CAPITULO 21

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Pov's Alex

—¿Por qué no la llamas y ya?

Cole salió de la ducha dejando un rastro de gotas de agua a su paso. Era un hábito irritante, pero no me molestaba en repetirlo, sería como hablar con un burro.

—¿De qué estás hablando?

—La chica, Sky.

—¿Podrías no meterte?

Desde la fiesta del viernes habían pasado cinco días, no que estuviera contando ni nada. El primer fin de semana no hablé con ella porque en definitiva estaba poniendo distancia. Sé que acordamos dejar lo que sucedió atrás, justo como la vez anterior. Sin embargo, el primer beso fue más fugaz, casi como un sueño que no estaba seguro de que fuera real, fue pequeño e inocente, el segundo en cambio... Incluso a la mañana siguiente podía sentir sus manos perdiéndose en mi cabello, si cerraba los ojos podía vernos en ese lugar con mis manos encadenadas a su cintura. Esta vez era diferente de muchas maneras.

Así pues el domingo por la mañana mamá nos dio la sorpresa de que nuestro vuelo salía ese mismo día en la noche. Pude haberle escrito a Sky, llamarle o hasta hacer una despedida rápida pasando a su casa. En cambio pensé que ella tampoco me había buscado en ese tiempo por lo que me convencí de que ambos necesitábamos un poco de espacio.

Llegábamos a hoy, miércoles, cuando seguía sin hablarle. Me prometí que lo haría una vez que las maletas estuvieran deshechas, no fue así. Luego, ayer, recibí un mensaje suyo. No estábamos en casa, habíamos salido a un tour que Jackie recomendó. Mamá estaba tan empeñada en que disfrutáramos del recorrido que prácticamente nos prohibió sacar los celulares. No vi el texto de Sky hasta que llegamos. Era de noche, más tarde en Silver Falls, así que dije que le llamaría esta mañana. El caso es que llevaba con la pantalla encendida en su contacto sin presionar el botón verde desde que desperté.

El colchón se hundió en mis pies cuando Cole dejó caer todo su peso de golpe.

Aunque el departamento era grande también lo era nuestra familia, debido a ello alguien tenía que compartir habitación. Resultamos ser Cole y yo.

Durante los últimos días el tratado de silencio entre nosotros había desaparecido y con ello también la tensión. No es que fuéramos uña y mugre pero podíamos mantener una conversación de más de cinco palabras acerca de cosas triviales. Pese a ello estábamos lejos de confiarnos nuestros profundos pensamientos o secretos.

—Me pregunto —continuó con su característica actitud desenfadada, ignorando mi petición anterior —¿Qué te impide estar con ella?

Sentí mi cara arder.

—¿Perdón?

—No nací ayer, Alex. Sé que te gusta.

—Estás loco.

—¿Se han vuelto a besar?

—Para.

—Dylan me ha dicho que ellos estaban en una especie de relación sin compromiso —me tensé —, pero parece que desde hace un tiempo lo terminaron.

—¿Por qué eso me incumbe? Solo es mi amiga, no necesito saber con quién sale o en qué términos.

Aunque, de hecho, lo sabía. Ella me contó. Y apreciaba su confianza. Sin embargo, no sé qué tanto me gustó saber que Dylan le contaba los detalles de su "relación" con Sky a Cole.

—Te digo que han terminado.

—Nunca fueron novios en primer lugar.

Por su amplia sonrisa supe que caí como él quería.

—¿Y qué? ¿Te molestaría que lo fueran? Novios, me refiero.

—Te lo dije, es solo mi amiga. Puede salir con quien quiera.

—Ya. Menos mal entonces.

Se levantó para ir en busca de su ropa con total desinterés, como si no hace un segundo hubiese estado insistente con el tema.

—¿Qué?

—¿De qué?

—¿Menos mal qué?

—Oh —se giró luciendo inocente, pésima actuación —, eso. Digo que menos mal porque ella es bastante popular en la escuela, ¿sabes? Sé de muchos chicos que quisieran salir con Sky. Si no es Dylan seguro que alguien más le llama la atención.

—¿Y?

—¿Y qué?

—Eso me importa porque...

De nuevo sonrió como el gato de Alicia en el país de las maravillas.

—Nunca dije que te importara.

Con eso desapareció de nuevo en el cuarto de baño.

Con pésimo humor, que antes no tenía, me levanté y fui directo al balcón de la habitación, no sin antes ponerme un abrigo y asegurarme de que la puerta corredera estuviera trabada.

El aire frío refrescó mis pulmones y ayudó a despejar la niebla de mi cabeza. Cole no era importante, Sky sí. Entonces caí en cuenta de lo mucho que la extrañaba. Llevaba casi una semana sin verla pero parecía más tiempo sin sus conversaciones enérgicas o sus risas fáciles. Fue por eso que antes de que cualquier pensamiento intrusivo me ganara tomé el celular y pulsé para una videollamada.

Fue casi al último timbre que respondió.

Sus rizos desordenados, que aprendí que eran naturales cuando no se arreglaba el cabello con calor, fueron lo primero que me saludó. Por el cielo de fondo supe que no estaba en casa y probablemente se encontraba ocupada, eso tomando en cuenta cómo el celular se movía con la prisa de sus pisadas. De hecho, miraba al frente, la cámara en una posición descuidada desde abajo. Parecía estar buscando algo, una tienda quizás. Esos primeros segundos de distracción me permitieron robar un vistazo de sus mejillas sonrojadas, el vaho que escapaba de sus labios y el gorro que intentaba, en vano, esconder la naturaleza salvaje de su cabello dorado. Una sonrisa surco mis labios ante la imagen.

—Lo siento —dijo al tiempo que una campanilla sonaba sobre su cabeza. Acababa de entrar a una tienda—. Ahora sí... Hola.

Le puso final a su premura y tomó un gran respiro. La miraba de pie, detrás suyo estantes llenos de golosinas. Había acomodado la cámara para tener un mejor ángulo, así pude ver mejor el azul brillante de sus ojos. No había cambiado, seguía ahí, toda ella. Por alguna razón ese conocimiento puso fin a la inquietud que me embargó desde la conversación con Cole.

—Hola.

Nunca hubo silencios incómodos entre nosotros. Al inicio era Sky quien se encargaba de llenarlos con su cerebro ingenioso y su personalidad de mariposa social. Después, cuando me di cuenta de que en realidad era afortunado porque ella se acercara a mí y decidí dejar de ser un ermitaño, resultó que todo fluía y podíamos pasar horas hablando de un millón de cosas. Pero incluso si no lo hacíamos, llegamos a un punto en nuestra amistad en donde la afonía se volvió algo que disfrutábamos. A veces era después de las lecturas en conjunto, o de contarnos algún secreto o admitir algún miedo. Entonces ¿por qué estábamos ahí, atrapados en esos segundos donde podías oír al grillo cantar?

—Así que estás en Nueva York —fue ella quién nos sacó del aprieto.

Supuse que ya sabía de mi viaje por los últimos mensajes que mis hermanos intercambiaron con Ivy en el chat grupal. Sky no hizo ningún comentario pero vi que leyó.

—Sí, fue inesperado.

Algo que amaba de su personalidad era la manera en que sonreía. No conocía a nadie que pudiese transmitir tal sinceridad en un gesto tan común, tal como ella hacía en ese momento.

—Pero bueno, es genial ¿No? Supongo que está nevando un montón.

—Sí, seguro. Es justo como dijiste, los inviernos en esta ciudad tienen una magia diferente.

—Me alegra que te la estés pasando bien.

El vacío entre nosotros comenzó a abrirse nuevamente. Podía sentirlo, casi verlo. Me disgustó. Era como perder la familiaridad a la que estábamos acostumbrados.

—Aquí es muy de mañana —dije en un intento mediocre de mantener el hilo, y lo odié.

Odié tener que pensar demasiado en mis siguientes palabras. No se suponía que fuera así. No con ella. Lo que me gustaba de nuestra amistad era no tener que forzar las cosas.

—Aquí ya es más de medio día, de hecho venimos a comprar las cosas para preparar el postre de la cena.

—¿Tus padres han llegado ya?

Recordaba que me había dicho que irían pero no mencionó la fecha exacta. Sin embargo, por la manera en que el rostro se le iluminó supe la respuesta antes de que respondiera.

—Desde hace un par de días. Se quedarán hasta después de navidad.

—Genial, eso es increíble.

Aunque ella no lo decía en voz alta, porque no era propio de su personalidad quejarse, sabía lo mucho que los extrañaba. Verlos seguro que le haría bien. Últimamente notaba que los momentos en donde se desconectaba del resto –cuando la sonrisa le fallaba y por un segundo parecía que se olvidaba de que, en realidad, era feliz– sucedían más a menudo. Me preguntaba cuándo sus padres por fin terminarían con sus asuntos pendientes en L.A y se mudarían. Para mí seis meses era tiempo suficiente para poner en orden todo, pero qué sabía yo, el chico que llevaba toda su vida viviendo en el mismo lugar, de todo lo que implicaba cambiar de hogar. Antes de que pudiese preguntar algo al respecto Sky habló:

—Quizás cuando vuelvas puedas conocerlos. ¿Cuándo regresan?

Su emoción al respecto me hizo sonreír y puso una especie de calor en mi pecho. Casi quise mentir con tal de mantener esa expresión en su rostro. Sin embargo, a la larga eso no tendría sentido por lo que terminé respondiendo la verdad.

—Al parecer estamos celebrando año nuevo aquí.

—Oh. —su rostro cayó haciendo que me arrepintiera al instante de mi respuesta.

—Pero quizás los pueda alcanzar. Volvemos al día siguiente —intenté reparar de alguna manera.

—Ellos tienen que regresar antes —sonrió, más parecido a una mueca triste.

—¿Antes de año nuevo?

—Ajá, ya sabes, el trabajo y eso.

—Lo siento.

—No te preocupes —volvió a intentar lo de la sonrisa, esta vez obteniendo mejores resultados —. Ya será en otra ocasión.

—Sí, ya será en otra ocasión.

Sin embargo, no pude evitar sentirme mal por haber fallado a la cena que había prometido con sus padres. Ella estuvo hablando mucho tiempo al respecto, estaba emocionada e incluso me contó las opciones de postres que tenía para preparar. Sumando a eso me decepcionó saber que pasaría el Año Nuevo sin ellos.

—Bueno, supongo que siempre te puedo presentar por videollamada.

Ese fue el momento justo en el que una voz masculina la llamó desde lejos. Antes de que me diera cuenta ella estaba caminando y luego tenía a un hombre a su lado acaparando la pantalla. Él sonreía, no por mí sino contagiado por la energía emocionada de Sky.

—Alex, él es mi padre, Oliver. Papá él es Alex.

Por alguna razón un nerviosismo extraño me invadió.

El señor compartía con Sky el cabello rubio y los ojos de un azul claro en extremo, solo que a él le faltaba el brillo. No parecía ser muy mayor. Lo que sí era que donde Sky tenía líneas suaves y amigables él guardaba bordes gruesos, o eso aparentaba con la mandíbula cuadrada adornada de una barba bien recortada. A pesar de que le sonreía a su hija seguía irradiando un aura de poder y seriedad. Ella me había dicho que sus papás eran abogados así que creo que debí esperar que su presencia impusiera, incluso a través de la pantalla.

—Mucho gusto, Señor.

Lo único que recibí fue un asentimiento de su parte y una sonrisa amable, carente de la calidez que hace solo unos segundos le mostraba a la chica a su lado. Si Sky se dio cuenta de la manera en que los ojos de su padre me estudiaron no le prestó importancia.

—Y ella es mi madre —su voz adquirió un tono más dulce, casi infantil mientras rodeaba el hombro de la mujer en un abrazo. —Saluda.

Ojos y facciones más cálidas me recibieron.

—Mucho gusto, Alex.

Ella era todo cabello castaño e iris oscuros. Su aura, sin embargo, copiaba la de su hija. Me regaló una sonrisa que aplacó un poco el revuelo que su marido causó.

—Mucho gusto, Señora.

Quise agregar algo más justo cuando la atención de la mujer se desvío a una persona al lado de ella. Su risa, elegante y delicada, resonó al tiempo que decía:

—No creo que esos sean los correctos.

Fue así como en el cuadro apareció la última persona que hubiese pensado. Dylan.

Mi cuerpo se tensó a penas lo vi. ¿Podía estar confundiéndome o el mariscal de campo estaba comprando golosinas con los padres de Sky? Pero esa sonrisa socarrona parecía cien por ciento real cuando miró hacia mí.

—¡Oh! Hola, Alex.

—¿Se conocen? —su madre parecía animada a una conversación.

—Es el hermano de mi mejor amigo.

—¡Ja! Si que es un pueblo pequeño entonces —acotó de forma amigable.

—Se nos hará tarde, iré a buscar lo que falta —ese fue el padre de Sky. Él a diferencia de su mujer era educado pero menos receptivo.

—Cierto, debemos darnos prisa cariño —se dirigió a su hija. —Alex, es un gusto al fin conocerte, espero que pronto podamos verte en persona. Sky no ha parado de hablarnos de ti, ¿nos acompañas a cenar uno de estos días, verdad?

—Lo siento. Mi familia salió de vacaciones y no volveremos hasta cuando se hayan ido —la realidad me resultó más agria soltándola en voz alta.

—Oh, es una lástima. Pareces un muchacho encantador. Supongo que nos conoceremos mejor luego.

—Eso espero.

—Bueno, que disfrutes tus vacaciones, cariño —se despidió de mí. Después se giró a donde el moreno y rió de nuevo, como si recordara un viejo chiste a penas verlo —vamos que te ayudo a encontrar el indicado.

Así todos desaparecieron quedando al final solo Sky.

—¿Ese era realmente Dylan?

Pregunta estúpida pero bueno, lo aludía a mí perplejidad.

—Sí. Resulta que estaba conmigo cuando mis padres llegaron, los presenté y, no sé, me pareció grosero no invitarlo a comer esa tarde tomando en cuenta que le había contado de lo que planeaba preparar. Además, a papá y mamá pareció agradarles. Ahora mamá lo invita a todos lados. En el fondo creo que les alivia saber que esos amigos de los que les hablo existen, ¿sabes cómo? Como sea, igual me ayuda a que estén más tranquilos. Con ustedes e Ivy de viaje ¿cómo comprobaría que me he adaptado bien al cambio, cierto?

—Ya.

Nunca quise regresar el tiempo atrás tanto como en ese instante. Todo para no tomar el tonto vuelo a Nueva York.

¿A quién engañaba? No deseaba estar aquí. Las luces y el show de la ciudad no podían importarme menos. ¿La nieve? Daba igual, también la había en Silver Falls.

—Bueno. Tengo que irme. Disfruta tus vacaciones y cuídate, ¿sí? No olvides enviarme fotos. Nos vemos cuando estés de vuelta.

La línea se cortó y así su imágen desapareció.

Durante el resto de ese día y los siguientes no pude sacarme de la cabeza la idea de Dylan con los padres de Sky. Seguro que usaría su sonrisa de chico estrella para agradarle a su madre –en el fondo pensaba que ya lo había logrado, pero era demasiado orgulloso para admitirlo–, también hablaría con su padre sobre los planes de jugar profesional, me consolaba diciéndome que el papá de Sky no sería tan fácil de engatusar. Pero sobre todo, una y otra vez, recordaba que de no ser por este viaje yo estaría ahí. No sería Dylan disfrutando de los postres de Sky, escuchando las anécdotas de su infancia y creando recuerdos con sus padres, como amigos entrañables. El pensamiento iba contra mi moral, pero por primera vez en la vida lo correcto me importaba un carajo. Ese debería ser yo. Quería ser yo.

No tardé en aceptar que eran celos. Lo atemorizante no era el sentimiento, sino el hecho de que no tenían ninguna connotación amistosa. Estaba celoso de cómo Dylan poco a poco se hacía un espacio en la vida de las dos personas más importantes para Sky, sí, pero no porque eso amenazara nuestra amistad, sino porque de esa forma se abría camino a ganarse un espacio en el corazón de ella, y Dylan no quería un trozo para ser su amigo, él la quería como su chica, eso era lo que me molestaba. La idea de ellos juntos me quemaba el pecho. No quería que ella lo mirara con ojos soñadores, que compartiera secretos con él. Demonios, ni siquiera quería que le diera de su tiempo.

El sentimiento era irracional. ¡Yo estaba siendo irracional! Pero eso me sucedía mucho con Sky. Así como podía ayudarme a centrar mi mundo también era capaz de tambalearlo.

Entonces caí en cuenta de cuán al fondo estaba. Sky tenía mi corazón en sus manos desde mucho antes de que me diera cuenta y ahora que por fin lo veía no podía estar más aterrado.

Pov's Sky

Ivy me miraba a través de la pantalla. Había ido de visita a casa de sus tíos y ya que mañana sería noche buena y estaríamos ocupadas ayudando con todos los preparativos decidimos tener esta charla ahora, cuando ya todos estaban durmiendo.

Mis padres se encontraban en la habitación de invitados. Casi se cumplía una semana desde que llegaron y para mí gran alivio todo iba bien con James. No parecían sospechar nada.

—¿Dylan vive contigo ahora o porque parece estar hasta en la sopa? —se burló mi amiga.

Le conté todo lo que fue el resumen de mis días desde que ella se fue. No era broma que Dylan estaba en la mayoría de las historias.

Mi madre estaba encantada con él. Papá, aunque al principio fue algo gruñón al respecto, terminó por tolerarlo ya que es mi amigo. Y bueno, Dylan parecía sentirse bastante cómodo entre mi familia por lo que no rechazaba las constantes invitaciones de mamá a nuestros planes.

No me podía quejar. Sé que mis papás se preocupaban por que estuviera acompañada y tener a Dylan cerca era su forma de asegurarse de que me rodeara de buenas compañías.

—Al paso que va está asegurado un lugar en la familia —continuó.

—Déjalo en paz. Solo es amable.

—¿Me vas a decir que por fin dejó de estar interesado en ti?

—No lo sé. No es algo que hablemos.

—¡Buh! Aburrido si no hay drama. Entonces pasemos al chico número dos. ¿Qué hay de Alex?

—¿Disculpa? Creí que habíamos acordado que éramos amigos.

—No soy tonta Sky. Sé que sucedió algo en esa fiesta. Que por cierto, ¡casi morimos de hipotermia por ustedes dos!

—Tardó en encontrarme.

—Ajá. O tardó en encontrar el camino hacía tu garganta.

La cara se me puso roja por la desfachatez de su comentario. Y quizás un poco también porque sorprendente dio en el blanco.

En el momento que sus ojos se abrieron de par en par deseé no ser tan expresiva, porque supe, solo supe, que me tenía atrapada.

—¡Lo sabía! —me acusó —así que fue eso. ¡Dios mío! Ustedes dos se estaban besando mientras nosotros nos volvíamos cubos de hielo.

Agradecí tener los audífonos puestos, de otra manera Ivy ya hubiese despertado a la casa entera.

—No te emociones. No cambió nada. Solo es que sentíamos atracción y ya está. La matamos ahí.

—¡Queeeeee! ¿Pero cómo es que no pueden ver su potencial? Harían una pareja tan linda. En serio, si lo quieres tanto, te atrae físicamente y él siente lo mismo por ti ¿porqué ninguno hace nada? ¿O es que Alex no es tan perfecto como aparenta? ¿Crees que tiene escondida la misma tendencia de Cole y te romperá el corazón? Ahora que lo pienso, dicen que los más callados son los más peligrosos.

—No es eso.

Alex no podría ser la persona más segura de amar. Sé que si hay alguien que me aceptaría con todo y mi pasado profundo de ansiedad y depresión, en el que estuve porque las anteriores personas solo se encargaron de hacer oscuro mi mundo, sería él.

—¿Entonces? Es que de verdad no me creo que no te guste, de forma romántica me refiero.

—Quizás sí lo hace. Pero nada va a cambiar por eso. Él no me ve de esa manera, me lo ha dicho, y si lo pienso estamos mejor así.

—¿Él te dijo que te ve solo como una amiga? —asiento —. Mierda. Juraba que había algo ahí. Es que, la forma en que te mira... como si fueras la razón de su existencia. Supongo que lo leí mal, lo siento.

—No importa. Como dije, es mejor quedarnos como estábamos.

—¿Por qué es mejor?

—No vale la pena arruinar nuestra amistad.

—Hablas como si nunca hubiesen tenido oportunidad. ¿Y qué si funciona?

Ella no entendía. Perdimos antes siquiera de empezar.

Mi mayor problema ya no es lo que siento por él. Me aterra la persona que fui la última vez que enamore –si bien me dejé pisotear, perdí el amor propio y me dañe a mi misma debo aceptar que incluso con ese papel de víctima cometí errores que me avergüenzan –. Cuando sales con alguien tóxico la manera en que sobrevives es adoptando su comportamiento, como un mecanismo de defensa. He trabajado para dejar esos días atrás, pero me da miedo que con la manera en que quiero a Alex termine lastimándolo sin querer. Es algo que no me perdonaría, sobre todo porque sé cuán mal la ha pasado en sus relaciones anteriores.

Quizás si no tuviéramos las heridas que tenemos –y si él me mirara desde otro lente– podríamos haberlo intentado, pero la cosa es que con nosotros el riesgo es más grande que las probabilidades de éxito. Así que no, nunca tuvimos oportunidad.


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Pregunta que nada tiene que ver con la historia pero igual me interesa: Qué prefieren leer? Dark Romance o Romance Vainilla? O solo leen fics?

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