Capitulo 13

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Te quiero de vuelta



Arnie Weeler

Movía mi cabeza de un lugar a otro, la cama se me hacía incómoda y no sabía que posición optar hasta que abrí mis ojos y me dirigí al baño.

Abrí las cortinas, el jardín se veía oscuro ya que unas nubes negras en el cielo impedían que entrase el sol.

Cepille mi cabello para salir de la habitación, no se sentía un solo ruido en la casa y me dirigí a la recámara del señor Jeon. Di dos toques en su puerta y unos pasos detrás hicieron que girara mi cabeza en esa dirección.

–¿Que buscas? –llevó ambas manos por detras de espalda.

–Creo que nada. –rasqué mi nuca mientras me preguntaba a mi misma: “¿Que estaba buscando?” Negué con la cabeza y él me dirigió una sonrisa.

–El desayuno esta servido señorita Weeler. –y fue entonces que recordé que Jeon Jungkook se había marchado a New York.

Miré el reloj de la cocina mientras bajaba los escalones, 10:30 p.m. Había dormido muy poco y ni siquiera lo había hecho bien. Observé el asiento en donde siempre él me estaba esperando, pero estaba vacío. Me acerque a éste, pase mi mano por su encima y se encontraba frío.

Se podía notar su ausencia.

Me senté en el butacón, no tenía sentido tomar el desayuno en la mesa si él no me acompañaba. Eso me hacía sentir más sola de lo que ya me encontraba, rodeada de guardias que no le daban sentido a mi día.

Dejé de lado el plato, sólo tomé mi batido de fresas y caminé al jardín. No podía evitar preguntarme el por qué sentía este vacío tan despechable en el alma.

Senté sobre el banco que solía hacerlo, justo como lo hacía y traté de admirar el paisaje como si estuviese a mi lado. Pero nada era igual.

Sentía frío, estaba mojada. Ya no sabía si eran lágrimas o la maldita lluvia que estaba cayendo sobre mi. Ni siquiera había notado que habia comenzado a llover y mi pelo se movía de un lugar a otro con el feroz viento que soplaba en el jardín.

–Weeler entra que te vas a enfermar. –gritó el mayordomo desde la puerta de la mansión.

Quise contestarle, en verdad que quise hacerlo pero las palabras no salían de mi boca. ¡No sabía que decir, que responder! Ni siquiera tenía ánimos para ponerme de pie y caminar hacia alli.

–Vamos. –la lluvia dejó de caer sobre mi. Miré hacia arriba, un paraguas impedía que la fría agua se escurriera nuevamente en mi cuerpo. –No es bueno que estés aquí. –tomóbmi mano y ayudó a pararme para encaminarnos dentro. –Al Señor Jeon no le gustaría que cuando virase estuvieses enferma.

–Voy a mi cuarto. –caminé con cuidado de no resbalar y caerme. Me adentré en mi cama y tapé con una de mis colchas. No me importaba que un refriado se apoderara de mi. Y, aunque suene loco, le necesitaba más de lo que quería admitir.

No importa a donde fuese porque siempre lo iba a querer de vuelta. No importa cuánto tiempo se fuese , porque sabía que volvería.

–Toma un poco de té caliente. –musitó Helms mientras entraba. Dejó una bandeja con té de fresas, lo pude oler y se marchó.

Eso hizo que recordase el día en que me peinaba, en que él entro en mi habitación con aquel regalo misterioso, con su espalda desnuda, dejandome apreciar las pecas que traía detras.

¿Por qué tenía que recordar eso? Mas bien, ¿Por qué recordaba la forma en que me solía hacer reír?

[...]

Era el segundo día en que la presencia de Jeon invadía la casa. Podría asegurar que hasta los guardias lo extrañaban. Y es que, es tan ridículo decir que cada mañana que despierto lo busco como si fuera a volver antes de tiempo.

Lo quería de vuelta.

Y es que en lo único que pienso es que me equivoqué. Debí de haber ido con él, ya que ni siquiera tengo ánimos de ir al local. Aunque se que esta noche si debo de hacerlo.

Jimin me estaría esperando allí.

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