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Las suaves sombras de la noche apenas delineaban la silueta de Azriel, quien se encontraba en la azotea del edificio. Un lugar sencillo, donde los vecinos fumaban o simplemente bebían un rato.

Se recostó sobre el borde de concreto y con una cerveza en mano. La brisa fresca acariciaba su rostro mientras observaba el cielo estrellado y las luces de la ciudad que titilaban a lo lejos, creando un contraste entre el bullicio urbano y la calma desde allí.

Sumido en sus pensamientos, intentaba ordenar las ideas en su cabeza, recordando todo lo que quería decirle a Vince. Minutos después de enviarle un mensaje para que se reunieran allí, Vince apareció por las escaleras, avanzando con pasos lentos y una chaqueta oscura. Su expresión era neutra, como de costumbre, pero sus ojos reflejaban una chispa de curiosidad al acercarse.

—Hola, ¿te encuentras bien?— saludó al llegar a su lado, aceptando la cerveza que le ofreció y el castaño asintió con la cabeza a su pregunta.

El rubio bebió unos tragos antes de hablar.  —Sobre lo que pasó hoy...— hizo una pausa, apoyando la botella en el balcón —necesito que sepas que no solo eres eso para mí.

Azriel soltó una risa amarga. —¿No soy un simple revolcón? Entonces, ¿qué soy para ti, Vince?— Su voz se endureció, dejando ver la furia contenida. —Porque cuando te confesé lo que sentía, me rechazaste, me pediste espacio. ¿Y luego qué? ¿Me buscaste por sexo?— enfatizó la última palabra lanzándole una mirada cargada de resentimiento. —Y yo, como un idiota necesitado, te di lo que querías— su tono estaba lleno de reproche.

El rubio negó con fuerza, sorprendido por la reacción. —No, claro que no, Azriel. Yo soy el idiota aquí. Te busqué porque quiero que arreglemos las cosas y…

—¿Arreglar qué? ¿Lo que siento por ti?— lo  interrumpió con dureza y el mayor quedó sin habla. —Por más que quiera, no lo puedo cambiar, no lo puedo evitar— desvió la mirada hacia el horizonte, apretando los puños con fuerza, para luego mirarlo con los ojos acuosos.

—Siento una calidez cuando me miras con cariño— admitió, y su tono seguía siendo firme. —Quiero creer que es así y no solo es deseo. Cuando me tocas o me besas, es como si una explosión se desatara dentro de mí— se frotó el pecho unos instantes, intentando calmar el dolor que lo consumía. —Un calor que me dice “aquí estarás bien, esta vez es real”. Dios, parezco un maldito adolescente— murmuró, cubriéndose el rostro por un momento, luchando contra las lágrimas. —Pero tú no estás listo, y esa es la verdad.

Beaumont sintió su corazón apretarse al ver el estado del castaño. Tomó sus manos entre las suyas y murmuró con un nudo en la garganta —jamás quise herirte, pero tenía miedo cuando se lo dije a mi mejor amigo.

“Estoy viendo a un hombre”

Azriel frunció el ceño, su mirada era una mezcla de sorpresa y duda. Vince, sintiendo el peso de sus palabras, continuó —no quería ocultarte, te lo juro—. Acunó su mejilla, tratando de calmarse. —Es la primera persona a la que se lo cuento. Tienes razón, no estoy listo, y lamento no poder corresponderte— confesó con angustia.

El muchacho se removió incómodo, sus ojos mostraban tristeza. Quiso irse, pero el mayor lo detuvo por el brazo, a lo que le preguntó; “cuando empezó nuestro juego, ¿aún estabas con Emma?”

Eso lo tomó por sorpresa, aún así le explico que no habían terminado oficialmente, su relación estaba rota y casi ni se hablaban.

Azriel se liberó y murmuró más para sí mismo —la engañaste conmigo...

—No, no la engañé— replicó, desesperado. —Nuestra relación ya estaba dañada mucho antes de que tú y yo nos viéramos.

Él quería creerle, pero la decepción era demasiado fuerte.

Mientes.

Golpeó al CEO en el pecho con furia —¡Me mientes en la puta cara!

Recordó fugazmente la primera noche en el loft, cuando le preguntó si tenía a alguien más y él negó. Aún así, pasó mucho tiempo hasta que lo besó en los labios.

Sus ojos se aguaron mientras susurraba con dolor “Pensabas en ella”. Le dió la espalda para alejarse unos pasos. Se sentía estúpido por reclamar eso, gracias alcohol.

Vince lo siguió, su voz cargada de culpa. 
—No quería lastimarte, Azriel. Pero no puedo negar que en cierto momento, mi mente estaba dividida entre tú y ella— admitió. —¡Intentaba dejarla! pero no era sencillo, y desde que apareciste en mi vida, me he esforzado por ser honesto conmigo mismo y dejar todo atrás—. El muchacho volteó para mirarlo, buscando algo que pudiera darle esperanza.

Vince lo tomó de la muñeca con fuerza.
Déjame demostrarte que eres mi prioridad ahora— susurró con desesperación. La espalda de Azriel chocó contra el concreto, sus narices se rozaron y ambos respiraban agitadamente. Casi rogando le dijo —primero tienes que aceptar quién eres.

La mano del CEO acarició suavemente su nuca. —Sé que es difícil, y... olvida lo que dije— murmuró, refiriéndose a su confesión. —No te presiones; si sucede, bien, y si no...— dejó la frase en el aire y sintió los labios del mayor sobre su frente, para luego abrazarlo con fuerza.

Azriel cerró los ojos, dejándose llevar por la sensación. Era difícil no involucrar sentimientos cuando Vince le estaba devolviendo la vida a su hermana, y sin saberlo, él también salvó al CEO.

Se quedaron así unos instantes, disfrutando del cómodo silencio.

—¿Puedo besarte? —susurró sobre los labios del más joven, quien tomó la iniciativa uniendo sus bocas en un beso cargado de emociones.

Y el mundo exterior dejó de existir. No importaba si alguien pudiera verlos o si las consecuencias de su atrevimiento los alcanzaban. Solo eran ellos dos

—Dejamos algo pendiente, ¿recuerdas? —insinuó el mayor sonriendo con picardía, sus ojos centelleando con una mezcla de desafío y deseo.

Azriel negó con una risa suave, aunque la chispa en sus ojos revelaba sus verdaderas intenciones. Vince se lo comía con la mirada, disfrutando la tensión entre ambos.

Y el castaño lo observó con detenimiento, recorriendo cada detalle de su rostro, como si intentara grabar ese momento en su memoria. Acariciando su mejilla, le pidió que lo llevara a “su lugar favorito de la ciudad”

Aunque el rubio no tenía un lugar "especial", había un rincón que siempre lo dejaba fascinado. Sin decir más, entrelazó sus dedos con los del muchacho y salieron del edificio.

El coche se detuvo en una zona discreta, cerca del puente de Brooklyn. Un pequeño mirador, casi olvidado, los esperaba donde se podía contemplar la majestuosidad de la estructura y la vista del horizonte de Manhattan.

La ciudad parecía tan lejana y cercana al mismo tiempo.

Azriel se acercó al borde, hipnotizado por cómo las luces se reflejaban en el agua. Vince lo abrazó por detrás, envolviéndolo cálidamente.

—Nunca imaginé que esta ciudad pudiera ser tan tranquila. Por eso me gusta... es como tú. Siento que eres mi calma, Azriel —murmuró contra su oído, antes de girarlo suavemente hacia él.

Y sin decir una palabra, lo besó con delicadeza saboreando sus labios.

Regresaron al coche cuando la madrugada comenzaba a ser más fría. Antes de encender el motor, Vince le preguntó con cautela si quería contarle algo más, pero al verlo cansado, decidió no insistir. Sabía que investigaría por su cuenta; nadie tocaba a su ángel sin recibir consecuencias.

Mientras el más joven se quedaba dormido,  mencionó con una sonrisa que su hermana pronto recibiría el alta y que se ausentaría de la empresa. El rubio, emocionado, se ofreció a hacer que el regreso de la jovencita fuera lo más ameno posible. Azriel le agradeció y dejó que el sueño lo envolviera.

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Gracias por las lecturas ♡♡♡

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