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luke, sus malditos encantos y una noticia de las malas.

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;; NO SE OLVIDEN DE COMENTAR Y VOTAR. NO LECTORES FANTASMAS.







🪐...

CAPÍTULO 03
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Las emociones se me arremolinan en mi pecho, como una tormenta en el mar.

La comparación me hace recordar al retoño de Poseidón, ese que se ha marchado a una misión imposible para salvarnos el trasero a todos. De todas formas, allí parada en el umbral, trato de no perder los estribos mientras cavilo en la noticia que acabo de recibir.

Hija de Asclepio, dios de la curación. Una parte de mí quiere saltar de alegría; porque finalmente ser reconocida es algo que se debe celebrar, por supuesto, además de que alguien se digna a darme a darme las respuestas que quiero. Pero la otra parte, más oscura y resentida, no puede dejar de preguntarse: ¿Por qué ahora? ¿Por qué después de tantos años de soledad y lucha?

Los aplausos de los campistas continúan, pero todo lo siento como un eco distante. Ruidoso, apabullante. La mirada de Luke se encuentra con la mía, al verlo tras mi espalda; a pesar de todo, veo una mezcla de orgullo y tristeza en sus ojos que aprisiona mi corazón. Lo hace pedazos.

Quiero correr hacia él, pedirle que me explique por qué todo esto se siente tan vacío, pero sé que no puede darme las respuestas que busco. No ahora, no nunca. El más que nadie puede comprender la falta de respeto que uno puede llegar a sentir hacia su progenitor divino y hacia su destino.

Quirón se acerca cuando los aplausos van desapareciendo. Su rostro es sereno y sabio, como siempre, pero me sorprende descubrir una chispa de sorpresa en su mirada.

—Elaila, esto es un gran honor. Asclepio es uno de los dioses más venerados por su habilidad de sanar, que es casi envidiable para Apolo, dios del sol. Y además, —señala hacia mis manos— esto explica tus dones.

Asiento lentamente, todavía tratando de procesar todo lo que acaba de pasar. Eso sí, algo que tengo más que claro que es que todavía permaneceré en la cabaña de Hermes, porque no hay ninguna cabaña creada para Asclepio. Lo prefiero así, no soportaría separarme de mis amigos y, claro, de Luke.

—Pero, ¿por qué ahora? —Mi voz suena más débil de lo que pretendía.

Aún así, Quirón no se deja afectar por ello. Coloca una de sus manos con toque reconfortante sobre mi hombro y me dice: —A veces los dioses esperan el momento adecuado. Quizás haya una razón por la que se te ha sido revelado en este momento.

Vuelvo a asentir, de nuevo sin decir nada. Las palabras no me salen. La gente comienza a retomar la hora de comer, y siento una mano en mi brazo justo cuándo Quirón se devuelve hacia el dios del vino, el Sr. Dionisio.

—¡Elaila, esto es increíble! ¡Ya has sido reconocida! —Es Adara, quien me lo dice con un rostro lleno de de emoción. Sus ojos brillan con invisibles corazones, tal y como lo haría una hija de Afrodita.

Pero lamento no sentir su misma emoción.

—Sí —respondo, forzando una sonrisa—. Es increíble.

Luke se acerca entonces, su presencia inmediatamente me resulta cálida y apaciguadora, como siempre. Tiene una sonrisa amable surcándole las mejillas. Adara toma distancia, dándonos algo de privacidad, para reunirse con su mesa y propios hermanos.

—Mariposa, esto cambia muchas cosas. Tal vez esto te ayude a rellenar ese hueco vacío que siempre has tenido en cuanto se refiere a tu nacimiento.

Yo lo miro, buscando consuelo en sus ojos.

—Sí, tal vez.

De pronto, veo que en la mesa de Hermes, mis otros amigos, Rhea y Elliot, además de Astrid desde la mesa de los hijos de Atenea están tratando de reunirse junto a nosotros. Esto me agobia, porque no quiero estar con nadie más ahora mismo que con Luke. De ahí a que agarre su brazo y habiendo perdido el hambre por completo, lo arrastro conmigo para irnos del comedor.

Sus voces se escuchan por detrás, pero solo pienso en la forma en la que nuestros dedos se entrelazan y mientras muerdo mi piercing del labio, nada más me interesa ahora mismo.







Después de alejarnos del comedor, y de todo su bullicio, Luke y yo hemos caminado juntos a un lugar al que siempre recurrimos cuándo las situaciones nos superan. Es un sitio cerca del lago, donde los árboles nos brindan una sombra acogedora. Me siento sobre la hierba, observando cómo las olas pequeñas rompen suavemente contra la orilla. Luke toma asiento a mi lado, y su cuerpo contra el mío —hombro con hombro— me sirve como calmante, como si fuera un bálsamo para mis nervios en vez de labios.

—Luke, esto es... abrumador —digo finalmente, rompiendo el silencio.

Él asiente, sin dejar de unir nuestras manos. Su toque es húmedo y siempre me recuerda a mi hogar. Porque eso es Luke para mí: mi hogar.

—Lo sé, Ela. Pero no estás sola, ¿sabes?

Por un momento, todo parece un poco más soportable.

—Gracias, Luke. No sé qué haría sin ti. —Es lo único que digo, mientras por mi cabeza se me pasa la duda de si ahora tendré que hacer algo para enorgullecer al dios que ahora es mi padre.

Pero Luke me distrae con su sonrisa llena de confianza. Sus rulos castaños bajan en cascada por su rostro, pintando un lienzo mágico e inalcanzable para mí. Allí mismo, sé a lo que se refieren las hijas de Afrodita cuando dicen que este hijo de Hermes parece sacado de una tragedia griega; porque sí, a pesar de que posea un rostro tallado por los ángeles, que parezca musa de cualquier tipo de inspiración,  su mirada siempre es triste. Con penas, malos recuerdos y pesares. En ese momento, no creo encontrar nunca a nadie que sea más perfecto.

—Nunca tendrás que averiguarlo —me responde.

Luego nos quedamos en silencio, observando cómo llega el atardecer con sus pinturas anaranjadas y rosadas que dan la bienvenida a la noche tan esperada. Las estrellas toman lugar en el plano oscuro y aunque muchas preguntas todavía burbujean en mi mente, por ahora decido dejarlas de lado. Porque aquí, con Luke a mi lado, siento que puedo enfrentar lo que sea que venga por irónico que resulte.

Entonces, mi mente se detiene sobre ese chico del mar que ha ido a una misión para salvarnos de una guerra inminente.

—¿Crees que Percy lo logrará? —pregunto, rompiendo la burbuja plateada que nos abrazaba con su hermoso brillo.

Luke se encoge de hombros, algo dudoso.

—A ver, es un chico fuerte. Tiene potencial, hay que reconocer, y además con Annabeth y Grover a su lado, tiene una buena oportunidad. Pero... —Hace una pequeña pausa en la que sus hombros se tensan ligeramente— con los designios de los dioses nunca se sabe.

Asiento, pensando en los peligros que pueden estar persiguiendo al pequeño percebe.

—Pues espero que lo logre, porque no podemos permitirnos una guerra entre los dioses.

—No, no podemos —dice Luke, con una voz mucho más grave.

La brisa de la noche se hace más fresca y mientras más estrellas comienzan a aparecer en el cielo, me recuesto sobre la hierba separando nuestras manos por fin. Luke me dedica una mirada graciosa para que, tras negar con la cabeza, haga lo mismo que yo. Nos quedamos entonces allí acostados, uno junto al otro, en silencio y encontrando consuelo juntos.

Por un momento, todo me da la sensación de que regresa a su lugar.

Unas horas mucho más tarde, cuando la noche se vuelve más pesada y las arpías comienzan a salir para dar sus rondas exhaustivas, es que Luke y yo regresamos a nuestra cabaña entre risitas bajas. No tardamos en llegar y después de darnos una última y cálida mirada, llena de todas esas emociones que por lo menos a mí, me revuelcan por completo, tomo hueco en mi cama para dormir. No tardo en hacerlo, la oscuridad se apodera de mí y no veo nada más.

Por la mañana al día siguiente, despierto con los primeros rayos del sol filtrándose por las ventanas de la cabaña de Hermes. A mi alrededor, escucho el sonido suave de mis compañeros que todavía están envueltos en sueños. Me estiro lentamente, disfrutando de la tranquilidad del momento y sin querer pensar en lo pasado de ayer.

Entonces me asusto cuándo escucho una voz cerca de mí.

—Pssss, aquí —susurra y si no fuera por la familiaridad que tengo con esa persona, ya le habría propinado un buen golpe en la nariz por sorprenderme de esa manera.

Es Luke, tiene una bandeja en las manos y una sonrisa enorme de oreja a oreja. Pienso por breves momentos si no debo de tener un aspecto del demonio; mientras entonces que me habla, trato de alisarme el cabello lo mejor que puedo y con un calor abrasándome el pecho.

—Buenos días, Ela —dice, suavemente.

—Buenos días, chico alado —respondo, inevitablemente devolviéndole la sonrisa. Ya no estoy asustada—. ¿Qué crees que haces?

—Desayuno en la cama —se limita a decir, colocando la bandeja en mis piernas todavía ocultas por la sábana. Rhea sigue plácidamente dormida en la litera de arriba—. Pensé que te vendría bien un poco de mimo después de lo de ayer.

—Me conoces mejor que nadie, sabelotodo.

Y miro la bandeja, que está llena de frutas frescas, pan tostado y una taza de café con leche humeante. Como a mí me gusta.

—Luke, esto es un gran detalle por tu parte. Gracias, de verdad.

Él acepta mis gratificaciones, rascándose la mejilla con un toque nervioso. Después le hago un hueco en la cama y entre que tomo bocados de ese dulce desayuno, veo que su expresión se torna un poco más seria.

—Quería hablar contigo sobre lo de tu padre. Es un gran honor haber sido reconocida, Ela, tienes un don increíble que sin duda, va a ayudar mucho a los hijos de Apolo en las enfermerías.

Yo asiento, tomando otro trozo de tostada.

—Sí... Aunque es mucho que asimilar. Ya sabes que siempre me he preguntado quién era mi padre y ahora que lo sé, es demasiado. Siempre pensé que me quedaría sin reconocer, como muchos de aquí y estaba bien con eso, pero ahora...

Siento la pesada mirada de mi amigo sobre mí. No dice nada pero cuándo cruzamos los ojos, veo que se cruza una sombra que no puedo ignorar. De nuevo siento esa misma presión que me ahoga.

—Luke, ¿hay algo que te preocupa? Y no me mientas, sé cuando lo haces.

Muerde sus labios nuevamente, sus ojos se cierran con pesar y veo la forma en la que quiere tocar mi brazo, con temblores. El miedo se instala en mi corazón cuándo pienso en qué lo que me va a soltar me arruinará la vida.

Sin embargo, antes de que pueda soltar palabra, la puerta de la cabaña se abre de improvisto. Ambos miramos en aquella dirección, asustados por la intromisión y el hijo de Hermes de inmediato toma distancia conmigo. Siento un horrible frío apoderarse de mí corazón cuándo ambos vemos que se trata de Quirón. Mira en nuestra dirección sin preámbulos, y me señala a que salga de la cabaña.

Yo me siento incómoda y extrañada ante aquello, pero no dice nada más y después sale en silencio. Supongo que con la intención de no despertar a nadie más de la habitación.

Desanimada, dejo el desayuno a un lado a medio acabar y salgo de la cama, a pesar de que el brazo de Luke me retiene. Se levanta de inmediato, con una expresión preocupada que se intensifica por momentos.

—¿Qué quiere de ti?

—Por eso tengo que salir, para averiguarlo. Nos vemos en un rato. —Su mano se desliga del ío con cuidado y delicadeza.

Yo lamento que hayan interrumpido nuestro momento privado.

—Luego me dirás, ¿no, mariposa? —No parece del todo convencido.

Yo asiento levemente, para finalmente salir de la cabaña.

El fresco de la mañana me recibe revolviendo mi cabello de golpe. Me reúno con Quirón que me espera abajo del porche, y tras un corto y seco saludo, ambos caminamos en silencio por un largo rato en dirección a la Casa Grande, hasta que el centauro al fin da palabra.

—Elaila, necesito que hables con la Oráculo del campamento. —La noticia me cae como alma a los pies, porque sé lo que eso significa. Más que nadie—. Tienes una...

—¿Una misión? ¿En serio? —Mis pasos vacilan un poco, sus palabras me pesan—. ¿Por qué? No la quiero, Quirón.

El centauro no se detiene ante mis palabras, aunque sabe que las detesto después del accidente de Luke en la suya. No me gustan, el hecho de tener que sacrificar tu vida por los deseos egoístas de los dioses me produce urticaria, de verdad.

—Sé de tu clara reticencia con ellas, pero no puede esperar. La Oráculo te espera.

No quiero por nada del mundo acercarme al estúpido desván por el que una vez vi desaparecer a Luke Castellan, y que por supuesto, destrozó su vida por completo y su temple de héroe. Desde su misión, nunca volvió a ser el mismo. Nadie lo fue, en parte porque cancelaron cualquier otra misión; hasta claro, que llegó el percebe hijo del mar.

Y ahora yo. Es como si la maldita suerte me persiguiera a todas partes.

A pesar de que no quiero acercarme a la enorme estructura de la Casa Grande, nos detenemos al frente del porche. Me acaricio los brazos, nerviosa por lo que pueda encontrarme. Aún así y fulminando con la mirada a Quirón, pienso en qué me dará igual.

La escucharé y no me iré, no le haré caso, eso es lo que mantengo en mi mente mientras dejo al centauro atrás e ingreso en la Casa Grande.

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✭ " NOTA FINAL ;

:: muchas gracias por pasaros por esta historia y darme de su apoyo. un nuevo capitulo ha llegado y espero que lo hayan disfrutado como yo. elaila ya tiene su misión, aaaaa

:: no olviden dejar comentarios, votar y compartir. eso ayuda mucho, no dejen que el fandom de pjo muera todavía, help.

Se despide xElsyLight.

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