Uno

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Jungkook

Odiaba salir tan tarde, no había comido bien, además de que odio hacer misiones imprevistas, me gusta planear y estar algunos pasos delante de lo que pueda pasar.

Pero este es un favor para Bumi, y no le puedo negar nada, nunca lo he hecho desde que trabajo para los Yakuza.

—Es una falta de confianza de mi pastelito que tengas que venir de mi niñera.

—No trajiste más gente Hoseok, estas en territorio de la triada.

—Patrañas todo Corea es territorio de los Kim.

—Hay pactos, dioses.

—De todos modos, no tiene mucha seguridad, si no fuera porque lo tengo que llevar en una pieza.

Entre la reputación de los asesinos reconocidos la de Hoseok es de lo más temida, su cara de buena persona es solo una pantalla para toda la locura que esconde, aun no entiendo como Bumi lidia con todo eso.

Como dijo no tenía mucha seguridad entrar fue sencillo, el objetivo estaba en una oficina con una mujer.

El maldito loco todavía tuvo la osadía de tocar la puerta.

—¡Señor Song! —Hoseok saco su arma— mi jefe quiere verlo.

Estaba apunto de decirle a la chica que se fuera cuando, saco un cuchillo táctico debajo de su falda, en un parpadeo había intentado golpear a Hoseok, me moví apenas para tirar una patada que ella esquivo.

—Mierda es muy rápida —intento sacar un arma pero Hoseok la interceptó vaciando el cartucho aun lado del tipo —Jk.

No me dijo más, fui directo por el señor Song, el cual temblaba de miedo, maldito bastardo. Lo deje inconsciente con un golpe sacándolo de la oficina.

Hoseok me alcanzo en el auto, bastante cansado y con un par de heridas en el rostro.

—Me recordó a Minerva, le marcaremos cuando llegue.

—¿Dónde esta?

—La deje atada en la oficina, ¿el paquete?

—En la cajuela.

Nunca había visto un rostro como el de esa chica, era tan sexy y su expresión fría me encantó. Es una pena que sea el enemigo.

Apenas acelere y dando vuelta para salir del lugar se atravesó y logre pegarle con el auto.

—Ya la mataste —Hoseok miro por encima.

Baje del auto y la vi con la pierna lastimada intentando levantarse. Me acerque para cargarla, trato de resistirse, comenzó a decir algo pero no entendía nada.

—¡Baichi!

Y quedo inconsciente.

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