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━━ ★ , ,,,
el día en el que descubro que soy buena para las agujas.

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;; NO SE OLVIDEN DE COMENTAR Y VOTAR. NO LECTORES FANTASMAS.










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CAPÍTULO 02
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Rodeando a la muchedumbre de adolescentes y jóvenes adultos que caminan de un lado a otro en bajos susurros y con aspectos nerviosos, pasamos delante de ellos. Algunos nos miran, otros nos saludan y los demás están demasiado inquietos como para prestarnos atención.

Comparto una mirada extrañada con Rhea, quien al final se hunde de hombros sin saber qué está pasando. Entonces, antes de si quiera ponernos a buscar en serio al chico de la cicatriz y que termina de rellenar nuestro grupo, él nos encuentra.

Se separa de unas hijas de Atenea con rápidos movimientos de manos y cuándo nuestros se cruzan, sé lo que viene cuándo comienza a abrir sus labios. Su rostro se convierte en una mezcla de emociones aliviadas aunque todavía algo tensas. Extiende sus brazos y sin detenerme mucho, suelto mi mochila en el suelo y corro hacia él.

—¡Mariposa, por fin has llegado! —grita por todo lo alto, e ignorando por completo los silbidos sensuales que suelta por detrás un pesado de Elliot.

—¡Luke, dios!

Nuestros brazos se encuentran y me dejo llevar por su fuerza. Sus manos se envuelven en mi cintura, estrechándola con bastante presión (casi necesitado) y me alza un poco del suelo. Yo me dedico a revolver sus curiosos y adorables mechones castaños, comprendiendo lo mucho que lo he necesitado en el tiempo que llevaba fuera.

—Pensaba que no llegarías nunca, mariposa. —Me murmura cerca del oído, con ese adorable apodo que me puso años atrás.

Sin embargo yo solo atino a negar con la cabeza, para después separarnos al vernos rodeados de los demás. Luke comienza a abrazar a los demás y después a chocar puños con Elliot. Así, todos cerca de él y ahora estrechando su mano con la mía, parece un poco más tranquilo que antes.

Elliot es el primero qué pregunta qué demonios ocurre en el campamento.

—Es una larga historia. Venid, vamos a la cabaña para hablar de eso en mejores condiciones. —Rhea me pasa mi mochila y agradeciéndole con una sencilla sonrisa, me la cuelgo sobre los hombros.

Sigo de la mano con Luke cuándo antes de encaminarnos a la cabaña número 11, Astrid nos detiene a todos. Acaricia una pulsera de su muñeca, mientras explica que primero tiene que ir a su propia cabaña.

—Tengo que informar a mis hermanos de mi llegada, y hablar de algunas cosas con ellos. Si queréis o si no me entero antes, me contáis que pasa aquí. —Y así, se marcha directo a la cabaña de Atenea, número seis, hondeando su larga cabellera rubia.

Luke la despide sin detenerse mucho en ella, y nos señala a los demás a acompañarle a la cabaña 11, la de Hermes y en la que residimos todos. Allí, saludamos a la mayor parte de hijos y no reconocidos (como yo) para ocupar nuestros huecos de, bueno, toda la vida.

Rhea y yo compartimos literas, como Luke y Elliot. Mientras dejamos nuestras cosas encima, Luke le habla al chico de la luna con un golpe entre sus omóplatos.

—¿Sabes lo aburrido qué ha sido dormir sin ti, tío? En plan, no tenía con quien hablar hasta las tantas, o sin vosotras dos, bruja y mariposa... He estado muy aburrido los últimos meses. —Rhea frunce su ceño cuándo escucha como se refiere a ella, como lleva haciéndolo desde hace años y se tensa de hombros, porque le trae malos recuerdos.

Pero al menos sabe que no lo hace con mala intención.

De todas maneras, para cuándo todo está en su sitio y nos acomodamos en las camas bajas para estar en mejor contacto, Luke nos cuenta que hace unos días llegó un nuevo campista. Un hijo del mar que tres días antes de que llegásemos, había embarcado una misión para recuperar el rayo maestro de Zeus y que impedirá una guerra entre dos de los dioses olímpicos más fuertes. Y que, por supuesto, le acompañan Grover, y Annabeth, su hermana pequeña.

—Así que la cabra por fin ha volado, ¿eh? —Rhea sigue sin hablar con Elliot, pero mientras esconde su rostro puedo ver qué ese comentario le ha hecho gracia.

Pero, soy yo la única que puede ver esa duda y miedo en la mirada del hijo de Hermes.

—¿Estás preocupado por ella, no? —Asiente, mordiendo sus labios y quiero acercarme para darle el apoyo que necesita, pero una voz furiosa y cabreada se escucha en la entrada de la puerta de la cabaña algo desgastada de Hermes.

—¡¿Has dejado que se vaya así sin más?! ¡Cabrón! ¡¿Cómo se te ocurre mandar a una niña de apenas doce años a una misión suicida?! —Veo la forma en la que se estremece Luke nada más escuchar a la cabreada Astrid.

Era algo obvio; son hermanas y ella también la quiere muchísimo.

—Lo siento mucho, Astrid, yo... —Empieza diciendo el chico de la cicatriz, pero no puedo soportar su rostro compungido en dolor.

Por lo que previendo lo rápido que lo quiere alcanzar Astrid, impido que pague su furia con Luke, interponiéndome entre ambos. Sus ojos grisáceos brillan con fiereza y en sus manos, descansa esa daga de bronce apuntándome. Sin embargo, no se mueve porque sabe que no es culpa del chico.

—Annabeth sabe cuidarse sola, Astrid, por mucho que no nos guste. Y sabes mejor que nadie que es algo que lleva esperando desde hace mucho, nadie le hubiera impedido ir, ni siquiera tu. —Y aunque mis palabras suenen graves, cuándo cierra sus ojos, ocultando esa mirada tormentosa, sé que lo sabe.

Baja la daga después de varios segundos, en los que Rhea ya estaba incorporada y preparada para cualquier cosa. Sin embargo, cuándo extiendo mis brazos, ella cae en ellos destrozada y llorando. Luke por detrás no está mucho mejor, porque al darme la vuelta mientras consuelo a la chica de Atenea, veo esa mirada esquiva y sé que hay algo más apuñalándole el corazón; lo conozco mejor que nadie.

De todas maneras, las horas pasan y aunque intentamos hablar sobre quién puede haber robado el rayo maestro de Zeus, no llegamos a nada. Elliot dio la idea de si el gran dios del Olimpo no podría haberlo perdido simplemente pero se calló de inmediato cuando, en las lejanías del campamento se escuchó un rayo resonar.

Astrid se marchó de nuevo de la cabaña de Hermes hace un rato, pidiendo disculpas a Luke. Sé que la volveremos a ver durante la cena, pero realmente ahora no tenemos nada más en mente que dar un corto paseo. Oh, claro, falta aclarar que solo Luke y yo, porque Elliot finalmente ha hecho paces con Rhea y se han quedado en la cabaña juntos.

Yo sé que pronto acabarán juntos cuándo Elli se atreva a dar el paso..., Y con ese pensamiento camino por los anchos del Campamento Mestizo y que es posible que me sepa ya de memoria. Pero de todas formas, no pongo mucha atención a este ni a la joven Clarisse La Rue, hija de Ares, que me ha sacado el dedo nada más verme; ambas nos peleamos el año pasado, aunque fue totalmente culpa suya. El caso es que toda mi atención se la lleva el chico de Hermes, que camina enfrente de mi, dándome la espalda.

La cual está encorvada, y no me deja ver para nada la expresión de su rostro.

Así que mientras permanecemos en un silencio algo incómodo, veo una pequeña mariposa de alas azules revolotear a mi alrededor y eso me trae buenas memorias. Cuando era más pequeña, siempre he tenido la manía de atraer a muchas de estas y es por eso que Luke decidiese ponerme ese apodo de "mariposa". Mi mano se extiende hacia el cielo y ella se posa delicadamente para detenerme en uno de los muchos campos florales de los hijos de Deméter.

La vista de ese verde acompañada de las bajas luces naranjas y amarillas dignas de un atardecer caído resulta hermosa, y entre que siento cosquilleos en mis dedos por esa mariposa, me desconcentra del mundo exterior para sólo ver aquel ser tan débil y, aún así, tan hermoso.

Ni siquiera pienso en lo que digo cuándo las palabras me salen solas.

—Mira esto, chico alado. A pesar de que una guerra se avecina, ellas vuelan libres, mágicas como siempre y sin importunarse por nada más que seguir con su vida. —Devolviendo la vista hacia atrás y lanzando la mariposa al cielo, cruzo mirada con Luke—. Eso... eso me hace pensar que aún podemos ver el lado bueno de las cosas. Si Percy lo consigue, podemos recurrir de nuevo a la esperanza.

Pero él niega, sonriente y colocando ambos brazos en su cadera, vuelve a poner esa mirada nostálgica y que por unos momentos, me da algo de lástima. ¿Qué puede estar pasando por su mente?, no puedo evitar preguntarme ante un chico tan enigmático como el hijo de los ladrones.

Después se me acerca, con ese aire atrayente de siempre mientras continúa negando con la cabeza. Yo muerdo mis labios, sintiendo una pequeña brisa en mi corazón; siempre pasa lo mismo cuándo lo tenga cerca.

Y sus palabras no hacen más que estrujarme el corazón.

—Cuando te miro... Veo estrellas, por eso sé... —Su mano derecha se engancha con la mía y sé que esto es diferente a lo de siempre, más especial y mucho más cercano que nunca—, que tú eres mi mundo, Ela.

Y con eso, vuelvo a sentir que todo me da vueltas. Nos quedamos allí, cerca, y estrechando nuestras manos hasta que con la que tengo libre, acaricio esa cicatriz que le surca gran parte del rostro. Él se hunde en mi caricia, cerrando los ojos y no puedo evitar extrañarme ante su anormal comportamiento.

No suelo verle de ese modo, tan... afectado.

—Luke, ¿estás bien?

Pero cuando sus labios se fruncen temblando y parece que lo va a soltar todo de golpe, una campana suena por todos los alrededores y se interrumpe de golpe. Se separa de mi lado, con una lentitud que resulta casi dolorosa y esquivando mi mirada, suelta nuestras manos. Intento regresarlo conmigo, pero mientras se sacude el cabello me dice que se va a adelantar.

—Espérame en nuestro sitio de siempre, ahora te encontraré allí. —Y se marcha así de la nada, integrándose en la oscuridad de la noche.

Veo su espalda desaparecer en ese vacío profundo y aunque quiero seguirle, una chica de Afrodita y amiga mía, me llama cerca de la cabaña de Hefesto. Su nombre es Adara, es muy amable y considerada.

—¡Vamos, date prisa! ¡Sabes que los sitios se acaban rápido y no puedo ayudarte todo el rato, Elaila! —Tira de mi brazo con esa sonrisa que hunde sus mejillas, y dirigida por ella, corremos hacia la entrada del comedor.

Allí todo es una locura, básicamente. Los jóvenes semidioses ocupan sus huecos con rapidez, entre gritos y mucha algarabía. Hasta veo cómo una hija de Hermes empuja a una de sus propias hermanas al suelo, solo por encontrar comida; es cierto que por culpa de los no-reconocidos (como yo) hay mucho menos hueco y que, casi todos tenemos que apretujarnos, pero tampoco hay que comportarse como salvajes.

Veo como Elliot y Rhea se pelean por dos sitios al frente casi al inicio de la mesa, y me rio mientras ayudo a la pequeña Clío para levantarse. Entonces, veo que tiene una pequeña herida en la pierna y sin pensar mucho en lo que hago, pongo sus manos atrás para que no lo toque.

—Si lo haces, sólo lo infectarás. —Ella está lloriqueando un poco y me da mucha pena.

Es una de las pocas pequeñas hijas de Hermes que no suele destacar todavía y por la que todas pasan por encima. Suelo ayudarla siempre que puedo, pero claro, cuándo me voy no puedo hacerlo. De todas maneras, me fijo en aquel hilillo de sangre que le recorre la rodilla y con cuidado, pongo mi mano sobre esa herida.

No sé muy bien porqué lo hago, ni siquiera tengo nada en mente. Solo pienso en la expresión decaída de Luke y debajo de mi mano se forma una pequeña luz dorada, hasta la niña se sorprende porque permanece quieta mientras esa luz empieza a repartirse por la herida. Cuando me doy cuenta de lo que estoy haciendo, ya es demasiado tarde.

La herida se cura, los que están más cerca me señalan entre nuevos susurros y cuándo todos me miran, siento que mi vida nunca va a ser la misma. La pequeña Clío se engancha en mi cintura dándome las gracias, pero no le presto atención por el golpeteo de pezuñas que golpean contra el suelo de grava. Es Quirón. Todos se han quedado en silencio y cuando el centauro director de actividades va a comenzar a hablar sobre lo que durante tantas noches me he preguntado, sobre lo que tantas veces me ha atormentado, escucho una voz a mi espalda.

—¿Mariposa?

La sonrisa de su rostro desaparece, esa iluminada y soñadora que tanto me encanta. Veo como esconde una pequeña figura de cristal en los bolsillo de su vaquero y aunque quiero saber qué es lo que le daba tanta ilusión mostrar, sus ojos se dirigen sobre mi cabeza y lo hago de la misma forma.

Allí arriba, veo lo que todo el mundo observa: una señal de reconocimiento.

Una vara con alas de mariposa ilumina sobre mi cabeza y ahora sé que finalmente mi progenitor divino ha dado la cara. O sea, ahora tengo un padre, y debo tomarlo con una sonrisa, ¿no es así?

Es decir, después de tantos años en soledad, de sufrimiento, y en los que tuve que sobrevivir con Rhea frente a miles de atrocidades y bestias, ¿tenía que decir gracias y saltar sobre una pierna?

—Salve Elaila Gray, hija de Asclepio, dios de la curación. —Todos aplauden que finalmente haya sido reconocida, pero yo... Muerdo mi labio inferior, haciéndome daño con el piercing que tengo sobre el labio.

Yo no me siento del nada afortunada.

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✭ " NOTA FINAL ;

:: muchas gracias por pasaros por esta historia y darme de su apoyo. amo la dinámica de ellos dos, su cercanía y co-dependencia. realmente creedme cuando os digo que vamos a llorar todos con esta historia, ¡estoy deseando que llegue la semana que viene para que vean la continuación! nos vemos pronto, mestizos.

:: por cierto, les digo que el símbolo de Asclepio es el que sale de mi mente.

:: no olviden dejar comentarios, votar y compartir. eso ayuda mucho, no dejen que el fandom de pjo muera todavía, help.

Se despide xElsyLight.

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