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— ¿Vos estás en pedo?

— No, tengo que cambiar de aire — me abaniqué con la mano. A esa altura ya estaba sentada sobre la tapa del inodoro de uno de los baños. Ella, desde el bidet, me contenía.

— Pero pedí el pase de área, no te vayas de acá.

— Astor estaría en todas partes...— comencé a llorar a mares.

Gisela me abrazó, poniendo mi cabeza en su pecho. Alisando mi cabello, fue mi paño de lágrimas.

— Uh Magu...el pibe te pegó re fuerte...boluda...que garrón...— me besó la frente —. Sin ánimos de seguir metiendo el dedo en la llaga, pero ¿en este viaje pasó algo más?

— Ajá...— sorbí mi nariz y la limpié con un bollo de papel — aunque esta vez no hubo cama, de hecho, fuimos perfectos compañeros de trabajo, pero la cosa volvió a desmadrarse.

— Qué mierda...che...

— Encima me confesó que su esposa perdió un bebé tiempo atrás. Que ella abortó y él no quería...o sea... ¡estuvieron por tener un hijo! —mi amiga sopló aire contenido para pensar en un discurso.

— Magu, miráme — sosteniendo mi rostro atormentado con sus manos, fijó sus ojos celestes en los míos —. No tenés por qué hacerte cargo del sufrimiento ajeno. Vos sos una mujer libre, él es el que tiene todo ese pasado que evidentemente, no pudo ni sabe manejar. Sin embargo, son dos personas adultas. Si cogieron, es porque les gustó hacerlo. Nadie los obligó.

— Lo sé...y eso me mortifica.

— No digas taradeces. El flaco será nuestro jefe, pero es un hombre de carne y hueso, un pendejo con ciertas cuestiones emocionales irresolutas y que encontró a una mina que le gustó y no se pudo aguantar. Te deseó, te buscó y te encontró.

— ...vos lo haces sonar tan fácil...

— Es que no necesariamente tiene que ser tan difíciles...dale, lávate bien la cara, ponéte algo de máscara para pestañas y mirá hacia adelante.

— Nunca pensé que me engancharía así...—soné mi nariz por enésima vez.

— Siempre hay una primera vez para todo.

Un poco más tranquila, resoplé mi rostro dándome aire.

— Pensá bien antes de tomar alguna decisión apresurada.

— Ya lo decidí, Gise. Renuncio.

Mi amiga roló los ojos.

— Bueno, no estoy de acuerdo, pero aún te quedan un par de días hasta fin de mes. Acordáte que tenés que avisar con algunos días de anticipación.

Aceptando con la cabeza, salimos del cubículo para cuando las cosas empeoraron.

— ¿Así que te acostaste con mi marido?

Oh, oh...

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