Comiendo en tranquilidad, entre alguna anécdota laboral y personal, no fui tan valiente como para preguntarle a Astor a quién se refería su esposa al momento de hablar de "ese alguien" de 5 años, edad como la de mi hijo.
A juzgar por el rostro de Clara, era alguien especial y no había que ser brillante para deducir que se trataba de un niño. ¿Su hermano, un familiar, un hijo? Esto último me heló la sangre.
— Tenés cara de cansada — él pasó su pulgar por mi pómulo, ese donde tenía una fina cicatriz producto de un accidente en bicicleta, a los 10 años.
— Si. El calor me tumba un poco y el tráfico de esta mañana fue un infierno —bostecé con disimulo.
— Tal cual. Es mejor que nos vayamos a dormir temprano así arrancamos despabilados mañana. Peters quiere presentarnos a una persona que puede sernos de ayuda para aclarar la fuga de capitales de su empresa.
— ¿Un testigo encubierto?
— Algo así...
Caminando hacia la puerta, a poco de salir de su cuarto, Astor me tomó por la muñeca, deteniendo mi marcha.
Oh, oh, me dije. Y con fundamentos.
— No sé qué clase de pacto y mucho menos qué clase de relación tenés con tu ex, pero de no estar casado yo...— dejó en suspenso el final de su pensamiento.
— Vos... ¿qué? —¿realmente quería escuchar su respuesta?
— Las cosas serían diferentes, te lo aseguro. Me...atrapaste...
— Las cosas son como son. Y son así.
— ¿Y cómo son? — comenzó a enredarnos en un juego dialéctico de las que seguro, él tenía más para ganar. Era un experto con la palabra.
— Yo acá — di un paso hacia atrás quedado de espaldas a la puerta de salida — y vos, allá— lo empujé con la palma suavemente.
— ¿Y si no quiero estar acá, si no acá? — inesperadamente puso su mano en mi pecho, a la altura de mi corazón?
Tragué con el dolor de querer arriesgarme y saber que estaba atada de pies y manos.
Yo también quería asegurarle de que de no ser por cómo eran las cosas ahora, todo hubiera sido distinto.
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