❝ capitulo tres ❞

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𓏲 . * 𓂃  𝐁 𝐄 𝐓 𝐓 𝐄 𝐑      
━━ chapter three 

៸៸ ⁺ :  fight in the first world 🗝️ ִ  ۟ ✧

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La última vez que Fay cruzo la protección del Domo tenía diez años; La curiosidad por saber que había al otro lado, en el bosque que rodeaba el colegio, fue tan grande para una niña curiosa como ella, que un día mientras su padre trabajaba,Fay se escabulló de la pequeña cabaña donde vivía en épocas de clases y cruzó el domo sin estar consciente del peligro en el que podría verse metida.

Y no solo hablando del posible castigo que tendría si su padre se enteraba que habia roto una de las reglas que tenían, sino porque en el bosque habitaban criaturas mortiferas que no dudarían en atacarla o en acabar con ella.

Pero claro, eso ella no lo sabia en el aquel entonces. Lo único que le habían dicho era que no podía cruzarlo bajo ningúna circunstancia; y decirle eso a un niña curiosa como ella era un caso perdido,  porque solo aumentaban sus ansias por saber que había al otro lado.

Así que armó un plan fácil: Ir cuando su padre no la viera y regresar sin que esté se enterará.

No era un plan muy listo de su parte, pero solo tenía diez y creyó que sería pan comido.

Pero no contó con que un alumno del colegio la veria y correría a advertirle a su padre lo que hizo; Fay no alcanzó a alejarse mucho cuando Saúl la encontró y la llevó de regreso al colegio con un sembrante tan serio, que Fay en automático se sintió mal consigo misma.

Muy pocas veces lo veía molesto, normalmente con los alumnos que no obedecían o hacía algo malo, pero aquel día su enfado iba dirigido a ella.

—¡Sabes que no debes salir del Domo, Fay! —la reprendió una vez que estuvieron en su cabaña—.¡Pudiste salir herida! ¿En qué estabas pensando? ¿Cómo pudiste desobecer la única regla que teníamos? ¡Hay monstruos allá afuera!

Pero Fay solo tenía diez años y una enorme curiosidad. El mar de lágrimas que se había vuelto por haber desobedecido a su padre era tan grande, que apenas y logró gesticular palabras coherentes.

—No... No lo sabia —berreo—. Lo... lo siento. Solo quería... ver qué había al otro lado.

Fue entonces que Saúl reparó en el estado de su hija; Estaba arrepentida y asustada... Por él. Por su culpa. Bajo la cabeza, avergonzado, y miró con sumo arrepentimiento a Fay.

—Lo siento, yo no.... No debí gritarte de esa forma —Y entonces, después de tanto años, Fay vio a su padre derrumbarse por segunda vez en sus cortos diez añoz—. Es que no puedo... No puedo ni imaginar que algo malo te hubiese pasado ahí afuera —sollozó él con lágrimas corriendo por sus mejillas—.  No puedo perderte a ti también, Fay.... No puedo.

La Fay de diez años dejó de llorar y abrazó con su pequeño cuerpo a su padre.

No volveré a cruzar el domo, papá. Lo prometo.

Y esa pequeña promesa retumbó en su consciencia mientras cruzaba el domo para seguir a Bloom.

La chica no le llevaba mucho de ventaja, desde donde estaba podía sentirla. No obstante un sonido proveniente de la espesura del bosque la alertó, y en en menos de un segundo saco su espada de su funda y la blandió delante de ella. Miro minuciosamente a su alrededor, buscando alguna señal de que no estuvieran solas en aquella zona, sin embargo no percibió nada más que pura negrura y el ligero silbido del aire entre los árboles.

Aún con su espada en mano, continuó su andar y no disminuyó su ritmo hasta que notó que había llegado al viejo cementerio cerca de la escuela; alcanzó a percibir a Bloom cerca de unas ruinas que habían en el sur y la siguió. No se detuvo hasta que la pelirroja lo hizo, quien ahora estaba frente a una vieja puerta de madera.

—No deberías estar aquí —La pelirroja volteo sobresaltada y alzo sus manos en su dirección. Frunció el ceño al verla.

—¿Quién eres tú? —le preguntó Bloom recelosa mientras daba un paso atrás. Fay se detuvo y levantó una mano en señal de paz.

—Soy amiga de Terra —le respondio—. Ella me habló de ti. Soy Fay —se presentó, pero Bloom siguió mirándola de forma recelosa y de vez en un cuando echaba vistazos detrás de Fay, como sí esperara que hubieran más personas con ella—. Estoy sola —le aclaro—. ¿Qué haces fuera del Domo, Bloom? No deberías estar aquí, ninguna de las dos en realidad. Debemos volver...

—No regresaré —la irrumpió ella y negó con la cabeza varias veces—. No puedo, yo... Necesito volver a casa —y al decir eso último, sus ojos se brillaron de tristeza.

Fay pudo percibir mucha energía irradiando de la chica. No obstante, eso no fue lo que la desconcertó del todo, sino lo que la pelirroja sostenía en una de sus manos; ¿Cuántas veces no había visto ese anillo en el dedo de la princesita? Sky una vez le comentó que con el se podían abrir portales.

Sí Bloom lo tenía era porque quería usarlo para abrir un portal hasta su hogar. Sin embargo Fay la miró intrigada.

—¿De que Reino eres? —le preguntó, pero Bloom rodó los ojos con cierto fastidio.

—No soy del Otro Mundo —repusó ella con brusquedad. Cosa que desconcertó un poco a Fay—. No pertenezco aquí.

Entonces Fay lo comprendió; Bloom tenia miedo. Miedo de no poder encajar y ser como las demás hadas. Sin embargo también percibió que eso no era todo, pero tampoco esperaba que se lo contara.

Al fin y al cabo, no se conocían.

—De acuerdo —dijo Fay—, pero iré contigo — y dicho eso guardó  su espada en la funda y se acercó a ella a paso decidido. Bloom la miro ceñuda

—No te pedí que me acompañes —replico la chica.

—Y yo no te estoy pidiendo permiso para ir contigo.

—No necesito tu ayuda —insistió Bloom.

—Oh seguro que no —respondió con ironía Fay—. Sin embargo el bosque es peligroso y siento un extraña energía aquí, así que haremos esto; te acompaño hasta tu casa —la pelirroja abrió la boca para replicar pero Fay no le tiempo a decir nada—, y me das el anillo de Stella para devolverselo. ¿O acaso tenías otro plan para dárselo sin tener que volver aquí?

Bloom cerró de golpe la boca. La verdad es que no había pensando en eso; su plan era solo regresar a casa. No se había detenido a pensar en aquel detalle.

—De acuerdo —aceptó Bloom y prosiguió a darle la espalda a Fay para colocarse el anillo en el dedo y tocar la puerta con la palma abierta. Antes de salir de Alfea, Stella le había explicado como usarlo; debía pensar en el lugar a dónde quería ir y el anillo haría el resto.

Y así fue, tal como le dijo Stella, el anillo brillo ligeramente junto a la puerta. Y cuando Bloom abrió la puerta vio el depósito donde solia quedarse cuando no quería estar con nadie.

Fay la siguió y le hecho un vistazo al lugar; a unos metros delante de ellas había una escalera iluminada por la luz amarillenta que parecía conducir a un segundo nivel. A la izquierda se veía lo que parecían unas pequeñas oficinas o cuartos de depósito y a la derecha había una puerta de color rojo que no sabía a dónde llevaba.

Fay se dio la media vuelta, dispuesta a cerrar la puerta detrás de ella, cuando Bloom se lo impidió.

—Dejala abierta... por favor —añadio y apartó la vista rápidamente, mas Fay fue rápida y vio la indecisión en su mirada, por lo que sonrió levemente y dejo la puerta abierta.

Siguió a Bloom hasta la entrada de aquel lugar sin pronunciar palabra alguna, y así fue durante todo el camino hasta la casa de la chica, la cuál resultó no quedar tan lejos de donde vinieron. A pesar de que tenía un ligero presentimiento de que no volvería sola, se memorizo el camino por sí las dudas.

Fay no desaprovechó la oportunidad para mirar minuciosamente el Primer Mundo. Nunca, en los diecisiete años de su vida, había visitado el mundo humano. Y si era honesta, nunca le había llamado la atención hacerlo. Hasta ahora, y solo porque no se sentía segura dejando a Bloom sola.

Fay no se detuvo hasta que vio a Bloom sacar de su bolsillo su teléfono celular. La chica se detuvo al final de una enorme barda de madera blanca, y miró de forma discreta la siguiente casa.

Su casa.

La escucho reír ligeramente, pero también desde donde estaba alcanzó a percibir el tristeza que sentía por dentro, por lo que Fay se alejó un par de metros para darle privacidad y espero.

Miró al otro lado de la calle, inspeccionando que no hubiera nadie siguiendolas o que pudiera verlas; por lo poco que sabía del Primer Mundo, no se acostumbraba a traer espadas... Y mucho menos se conocía la existencia de la magia o de las hadas, por lo que debían pasar desapercibidas.

Sin embargo la calle estaba completamente vacía, así que se recargo en un árbol y esperó a que Bloom terminará de hablar con su familia para poder volver al colegio.

Cuando finalmente Bloom terminó de hablar y colgó el teléfono, se acercó ella con los ojos cristalizados.

—¿Estás bien? —le preguntó Fay. Bloom asintió y se limpió las lágrimas con las mangas de su chamarra.

—Regresemos a la bodega —indicó ella y ambas regresaron en silencio por el mismo camino que antes hasta llegar al depósito.

Fay abrió la puerta y le cedió el paso a Bloom primero antes de entrar ella. Fay se disponía a seguir adelante pero la pelirroja se detuvo a mitad del camino y regresó a la entrada. Sin embargo, en lugar de salir del depósito, giro hacía por un pasillo y Fay no tardó en seguirla.

El lugar seguía oscuro, por lo que Fay no distinguió donde estaban exactamente. No fue hasta que Bloom prendió un interruptor, que Fay pudo escrutar con claridad el lugar: se trataba de in pequeño cuarto, donde había un colchón en el suelo y algunos libros esparcidos por todo el lugar. Todo perteneciente a la pelirroja.

—¿Te quedabas aquí? —le preguntó Fay tomando uno de los libros y miró la portada, el libro no le sonaba de nada.

—Si, yo... — pero Bloom se quedó callada y Fay volteo a verla, comprendió que no quería hablar sobre el tema.

—Descuida, no tienes que contarme si no quieres.

Bloom le agradeció en silencio, se dejó caer en el colchón y tomó una de sus libreta. Fay por otro lado abrió el libro que tenía en manos con cierta curiosidad; pronto se encontró leyendo su contenido con sumo interés, que dejó de prestarle atención a la chica. Estaba por la cuarta página cuando algo llamo su atención. Sus ojos cambiaron por unos segundos al sentir la presencial de algo más con ellas y dejó el libro en su lugar con suma cautela.

—Bloom —advirtió a la pelirroja pero en eso ambas escucharon algo.

Un gruñido que provenía de afuera.

Ambas se acercaron rápidamente a la ventana que había en la habitación y echaron un vistazo al exterior, pero retrocedieron abruptamente y asustadas al ver una criatura humanoide de color negro cerca de la puerta.

Esté había volteado en su dirección, pero ambas habían retrocedido a tiempo.

—Un quemado —musitó Fay atónita. Y sin pensarlo dos veces desenfundo su espada y le indicó a Bloom que se ocultará debajo del marco de la ventana.

Esperaron un minuto en completo silencio, más ya no alcanzaron a oir nada. Ambas compartieron una mirada y suspiraron aliviadas cuando la ventana sobre ellas se hizo añicos. Fay empujó a Bloom lejos de la garra del quemado y con su espada le lanzó un tajo al monstruo de modo que esté retrocedió y le dio tiempo a Bloom de abrir la rejilla por donde el anillo de Stella se había caído y bajar por el.

Fay, por otro lado, salió corriendo por el pasillo para distraer al quemado de la pelirroja; Debía alejarlo de Bloom y darle el tiempo suficiente para recuperar el anillo si querían volver a Alfea. Además, la chica era una alumna de primero. Apenas y sabía controlar sus poderes, o por lo menos eso quería creer Fay.

Pero para su mala suerte, aquel quemado no era el único.

Otro quemado surgió de la oscuridad y se abalanzó sobre ella con una velocidad sobrenatural. Sin embargo Fay logró esquivarlo a tiempo y arremetio contra él con su espada justo cuando el quemado iba a volver a atacarla. Fay desvío su ataque y bloqueo el siguiente, ejerciendo fuerza en su agarre para mantener su afiliada garra fuera de su persona.

Más él quemado no desisto y volvió atacarla, pero Fay bloqueó cada ataque que esté le lanzaba lo mejor que podía. Bloqueaba, desviaba y lanzaba tajos a diestra y siniestra, más el quemado no parecía querer renunciar a matarla. La fuerza del monstruo era tanta, que pronto comenzó a aumentar sus ataques y logró desarmar a Fay.

El quemado lanzó un tajo directo a su pecho y ella brinco hacía un costado para evitarlo, girando sobre sobre si misma al aterrizar.

No tenía opción, debía hacer uso de su magia si quería tener una mínima posibilidad contra el quemado; por lo que cuando sintió como sus ojos cambiaban de color, hizo surgir unas esferas de color naranja de las palmas de su manos mientras que pequeñas ondas de magia danzaban alrededor de estás.

El quemado se abalanzó sobre ella y la atacó, pero Fay, quien estaba preparada, detuvo su ataque con su magia  El quemado soltó un gruñido al verse inmovilizado de la garra, por lo que intentó atacarla con la otra más no obtuvo un resultado diferente.

Ella lo detuvo de nuevo.

¿Dónde rayos estaba Bloom con el anillo? ¿Había logrado esquivar al otro quemado? Debían salir de ahí cuanto antes si querían llegar a los terrenos de la escuela con vida.

Las piernas de Fay poco a poco empezaron a flaquear en su lugar debido uso extra de su energía para detener al monstruo, que pronto sintió como algo líquido y caliente caía por el orificio izquierdo de su naríz. Las consecuencias de no usar tanto su magia como debería le estaba cobrando factura, y fue en ese momento donde ella comenzó a entender la insistencia de su padre al respecto.

Dowling se lo había advertido, también, debía practicar con su magia durante ese verano sino quería tener un exceso de agotamiento al usarla. Pero Fay había estado tan empeñada en mejorar su habilidad de pelea para impresionar a su padre, que olvidó su advertencia.

No obstante, la idea de rendirse no era una opción. Debía alejar al quemado para poder escapar y buscar a Bloom, quien no sabía si estaba bien o no.

Bloom era una novata, no podía pelear contra uno de ellos ella sola. Y con ese pensamiento en mente ejerció más fuerza en su ataque, logrando lanzar una oleada de energía que hizo que el quemado retrocediera unos metros aturdido. No obstante esté se recuperó de forma rapido y corrió hacia ella.

Y Fay, haciendo uso de toda la fuerza que le quedaba, le lanzó una gran bola de energía que lo mando a volar al otro lado del depósito.

Sentía sus piernas débiles debido al agotamiento, más no tenía tiempo que perder. Dio media vuelta y se dispuso a buscar a  Bloom, cuando vio a la directora Dowling acercarse a ella a paso veloz.

Fay dio un paso adelante para acercarse a ella y advertirle de la presencia de los quemados, cuando sus piernas cedieron y cayó al suelo de rodillas.

La directora se acercó a ella rápidamente y revisó que no tuviera un rasguño de aquella criatura.

Pero para su alivio, no la había alcanzado a lastimar.

—Estarás bien, Fay —le aseguró ella y la ayudo a levantarse—. ¿Dónde está Bloom?

Y cuando Fay iba a responder, la pelirroja apareció corriendo por el otro lado del depósito asustada y cansada.

—Ayuda a Fay a salir de aquí y no se detengan —le ordenó Farah y señalo el portal ya activado.

Bloom asintió, se acercó a Fay y pasó su brazo por sus hombros para ayudarla a caminar. Ambas se dirigieron a la puerta lo más rápido que pudieron cuando escucharon un gruñido a lo lejos. Hasta que no estuvieron del otro lado de la puerta, no voltearon a ver al interior del depósito.

El quemado apareció en su visión y se lanzó al ataque hacia la directora, pero está lo lanzó hacia atrás y cerró la puerta con magia, sellando el portal hacia el Primer Mundo.

Ambas suspiraron aliviadas de haber salido con vida, pero Fay no pudo evitar sentir preocupación por la directora. Se soltó de Bloom e intento mantenerse de pie por su propia cuenta, sin embargo sentia su cuerpo pesado.

¿Podría Dowling contra dos quemados ella sola? Se preguntó. Más no tuvo tiempo de pensar en unas posibilidades que tenía la directora cuando alguien la llamo.

—¿Fay? —La nombrada giró sobre si misma y vio a Terra acercarse junto a otras dos chicas que no había visto nunca—. ¿Qué estás haciendo aquí?

—Vi a Bloom alejarse de la escuela —explicó ella con la respiración acelerada debido a la Adelantate de hace rato.

—¿Están ambas bien? —preguntó una de las chicas, de piel oscura y con rastas en el cabello, quien fue la primera en reparar la sangre seca en la naríz de Fay.

—Estamos bien —respondio ella. Pero no era del todo cierto. Le dolía la cabeza y sentía sus extremidades entumecidas.

—¿Qué era esa cosa? —Escuchó preguntar a Bloom, pero estaba tan cansada que dejo que Terra respondiera.

—Creo que los llamaban Quemados.

—¿Y Stella? —preguntó Bloom al no verla con ellas.

—En la escuela, ¿Por qué?

Bloom trago en seco, consternada, y respondió.

—Esa cosa tomó su anillo.

—Mierda —masculló Fay y rodó los ojos—. Ahora te culpará por eso y querrá su anillo de vuelta.

—Ya veremos como recuperarlo —indicó la morena mirando a la oscuridad del bosque—. Debemos irnos.

Las cinco asintieron y se dispusieron a irse a la escuela, cuando Fay cayó de rodillas al suelo.

—¡Fayra! —exclamó Terra y se acercó a ella apresuradamente—. ¿Esa cosa te lastimó?

Pero ella negó.

—Tuve que... Hacer uso de mi magia —confesó y Terra comprendió todo. Era de las pocas personas que sabían ese detalle sobre ella.

—Necesita energía —informó en voz alta y volteando a ver sus amigas; Aisha y Musa miraron a Fay estupefactas mientras que Bloom fruncía el ceño, sin entender a lo que se refieria Terra.

—Espera... ¿Eres un hada de Energía? —inquirió Musa sorprendida a lo que  Fay asintió levemente—. Pero creí...  Creí que ya no existían.

—¿Un hada? ¿Eres un hada? —cuestionó Bloom igual de sorprendida, pues según ella los especialistas no poseían magia.

—Luego hablan de eso —intervino Terra con impaciencia al ver el estado de su amiga—. Rápido, acerquense y tómense de la mano —indicó y las tres obedecieron formando un círculo alrededor de Fay, quien comenzó a negar con la cabeza.

—Terra, no —objetó ella, pero la castaña la miró reprobatoriamente.

—Terra, si —espetó la aludida y le tendió una mano.

Resignada, Fay tomó la mano de su amiga y la de Aisha y empezó a absorber un poco de la energía de las cuatro. Pero solo un poco, por temor a no poder parar después.

—Con eso basta —informó suspirando profundamente y soltando sus manos de forma rápida. Fay se levantó sin ayuda de nadie y miro a las cuatro chicas con una leve sonrisa—. Gracias.

Las cuatro chicas asintieron.

— Debemos irnos, nos espera un gran sermón llegando a la escuela .

Y vaya que Fay tenía razón.
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En cuanto el profesor Harvey le dijo que Farah había regresado sana y salva del Primer Mundo, Saúl abandonó su despacho y se dirigió rápidamente a verla. Entró directamente a su despacho, sin siquiera avisar de su presencia antes. Y nada más verla, le reclamó.

—¿Por qué no me avisaste? — pero Dowling soltó un suspiró y se levantó de su silla para acercarse a a él con gesto sereno—. ¿Qué tal si había algo ahí afuera? ¿Qué tal si te atacaban y yo...

—Dos quemados —fue todo lo que dijo ella para que Saúl se quedará mudo—. Dos quemados las siguieron al Primer Mundo.

—¿Las? —inquirió Saúl ceñudo—. Creí que solo una estudiante había...

—Fay la siguió —Silva, al oir eso, retrocedió un paso atónito—. La acompañó y la protegió... Y debo aclarar que lo hizo muy bien —confeso Farah con una pequeña sonrisa en labios. Pero él no reaccionó de igual forma.

—¡¿Qué Fayra hizo que?! —pero Dowling solo suspiró profundamente y asintió con la cabeza, sabiendo perfectamente que su compañero reaccionaría de SA forma. Saúl inhaló profundamente para tranquilizarse y no salir corriendo a buscar a su hija—. Me va a oír, está vez me va a oír.

—Esta bien, Saúl, no salio lastimada.

—¡Pero pudo haber muerto! —Exclamó fuera de si—. ¡Debió informar sobre esto, no haber ido detrás de ella!

—Es igual a ti, ¿que esperabas? —repusó Dowling y Saúl rodó los ojos—. Tu hubieras hecho lo mismo por mi, o por Ben, o por Andreas. Hubieras ido detrás nuestro sin pensarlo siquiera.

—Pero eso no la justifica —replico él—. Le falta mucho por aprender y pudo haber muerto.

—Usó sus poderes —reveló Farah, a lo que él volteo a verla sorprendido—. La vi, hizo uso de ellos y logró matar a uno.

De toda las cosas que podía haberle dicho su compañera de confianza... No se esperaba eso último.

—Fay... ¿Mato a uno?

—Si, aunque creo que no se percató de lo que en realidad hizo; absorbió toda la energía de su núcleo, así que cuando lo lanzó al otro lado del depósito, solo quedaron restos de cenizas.

Al oir eso Saúl se quedó mudo. Su mente estaba procesando lo que Dowling le estaba contando. No podía creer que su hija hubiera hecho eso. Era... Era impresionante, más había algo que lo tenía inquieto.

—Dijiste que absorbió su energia —Ella asintió—. Esa cosa tiene energía oscura, Fay no podría aguantar...

—Pero lo hizo —lo corto ella—. La debilitó si, pero lo aguanto. Es más fuerte de lo que creemos.

—Siempre he sabido que sería fuerte —repusó él—.  Desde pequeña lo ha demostrado y ahora, lo muestra todos los día.

Y es que esa era la verdad. Saúl Silva podía parecer el peor padre del mundo ignorando a su hija en el colegio, pero la realidad era que el estaba muy consciente de que Fay podía ser la mejor. Él siempre la veía combatir contra sus compañeros, pero evitaba ser visto por ella o alguien cercano a Fay. Prefería que Fay pensará que él no la creía capaz de ser una especialista, a qué supiera que su corazón anhelaba gritar de emoción cada vez que la chica derrumbaba a su oponente.

¿Por qué no lo demostraban? Bueno, era algo complicado de entender. Saúl Silva  no quería esa vida para Fay; Ser especialista significaba estar en combate toda tu vida. El riesgo siempre existía en ese oficio. Las probabilidades de regresar a casa con vida siempre eran escasas.

Pero, sobretodo, no quería que dejara de lado sus poderes; Fay era un hada de la energía, como su madre. Una de las especies de hadas más extrañas y peligrosas que había habitado el Otro Mundo.

Y si no aprendía a usar su magia como era debido, podría terminar como su madre.

Y Saúl no deseaba eso para su hija. No para ella.

—Es igual a ella —comentó Farah cómo si hubiera leído sus pensamientos.

—Lo es, y por eso debe aprender a dominar su magia, no a usar una espada.

—Vamos Saúl —replicó Dowling—, está haciendo las dos cosas, no está dejando sus poderes de lado —y se acercó a él—. Fay no acabará como ella.

Saúl suspiró.

—Espero que tengas razón... Realmente no quiero que termine como su madre.

Pero antes de que Dowling pudiera decir algo más al respecto, escucharon unos golpes en la puerta.

—Deben ser ellas —señaló él y ambos se dirigieron al escritorio de Dowling, donde ella tomó asiento y él se quedó parado a un costado suyo.

—Adelante —Indicó Dowling con un tono de voz autoritario. La puerta se abrió y cinco jóvenes entraron, entre ellas Fay, quien al ver a su padre ahi empalidecio. Cruzó el despacho de la directora con los nervios a flor de pie y se detuvo frente a su padre con la cabeza arriba y el gesto firme, justo como los especialistas debían presentarse cuando estaban frente a su director; las piernas separadas a la altura de los hombros y las manos detrás de su espalda. Esa era la forma para ellos.

—El profesor Silva es el director de los especialistas, y está aquí porque una de sus alumnas se vio metida en todo esto —explicó Dowling hacía las demás, que miraban de reojo a Fay. Más está permaneció con la mirada en alto y al frente—. Saben muy bien porque están aqui; no solo arriesgaron su vida al salir del campo, sino que guiaron a, no solo uno, sino dos quemados al Primer Mundo y pusieron en peligro a toda esa gente —reprendio Dowling  mirando a Bloom y a Fay, quienes se removieron incómodas y avergonzadas—. Si no fuera porque tus compañeras me avisaron a tiempo de lo que harías, no estarían aquí ahora mismo, Bloom; Si no hubieras salido del campo mágico, Fay no te hubiera seguido y no habría tenido que pelear contra dos quemados. ¡Ambas pudieron morir allá afuera!

—Fayra, de todos los alumnos que tengo, no me esperaba algo así de tu parte. Sabes perfectamente bien que cruzar el domo está prohibido. Tendrías que haberme avisado a mi o Dowling —reprendio Silva con el gesto duro.

—Lo lamento —se disculpó Fay mirando a su padre a la cara—. No volverá a pasar.

—Eso espero, de lo contrario no tendré más opción que expulsarte de los especialistas —indicó Silva, a lo que Fay abrió los ojos al tope, aterrada ante aquella posibilidad. Meneó la cabeza de arriba a abajo, indicando que lo entendía—. Por suerte Dowling ha logrado traer a los quemados de regreso al Otro Mundo; uno está encerrado y el otro muerto. De ahora en adelante es trabajo nuestro, no suyo.

—¿Hay algo que quieran decir? —Preguntó Dowling a todas en general; Fay volteo a ver a Bloom de reojo, quien miro a las demás indecisa de si debía comentar lo sucedido con el anillo de Stella o no. Fay negó levemente con la cabeza en señal de que era mejor no decir nada o estarían en más problemas.

—Lo lamento —dijo Bloom dando un paso al frente—. Todo fue mi culpa, no me sentía parte de este mundo y fue mi idea regresar. Fay quería que regresará al colegio, pero no quise escucharla, así que me acompaño para que estuviera a salvo. Porfavor, no la castigue por mis errores —pidió esto último me mirando a Silva. Fay la miró sorprendida por su petición.

—Ella cometió un error al haberte seguido en lugar de informarme al respecto —respondió Silva y Bloom bajo la mirada, apenada—. Sin embargo no será castigada.

—Ninguna de ustedes —añadio Dowling—. Pero sí esto se vuelve a repetir, entonces si hablaremos de castigos.

Las cinco asintieron.

—Bien, pueden marcharse a descansar.

Y sin pensarlo ni un segundo, las cinco abandonaron el despacho y se dirigieron a paso veloz hacia el vestíbulo, donde finalmente soltaron el aire que tenían retenido.

—De la que nos hemos salvado —comentó Bloom. Todas asintieron—. Lamento haberte metido en problemas, Fay. No era mi intención.

—Descuida, yo sola tome la decisión —respondió ella y miró la hora en su teléfono—. Es tarde y mañana tengo entrenamiento temprano. Buenas noches a todas.

—Buenas noches —se despidieron Bloom, Terra, Aisha y Musa antes de dirigirse juntas hacia los departamentos de las hadas.

Fay, en cambio, se dirigió a los dormitorios de los especiales, donde al entrar a su dormitorio se encontró con una Eve ya dormida.

Y ella no tardó mucho en seguirla.

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𝐁𝐚𝐫𝐛𝐬 © | 𝟐𝟎𝟐𝟐

CAPITULO EDITADO
Versión 2022

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