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【𝙲𝙰𝙿Í𝚃𝚄𝙻𝙾 𝟺𝟺】


𝐬á𝐛𝐚𝐝𝐨, 𝟑 𝐝𝐞 𝐟𝐞𝐛𝐫𝐞𝐫𝐨 𝐝𝐞 𝟐𝟎𝟐𝟒 


𝓓afne

𝐄𝐋 𝐀𝐆𝐔𝐀 𝐂𝐀𝐋𝐈𝐄𝐍𝐓𝐄 𝐀𝐂𝐀𝐑𝐈𝐂𝐈𝐀𝐁𝐀 𝐌𝐈 𝐏𝐈𝐄𝐋, envolviéndome con su calor reconfortante mientras me sumergía bajo la cascada revitalizante de la ducha. Con los ojos cerrados, me entregué al ritmo constante del agua golpeando el suelo, como una melodía que me transportaba aun estado de paz interior.

Con cada gota que caía, sentía como el peso de las preocupaciones se desvanecía lentamente, como si tuviera el poder de lavar mis miedos y mis ansiedades. Quería liberarme de la ausencia de mi padre, esa carga que parecía aplastarme el alma. Quería deshacerme de las expectativas y la presión que rodeaban el inminente desfile, permitiéndome simplemente existir en el momento presente, sin preocupaciones. 

Me concentré en el aquí y el ahora, en el simple placer de sentir el agua acariciando mi piel, mientras el aroma del champú de sandía impregnaba el aire. Después, tomé el jabón y lo deslicé sobre mi piel, sintiendo como la espuma suave me envolvía en una caricia reconfortante.

Dejé caer el agua por mi cuerpo durante un momento, y finalmente apagué el grifo y salí de la ducha. Sentí como si una parte de la carga que llevaba sobre mis hombros se hubiera aligerado, como si el agua hubiera lavado también parte de mis pensamientos negativos. Aunque sabía que las preocupaciones seguían acechando en las sombras, decidí permitirme disfrutar de ese breve instante de paz y tranquilidad.

Después de salir de la ducha y secarme rápidamente, me dirigí hacia mi armario con determinación. Mis ojos recorrieron las prendas colgadas y dobladas, buscando la combinación perfecta que me hiciera sentir segura y cómoda. 

Opté por unos pantalones cargo de color blanco y una camisa de cuadros en tonos marrones, con diferentes tonalidades que se entrelazaban armoniosamente. La suavidad del tejido era reconfortante al tacto, y su diseño clásico hacía que mi estilo se viera casual. Al calzarme las Converse negras, completé mi atuendo con un toque de simplicidad y comodidad. 

Decidí no maquillarme, permitiendo que mi piel respirara y mostrara su belleza natural. Con el cabello todavía húmedo, decidí dejarlo suelto, confiando en que se secaría gradualmente con el paso de los minutos. 

Entonces, el sonido del timbre cortó el silencio de la casa, interrumpiendo momentáneamente la calma que había logrado crear en mi mente. Con pasos ligeros, descendí las escaleras como si estuviera a punto de desvelar un secreto emocionante al otro lado de la puerta. 

Al abrirla, me encontré con la figura de Matías. Una sonrisa juguetona danzaba en sus labios, iluminando su rostro con una calidez contagiosa. Vestido completamente de negro, su atuendo emanaba un aire de misterio y sofisticación; sus botas, robustas y oscuras, resonaban con cada paso, acentuando su presencia decidida y segura.

Su cabello, despeinado de manera casual, le confería un aspecto rebelde y atractivo, como si estuviera a punto de desafiar cualquier adversidad con confianza y valentía. A pesar de su aparente informalidad, no pude evitar pensar que se veía absolutamente guapísimo.  

Al adentrarse en mi hogar, el aire se llenó de un aroma masculino que lo impregnaba todo, una combinación única de su colonia y su propia esencia. Esa fragancia familiar, reconfortante y atrayente, me envolvió al instante.

Sin poder resistirme, me sentí atraída hacia él como un imán, como si sus brazos fueran el único refugio seguro en medio de un mar de incertidumbre. Al abrazarlo, me sumergí en una sensación de protección y complicidad que solo él podía brindarme. 

Su abrazo no solo aliviaba mis preocupaciones, sino que también restauraba mi fe en que todo estaría bien, al menos en ese momento. Con cada latido de su corazón que sentía contra el mío, parecía que las tensiones y los miedos se disipaban, dejando lugar a una calma serena y reconfortante. 

─ ¿Todo bien, Dafne? ─Matías me miró con preocupación mientras me separaba de su abrazo. Sus ojos oscuros reflejaban la sorpresa ante mi reacción. 

Tras escuchar la pregunta me sentí vulnerable, podía incluso notarme los ojos ligeramente húmedos por las lágrimas que amenazaban con escaparse. Era la típica que siempre respondía que estaba bien, aunque realmente no lo estuviera. 

─ No... bueno, más o menos ─tartamudeé, luchando por encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que sentía. 

Matías frunció el ceño, mostrando claramente su preocupación por mi estado emocional.

─ ¿Qué onda? ¿Querés charlar de algo? ─su voz era suave y tranquilizadora, como siempre─. ¿Es por el desfile? No te hagas drama por eso, seguro que sale todo bien.

Negué con la cabeza, sintiendo un nudo en la garganta.

─ No... solo quiero que estés conmigo. ¿Me podés acompañar a un lugar? ─mi voz sonó como un susurro, cargado de anhelo por su compañía. 

─ Obvio, ¿a dónde querés ir? ─su tono era cálido y comprensivo, lleno de disposición para apoyarme en lo que necesitara. 



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𝐄𝐋 𝐒𝐎𝐋 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐌𝐀Ñ𝐀𝐍𝐀 𝐏𝐈𝐍𝐓𝐀𝐁𝐀 𝐃𝐄 𝐓𝐎𝐍𝐎𝐒 𝐃𝐎𝐑𝐀𝐃𝐎𝐒 𝐋𝐎𝐒 𝐂𝐑𝐈𝐒𝐓𝐀𝐋𝐄𝐒 𝐃𝐄 𝐋𝐎𝐒 𝐄𝐃𝐈𝐅𝐈𝐂𝐈𝐎𝐒, creando un juego de luces y sombras que danzaba sobre las estructuras urbanas. A través de la ventana del coche, contemplaba cómo las calles congestionadas poco a poco cedían paso a una escena más apacible y natural. Los imponentes rascacielos daban paso a una vegetación exuberante y campos abiertos, donde el verde de la naturaleza se extendía hasta donde alcanzaba la vista.

Mientras avanzábamos, le proporcionaba a Matías indicaciones sobre a dónde ir, guiándolo con una voz firme pero tranquila.

─ Por último, doblá a la siguiente y seguí derecho hasta el final ─le indiqué con firmeza, señalando con seguridad la dirección que debíamos tomar. 

Cada minuto que pasaba, podía percibir cómo nos aproximábamos a nuestro destino. Y tras el último giro, vislumbramos el imponente edificio del cementerio, destacándose con su presencia majestuosa. 

Matías estacionó el coche frente a la entrada del cementerio, su rostro reflejaba una mezcla de asombro y desconcierto. Era evidente que no entendía por qué lo había llevado allí, pero, aun así, me siguió con una expresión de apoyo y curiosidad en su rostro. 

Yo necesitaba hablar, desahogarme y compartir con alguien todo lo que me estaba atormentando desde hacía tanto tiempo. Sentía que llevaba una carga demasiado pesada sobre mis hombros y que ese era el momento para liberar esa carga emocional, aunque fuera solo un poco. 

Al entrar, una atmósfera de solemnidad nos envolvió, como si el aire mismo estuviera impregnado de historias y recuerdos. Caminábamos por los pasillos serpenteantes del cementerio, rodeados por un mar de lápidas y monumentos que se alzaban. El crujir de la grava bajo nuestros pies era el único sonido que rompía el silencio sepulcral del lugar.

Mis pasos se ralentizaron cuando nos acercamos a una lápida en particular, acercándonos a alguien que ya no estaba entre nosotros.

QUIRINO HILDEBRANDT
1975 – 2023 

Mi corazón se apretó con fuerza al reconocer el nombre tallado en la lápida y una dolorosa oleada de emociones me inundó, haciendo que un nudo se formara en mi garganta. Era como si el peso de las palabras no dichas se hiciera presente de repente, abrumándome con su presencia.

Observé en silencio la lápida durante unos instantes. Y entonces, noté un cambio en la expresión de Matías. Sus ojos parecían estar nublados por la tristeza, y una de sus manos se deslizó nerviosamente por su cabello.

─ Mi viejo falleció en un accidente de auto hace tres meses ─solté de repente. Mis palabras salieron atropelladas, como si estuvieran ansiosas por salir─. Fue el 23 de octubre del año pasado. Estaba en una joda, era muy tarde y quería volver a casa. Había una tormenta terrible que no te podés ni imaginar. No había ni un solo taxi, así que no me quedó otra que llamar a mi papá.

Mis ojos se llenaron de lágrimas al revivir, una vez más, el momento en mi mente.

─ Un auto que venía a toda velocidad perdió el control y chocó contra el auto de mi viejo. Me llamaron del hospital, pero llegué tarde. No tuve ni la chance de despedirme de él ─continué, sintiendo como el dolor me apretaba el corazón con fuerza. 

Matías permanecía a mi lado en un silencio comprensivo, su mirada empática reflejaba la profundidad de sus emociones. No necesitaba pronunciar una sola palabra para entenderme; su sola presencia era un consuelo para mi alma atormentada. Sus ojos transmitían una calma reconfortante, como si entendiera el torbellino de sentimientos que me abrumaba. 

─ Llevo meses sintiéndome culpable ─confesé con la voz entrecortada, dejando que el peso de mis palabras llenara el aire tenso que nos rodeaba. Las lágrimas se deslizaron por mis mejillas mientras daba voz a mis sentimientos más oscuros─. Siento que murió por mi culpa ─admití, luchando contra el nudo de mi garganta que parecía obstaculizar cada palabra.

En ese momento, la mano de Matías encontró la mía, ofreciéndome un apoyo silencioso pero reconfortante. Era como si su simple gesto quisiera decirme que no estaba sola en mi dolor, que él estaba ahí para compartirlo conmigo y ayudarme a sobrellevarlo. 

─ Entiendo lo complicado que debe ser para vos, de verdad ─sus palabras, tan inesperadas como reconfortantes, resonaron en el silencio que había caído entre nosotros─. Hace dos años, mi viejo falleció de un infarto.

Su revelación sobre la pérdida de su propio padre hace dos años, un detalle que desconocía por completo, me tomó por sorpresa. Pero en ese instante, supe que también él compartía mi dolor, que entendía el peso de la pérdida que ambos llevábamos en el corazón. 

─ No sabía nada de eso, Mati. Lo lamento un montón. 

─ No tenías por qué saberlo, Dafne. La pérdida es algo que nos toca a todos en algún momento. Y lo que pasó no fue tu culpa ─continuó Matías con una firmeza tranquilizadora. Por un instante, me permití creerle, dejando que sus palabras disiparan parte de la pesada carga que llevaba adentro─. No podías prever lo que iba a pasar. Los accidentes pasan, y no podemos controlar todas las situaciones ─agregó con sabiduría.

Nos quedamos en silencio por unos instantes, dejando que las palabras de Matías se impregnaran en el aire como una brisa reconfortante. Sin embargo, en medio de ese silencio, surgió una pregunta que había estado latente en mi mente durante mucho tiempo. Con Matías a mi lado, sentí la urgencia de obtener una respuesta. 

─ ¿Crees... crees que papá estaría orgulloso de mí? ─pregunté en un susurro apenas audible.

Matías me miró con una ternura profunda en sus ojos, como si pudiera leer mis pensamientos y entender la carga emocional que llevaba dentro. 

─ Por supuesto, Dafne ─respondió con suavidad, su voz resonando con seguridad y convicción─. Estoy seguro de que tu papá está más que orgulloso de vos, de lo fuerte y valiente que sos, de la forma en la que estás enfrentando cada desafío con coraje. Él sabía bien cuánto lo querías, y no querría que te sintieras mal por eso.

Sus palabras resonaron en lo más profundo de mi ser, como una suave brisa que disipaba las nubes de incertidumbre y culpa que habían oscurecido mi mente por tanto tiempo.

En ese instante, mientras nuestros ojos se encontraban en un vínculo de comprensión mutua, me di cuenta de todo lo que significaba Matías para mí. Estaba allí para mí, era mi apoyo incondicional en los momentos más oscuros; él estaba dispuesto a escucharme y apoyarme sin juzgarme. 

Comprendí que no estaba sola, que tenía a alguien en quién confiar cuando las sombras amenazaban con consumirme. Y por eso, le estaría eternamente agradecida.


And if I didn't know better
I'd think you were talking to me now
If I didn't know betterI'd think you were still around.
What died didn't stay dead (x2)
You're alive, you're alive in my head.

(Y sí yo no conociera la verdad
pensaría que estás hablando conmigo ahora
si no conociera la verdad
pensaría que aún estás por aquí.
Lo que murió no permaneció muerto (x2)
estás vivo, estás vivo en mi cabeza.)

MARJORIE – TAYLOR SWIFT
00:29 – 00:58






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💌nota de la autora:
imagen generada por ia de matías recalt y dafne hildebrandt

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