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La fría mañana de abril se presentaba bastante agitada para el CEO. Su agenda rebosaba de actividades, entre reuniones y supervisiones de nuevos proyectos… el estrés lo consumía y ni siquiera golpear el saco de boxeo le brindaba el alivio que buscaba. ¿La razón? Todo quedaba en un segundo plano cuando se trataba de cierto castaño.

Una discusión hizo que Azriel abandonara el loft en plena madrugada. No le contestaba los mensajes, ni devolvía las llamadas. Eso lo ponía de mal humor, que no le hablara, pero en la empresa no se le iba a escapar.
Sin embargo, no imaginó que ese día se ausentaría.

Y, ¿cuál fue el motivo de su pelea? La actitud “bromista” –según Vince– del castaño en una situación seria. Corría por la empresa el rumor de que un miembro del equipo directivo se liaba con otro empleado/a, lo que estaba prohibido.

Compartían una cena en el Loft y surgió el tema. Azriel soltó un comentario que no le hizo gracia al rubio, en absoluto. “Vaya, creo que no somos los únicos que rompen las reglas, ¿quiénes crees que sean?”

“Si no fuera por el loft, estoy seguro de que se referían nosotros”

Lo observó serio y el otro dejó de reír.

—¿En serio te causa gracia? No es motivo para bromear, ¿y si nos atrapan?

—Nos condenarán socialmente— viró los ojos —¿y qué? A mí no me afecta, porque yo acepto que soy homosexual y no vivo una mentira como tú.

Eso enfureció al rubio —nada tiene que ver una cosa con la otra y no es la primera vez que haces esos comentarios— cuando se dio cuenta de lo que había dicho, ya era tarde.

—¿Te molestan?— habló con sarcasmo —bien— golpeó con fuerza la mesa —dímelo y aquí se termina todo, tú tampoco eres perfecto.

Soltó una risa amarga. —No te aguantas una simple observación, ya tienes 26 años Azriel. ¡No actúes como un niño!— elevó la voz a lo último —siempre estás a la defensiva. ¿Qué te sucede?

Un torbellino de cosas rondaban por la mente del más joven, entre ellas una extraña inquietud que crecía con el pasar de los días. Se sentía observado todo el tiempo, pero decidió callar y cambiar de tema. —Tal vez estoy cansado— murmuró. —Al principio era sencillo, solo sexo y sin ataduras emocionales. Pero, cuando el corazón te traiciona, ¿qué puedes hacer?

Vince lo miró perplejo, sin comprender del todo sus palabras.

El corazón le galopaba con fuerza en el pecho y las manos le sudaban, diablos. —Creo que empiezas a gustarme y no solo físicamente— confesó en un susurro, dejando que la vulnerabilidad cubriera su rostro.

Un silencio sepulcral se apoderó de la habitación. El mayor lo miró con una mezcla de pesar y compasión.

—Eso… eso no era parte del trato, Azriel. Y lamento decírtelo así, pero no puedo corresponderte de esa manera.

Las palabras del rubio se sintieron como un puñetazo en el estómago. Lo sabía, en el fondo lo sabía, pero escucharlo de sus labios, dolió. Se cruzó de brazos con brusquedad, conteniendo la ira que amenazaba con desbordarse y evitó mirarlo.

—Tienes que entenderme— dijo Vince con voz suave—. Estoy en una posición delicada y...

El más joven no lo dejó terminar. Se levantó de golpe de la silla, haciendo que rechinara contra el piso de madera pulida. La furia ardía en sus ojos, y se acercó al hombre para empujarlo con fuerza, pero este apenas se movió de su lugar.

—¡No todo gira en torno a ti! ¡Y tú empezaste esto! —gritó con rencor. —¡No puedes jugar conmigo y luego pretender que no pasó nada!

El CEO se levantó de inmediato y lo tomó por los brazos, para alejarlo de la mesa donde había vidrios y objetos punzantes que podrían lastimarlos.

—Yo lo empecé, pero tú aceptaste— retrucó enfadado —así que estamos igual de jodidos.

El castaño logró que lo soltara y preguntó dolido —¿te arrepientes?—. Vincent apartó la mirada por un instante, como buscando las palabras adecuadas. Luego, la fijó en los ojos del muchacho con una intensidad que lo desarmó.

—No —respondió con firmeza—. No me arrepiento, pero hasta que los rumores desaparezcan— hizo una breve pausa —será mejor que nos distanciemos.

Esas palabras hicieron eco en el más joven y no le gustó para nada lo que escuchó. —¡Eres un maldito cobarde!— bramó enojado y se alejó unos pasos —¿te rindes a la primera? ¿Cómo pretendes seguir así?

El CEO suspiró cansado. —No soy un cobarde, Azriel. Pero no puedo permitir que esto afecte mi carrera y mi reputación— sus palabras sonaron vacías, incluso para él mismo.

«¡Al diablo con eso!», pensó y le dio la espalda, cubriéndose el rostro con ambas manos. La aflicción lo envolvió.

—Lo hicimos durante meses, ¿qué cambiaría ahora? ¿Cuál sería el maldito problema?

Volteó para verlo una vez más —vete a la mierda— soltó en voz débil y salió del loft dando un portazo. Vincent se quedó paralizado, porque presentía que el rumor era por ellos.

El miedo a ser descubiertos y las tensiones acumuladas desencadenaron una fuerte discusión que los llevó a tomar caminos separados esa noche.

Ambos sabían que resolver sus diferencias como adultos era lo mejor, pero tener el orgullo herido se los impedía. El CEO se sentía atrapado, entre el deseo de proteger su reputación y el temor de perder a Azriel.

—Disculpe, señor Beaumont— la dulce voz de Jessica, su asistente, lo hizo salir del trance.

Parpadeó para observarla —¿Sí?

—El joven Natsuki está de regreso y desea verlo.

Asintió, agradecido por la interrupción —hazlo pasar, por favor— le indicó y mientras esperaba, se tomó unos momentos para recomponerse emocionalmente. Su gran confidente estaba de vuelta en medio del caos y le vendrían bien un par de consejos.

[...]

Al otro lado de la ciudad, en una lujosa zona residencial, una hermosa mujer se preparaba para sorprender al CEO.

—¿Tampoco llegó anoche?— la voz abrasiva de una mujer mayor resonó en la habitación de Emma, quien terminaba de aplicarse un labial rojo cereza.

Volteó para responder en tono cansado —él ya no vive aquí mamá y no es mi problema.

Se cruzó de brazos molesta —qué mal hombre. Llámalo, dile que no te sientes bien o algo así.

Viró los ojos antes de levantarse con algo de dificultad de la silla, su barriga de 7 meses ya le incomodaba —haré algo mejor, confía en mí— tomó su bolso y le sonrió antes de abandonar la habitación ignorando los gritos de su progenitora ¡¿qué harás?!, ¿a dónde irás? ¡Ten cuidado!

Se dirigió hasta el auto y le indicó al chófer que la llevara hacia Business Tech.

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Holaaa, ¿como están? Les va gustando la historia?♡♡♡♡

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