. —exhaló, estremeciéndose— ¿Cómo lo sabes?

—Había estado presumiendo de ir a pedírtelo en la sala común el día anterior —admitió Blaise—. Francamente, el cerdo misógino hablaba de ti de forma asquerosa. Como hacen los socios de mi madre con ella. Entiendo el... asco que debe sentir quien lo recibe.

Si Amora no le había puesto antes ojitos de corazón, ciertamente ahora sí. O Blaise era en realidad el chico perfecto, o sabía exactamente cómo camelarla. Esperaba que fuera lo primero, pero en cualquier caso, ignoró el último pensamiento─ quizá le sentara bien darse el gusto.

—Es bastante terrible —Amora sonó sin aliento mientras la sonrisa de Blaise se ensanchaba y asentía.

—Me imagino —Blaise la guió a través del patio y de vuelta al edificio, donde hacía bastante más calor—. Y espero que esto no suene a que estoy intentando hacer todo ese rollo del salvador, pero me encantaría que me acompañaras al Baile de Navidad, Buckley.

El corazón de Amora casi se le paró en el pecho. Prácticamente podía oír a su yo de once años gritando contra la almohada, saltando y rogándole que dijera que sí al chico que tenía delante. Pensó en el mejor amigo de Blaise y casi frunció el ceño al recordar a Draco Malfoy.

Él nunca se lo pediría de todos modos.

—Vale —aceptó Amora, intentando que sus mejillas no se calentaran demasiado.

—Genial —Blaise se detuvo en el vestíbulo central y se giró, levantando su mano y presionando sus gruesos labios contra ella, manteniendo el contacto visual—. Estoy deseando reunirme contigo esa noche, Amora.

Le guiñó un ojo antes de marcharse por el vestíbulo, dejándola sola e incrédula. Su mente apenas podía asimilar lo que acababa de pasar, pero de una cosa estaba segura— ni Potter ni Malfoy la "ganarían".


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