Día 1: Un Regalo en el Tiempo

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

(Aclaraciones:  (Y/N) = Tu nombre, flashbacks representados en letras Itálicas y Negritas.)

La brisa cálida chocó contra mi rostro provocando que me despertara de pronto, sentada en mi lugar observe a mi alrededor topándome con una ladera llena de pasto y algunas flores. Era un lugar precioso, pero me resultaba completamente extraño.

—¿Dónde estoy? —murmuré poniéndome de pie.

Lo último que recordaba era haber ayudado a una señora que estuvo a punto de ser atacada por una banda de ladrones, no fue muy difícil ahuyentarlos gracias a las enseñanzas de mis hermanos. Tras recoger las cosas que se le cayeron al suelo debido al susto y asegurarme de que no se encontraba lastimada estaba dispuesta a marcharme, no obstante, la señora me detuvo colocando una de sus manos en mi hombro.

—Gracias por salvarme. —agradeció sonriendo dulcemente, momento en el que caí dormida.

—¡Aether! ¡Lumine! —grité con la esperanza de que mis queridos hermanos estuvieran cerca, pero no recibí respuesta alguna. —Maldición. —dije sintiéndome algo asustada por mi peculiar situación.

—¡Ayuda! —salí de mis pensamientos al escuchar una voz chillona no muy lejos. Corrí hasta el borde de risco en el que estaba, abajo en el agua lo que parecía ser un hada estaba ahogándose. —¡Por favor, que alguien me ayude! —pidió desesperada.

—Creo que no hay otra opción. —susurré soltando un suspiro antes de lanzarme para rescatarla.

En ese momento conocí a Paimon, quien sería mi compañera en lo que se convertiría en una gran aventura en la buscaría a mis queridos hermanos. No obstante, al parecer no sería nada fácil, pues habían formado algo llamado la Orden del Abismo, la cual solo se encargaba de tratar de destruir Teyvat. Gracias a ellos, desde que pise Mondstadt no he parado de enfrentarme a criaturas celestiales, dioses y los Fatui.

—¡Eso estuvo delicioso! —exclamó la pequeña al terminar de comer.

Tras meses de exploración y combates en Inazuma, decidí que era justo tener unas pequeñas vacaciones en Liyue antes de partir a Sumeru. Ahora ambas nos encontrábamos almorzando en el Restaurante Wanmin, luego nos dirigiríamos a visitar a unos cuantos de nuestros amigos.

—(Y/N). —me gire al escuchar cómo me llamaban, encontrándome en la puerta del local al antiguo arconte de la nación de los contratos.

—Zhongli. —susurré sorprendida al verlo allí. —¿Qué haces aquí? —pregunté mientras me ponía de pie.

—Bueno, estaba algo cansado de Hu Tao, así que decidí dar un paseo y escuché que cierta aventurera muy famosa se encontraba por aquí. —respondió con cierto aire de diversión.

—Siendo ese el caso, creo que se topó con la indicada. —afirmé riendo un poco. —Te extrañé mucho. —confesé sintiendo como mi corazón latía rápidamente por la presencia del contrario.

—Y yo a ti. —dijo dibujando en sus labios la sonrisa más hermosa que había visto jamás.

¿Acaso me había enamorado profundamente de este hombre? La respuesta claramente era sí. ¿Y cóm||o no hacerlo cuando era sumamente guapo, inteligente y poderoso? Siempre podía sentirme segura a su lado, aprender algo nuevo a diario y divertirme a la vez, adoraba escucharlo hablar mientras bebíamos una taza de té, era la luz al final del oscuro túnel en el que se había transformado mi vida.

—Si lo sigues mirando así lo vas a dejar con un agujero. —se burló mi compañera de aventuras sacándome de mis pensamientos.

—¡Paimon! —exclamé avergonzada, sintiendo como mis mejillas se calentaban.

—¡Oh vaya! Son Xingchiu y Chongyun. —habló la de pelo de blanco alejándose de nosotros, acercándose a los nombrados para irse con ellos, no sin antes guiñarme un ojo dejándome perpleja.

—En vista de que casualmente estás libre. ¿Te gustaría tomar un paseo junto a mí? —me invitó el mayor tendiéndome la mano.

—Por supuesto. —contesté tomándola, momento que él aprovecho y entrelazo sus dedos con los míos, lo que provocó que me sonrojara hasta las orejas.

A pesar de que no era raro que nos tomáramos de las manos, aún no podía acostumbrarme al tacto, aunque él se veía tan cómodo y feliz al igual que la primera vez.

—¿Crees que con estás flores serán suficientes? —le pregunté a Zhongli mostrándole la cesta que traía entre mis manos.

—Sí, serán suficientes. — afirmó satisfecho tendiéndome la mano para ayudarme a levantarme del suelo.

—Oh no, ya empezó a lloviznar. —me quejé notando como el cielo nuboso que nos había perseguido desde hace un rato se había desatado.

—Al parecer solamente esto va a empeorar. —dedujo el de ojos dorados tomando su típica pose pensativa. —La Posada Wangshu está cerca, será el mejor lugar para refugiarnos hasta que pase la tormenta. —reflexionó procediendo a quitarse su gabardina para colocarla delicadamente encima de mí. —Esto te protegerá de la lluvia hasta que lleguemos. —dicho eso, tomo mi mano para guiarme a nuestro destino.

A pesar de que llevaba guantes puestos, podía sentir la calidez de su piel, la cual era transmitida fácilmente gracias a su suave, pero firme agarre. Este gesto logró ponerme tan nerviosa que me ruboricé, todo lo contrario al hombre delante mío, pues cada vez que se volteaba a verme podía notar como su sonrisa lo delataba.

Unos cuantos días después tuve que ponerme en marcha hacia Inazuma, aun así, no perdí el contacto con él ya que le enviaba cartas casi todas las semanas, de vez en cuando volvía a la nación de los contratos para completar encargos del Gremio de Aventureros en los cuales me hacía compañía, muchas veces cuando mi vida peligraba aparecía de repente para salvarme.

Me hallaba peleando arduamente en contra de un grupo de Fatuis quienes amenazaban a la Aldea Chingtse. En un principio parecía fácil, sin embargo, terminaron sobrepasándome en número. Llego un punto en el que me distraje y me empujaron por un acantilado, momento en el que una imagen de Zhongli pasó por mi cabeza tan rápido como un rayo.

—Ayúdame, por favor. —pedí desesperada en mis pensamientos sintiendo la brisa chocar bruscamente contra mi cuerpo, algo que de un momento a otro fue reemplazado por unos fuertes brazos que me atraparon.

En un pestañeo estábamos nuevamente con los Fatuis, quienes observaban sorprendidos al antiguo arconte como me dejaba delicadamente en el suelo.

—¿Estás bien? —preguntó Paimon acercándose a mi para flotar a mí alrededor rápidamente.

—Sí. —contesté con una pequeña mueca que trataba de imitar una sonrisa, la verdad sentía que moría del dolor.

—Realmente son despreciables. —afirmó Zhongli completamente molesto haciendo aparecer su lanza, ahora las puntas de su cabello estaban irradiando un hermoso color dorado.

Rápidamente el lugar se volvió un pequeño caos, el de ojos ámbar acaba con cada uno de los Fatui con una rabia impresionante, aun así, su estilo de pelea no dejaba de ser elegante y lleno de gracia.

—El señor Zhongli acaba de pasar a mi lista de personas que no debo hacer enfadar. —dijo mi pequeña acompañante escondiéndose detrás de mí. —¡Es aterrador! —agregó completamente asustada.

Después de unos minutos de pelea, todos salieron huyendo arrastrando a sus compañeros mal heridos bajo la fría mirada de su mayor contrincante, quien se acercó a mi cuando nos quedamos solos.

—Esto se ve mal. —declaró el pelinegro con preocupación mientras examinaba mi cuerpo, el cual tenía varias heridas, algunas irrelevantes y otras algo alarmantes. —Tendré que curar tus heridas. ¿Puedes levantarte? —preguntó luego de soltar un suspiro, yo intenté hacer lo que me dijo sin mucho éxito. —No hay otro remedio, con permiso. —tras disculparse, me cargo en forma de novia para transportarnos con sus poderes a lo que parecía ser su cuarto. —Iré a la farmacia para comprarte algunas cosas. —avisó dándose la vuelta para irse, aunque se detuvo en la puerta para mirarnos. —Paimon, vigila que no se mueva mucho por favor. —con esa petición se marchó del lugar.

—No puede ser. —susurré avergonzada llevando mis manos hasta mis mejillas, las cuales se encontraban hirviendo.

—Uhhh, al parecer alguien ya tiene novio. —se burló la peliblanca riendo un poco, a lo cual yo le lancé una almohada. —¡Hey! —se quejó haciendo un puchero, mientras que yo solo podía mirar al suelo recordando el agarre del antiguo arconte Geo.

—¡Esto es precioso! —hablé fascinada ante las hermosas vistas del lugar en el que ahora nos localizábamos: una montaña no muy lejos de Liyue que nos permitía ver el puerto en su máximo esplendor. —Gracias por traerme hasta aquí. —le agradecí contenta a mi acompañante una vez estuvo a mi lado.

—Es un placer para mí. —respondió el mayor complacido. —¿Ahora partirás hacia Sumeru? —preguntó, a lo cual yo asentí.

—Así es. Tengo la esperanza de saber que paso realmente con Khaenri'ah y mis hermanos, necesito descubrirlo. —comenté mirando la ciudad, cuyas luces empezaban a encenderse ya que se hacía de noche.

—Lamento no poder ayudarte. —se disculpó desanimado.

—Oh, no, no, no. No te preocupes, sé que hiciste un contrato y los contratos siempre hay que cumplirlos. —le asegure rápidamente algo nerviosa.

—Tienes razón. —afirmó él riendo un poco por mi reacción. —Hablando de contratos, me gustaría que tú y yo realizáramos uno. —dijo de pronto tomándome de sorpresa.

—¡Oh! ¿Qué tipo de contrato seria? —indagué con curiosidad.

—Uno de noviazgo. —contestó mirándome con las mejillas ligeramente teñidas de rosa. —Se mantendrá todo el tiempo que gustes, pero, durante ese período juro que te haré la mujer más feliz del mundo. Te amaré, te protegeré y siempre velaré por ti. Claramente, como precio espero lo mismo. —explicó dejándome perpleja. —Así que, ¿qué dices, (Y/N)? —

—Y-yo...—tartamudeé un poco, estaba muy nerviosa ante aquella proposición que tan solo aquél hombre podía hacer con tal tranquilidad. No obstante, debía responder, así que tomé una gran bocanada de aire. —¡Yo quiero firmarlo! —exclamé completamente sonrojada a la vez que lo miraba a los ojos.

—En ese caso, permíteme ayudarte. —pidió amablemente antes de acercarse a mí, tomarme ligeramente del mentón y besar mis labios suavemente, beso que se sintió fugaz. —Nuestro contrato ahora está sellado. —afirmó notablemente contento.

En ese instante comenzó mi relación con Zhongli, era tan maravillosa que parecía el mejor de los sueños, después de todo, él era un gran caballero que siempre estaba ahí para mí.

Una noche en la que me encontraba en su casa después de mi larga estadía en Sumeru, estaba esperando que él llegara de trabajar. En el porche me dedicaba a hablar con Paimon mientras esta picaba algunas galletitas, pero de pronto, una sombra entre los arboles seguida del sonido de ramas al ser pisadas nos interrumpió.

—Quédate aquí. —le ordene a Paimon haciendo aparecer mi lanza.

Rápidamente perseguí a nuestro acechador, el cual, tan solo se detuvo cuando estuvimos lo suficientemente lejos de todo, bajo la luz de la luna pude ver el ultimo rostro que recordaba antes de despertar en Mondstadt.

—¡Es usted! —solté sorprendida al ver a la señora que en antaño había ayudado. —¿Qué hace aquí? Han pasado más de 500 años. —traté de encontrar respuestas completamente sorprendida con su presencia.

—Vine a ver si mi regalo había sido de tu agrado. —contestó la mayor con una pequeña sonrisa en sus labios.

—¿Su regalo? —pregunté completamente confundida.

—Así es. Tú me rescataste, algo que nadie nunca había hecho por mí, en ese momento pude notar lo pura y noble que era tu alma, pero aún no había sido realmente amada. Sabía que pronto Khaenri'ah iba sucumbir, por eso, decidí traerte a la época en donde se encontraba tu verdadero amor. —reveló con calma. —Y veo que si lo has encontrado. —agregó satisfecha.

Estuve a punto de decirle algo, pero me giré por un momento al escuchar como Zhongli y Paimon me llamaban, cuando volví la vista al frente la señora ya no estaba.

—Muchas gracias. —susurré con sinceridad antes de marcharme de allí.

Era un regalo peculiar, pero me había permitido vivir grandes experiencias, aprender muchas cosas nuevas sobre las vastas tierras de Teyvat y lo más importante, logré conocer a muchas personas maravillosas, pero la más importante era aquel arconte que había renunciado a su divinidad y que ahora me amaba con todo su corazón.

—¡Bienvenido a casa! —exclamé con alegría saltando a los brazos de mi amado, quien me rodeo con ellos en un fuerte abrazo. —Te extrañé mucho. —confesé mirándolo a los ojos.

—Y yo a ti. —respondió él antes de que nos fundiéramos en un hermoso beso.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro