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Han Sarang

Su nombre es Yoongi, es lo único que sé.

No quería que su contacto permaneciera con el apodo por el que durante mucho tiempo me dirigí a él, por lo que minutos después de aquella inesperada llamada, le escribí para preguntar aquel dato que en un principio olvidé obtener.

Se rio en mis narices al saber mi nombre y entender su significado.

Sin siquiera notarlo, casi dos meses habían pasado. Diciembre se encontraba próximo a tocar mi puerta y el cumpleaños de Seokjin venía consigo, sonriéndose desde el otro lado de la ventana al percibir que aún permanezco en la casa de recuerdos que un día construimos.

Veintisiete de noviembre, tres treinta de la tarde, tu fantasma aún me persigue.

En un punto de mi vida empecé a odiar mis días libres, prefiero tener obligaciones por cumplir para mantener ocupada mi mente y que el ruido en mi cabeza sea opacado por el retumbar de los pedidos de las personas que llegan a la cafetería.

Quise prender la televisión para distraerme un poco de mis pensamientos, cuando el vibrar de mi teléfono interrumpió tal acción.


Contacto: Yoongi

Es un lindo día, hace mucho no me abrazaba el calor del sol.

Sonreí desconcertada al leer su mensaje, suponiendo que se había equivocado de persona o algo por es estilo. Esperé unos minutos a que fuera consciente de su error, pese a ello, al notar que el mensaje continuaba presente, decidí contestar.

Estamos a quince grados, Yoongi, ¿de qué calor estás hablando? ¡El sol ni siquiera parece haber salido!

Para mi sorpresa, su respuesta llegó de inmediato.

Lo sé, pero no por ello deja de ser un lindo día.

Nunca imaginé que en un algún momento de mi vida desearía tanto poder salir y disfrutar del paisaje que la naturaleza ofrece. De haber sabido que un punto sería privado de ella, habría salido más a menudo en lugar de quedarme por horas frente a la computadora.

¿Y por qué no sales?

Porque estoy convicto.

Mi única compañía es aquel gato que miras a través de los barrotes.

Santo cielo.

Sin saber qué responder ante tales palabras, aparté mi teléfono al intentar comprender el tipo de persona con la que estaba conversando. 

Sujeté una vez más el artefacto entre mis manos y analicé con detenimiento la imagen que había recibido. El sitio parecía ser agradable, era imposible que resultase ser una cárcel, ¿no? Además, de así serlo, posiblemente se tratase de una equivocación o un delito menor, ¿verdad?, Yoongi no aparentaba ser un peligro para la sociedad, pero tampoco podía confiar plenamente en él cuando apenas se trataba de la segunda conversación que entablábamos.

Mi celular volvió a vibrar.

Sarang, ¿estás allí?

Quise hacerte una broma, pero empiezo a creer que lo tomaste en el sentido literal.

Mi tiempo para utilizar el teléfono terminará en unos minutos, si envías un mensaje más, posiblemente te responderé hasta mañana.

¿Tienes un horario establecido para usarlo?

Sí, es una de las reglas de la base militar.

¿Base militar?

¿Formas parte de la milicia?

¿No te lo dije? Supongo que olvidé hacerlo.

Me enlisté al servicio militar hace unos meses, la llamada que tuvimos fue el día anterior de mi ingreso a la base, por esa razón no pude comunicarme contigo hasta el día de hoy, cuando finalmente se me permitió el uso del celular.

Y aun así no recibí ningún mensaje de tu parte durante dos meses, pensé que ya éramos amigos, Sarang.

Ignoré su último mensaje, decidiendo contestar solo los dos primeros.

¿Cuánto tiempo tienes establecido para utilizarlo?

Por el momento, quince minutos.

De los cuales ya solo me queda uno.

¿No deberías aprovechar ese tiempo para comunicarte con tu familia en lugar de hablar conmigo?

No es mi intención ser molesta, pero creo que ellos lo valorarían más que yo.

Diez segundos.

No te preocupes, no tengo familia.

Yoongi se ha desconectado.

Puedes escribirme cuando quieras.

Recibido.

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