08 - VISITAS INESPERADAS

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E L  M I S M O A I R E

EL MISMO AIRE 。・:*:
08. visitas inesperadas
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-          NO SÉ COMO HAS CONSEGUIDO SOBREVIVIR TÚ SOLO A ESTE PASO. – La voz de Valeria llenó la habitación, acompañada de unas leves risas provenientes del sevillano, apoyado en el marco de la puerta de brazos cruzados, siguiendo los movimientos de la rubia.

Ambos se encontraban en la casa del joven debido a unas reuniones y el mal temporal que afectaba Barcelona en ese momento, inundando las calles con lluvia, vientos y tormenta. Eran ya principios de noviembre, unas semanas más tarde de la gala del Balón de Oro desde que se supo su relación. Y la prensa estaba que echaba humo: por más de una semana fueron tendencia en Twitter mientras las cámaras no paraban de seguirlos a todas partes. Ya era algo cotidiano encontrarse mínimo cuatro cámaras al salir a la calle, preguntándoles a cerca de su noviazgo.

Y por mucho que eso le agobiase a Valeria, la joven estaba demasiado ocupada con su tarea entre manos: al joven futbolista se "le había olvidado" preparar su maleta para el viaje. Porque si, Gavi estaba convocado para el mundial de este año: cuando salió la convocatoria y el nombre del sevillano salió en pantalla, Valeria sintió parte de la presión en su pecho desvanecerse. Al menos algo había funcionado. Porque si Gavi había conseguido ser uno de los elegidos para representar a España, eso significaba que su imagen, su reputación por la que ambos estaban en esa situación, había mejorado. Y eso era bueno. Significaba que Valeria lo estaba haciendo bien.

— Gavi, de verdad, ni siquiera has separado la ropa, los zapatos o las cosas de aseo. ¿Pretendes ducharte con el sudor que se te quede pegado o cómo? – Preguntó la joven, doblando las camisetas y metiéndolas en la maleta encima de la cama, suspirando mientras negaba con la cabeza.

Sintió la presencia del joven detrás suyo, sus brazos pasando por su cintura hasta notar su pecho contra su espalda. Su respiración le hizo cosquillas en el cuello, un escalofrío recorriéndola entera.

— ¿Quieres relajarte? El vuelo no es hasta mañana, aún tengo toda la noche para hacerla. – Discutió el joven, besando su mejilla.

— Gavi, son las siete de la tarde y el vuelo te sale a las cinco de la mañana. Y con lo que te gusta a ti dormir, si no la haces ahora, ya me dirás tú a mi con qué te vistes en Qatar.

Sintió como negaba con la cabeza, agarrando sus manos con las suyas para hacerla girar, poniendo sus brazos entre ambos.

— Mira que te gusta ser previsiva. – Murmuró, intentando ocultar una sonrisa. – Aún hay tiempo, y si no, Pedri siempre puede dejarme algo, que lleva de sobra de costumbre. – Bromeó, viéndola chasquear la lengua.

— Pero que es media hora y list – los labios de Gavi la interrumpieron, sus manos agarrándola por la mandíbula, consiguiendo callarla.

— Como te gusta llevarme la contraria. – Murmuró sobre sus labios el sevillano, notándola sonreír mientras sus brazos se enredaban en su cuello.

— Porque me encanta tener razón. – Rebatió, volviéndolo a besar mientras sus manos se deslizaban por el cuerpo de ella, deleitándose en el calor que emanaba, sus dedos colándose por el principio de su falda, acariciando la zona hasta dar con su culo, apretándolo levemente. Valeria se separó, agarrando su mandíbula con una de sus manos. – Tienes una obsesión, Gavira.

— ¿Acaso puedes culparme? Si no lo toco es como no ir a rezar siendo religioso, Ruíz. – Respondió, sonriendo al verla rodar los ojos. Volvió a besarla, sus labios con sabor a caramelo atrayéndolo hacia ese lapsus que tanto le gustaba, gruñendo levemente al notar sus dedos en su pelo.

— Venga, aún te tienes que duchar y con lo que tú tardas, a este paso llegas al aeropuerto con el jabón pegado a la piel. – Murmuró, besándolo una vez más para separarse, yendo a coger los pantalones que le faltaban por meter.

— ¿No quieres acompañarme? – Preguntó el joven con voz burlona. Valeria se dio la vuelta, alzando ambas cejas levemente. – Bueno, la puerta está abierta, por si cambias de opinión. – Finalizó, guiñándole un ojo, dirigiéndose al baño.

Valeria negó con la cabeza, cerrando la maleta a la vez que escuchaba el agua correr. Cogió su móvil, saliendo de la habitación para llegar a la cocina, sacando de la nevera la cena ya preparada del sevillano.

¿Qué hacía Valeria allí? Ni ella misma lo sabía. Si, podía ponerse de excusa que Gavi necesitaba su ayuda, que con la cabeza que tiene se dejaría la maleta sin hacer una hora antes de que le salga el vuelo. ¿Pero calentarle la cena? Ni su representante llegaba hasta tanto.

La joven se apoyó en la encimera, el sonido del microondas de fondo. No sabía que le estaba pasando: aún recordaba hace unos meses lo reacia que había sido al enterarse del contrato, más aún al saber quién sería el beneficiado.

¿Qué pensaría la Valeria de hace unas semanas? Seguramente la tiraría de los pelos, diciéndole que era demasiado débil, que cómo podía dejarse caer por un futbolista, a mayores siendo el niño de toda España.

Pero no pudo evitarlo. Valeria desde muy pequeña siempre tuvo una debilidad: enamorarse demasiado rápido. Y cuando era del atractivo de Gavi, la joven estuvo condenada. Lo intentó, claro que lo intentó, pero su corazón se negaba a escuchar a nadie.

Valeria había caído, y eso le iba a costar. No quería ni pensar en lo que Begoña pensaría, o lo que él haría. Pero lo que Gavi le hacía sentir, las sonrisas que le provocaba, no quería distanciarse de eso, no quería pararlo. El futbolista se había colado de golpe en ella, y por mucho que tirase de ese sentimiento, de todo lo que significaba para ella, estaba tan enterrado que ni con un disparo se borraría.

El sonido del microondas la hizo parpadear. Sacó el plato con comida dejándolo sobre la mesa, llenando dos vasos de agua mientras escuchaba los pasos de Gavi bajar por las escaleras, encontrándose con el sevillano recién duchado, el pelo levemente húmedo y despeinado con las mejillas levemente sonrojadas a causa del calor del agua.

Al verla, el moreno sonrió levemente, acercándose hasta sentarse en la silla en frente suya, su sonrisa ampliándose al ver el plato delante del.

— No tienes que hacerme la cena, rubia, pero si te hacía ilusión. – Bromeó, cogiendo el tenedor mientras se llevaba un trozo de verdura a la boca. Valeria chasqueó la lengua, bebiendo un trago de agua.

— Si no te la llego a calentar eres capaz de comértela fría por la pereza que te da. – Contestó, viéndolo tragar lo que le quedaba en la boca, parpadeando levemente en su dirección. - ¿Qué?

— Estás exagerando, hasta cierto punto aún llego. – Dijo él, moviendo la comida con el tenedor sobre el plato. La joven alzó una ceja.

— Gavi, la semana pasada comiste la cena todos los días fría porque no te daba la gana de meterla en el microondas, incluso la crema de verduras. No me jodas. – Contradijo Valeria, negando con la cabeza.

Gavi se la quedó mirando, masticando el trozo de carne que tenía en la boca. ¿Desde cuándo sabía tanto sobre él? Si, no es la primera vez que ella está en su casa: desde que salieron las fotos de ambos, Valeria había frecuentado su casa, pasando las tarde con él en el salón e incluso acompañándole los findes de semana a los partidos.

¿Pero que supiese cuándo y cuándo no calentaba la cena o su preferencia por sentarse en la segunda silla de la cocina en vez de la primera? Eso no era normal.

Se fijó en su rostro, sus ojos centrados en algo de su móvil, su ceño levemente fruncido a la vez que su nariz se arrugaba levemente; uno de sus labios entre sus dientes en señal de concentración, llamando su atención. No podía negarlo: Valeria era una belleza pura, no de esas artificiales, creadas por el maquillaje o diferentes productos. Valeria poseía ese toque, esa sencillez que te hacía quedarte mirándola por un rato, que te atraía a ver: sus facciones colocadas delicadamente en su rostro, complementándose las unas a las otras, portándole esa aura de ángel, de pureza como si de una de esas muñecas de porcelana que su hermana mayor adoraba cuando era pequeña. No era la primera vez que Gavi lo admitía, ni sería la última. Es más, no sabía la de veces que se le había quedado observando, ni siquiera teniendo que hacer nada, simplemente haciendo las cosas más mundanas como mirar por la ventana cuando llovía, cuando leía alguno de sus libros, cuando intentaba adivinar el escudo de un equipo, o incluso cuando sus párpados se cerraban por el cansancio. Valeria le había llamado la atención desde aquella vez que ambos chocaron en el aeropuerto.

Y ahí estaban, en la cocina de su casa mientras Gavi se deleitaba con su cena, admirándola sin ella ser consciente, con una leve sonrisa postrada en su rostro mientras negaba al verla frustrarse por algo del teléfono, escondiendo una risa al verla enfadarse.

—  ¿De qué te ríes tú? – Preguntó la joven, dejando su móvil sobre la mesa. Gavi bebió de su vaso sin apartar su mirada de la suya, sonriendo levemente.

— De lo mona que te pones cuando te enfadas. – Dijo, viéndola sonrojarse levemente mientras rodaba los ojos, haciéndolo reír sin poder evitarlo. – Eres demasiado fácil Valeria, pónmelo un poco más difícil.

— Cállate. – Respondió, entrecerrando los ojos mientras intentaba ocultar la sonrisa que le empezaba a salir, fallando al verlo sonreír aún más. – Acábate la cena, que a este paso no duermes ni una hora.

— Lo que diga mi señora. – Dijo, haciendo un pequeño saludo militar mientras llevaba el tenedor de nuevo a la boca.

La joven negó con la cabeza, observándolo con una leve sonrisa, disfrutando de ese momento, de esa paz que entre las paredes de la casa de Gavi se podía respirar, resguardándola de la prensa, de su representante y de lo que la furia de su padre haría con ella cuando se enterase de la profundidad de los sentimientos de Valeria por el joven futbolista.

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— Gavi. – Murmuró una voz, empezando a despertar al joven futbolista. Este frunció el ceño, dándose suavemente la vuelta mientras se agarraba más a la almohada que tenía al lado. ¿O era una almohada?

Su memoria empezó a recapacitar, la imagen de Valeria haciéndolo sonreír mientras los recuerdos de la noche anterior salpicaban su cabeza: los brazos de Valeria incitándole a dormir, sus labios recorriendo su cara, su risa que hacía vibrar su cuerpo. Gavi no era de pasar la noche con una chica, ni con su hermana misma. Pero había algo de la joven que lo atraía, que lo llamaba como en un sueño. Y su cuerpo reaccionaba inconscientemente, ya sea con sus manos para poder tocar su piel, o sus ojos, los cuales no se apartaban de sus movimientos.

Abrió levemente los ojos, la luz de la mesilla de noche alumbrando suavemente la habitación, dándole un ambiente acogedor. Pestañeó, enfocando el rostro de Valeria a su lado, sonriéndole suavemente. Y en ese momento, en ese instante en el que sus ojos recorrieron el visible rostro cansado de la joven, las marcas de la almohada sobre una de sus mejillas levemente sonrojadas, Gavi lo sintió: notó esa sensación que le calentaba el cuerpo, que provocaba que su corazón se acelerara al compás de sus pulmones en un intento de coger aire, que le secaba la garganta. Gavi estaba empezando a enamorarse de Valeria.

Y Gavi nunca había tenido sentimientos por otra persona. Sí, tuvo algún que otro pequeño romance, pero esos sentimientos que ahora rondaban por su interior jamás se habían manifestado. Hasta ahora.

— Arriba, venga. – Murmuró Valeria, peinándolo el pelo que le caía por la frente para atrás. – Son las tres y en una hora tienes que estar en el aeropuerto.

Gavi la recorrió con la mirada, tragando saliva. Esto no podía estar pasando. Era falso, una relación para el público y nada más. No estaba previsto que los sentimientos se metieran por medio. ¿Pero acaso estaba tan mal? ¿Era posible detener un amor que podría consumirlo entero?

Amor. Incluso la palabra sonaba con alarmas en su mente: con su infancia rota por sus padres, el amor nunca predominó en la vida del futbolista. Gavi mismamente jamás pensó que podría estar hecho para amar. ¿Porque cómo vas a hacerlo si nunca te lo han enseñado?

Estaba mal, muy mal, y Gavi lo sabía. Sabía que si lo llegara a admitir, a decirle a la joven que lo miraba con esa suave sonrisa que estaba empezando a caer, sería como un dominó, destruyendo todo a su paso sin detención.

Pero Gavi era egoísta: podía decir mil veces que lo que estaba haciendo, dejarse llevar, no era lo correcto. Y que por el bien de ambos, por el bien de Valeria, tenía que ponerle freno. Mas no podía, no quería frenar algo que le ha dado más felicidad que en sus últimos dieciocho años.

Y si por ello, por no pararlo ahora habría consecuencias, estaba dispuesto a pagarlas. Estaba dispuesto a quedarse callado, a tragarse sus sentimientos y seguir como si nada si eso significaba poder tenerla entre sus brazos, poder oler su colonia pegada a sus almohadas, a sus sudaderas e incluso en su baño. Porque arriesgaría todo por un mísero momento con ella si le diesen la oportunidad.

Gavi sonrió levemente, acunando su rostro y apartando los mechones rubios de su cara, acercándola a él para besarla suavemente, notando las manos frías de Valeria acariciando sus mejillas.

— Hola. – Murmuró contra sus labios, sonriendo cuando lo volvió a besar.

— Buenos días, dormilón. – Respondió, acariciando su nariz con la suya y apoyando sus manos sobre el colchón, sosteniéndose encima de él. – Tienes que prepararte Gavi, aún tienes que avisar a Pedri para que venga a por ti. – Gavi frunció el ceño, agarrándola por la cintura para sentarla sobre su regazo, levantándose hasta poder estar cara a cara.

—  ¿Y no me puedes llevar tú? – Reprochó, besando sus mejillas lentamente. – Quiero despedirme de ti en condiciones. – Arqueó una ceja, viéndola debatir internamente con un leve ceño en su rostro, acompañado de un leve puchero.

— Está bien, sólo si te levantas ahora y te duchas, que llevo veinte minutos intentando despertarte. – Propuso la rubia.

El joven asintió, besándola de nuevo antes de que se levantara, antes de que el mundo real los azotara de nuevo, de que las obligaciones les carcomiesen la cabeza. La siguió con la mirada, viéndola bajarse la camiseta hasta dar con la puerta, donde se giró levemente, sonriendo una última vez más antes de dejarlo solo.

La sonrisa en su rostro fue cayendo, su mente recordándole el grave error que estaba cometiendo. Y mientras iba de camino a la ducha para despertarse, no pudo evitar sentir que acababa de tomar una muy mala decisión; desnudándose y mirándose en el espejo, su reflejo devolviéndole la mirada, su subconsciente ya le estaba dando la respuesta que se negaba a pronunciar: por culpa de su egoísmo, uno de los dos acabaría dañado.

Y ese no iba a ser él.

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Al llegar al aeropuerto, Valeria aparcó el coche en el parking subterráneo, ayudando al futbolista a sacar la maleta, para después ambos dirigirse hasta la puerta de embarque donde los demás jugadores estarían esperando por el avión que le los llevaría hasta Qatar.

El viaje en coche no se les había hecho muy largo: después de preguntarle a Gavi si llevaba todo y volver de nuevo a casa porque se le había olvidado el cargador, las calles vacías de Barcelona los acompañaron hasta el aeropuerto. Salvo algún que otro grupo de jóvenes seguramente de fiesta, la tranquilidad de la noche les proporcionó calma, las caricias de Gavi sobre su muslo haciéndola sonreír suavemente.

— ¿Estás preparado? – Le preguntó Valeria mientras subían en el ascensor hasta el piso de salidas. El sevillano la miró, mordiendo suavemente su labio inferior.

— No sé. Creo que es muy pronto para siquiera tener una idea. Me supongo que cuando llegue allí y empecemos los entrenamientos, la cosa cambiará. – Explicó.

Pero la joven, que de tanto fijarse en él, de pasarse horas observándolo, pudo notar su mano derecha en un puño, el leve fruncido en su ceño, y sus dientes mordiendo su labio inferior. Gavi estaba nervioso. Y como para no estarlo: recién cumplidos los dieciocho, se estaba a punto de enfrentar al campeonato más importante del mundo. Tenía muchas expectativas puestas en él, y con la racha que llevaba España en los últimos torneos, los españoles tenían mínima confianza en sus jugadores.

Así que Valeria agarró su mano, colando sus dedos entre los suyos mientras lo miraba, llamando su atención.

— No te voy a decir que no te pongas nervioso porque estamos hablando del mundial, y después de tu extensa explicación sobre lo que era, sé que es la competición más importante a la que un jugador se puede enfrentar. – El pitido del ascensor indicando que habían llegado a la planta sonó, pero ninguno de los dos prestó atención. – Sólo tienes que hacer lo que haces siempre, ser Pablo Gavi. Eres un futbolista nato, lo llevas contigo, esa pasión y ganas a la hora de pelear un balón por imposible que sea. Todos lo saben, y si no sale el resultado que esperas, no pasa nada, ¿vale? Céntrate en disfrutarlo, en poder ver lugares como Qatar, conocer personas y vivir la experiencia.

Gavi pestañeó, las palabras de la joven calándole más de lo que deberían. Valeria le sonrió levemente, peinando el suave mechón que descansaba sobre su frente, para tirar de su mano hacia la salida, el futbolista carreteando la maleta en la otra mano.

Ambos siguieron hasta la zona VIP del aeropuerto, para poder dejar las cosas y descansar un rato antes de que los dos se tuviesen que despedir del otro. Al entrar en la amplia sala casi vacía salvo algunas personas, ambos se sentaron en un sofá a lo lejos, Gavi tirando de sus manos entrelazadas para que la joven se sentase a su lado, viéndola ocultar una sonrisa.

—  ¿Quieres algo de desayunar? Me estoy muriendo de hambre y sino como algo ahora, no aguanto ni de coña el viaje en avión. – Murmuró Gavi, mirando por encima algunos mensajes de sus familiares en su móvil, apagándolo para mirar a Valeria, la cual estaba haciendo lo mismo.

— Ehm, no gracias. Creo que si como algo ahora lo vomito fijo. – Respondió, suspirando levemente.

— Un café sin azúcar ni leche marchando. – Le guiñó un ojo, levantándose hasta el buffet donde cogió una pieza de fruta y el famoso colacao que siempre tomaba.

Ya sabía de sobra lo poco que desayunaba Valeria: desde que se quedó aquella noche cuando volvieron de la fiesta, el olor a café inundaba su salón, ni una pizca de azúcar o leche. Gavi, con el paladar dulce que tenía, intentó hacerla cambiar de idea por algo más bebible, como un zumo o un chocolate, pero la joven hizo oídos sordos.

Así que sabiendo su obsesión por la bebida, volvió a paso lento en un intento de no derramar nada hasta donde se encontraba la joven con sus cosas, apoyando la taza humeante delante suya, escondiendo una sonrisa al ver sus ojos brillar al encontrarla.

Ambos estuvieron desayunando, disfrutando del silencio en la sala, haciendo leve conversación. Porque ambos lo sabían: ahí estaba, el momento en el que su contrato llegaba a su fin, el momento en el que su relación dejaría de tener sentido, el momento en el que tendrían que decirse adiós. Cuando Gavi volviese del mundial, Valeria no tendría nada que le atase a él. Ambos serían libres, volver a sus vidas y dejar en el pasado lo que vivieron juntos esos meses.

Valeria frunció el ceño ante eso. ¿Quería decirle adiós? ¿Ya estaba? ¿Ahí se terminaba todo? Ni el sabor del café le quitó el mal gusto que le entró en el cuerpo. Sí, al principio no soportó al futbolista, nublada por la injusticia de tener que ayudarlo metiéndose en una relación. Pero todo lo demás, todas las veces que se quedó a dormir en casa de Gavi, las tardes jugando a la play sin tener idea de como chutar a la portería, los besos robados sin excusa de que les estaban grabando, las tazas de café que el sevillano le dejaba en la mesilla de noche cuando se iba a entrenar temprano.

No quería decirle adiós a eso, a esa breve felicidad que había encontrado de nuevo. Miró al futbolista, la punta de su lengua asomando por fuera de su boca en señal de concentración mientras jugaba en su teléfono. Sonrió suavemente, sabiendo que muy poca gente tenía el privilegio de cogerlo desprevenido, mirarlo relajado, ensimismado en su mundo.

Estaba enamorada de Gavi, era algo que no podía seguir negándose a si misma. Y que el trozo de papel le diga que se haya terminado, no significa que tengan que seguirlo. ¿Y si se daban la oportunidad? ¿Y si se permitían hacerlo a su manera, a descubrir si estaban de verdad hechos para estar juntos?

— Valeria. – La voz del joven la hizo pestañear, sonriendo al ver los ojos color miel sobre ella. Gavi sonrió de vuelta, acercándose hacia donde estaba sentada. – Pedri me acaba de escribir diciendo que ya están en la puerta de embarque.

Ella asintió, ambos levantándose, encaminándose hacia el control de seguridad, donde se despedirían el uno del otro. Gavi apoyó su bolsa en el suelo, sus ojos encontrándose con Valeria, ablandándose al verla sonreír levemente.

— Bueno, espero verte levantando esa copa, ¿eh, Gavira? – Bromeó la joven. Gavi negó con una sonrisa, pasando un brazo por sus hombros para acercarla a él, abrazándola levemente.

— No me eches mucho de menos, que ya te veo gastándome toda la batería con tus mil mensajitos. – Le vaciló el sevillano, riendo al sentirla golpear su pecho con su puño.

Valeria se separó ligeramente, mirándolo a los ojos, acariciando su mandíbula fugazmente, recorriendo todas sus facciones, contando los pequeños lunares en su piel. Las manos de Gavi acunaron su rostro, sus pulgares acariciando sus mejillas mientras sus labios presionaban los suyos, dejándose llevar en sus besos, en el latido acelerado de su corazón, en el calor que emanaba su cuerpo.

Besarle siempre sería una delicia, un fuego que los consumía, que causaba el rubor en sus mejillas, la falta de aire en su cuerpo, en la falta de pensamientos o en la rapidez de sus latidos.

Gavi fue el primero en separarse, apoyando sus frentes mientras cogía aire en un intento de recobrar la calma. Abrió levemente los ojos, su lengua mojando sus labios mientras recorría el rostro de la joven.

— Nos vemos en unas semanas, rubia. – Murmuró contra su rostro, besando su frente por última vez mientras cogía la bolsa del suelo.

Valeria sonrió, viéndolo alejarse hacia el control de seguridad, una triste sonrisa instalada en su rostro, una de sus manos recogiendo su pelo detrás de sus orejas.

— Nos vemos en unas semanas, Pablo.

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Al volver del aeropuerto varías horas después (aprovechando la mañana para hacer unos recados), Valeria entró en su casa, apoyándose con una sonrisa en la puerta de la entrada. Sus dedos recorrieron sus labios, el beso aún presente en su mente. Su mano encendiendo el móvil viendo los mensajes de Gavi en su bandeja de entrada.

Ya en el vuelo, prometo soñar contigo, aunque no sé si serán mis fantasías o pesadillas.

Te informaré cuando me despierte ;)

Valeria negó con la cabeza, dejando las llaves en la entrada y dirigiéndose al salón, sabiendo que Gavi no llegaría a Qatar hasta dentro de unas cuantas horas.

— Así que Qatar, ¿eh? – La voz grave la asustó, levantando su rostro para encontrarse con el de su padre, sentado en el sofá, uno de sus brazos sobre este con la pierna cruzada.

Valeria sintió su corazón pararse, su saliva secándose en su boca a la vez que el oxígeno no le daba llegado a sus pulmones. Apagó su móvil, dejándolo encima de la mesa mientras se erguía, sabiendo lo mucho que lo odiaba su padre sino estaba recta.

—  ¿Qué haces aquí? No te esperaba. – Respondió, esforzándose para que no le temblara la voz.

— Sólo quería saber qué tal te iba, sabiendo que la fecha de tu contrato está a punto de terminar. – Respondió su padre, la sonrisa fugaz careciendo de sinceridad. – Porque sabes que lo que sea que esté pasando entre el futbolista y tú es pura actuación, ¿verdad, Valeria?

Valeria tragó el vomito que le empezaba a subir por la garganta, concentrándose en coger aire por la nariz y el movimiento de su pecho.

— Claro que sí. No es más que para la prensa, papá. Jamás estaría con un futbolista.

La mirada de su padre no hizo más que ponerla nerviosa, el miedo recorriéndole las venas.

— Ya le dije a Begoña que no aprobaba este intento de busca fama por parte de un niño infantil. Pero ella dijo que sería la oportunidad para poder hacerte más conocida, así que lo dejé pasar. – Su padre se levantó, acercándose a pasos leves hasta ella. – Pero yo sé como es mi hija, cayendo por cualquiera que le de un mínimo de atención y gestos sinceros. – Una de sus manos subió a su rostro, rozando su mejilla. Valeria apartó la cara levemente. - ¿Verdad, Valeria? Siempre enamorándote de promesas vacías y palabras bonitas, para que después yo tenga que recomponerte de nuevo. – Recuerdos de las marcas en su espalda hicieron que cerrara sus ojos.

— No me gusta. Ya sabes lo mucho que detesto a los futbolistas. Es todo una actuación papá. – Su voz tembló ligeramente, notando las ganas de llorar acumularse en su garganta.

— Que así sea. Ya he aguantado suficiente circo para que te encapriches de un niñato porque te diga lo guapa que eres. No te he criado así y lo sabes. – Su padre le agarró la cara con su mano bruscamente, haciéndola abrir los ojos, el miedo instalado en sus pupilas. – Espero que no me estés mintiendo. No me hagas enfadar, Val, y tu vida seguirá como ahora. – La expresión de su padre se tornó peligrosa, la chispa en sus ojos acompañada de la cruel sonrisa en su boca provocándole escalofríos a la joven. – O no queramos que le llegue a pasar algo al pobre futbolista, ¿no? Sería una pena que con lo joven que es que su carrera se terminase cuando siquiera hubiese empezado. – El horror se instaló en Valeria, la amenaza aumentando el miedo que la paralizaba, que la hacía querer llorar, querer avisar a quien fuese de lo mala persona que era su padre. ¿Pero quién la iba a creer a ella, enfrente de un multimillonario que había donado millones a diferentes ONG? Los labios de su padre se presionaron sobre su frente levemente en un beso. – Te llamaré cuando llegue a Madrid, no me decepciones Valeria.

La joven asintió, bajando la mirada mientras escuchaba los pasos del hombre, abriendo la puerta y cerrándola, dejándola en el silencio de su casa. Valeria sintió las lágrimas caer, dejándose llevar hasta que sus rodillas tocaron el suelo, encogiéndose sobre si misma mientras los sollozos salían de su boca.

Su padre nunca la iba a dejar en paz. Nunca podría querer a alguien como Gavi, tenerlo en su vida cuando aún su progenitor tenía tanto poder sobre ella. Valeria estaba condenada de por vida, y no había nada ni nadie que pudiese liberarla de esa prisión que la tendría atada, ligada a las decisiones de su padre por mucho daño que le causasen.

Los finales felices no cabían en su historia.























author's note
aquí está!
no es nada largo, lo sé, pero prefería subirlo que dejarlo en mi ordenador otro mes más porque no tengo inspiración.
con este capítulo empieza el mundial, en el que se vienen muchas cosas que tengo pensadas (y que tanto me vais a querer y a odiar por ellas)
os pido que dejéis algún que otro comentario (mínimo 70 para la siguiente actualización) porque me encanta leer vuestras reacciones + me motiva a seguir escribiendo :)
espero que los exámenes os estén yendo bien, y por si no nos leemos antes, os deseo unas felices fiestas y un buen fin de año ❤️ gracias por hacerme tan feliz, os quiero!

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