20 | necromancy

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𝕮apítulo 𝐕einte
Nigromancia

A PESAR DE TODO LO QUE ESTÁ PASANDO, Selene sigue obligada a ir a la Academia de Artes Ocultas para asistir a las clases. Pero después de clase, se encuentra en la oficina de su entrenador de gimnasia enrollándose con Nick. Esto no la hace sentir mejor con respecto a Tommy, pero al menos la distrae.

Selene de repente se aleja del morreo y Nick la mira confundido.

—¿Qué estás haciendo? —le pregunta ella con el ceño fruncido.

—¿Qué quieres decir?

—Me refiero a tus manos —responde Selene con incredulidad.

—Están en tu cintura.

—Ya lo sé. ¿Qué soy, una monja? —señala Selene, con una sonrisa traviesa en los labios—. Ponlas en alguna parte útil.

Los ojos de Nick se oscurecen y la levanta, envolviendo sus piernas alrededor de su torso antes de apoyar sus manos en su trasero.

—¿Mejor así?

—Moderadamente —responde Selene con una sonrisa y le rodea el cuello con los brazos antes de atraerlo hacia otro beso.

Continúan haciéndolo durante un rato antes de que la pareja hiciera una pausa al escuchar voces procedentes del exterior de la oficina. Selene se separa de Nick y va a cerrar la puerta antes de darse cuenta de que son las voces de Agatha y Dorcas. No sabe con quién están hablando, pero suenan muy engreídas. Y no le habría importado de qué hablaban, sino fuera porque su interés se despierta cuando escucha el nombre de Sabrina en su parloteo.

—Oh, ¿no te has enterado? —pregunta Agatha— Un accidente horrible en las minas.

—Muchos mortales han muerto —añade Dorcas con el mismo tono de suficiencia en su voz—. Una tragedia, vamos. O lo sería si los Kinkle no fueran cazadores de brujas. El entierro es hoy. Dicen que el ataúd estará vacío.

El dúo se ríe y los ojos de Selene se abren de par en par.

—Mierda. No fue un accidente.

Selene recoge entonces su chaqueta del suelo y la mete en su bolso. Nick enarca una ceja.

—¿A dónde vas?

—Lo siento mucho, pero tengo que irme —suelta Selene, echándose el bolso al hombro. Luego se inclina hacia adelante y besa a Nick una vez más, el calor de su beso persiste en sus labios—. Te llamaré más tarde, ¿vale?

—Vale —Nick le dedica una sonrisa antes de que ella saliera a toda prisa de la habitación y corriera por el bosque hacia la casa de los Spellman.

Cuando llega, el funeral de Tommy ha terminado y, al parecer, ha sido un desastre. El señor Kinkle acabó cabreándose con Harvey y empujó a su hijo contra el ataúd vacío de Tommy. Harvey chocó tan fuerte contra él que se rompió, y entonces el señor Kinkle intentó darle un puñetazo. Por suerte, la tía Zelda lo detuvo antes de que pudiera hacerlo, y Harvey salió rápido de allí.

—Sabrina, no vas a creer lo que acabo de escuchar —dijo Selene jadeando una vez que localiza a Sabrina—. Dorcas y Agatha son la razón por la que se derrumbaron las minas. Hicieron un conjuro.

Sabrina se queda en silencio durante un momento, procesando todo esto, y Selene enarca una ceja.

—Brina, no soy telepática. No sé lo que estás pensando. Así que ¿qué está pasando en esa linda cabecita tuya?

—Estoy pensando... No dejo de pensar... en que no han encontrado el cuerpo de Tommy —admite Sabrina con dudas—. Así que... en caso de que volviera, habría preguntas, pero no muchas.

—¿Quieres traer de vuelta a Tommy? —infiere Selene con los ojos muy abiertos.

—Tú no has visto a Harvey en el funeral —Sabrina deja escapar un suspiro—. Necesita a su hermano.

—Vale, pero 'Brina, no sabemos dónde está el cuerpo —señala Selene, pensando en las consecuencias que acarrearía si de verdad intentaran traerlo de vuelta—. La nigromancia es sencilla cuando hay un cuerpo, pero es una historia totalmente diferente cuando no hay ninguno. Es mucho más peligrosa y arriesgada.

Por favor, Selene —suplica Sabrina, tomando las manos de su amiga—. Quiero a Harvey, y tú también. Y como Sabrina, su novia, no puedo hacer nada más. Pero Sabrina la bruja... sí... puede arreglarlo. Nosotras podemos arreglarlo.

—Vale, sé que puede parecer sencillo, pero no lo es —Selene sacudió la cabeza con suavidad—. Bueno, el hechizo es bastante sencillo, pero todo tiene un precio, Brina. Este hechizo tiene un gran precio.

—¿Cómo? ¿Tú tienes el hechizo? —pregunta Sabrina con interés.

—Mi padre tiene el libro —afirma Selene con simpleza—. El Libro de los Muertos, contiene toda clase de ritos nigrománticos, pero con reglas. Pero Brina, el hechizo requiere una ofrenda para resucitar a los muertos. Así que básicamente es una vida por otra vida.

—Ah —la esperanza de Sabrina disminuye ligeramente—. Alguien debe morir para que Tommy vuelva a la vida.

—Pero Sabrina, ¿tú de verdad cruzarías esa linea? —pregunta Selene, con la esperanza de que Sabrina diga que no. Pero no lo hace, simplemente no responde a la pregunta. Sin embargo, a Sabrina se le ocurre un plan y Selene se ve obligada a ayudarla. No quiere ayudarla con el plan, pero sabe que Sabrina estará mucho mejor si lo hace.

Así que vuelve a la Academia de Artes Ocultas y busca a Prudence.

—Prudence —llama en cuanto la ve.

—¿Qué quieres?

—Sabrina y yo queremos vengarnos —informa Selene.

—Podría ayudaros —Prudence sonríe a su hermanastra—. ¿De quién?

—Dorcas y Agatha cometieron el error de intentar matar al novio de Sabrina y a su hermano —bromea Selene, y al decirlo, el comportamiento normalmente frío de Prudence se desmorona rápidamente—. Sabrina puso un hechizo de protección sobre Harvey, así que está perfectamente bien. Pero Tommy y otros cuatro mortales inocentes han muerto.

—¿Y qué es lo que quieres, hermana? —responde Prudence con el ceño fruncido.

—Sabrina y yo tenemos un plan para recuperar a Tommy.

Quince minutos más tarde, Selene y Prudence se reúnen con Sabrina en la Academia de Artes Ocultas y el trío acorrala a Dorcas y Agatha airadamente.

—¡Agatha! ¡Dorcas! —grita Sabrina cabreada.

—¿Qué pasa, Sabrina? —dijeron las dos al unísono— Hola, Prudence. Hola, Selene.

—¡Admitid la verdad, ahora mismo! —exige Sabrina— ¿Provocasteis el derrumbe de la mina que mató a Tommy Kinkle?

—¿Crees que hicimos una expiación con sangre? ¿Contra un cazador de brujas? —pregunta Agatha con orgullo.

—¿Por matar a un familiar? —la sigue Dorcas.

—Es posible. La sangre exige sangre —termina Agatha.

Selene se había enterado de la muerte del familiar, porque mientras ella estaba ocupada con el Festín de los Festines, Sabrina y Prudence salieron al bosque a buscar a una bruja que fue elegida como reina y se saltó el festín. Mientras lo hacían, el dúo encontró un familiar muerto, y luego vieron a la familia de Harvey cazando. Selene esperaba que fuera una coincidencia, porque sabe que Harvey no haría daño ni a una mosca. Aparentemente, Dorcas y Agatha discrepan.

—¿Ves? —le pregunta Sabrina a Prudence, indignada— Lo admiten.

—¿Eso tramabais, hermanas? —remarca Prudence, compartiendo la misma expresión de disgusto que Sabrina y Selene— ¿No dabais las gracias al Señor Oscuro por mi salvación?

—Te habías ablandado —replica Dorcas—. Había que hacer algo.

—Dado que las dos creéis que la sangre exige sangre, nos vais a ayudar a arreglar este entuerto —Selene sonríe al par de brujas—. Así que, ¿quién va a ser el sacrificio?

Entonces, el dúo se ríe al escuchar a Selene, mirándola de ella a Sabrina.

—Vosotras dos no tenéis las agallas de matar a nadie.

—¿Queréis apostar? —contesta Selene, dando un paso amenazante hacia ellas, silenciándolas al instante—. Os quemaría con mucho gusto a las dos en la hoguera si eso supusiera arreglar las cosas para Sabrina. Así que, ¿quién de las dos fue el cerebro? ¿O queréis arriesgaros a que no cumpla mi amenaza?

Las chicas permanecen en silencio y Selene da otro paso hacia Dorcas.

—Hablad o os prenderé fuego aquí mismo.

—Fue Agatha —confiesa Dorcas, asustada por el peligroso destello en los ojos de Selene—. Fue idea suya. Yo no quería hacerlo.

Prudence se vuelve entonces hacia Agatha.

—¿Es cierto?

—Siento que no muriera también el otro Kinkle —declara Agatha, sólo para que Sabrina dé un paso hacia ella y le propine una fuerte bofetada. Agatha jadea y se queda boquiabierta, agarrándose la mejilla por el dolor.

—Llévalas al bosque esta noche, Prudence —instruye Sabrina con frialdad—. Y Agatha podrá saldar su deuda.

—¿Matar y resucitar, chicas? —Prudence les sonríe con orgullo— Qué malotas.

—No hay límites si tengo que proteger a los que quiero —dice Sabrina sin pestañear.

—¿A qué hora? —Interviene Nick, lo que hace que todas se giren hacia él sobresaltadas— ¿Puedo mirar? Nigromancia, ¿verdad? No pienso perdérmelo. Así que, ¿a qué hora? ¿Qué bosque?

—A medianoche. En el claro junto al riachuelo.

—Prudence, soy tu hermana —señala Agatha con miedo.

—Esta noche no.

—Necesitareis un Libro de los Muertos —recuerda Nick, y Selene le sonríe, sabiendo que esta noche podrá coger fácilmente el libro del despacho de su padre, ya que él estará en casa de los Spellman.

—Llevaré uno.


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