♰・𝕮apítulo 𝐈𝐕: Promesas y proezas perdurables

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➵ 𝕮𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝕱𝐎𝐔𝐑
ະ𓄹 Unforgivable promises and exploits

Siempre se nos ha dicho que los reyes no
se casan por amor, sino por alianzas

Palacio de Westminster, Londres, 11 de febrero de 1466

Elizabeth de York nace en este día, siendo la primera hija que tuvieron Edward IV de Inglaterra y Elizabeth Woodville. Su nacimiento durante la Guerra de las Rosas la situó en el centro de la lucha dinástica entre las casas de York y Lancaster.

🌹 Eleonor Woodville 🌹

𝐄𝐋 𝐅𝐔𝐄𝐆𝐎 𝐄𝐍 𝐋𝐀 𝐂𝐇𝐈𝐌𝐄𝐍𝐄𝐀 𝐂𝐇𝐈𝐒𝐏𝐎𝐑𝐑𝐎𝐓𝐄𝐀𝐁𝐀 𝐒𝐔𝐀𝐕𝐄𝐌𝐄𝐍𝐓𝐄, llenando la estancia de una cálida luz anaranjada que contrastaba con el frío de la noche invernal. Fuera de los muros de la habitación, la corte dormía en un silencio soporífero, roto solo por el suave crujir de la madera y el murmullo del viento que se colaba por las rendijas.

Estaba acurrucada en la cama, rodeada por los hijos de mi hermana, Elizabeth, quienes se habían convertido en mi refugio durante mi antigua y nueva etapa de la vida. Thomas, quien ya había cumplido los trece años, encontró consuelo apoyando su cabeza sobre mi pecho. Sus orbes verdes brillaban bajo la luz parpadeante de la chimenea, observando con atención las llamas danzantes. Su mirada reflejaba la cálida luz del fuego, que parecía convertir sus ojos en esmeraldas vivas, llenos de curiosidad y asombro ante el crepitar del fuego.

A su lado, Richard, con apenas nueve años, observaba en silencio. Era un niño introspectivo, pero con una curiosidad insaciable que reflejaba la de su madre.

—Cuéntanos una historia, Eleonor —pidió Thomas en apenas un susurro. Su cabello, suave y castaño, caía en mechones desordenados, acariciando mi camisón de lino—, como hacías antes, en nuestro antiguo hogar.

Sonreí, incapaz de darle una negativa. Sabía que en ese momento, más que nunca, necesitaban sentirse seguros. Este era nuestro nuevo hogar aunque después de casi un año, todavía no nos habíamos acostumbrado a la corte. Siempre había preferido la calidez de un lugar modesto aunque si mi familia estaba a mi lado, ya tenía todo el hogar conmigo.

—Está bien —comencé, pasando una mano por el cabello de Thomas, que sonrió tras el afectuoso contacto—. ¿Qué tipo de historia os gustaría que os contase?

—¡Una sobre el pasado de nuestro abuelo! —exclamó Richard, quien lo admiraba. Thomas tenía suficiente sentido común como para saber que no era buena idea hablar sobre el pasado de mi padre en la corte.

—Sabéis que es un hombre inteligente y astuto. Lo que vivió es cosa del pasado. Lo importante es ver el padre de familia en el que se ha convertido. —Deseaba con fervor que llegara hasta ahí su historia.

Richard se acomodó mejor en la cama, presa de la curiosidad, esperando ansioso de que salieran más palabras de mis labios. En mi mente, traté de construir una historia inventada en el menor tiempo posible.

—El abuelo Richard Woodville —empecé, pensando en elegir cuidadosamente mis palabras. Thomas era lo suficientemente mayor como para saber qué estaba pasando. Se incorporó y me miró, negando con la cabeza— es un hombre de gran fortaleza y convicciones. Luchó con todas sus fuerzas para defender lo que él creía que era lo correcto. Tiempo ha, era chambelán del duque de Bedford, Juan de... —Lancaster— no recuerdo ahora y de su primera esposa, Juana Bedlisgate.

—¿Y sabías que abuelo luchaba para el bando Lancaster? —preguntó Richard, con los ojos chispeantes de curiosidad—. Siempre me contaba que en la batalla, usaban espadas hechas de pan y que cuando se cansaban, organizaban carreras con los caballos para escapar de los gigantes que vivían en las colinas. Yo, claro, me lo creí, ¡pero ahora ya sé que solo eran cuentos para niños! ¡Y ya no soy un niño!

«Sigues siendo pequeño como para entender todo el contexto».

—Sí, luchaba para el bando Lancaster pero ya no —le respondí con sinceridad, dejando en claro que ya no formaba parte de los Lancaster: ni él ni nosotros.

—Y también me dijo que fue escudero del rey Henry V en la Batalla de Agincourt. ¡Yo también quiero ser un escudero! ¿Me imagináis siendo escudero de un caballero? O mejor aún, ¡de un rey! —Estaba claro que Richard veía en mi padre la figura de un héroe y ciertamente, lo fue, pero esos tiempos ya habían quedado atrás. Ya no podíamos apoyar a los Lancaster.

—Sí, Richard —le contestó con cariño su hermano—. Serías un buen escudero pero para un rey York, incluso para nuestro padrastro, Edward.

—Puede pero también me gustaría luchar como un feroz guerrero como lo hizo nuestro abuelo cuando tuvo que proteger al sucesor de Henry V; Henry VI. Fue muy bueno con nuestro abuelo —siguió Richard. Al parecer, mi padre sí le había contado ciertos aspectos antes de que hermana, claro está, conociera a su prometido, el rey.

Así que era mejor no mencionar a Henry VI durante el reinado de Edward IV.

—Sí, lo fue —le contesté rápidamente—. Pero Henry VI no es ahora el hombre que conoció tu abuelo. Es otra persona distinta que no debemos nombrar. Y menos como rey.

—No debemos hablar de él delante de nuestro padrastro ni de sus hermanos —le dijo Thomas con afecto—. Recuérdalo, hermanito. Nunca olvides estas palabras.

—¡Pero tampoco puedo olvidar que era aliado de nuestro abuelo! Me preocupa que nuestro nuevo señor padre acabe con su vida. —Richard era tan inocente y tenía un corazón tan grande que no pude evitar sonreírle.

—Edward no lo matará. Despreocúpate. —Tendí mi mano sobre la suya para tranquilizarlo—. Vuestro abuelo, mi padre, permaneció siempre leal a los Lancaster, sí, pero ahora vivimos bajo la causa York. Vuestra madre se casó con el rey de esta casa y debemos ser leales bajo su reinado. Vuestro padrastro decidió perdonarlo por su alianza del pasado bajo la tutela de los Lancaster. Y además, lo nombró como conde de Rivers, creándose así este título nobiliario para la familia.

»Debéis saber que el motivo por el cual dejó la casa de Lancaster para unirse a los York, no fue por traición, sino por supervivencia y lealtad a nuestra familia. Aunque en un momento estuvo unido a los Lancaster, la lealtad a su hija, vuestra madre, y el deseo de asegurar un futuro para nosotros, le llevaron a apoyar a su nuevo rey. Este cambio no fue una traición, sino un acto de compromiso con nuestra propia supervivencia. Ahora, debemos seguir siendo leales al rey, pues esa es la lealtad la que nos mantiene unidos y seguros. Recordad que Edward nos quiere a todos, es un buen rey y un gran hombre.

Thomas parecía satisfecho por mis palabras y Richard, más aliviado por la sinceridad de las mismas.

—¿Y qué hay de nuestro padre? —preguntó Richard, su voz se convirtió en apenas un susurro.

La memoria de Sir John Grey, el esposo de mi hermana y padre de sobrinos, era un tema doloroso, uno que no habíamos tocado mucho desde su muerte.

—Vuestro padre era un hombre honorable —dije suavemente—. Luchó por lo que creía, al igual que todos en nuestra familia. Él apoyaba también —a la Casa de Lancaster— a sus seres queridos, falleció defendiendo lo que creía justo.

Los dos niños permanecieron en silencio por un momento. No había manera de decir la verdad sobre el hecho de que su padre había luchado contra el hombre que ahora era su padrastro y rey. Pero lo importante era que supieran que, pasara lo que pasara, siempre había luchado por el bienestar de su familia.

Thomas y yo intercambiamos una mirada, él era consciente de todo.

—¿Es por eso que madre se casó con el rey? —preguntó Richard, su voz mostraba la confusión de un niño que intenta comprender las complejidades del mundo adulto.

—En parte, sí —respondí—. Elizabeth se casó con Edward para protegeros a vosotros, para asegurar vuestro futuro. Fue una decisión valiente, una que requería mucho coraje.

—¿Y ahora qué? —siguió preguntando, sus ojos estaban llenos de temor—. ¿Nosotros qué haremos?

Levanté la cabeza, sintiendo el peso de su pregunta. Sabía que no había respuesta fácil, pero también sabía que era mi deber tranquilizarlos.

—Ahora, debemos seguir adelante —dije, mi voz firme—. Debemos ser fuertes y valientes, como lo fueron nuestros antepasados. No importa lo que venga, siempre debemos recordar quiénes somos y de dónde venimos. Sois los hijos de una reina y de un hombre honorable, y eso es algo de lo que debéis estar orgullosos.

Los niños asintieron, sus rostros mostraron una mezcla de emociones que era difícil de leer. Sabía que estaban tratando de entender su lugar en el mundo, de reconciliar el pasado con el presente, pero en ese momento, lo único que importaba era que estuvieran juntos y que supieran que no estaban solos.

—¿Y abuelo fue quien ayudó a mamá Elizabeth a conocer al Rey aquel día en el roble?

Thomas se rió, y yo sonreí.

—Vuestro abuelo siempre deseó lo mejor para nosotros pero fue la voluntad de Dios la que hizo que vuestra madre conociera a Edward.

En realidad, había sido porque mi hermana buscaba la restitución de las tierras y propiedades que le habían sido arrebatadas tras la muerte de su difunto esposo.

Eso y que Elizabeth era de talante ingenioso y daba la casualidad, de que Edward se había enamorado de su belleza e inteligencia.

—Fue bajo un gran roble, durante un día soleado. Aún lo recuerdo. —Esta vez, el turno de rememorar fue para Thomas—. Mi madre le pidió justicia al rey, pero lo que encontró fue amor. Aunque amor... —repitió, pensativo—. Siempre se nos ha dicho que los reyes no se casan por amor, sino por alianzas. ¿No es así, Ele?

Sentí un pequeño nudo en mi garganta.

—Eso es cierto, Thomas —admití. Thomas era joven, pero ya comprendía las realidades del mundo en el que vivíamos—. Pero a veces, el destino tiene otros planes. Y aunque algunos piensan que nuestro rey debería haberse casado con una princesa extranjera, él eligió a vuestra madre porque la amaba.

Richard, con su habitual curiosidad, añadió:

—Entonces, ¿eso significa que algunas personas no están contentas de que nuestro nuevo padre ame a lady madre?

«Desgraciadamente, así es».

De repente, me acordé de George y Richard Neville, hermano y primo del rey.

Thomas, tomando el papel de protector, miró a su hermano menor y le dijo:

—Richard. Muchos queremos este matrimonio, y aunque algunos pueden llegar a desear un matrimonio diferente para el rey, sabemos que nuestra madre es una buena mujer y demostrará a todos que también es capaz de ser una buena reina.

Yo asentí, admirando la manera en que Thomas asumía su rol de hermano mayor.

—Así es. Y ahora estamos aquí, esperando a que nazca el hijo heredero de ese amor. Un nuevo príncipe o princesa que algún día tomará un papel importante en el trono.

El ambiente se llenó de un silencio cálido, casi sagrado. Un silencio lleno de comprensión y de un sentimiento de unidad que era más fuerte que cualquier incertidumbre. Sabía que la vida que nos esperaba sería difícil, llena de desafíos y de decisiones difíciles, pero también sabía que mientras estuviéramos juntos, podríamos superar cualquier cosa.

—Deberíamos de ir a dormir ya, ¿no os...?

El grito de mi hermana rompió la quietud de la noche, interrumpiendo mis palabras de lleno. Incluso desde lejos, podía sentirla cerca.

—Hablando de herederos, parece ser que ya quiere venir... —Ayudé a Richard a levantarse y no perdió ni un segundo, salió corriendo en dirección a la habitación de su hermana—. ¡Richard! ¡Espera!

—Pregunta tanto como corretea —me tranquilizó Thomas—. No temas, ya se sabe de memoria todos los pasillos de la corte. No se perderá.

Me levanté de la cama y Thomas me siguió. A pesar de que le pasaba cuatro años de edad, ya era casi tan alto como yo y sus hechuras ya dejaban entrever que sería esbelto y fuerte. Estaba segura que a mi edad, sería uno de los hombres más altos de la corte.

—Vamos, Tommy.

Ya estaba llegando a la puerta cuando me llamó.

—Eleonor.

—¿Sí? —Me giré hacia él.

—Siempre recordaré esta noche —dijo Thomas con una sonrisa—. Cuando sea mayor, te protegeré como tú lo haces conmigo. Eso lo sé. Y también sé que me casaré por amor, al igual que mi madre.

Me acerqué a él con una sonrisa.

—Lo sé, yo también la recordaré —susurré, depositando un beso suave en su frente despejada. Al apartar mis labios de su piel cálida, lo abracé, permitiendo que mis dedos se deslizaran por su cabello ondulado en un gesto reconfortante—. Siempre nos protegeremos mutuamente, Thomas. —Me aparté, buscando su mirada—. Los Woodville siempre permanecemos unidos, cuidándonos, y aunque a veces la distancia nos separe, siempre estaremos juntos en espíritu. Y ahora —le despeiné el cabello con cariño—, mi querido sobrino y hermano del escudero más famoso de Inglaterra, vayamos a conocer a tu futuro hermanastro.

«Si el bebé era un varón, Edward aseguraría la continuidad de su legado».

Thomas rió ante mi comentario, y mientras me dirigía hacia la puerta, una punzada de conciencia me recordó que había evitado responder a sus palabras sobre el amor. ¿Qué podía decirle? El amor era un tema complicado, un sentimiento que yo no entendía, al menos, románticamente hablando.

Y aunque deseaba que Thomas encontrara ese amor puro del que hablaba, la vida tenía una manera cruel de desmentir nuestras esperanzas. Apreté la mano sobre el picaporte, dudando por un instante. ¿Qué pasaría si no lograba protegerlos? ¿Si el mundo les arrebataba esa inocencia que yo tanto amaba en mis sobrinos? ¿Y si George o Richard Neville les hacían daño para dañar a mi hermana?

Respiré hondo, sacudiendo esos pensamientos negativos. No podía permitirme esas dudas ahora. Además, se enfrentarían a la ira de los reyes si osaran hacer daño alguno a mis familiares, no serían tan petulantes como para cometer semejante vil acción.

—Vamos, Tommy —repetí, con una sonrisa que esperaba que ocultara mis preocupaciones. Confiaba en que así sea. Mientras mi sobrino y yo caminábamos hacia los aposentos de mi hermana, los gritos desgarradores del parto resonaban en el pasillo, cada uno más intenso que el anterior. Sus ecos reverberaban en mis oídos, imposibilitándome ignorar el dolor y la lucha que se libraban al otro lado de la puerta.

Pero la verdadera lucha también se estaba gestando en el pasillo. George, el hermano del rey, se encontraba allí, quien no dudó en dirigirme una expresión sombría en cuanto me vio. Sabía que el futuro de Inglaterra dependía de lo que estaba por suceder en esa habitación.

«Y si al final el bebé resultara ser una niña, seguro que se jactaría. Está claro que nos odia».

🌹 ¡Muchas gracias por el apoyo, los votos y los comentarios! Ya sabéis que entre más interacción haya en los capítulos, más seguidas serán las actualizaciones. 🌹

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