Capitulo 4

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Preguntas sin respuestas



Arnie Weeler

El Señor Jeon era un chico alto, podía asegurar que dos cabezas más grande que yo si me paraba a su lado. Mantenía su cabellera negra y larga siempre hacia atrás, como si gastara un pomo entero de moco gorila para lograr que ni uno de sus pelos se despeinara, o de lo contrario una pequeña coleta.

Sus ojos celestes se penetraron con los míos cuando les dijo sutilmente a sus guardias “no se muevan de aquí”, dejándome con ellos y adentrándose al otro lado de la puerta que yacía al bajar unas escaleras.

El sótano.

Pasaron varios minutos, no tantos, pero para mi parecieron horas, ya qué al lado de esos guardias refunfuñones el tiempo pasaba demasiado lento. Nos hizo una seña y entramos a donde él se encontraba.

Era un lugar inmenso y pareciera mentira que se estaba debajo de la gran mansión. Mis ojos brillaban por las luces que en el techo se encontraban dando vueltas, eran de todos los colores.

–Ven.

Hizo una seña con su mano llamando mi atención y adentrándome detrás de escenario tan grande que tenía aquel lugar. Del piso yacían varios huecos, no tan grandes y redondos. Supongo que si esto es un lugar de Stripper sean tubos para bailar. Apretó un botón que se encontraba en la pared al final de las rojas cortinas, donde automáticamente del suelo salieron los metálicos tubos, –justo lo que había pensando anteriormente–.

–Cada uno de ellos tiene una dueña. Hay chicas que ya no lo utilizan, los clientes prefieren tenerla a sus lados antes de que estén bailando para alguien más.

En total habían seis tubos, tres y tres, dejando el medio vacío y la parte de adelante libre. Caminamos todo el escenario y nos detuvimos en el primer tubo del ala izquierda. En una pequeña esquina del objeto metálico pude ver mi apellido Weeler, por lo que imaginé que me diría que ese sería mi tubo.

–¿Que pasa si no hago lo que quieres? O sea, ¿Si me niego a ser  Stripper?

Me miró de arriba a abajo, no había notado lo intensos que eran esos celestes ojos y me dió gran impresión al estar estos mirándome. Su hombro caía recostado en mi lugar de trabajo y solo se limitó a soltar una risita muy molesta para mí.

–Lo harás, ¿Sabes por qué? –negué con la cabeza mientras cruzaba mis brazos y rodaba los ojos hacia trás. Él se acercó un poco a mi y me tomó del mentón rompiendo la posición que había adoptado anteriormente. –Porque te lo ordeno yo.

Dió un leve salto y bajó del escenario. Acomodó un poco su traje mientras lo sacudía por el impacto y volteó a verme. Quería mandarlo al demonio, golpearlo, gritarle miles de cosas, pero una vez me miró y extendió su mano para que bajara de aquel lugar supe que no sería lo correcto. Si quería salir de este lugar algún día no debía de ponerme en malas con aquel hombre que según él, era mi dueño.

Rechacé su gesto de ayuda y bajé por las escaleras del lado, miré hacia el frente y el chico ya estaba lo bastante lejos que tuve que correr hacia su ubicación. Abrió otra puerta, está se encontraba detrás de la barra de bebidas que estaba al fondo del local y detrás de la puerta se podían observar 6 habitaciones más.

–Este lugar es inmenso. –balbucee lo demasiado alto para que Jeon me escuchará y sonriera a mi comentario.

Cada puerta decía un nombre pero el que me llamó la atención fue Brad Rashed, ya que en el jardín pude escuchar como Jeon lo decía con mal genio. A su lado está la mía.

–¿Para que son estás habitaciones? –pregunté mientras me encaminaba a la que contenía mi nombre en su exterior. Él solo contestó “averigualo”  y abrí la puerta con una pequeña llave que lanzó, la cual cayó a mis pies.

En el interior de la habitación había un gran espejo, con una lámpara encima de este y debajo un pequeño tocador con un montón de maquillaje. Varios tacones en una esquina y a su lado, un clóset sin puerta que traía colgado un montón de vestidos nada encubridores. Dentro del mismo clóset varios disfraces, juegos de lencería y preservativos.

–Si piensas que usaré esto con alguno de tus clientes estás totalmente equivocado.

Tomé en mis manos una de las miles de cajas de preservativos saborizados que se encontraban en una de las gavetas, él rió al momento de decir mis palabras y se acercó a mi para arrebatarme lo que traía en manos.

–Algunas veces el servicio hace tan mal su trabajo. –Protestó por lo bajo, metió sus manos en los bolsillos de su pantalón en busca de algo, su celular. Soltó un suspiro pesado. –¿Por qué hay preservativos en la habitación de Weeler? –su tono de voz cambió por completo, en el poco tiempo que llevaba a su lado jamás le había escuchado hablar de esa manera. –Lo entiendo. –soltó otro suspiro pesado y colgó. –Ha habido un mal entendido, en un rato vendrán a recoger varias cosas que no deberían estar aquí. Tal parece que alguien ha estado utilizando la habitación equivocada.

Se dió media vuelta, y me mandó a salir del lugar. Pasó su brazo por detrás de mi cabeza y una vez ambos fuera de aquel lugar cerró con llave.

–¿Qué edad tienes?

Él me miró desconcertado y automáticamente me quería dar un gran golpe en medio de la cara por la estupidez que había acabado de decir.

¿Qué me importaba a mi la edad que tenía?

Aunque a decir verdad, se veía joven, más menos de mi edad o quizás mayor, y es que era demasiado raro que alguien contemporáneo a mi tuviera todo su lugar de Stripper, una mansión con mayordomos y fuera tan, tan como lo es él.

–Eso no es algo importante en estos momentos. ¿O sí? –me miró como si su siguiente respuesta dependiera de lo que a continuación le respondiera.

–No. –respondí negando con la cabeza. Su mirada fulminante me tenía demasiado intimidada y me dió miedo hacerle enfadar, ya que luego de la llamada telefónica que había hecho anteriormente su estado emocional había cambiado por completo.

–Eso creí. –me dió la espalda y comenzó a caminar, supuse que debía de seguirle por lo que así hice. Subimos a paso lento hasta la mansión y me acompañó hasta mi habitación. –Hoy será una gran noche, espero que te prepares para ello. –hizo una pausa, tragó duro y sus mirada celeste se incrustó con la mía. –Espero que no me falles Weeler.

Se dió la vuelta y me encerré en el cuarto. Quedando recostada en contra de la puerta con el corazón en la garganta.

Su mirada me hacía poner de esta manera.

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