Capítulo 2

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Jeon Jungkook
19 de abril de 2021

El chirrido del casillero al abrirse se arrastra por mis oídos, un recordatorio molesto de que el cerrojo necesita ser engrasado. Suspiro, dejando escapar un aliento pesado, observando cómo todos a mi alrededor parecen atrapados en el mismo ciclo rutinario. De pronto, una voz suave y familiar a mi lado rompe la monotonía, disipando mis pensamientos dispersos. Cierro la puerta con un golpe sordo y la veo allí, con una sonrisa que siempre logra desarmarme.

—¿Apresurado o molesto? —me pregunta, cruzando los brazos con una actitud despreocupada. Su cuerpo se apoya ligeramente en el casillero junto al mío, mientras me mira con ojos chispeantes—. Intuyo que otra vez olvidaste el engrase.

—Para nada —le miento con una sonrisa que no llega a mis ojos. Me inclino hacia ella y deposito un beso suave en su frente, como si eso pudiera distraerla de lo obvio.

Ella sacude la cabeza, dejando escapar una risa breve. Esa risa que tiene el poder de hacerme olvidar que el mundo alrededor de nosotros existe. Se apoya contra mí, y yo la envuelvo por la cintura, deseando que este momento pudiera congelarse en el tiempo.

—¿Cómo está Yoongi? —pregunta, casi sin intención, pero la mención de su nombre hace que mi cuerpo se tense por un instante.

—Como siempre —respondo, con la voz más controlada de lo que realmente siento.

Mi hermano, una sombra persistente en mi vida. No importa cuántas veces intentemos salvarlo de sí mismo, siempre vuelve a caer. Un chico corre por el pasillo en nuestra dirección, y antes de que pueda reaccionar, su hombro choca brutalmente contra el mío. El impacto me tambalea, pero él sigue su camino sin siquiera voltear.

—Testarudo... y haciendo lo que le da la gana —mascullo mientras me froto el hombro adolorido. Mis palabras, aunque dirigidas al chico que me golpeó, llevan un eco del resentimiento que siento hacia Yoongi—. Siempre lo ha hecho.

—Tus padres deberían ponerlo en su lugar —murmura Lucy, suavizando el golpe emocional con una caricia en mi hombro. Su tacto es cálido, pero no lo suficiente como para borrar la punzada que queda.

Le devuelvo una sonrisa cansada, aunque en el fondo sé que es inútil. Nadie puede poner a Yoongi en su lugar, ni siquiera nuestros padres.

—Lo intentan, pero él siempre encuentra la manera de esquivarlos —respondo, mirando al vacío como si las respuestas pudieran estar escondidas entre las sombras del pasillo.

De repente, el profesor Ben aparece, avanzando con su habitual paso seguro. Lleva su maletín bajo el brazo, y yo aparto la vista de Lucy para enfocarme en él. Acaricio su cabello una última vez antes de que se aleje.

—Deberías irte, o llegarás tarde a tu clase —le susurro, casi con un nudo en la garganta. Cada vez que se va, una parte de mí se queda vacía.

—Sí —responde ella con una sonrisa melancólica. Se acerca para abrazarme, y su perfume me envuelve, un último refugio antes de enfrentar el día—. Te quiero.

—Yo también —murmuro contra sus labios en un roce apenas perceptible. La veo alejarse, y el vacío en mi pecho se expande.

—Jungkook —la voz del profesor Ben me trae de vuelta a la realidad. Se detiene junto a mí y me lanza una mirada curiosa—. ¿Todos los días vas a esperar frente a la puerta con tu novia?

—Quizás —respondo con una sonrisa ladeada, intentando restarle importancia.

—Eres un buen chico, uno de los mejores —afirma mientras asiente lentamente—. Ojalá Yoongi fuera como tú.

Ahí está otra vez. El nudo en mi estómago, ese peso que nunca desaparece. No odio que hablen de Yoongi, pero cada vez que lo mencionan, se siente como si abrieran una herida que nunca termina de sanar. Min Yoongi, mi hermano, el chico que todos ven como un rebelde sin causa. Pero yo sé la verdad. Yo conozco al verdadero Yoongi, el que esconde su vulnerabilidad tras esa máscara de indiferencia.

Entramos al aula, y me dejo caer en mi asiento. Tiro la mochila al suelo y saco una libreta, fingiendo prestar atención a las palabras del profesor Ben mientras mi mente vaga. Es entonces cuando un sonido molesto, un ronquido bajo pero constante, interrumpe mis pensamientos. Me giro hacia atrás y confirmo lo que ya sospechaba.

Allí está el chico del buzo, el mismo que me chocó en el pasillo hace apenas unos minutos. Está completamente dormido, su mochila cubriendo la mitad de su rostro. Uno de sus compañeros le aparta el cabello de la cara, revelando el charco de baba que ha dejado sobre su libreta.

—¿Puedes dejar de hacer eso? —le digo al compañero, sintiendo una oleada de irritación crecer dentro de mí—. Es repugnante.

—No te metas en lo que no te importa, Jungkook —responde el chico con una sonrisa burlona. Levanta un plumón y, con movimientos lentos y deliberados, dibuja una enorme verga en la frente del dormido—. Solo me divierto.

Taehyung. Otro caso perdido, aunque su estupidez no tiene la misma oscuridad que la de Yoongi. Tae es... simplemente eso, el idiota que siempre busca llamar la atención.

—Haz lo que quieras —le respondo con indiferencia, encogiéndome de hombros. No vale la pena discutir con él. Sin embargo, no puedo evitar añadir—. Solo haz que deje de roncar.

Regreso mi atención al profesor, pero mis pensamientos aún rondan en el caos que parece siempre rodearme. Mi hermano, Lucy, Yoongi... todo se mezcla, una maraña de emociones que no sé cómo desenredar.

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