Un adiós y un talvez

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—Todos sabemos que esta no es la elección correcta, así que, baja el arma —comenta Cristopher con gran seriedad, sin embargo, es notable un leve temblor en su voz.

—No soy estúpida, acaso no se que la policía me está buscando y todo por ¡Tú culpa!

Trato de abrir la boca para decir alguna palabra, pero sé que no importa que es lo que diga no servirá de nada y de igual forma ¿Qué podría decir ahora? Mi cabeza no logra formar algo coherente, no al ver como nos apunta con un arma.

—¿Acaso no has pensado en tu hijo? —Trata de hacerla razonar— No importa si lo están cuidando tus padres, él necesita de su madre.

—¡Tú también tienes una responsabilidad sobre ese niño!

—Una prueba de paternidad me hará saber la verdad —Tan pronto Cristopher dice aquello, el rostro de Grace se llena de cólera con ganas de responder—. Tu amante lo ha confesado, incluso él cree que es el padre de tu hijo.

—¿Amante? —murmuro sorprendida detrás de la espalda de Cris.

—Él no me importa en absoluto, aprendí de ti, tomar a un niño estúpido y hacerle creer un mundo de fantasías —Grace comenta todo aquello con diversión, ya que sabe, como me afectan sus palabras.

—En realidad no aprendiste nada y sabes, ¿por qué? Yo si puedo corresponder a ese amor —siento como su agarre es un poco más fuerte— y puedo gritarlo a los cuatro vientos que me enamore de Antonia.

—¿Y ella aun siente lo mismo por ti después de haberla engañado? —comenta Grace en un tono burlón, logro ver su mirada y solo una trastornada puede hacerlo.

—Sé que ella me odia y sé que merezco todos esos sentimientos en este momento, pero si me disparas ahora, moriré sabiendo que mi corazón solo latía por su nombre.

Ahogo un sollozo y me aferro a su cuerpo, esquivo cualquier mirada de su parte. Recuerdo algunas palabras de Melissa y su madre, trato de buscarlas a mi alrededor, sin embargo, no puedo verlas.

—¡Basta! Cállate, cállate, tu no sabes lo que dices.

—¡Lo se todo, Grace! —El grito de Cristopher me sorprende, no solo por la furia denotada en su voz, sino por el hecho que esta actitud puede hacer que Grace dispare—. Tú, al lado de tu amante, son los responsables del robo en el apartamento de Antonia, contrataste a unas personas para que la dejaran encerrada en el desfile y otras más para que la amenazaran ¿Hasta donde pudiste llegar por tu absurda idea de ver algo en donde no había nada?

—¡Yo te amo!

—Esa relación estuvo lejos de tener amor, solo fue una alianza por parte de nuestros padres y lo aceptamos, así como también el poder hacer lo que quisiéramos o acaso te olvidas de todos los hombres con los cuales salías.

—¡Tú estabas con más mujeres! —reclamó Grace, una mujer que se controlaba por no llorar, sin embargo, las lágrimas bajaban por sus mejillas con rapidez.

—Esto no se trata de quien estuvo con más personas, siempre fui sincero contigo y creí que tú también lo eras, muchas veces me gritaste que no tenia ningún derecho a meterme en tu vida, recuerdas que me pediste el divorcio, creyendo que nunca lo haría por el temor a una caída en nuestras empresas y cuando viste el documento frente a ti, te acobardaste.

Mi mente se estaba colapsando por toda la información que estaba recibiendo en los pocos minutos, no entendía por qué lo hacía, cuál sería el provecho de sacar todo a la luz, sobre todo ahora.

—¿Es por ella? ¿Por la zorra que escondes?

—Deja a Antonia fuera de esto, ella llegó mucho después de la ruptura de nuestro matrimonio. Antonia, vete.

Escuchar una orden suya no hacía más que dejarme paralizada, haciendo que mi mirada solo se centrara en Grace.

—¡No, ella se queda!

Podía ver como sus manos se aferraban con más fuerza al arma y como decidía poner un dedo sobre el gatillo.

A lo lejos se podía escuchar el sonido de las sirenas y estaba segura que aquello nos ponía nerviosos a todos.

No sé el momento exacto en el cual todo pasó, Cristopher se soltaba de mis manos para encarar a Grace, siento que todo pasa en cámara lenta, él forcejeando por conseguir el arma y de pronto dos disparos suenan, veo como ambos se detienen, como mi vida se detiene en esos segundos.

—¿Cristopher? —murmuro.

Mis pasos son lentos y por inercia, trato de acercarme a ellos, hasta que miro como Grace cae de sus brazos, con su pecho manchado de sangre, sin embargo, Cristopher cae sobre sus piernas sin reflejar otro movimiento en su cuerpo.

Las sirenas que por un momento no escuchaba más, ahora parecen hacer eco por todas partes e incluso las luces de los autos de la policía se reflejan a mi alrededor. Miro algunas caras hasta dar con una en especial, el agente que se había encargado de buscar al responsable de mis miedos, el hombre que estaba trabajando para Cristopher.

—Antonia —Busco la voz detrás de mí y son los brazos de Melissa los primeros en tomarme con fuerza y es allí donde me desarmo.

Lloro con un intenso amargor sobre mi pecho, creyendo en aquello que dicen, que al momento de estar al borde de la muerte, ves pasar la vida frente a tus ojos.

—Ay, no —La voz de alarma por parte de Mel, hace que dirija mi mirada hacia adelante y tan pronto lo hago mis ojos se abren mucho más, por el miedo.

Siento el pulso latir con fuerza y las piernas ceder ante los nervios al ver como Cristopher es puesto en una camilla, con una máscara de oxígeno sobre su rostro y ser llevado hacia una ambulancia.

—¡No! —grito, me suelto, salgo de entre los brazos de mi amiga, para correr a su lado.

Sin embargo, antes de que lograra estar a unos pasos de él, un hombre me detiene.

—Déjeme ir, Cristopher me necesita —Ante la negativa del hombre en soltarme, aprieto con fuerza mis uñas sobre sus brazos.

—Déjela, necesitan estar juntos —interviene el Agente Reynolds, nos miramos por un momento hasta que logro dejar a un lado al que creo es unos de los paramédicos y subo a la ambulancia.

—¿Antonia?

Su voz aun tiene fuerza, solo que es su mirada la que refleja su verdadero estado y a pesar que lo odie por todo, el reflejo de aquella mirada oscura hace que mi alma se encoja. No digo nada, solo busco su mano, una que estaba estando por la mía y las entrelazamos, no se que pasara después, solo deseo que él siga con vida.

———

Si por algún momento pensé que estar en la ambulancia y ver como los paramédicos lo revisaban y atendían llenaba mi cuerpo de miedo, el correr por entre los pasillos del hospital para llevarlo de inmediato a un quirófano me estaba aterrando.

Miles de escenarios imaginarios se pasaban por mi cabeza, como si fuera un carrusel. No importaba las veces en la cuales cerraba los ojos y ponía mi mente en blanco, aquello volvía otra vez.

—Debes descansar.

Y entre las cosas que se repetían estaba esa.

—Estoy bien así.

Suspira y en medio del silencio vuelve a su lugar.

Quizás no estaba del todo bien, hacía unos segundos leves tirones en mi espalda empezaban a molestarme, eran momentáneos, pero insoportables, así como el tiempo que llevábamos aquí.

Levante la mirada y traté de acomodarme sobre la silla de plástico en la sala de espera, las personas van y vienen, sus miradas... ¿Qué pueden contar sus miradas? Las múltiples historias que quizás, nunca quisiéramos vivir de nuevo o que no somos capaces de contar.

Mi historia... ni siquiera sé si después de esto tenga una.

Veo a Martina regresar de la cafetería y a su lado veo a un hombre que no había visto antes, sin embargo, no me es necesario saber de primera mano quien es, su rostro tiene gran similitud al de Cristopher, es su hermano y detrás de ellos la cabeza principal de la familia, Jacob Ferrer. Nos miramos por unos segundos hasta que llega el doctor y todos corremos hacia él.

—El señor Ferrer ha logrado salir con éxito de la operación, logramos extraer la bala y detener la hemorragia, estará bajo observaciones antes de ser llevado a una habitación —explica con calma.

—¿Podemos verlo? —pregunta Martina y la miro, por segundos su mirada se encuentra con la mía y puedo ver que sentimos lo mismo.

—Puedo permitir el ingreso de una sola persona, sin embargo, el paciente se encuentra dormido, recordemos que acaba de salir de una operación y no hay posibilidad que él pueda hablar con ustedes, si eso es lo que desean.

—Es verdad, todos acá pensando en cuanto nos duele saber que Cris estaba en un quirófano y olvidamos la batalla que él tuvo que luchar —Escucho por primera vez al hermano Ferrer, su seriedad no deja espacio a la duda o a un reclamo, incluso su padre se aleja del grupo con la mirada baja.

—Antonia —Giro incrédula ante el sonido de aquella voz y de nuevo, entre las múltiples sorpresas, se encuentra acá.

—¿Papá? Pero ¿Qué haces aquí? —Repaso cada espacio del lugar, pero no hay nadie más acompañándolo—. Y mi madre ¿Dónde está?

—Bueno, ella duerme, quería acompañarme, pero aun no estoy seguro de permitir que ella se encuentre en lugares estresantes, ya sabes, su corazón está cada vez más exigente —Lo miro y puedo sentir en su voz algo de tristeza—, sin embargo, ella deseaba que no estuvieras sola aquí.

—Espero que usted logre convencerla de comer un poco o al menos descansar —comenta Martina al llegar a nuestro lado, con un sonrisa que logra llegar a sus mejillas.

—Eso es algo que heredó de su madre —dice mi padre con orgullo, haciéndome sonreír.

Después de todo la presencia de mi padre sí logró hacer la diferencia y en medio de mi extrañeza, él junto con Martina me llevaron hacia el hotel en el cual se hospedaba para que me duchara, sin embargo, solo lo hice con la condición de llevar un reloj a la ducha y verificar que no me demoraba más de los que yo misma, había prometido.

Y así se convirtió la semana en un ir y venir, hasta que finalmente, cuando Cristopher ya podía hablar y pidió que me acercara a su cuarto, la única palabra que logró salir de mi boca fue, no.

—Después de las noches en las cuales no lograste dormir y de las ocasiones en las cuales no quieras despegarte de la habitación esperando que él despertara, ¿te niegas a verlo?

Sí, mi padre hacía que aquello sonara a locura y extrañeza; había salido del hospital después de oír por boca de Martina lo que su hermano pedía. Ahora la casa de Melissa era mi refugio, mi escondite.

—¿Así es como piensas acabar con todo eso? —intervino mi madre al ingresar a la sala— Estás actuando como una inmadura, sin decir menos.

Miro al techo antes de poner los ojos en blanco y recibir otro regaño, al menos el saber que mi madre me hablaba significaba que estábamos como antes.

—Aunque tu madre lo diga de una manera ruda, ella tiene razón, la Antonia que vemos no es la misma de antes, de estas dejando controlar por el miedo —Mi padre toma mi mano antes de seguir hablando—, quizás él fue la base para que todo lo malo pasara, pero no dudo en protegerte, al menos yo le debo eso.

Sabía que así sería, mi padre se sentía en deuda, él había sido una de las personas que fue a visitarlo cuando el peligro había pasado, ninguno de los dos había mencionado mi nombre o eso es lo que mi padre ha comentado.

—¿Qué piensas hacer entonces? —pregunta mi madre, al parecer de una forma algo desinteresada.

Esa era un buena pregunta, había decidido vender mi parte de El Dorado y dejar por completo el modelaje, sabía que mis acciones habían quedado en buenas manos, Joaquin merece este puesto más que otra persona, aunque la sorpresa más grande es el saber que la propia Martina Ferrer estaría a su lado, desconozco cómo pasó todo, sin embargo, nada me quita la confianza en ellos.

Solo me quedaba una cosa, una que al menos se que me gané con mis esfuerzo, finalmente era una diseñadora y nadie me quitaría eso.

—Seguiré trabajando —Después de todo y con el respaldo de la empresa, seguiría estando allí, como diseñadora, junto a Agnes —, después de todo, no estaré tan lejos de la empresa.

Al decir aquello podía ver en el rostro de mis padres un atisbo de tristeza, quizás decepción, a pesar de ello no dijeron nada y se los agradecí.

—Creo que este es un nuevo camino y estaremos aquí para ti —Mi padre se acercó hasta que sus brazos rodearon mi cuerpo y beso con ternura mi frente, logré ver a mi madre que solo asentía con la cabeza ante lo que había dicho papá, ella también me apoyaba.

—Creo que tienen razón, iré a ver a Cristopher y...

Y no sabia que pasaría después.

Nunca me había arreglado tan de prisa y al tiempo sentirme desesperada por algo que aún no pasaba, por fortuna Mel había decidido acompañarme, no quería que, según ella, terminara desmayada o con un ataque de nervios en plena calle. Entrar al hospital no había sido nada fácil, una parte de mi había olvidado a los periodistas agolpados en las puertas para tener las primicias sobre la salud de Cristopher, la decisión acerca de Grace y el futuro de las empresas Ferrer.

Por fortuna me había vestido para no llamar la atención o eso había creído. Mientras caminábamos por el parqueadero hacia la dirección del ascensor, una mujer nos interceptó.

—¿No es usted la señorita Castillo? —Decidimos caminar un poco más rápido— Claro que es usted, nos gustaría poder escuchar de su propia voz lo ocurrido hacia el señor Ferrer.

Aquello me estaba causando grandes molestias, además que, de cierta forma, me estaba asustando.

—¿Acaso usted no conoce o sabe que significa la palabra privacidad? —Melissa para abruptamente y la encara—. Si sigue molestando le aseguro que buscaré un buen abogado y la demandaré.

Ambas aprovechamos el silencio generado para salir de allí y caminar un poco más rápido, no puedo negar que mi pecho se aligero cuando las puertas del ascensor se cerraron y marcamos el número del piso hacia el cual iríamos.

—¿Sabes qué le vas a decir?

—No, pero ya veremos.

Todo mi ser odiaba ese ya veremos y con esa sensación Melissa me acompañó por el pasillo, apretó mi mano cuando a ver a la familia de Ferrer me detuve y me sonrió cuando abría la puerta, una que podía significar futuro o fin.

De nuevo mis piernas no reaccionaron al verlo, estaba tan tranquilo leyendo que decidí quedarme allí, solo mirándolo.

—Se que causo cierta sensación en las mujeres y dejarlas paralizadas puede ser una de ellas —Su intento de broma se reflejaba en sus ojos y en su cálida sonrisa, una que estaba lejos de mostrar coquetería o superioridad.

Apenas sonreí, sin embargo, sus palabras hicieron que dejara, un poco, los nervios y me acercara.

—Te ves de mejor semblante —comente con pena, sentía como me ruborizaba.

Genial, solo habían pasado unos segundos.

—Tú me das fuerzas, además no quería que me vieras... —Parece buscar las palabras adecuadas, algo que me da risa.

—¿Cómo un indecente hombre de las calles? —pregunté yo en un tono burlón.

—No pudiste decirlo mejor —Me sigue el juego—. Siempre he sabido que eres una mujer muy inteligente, dulce y...

—He decidido dejar todo y empezar, de cero —lo interrumpo, si él sigue con sus cumplidos el nudo en mi garganta crecerá más de lo que ya estaba—, quizás me mudé a Bogotá, aunque estaba pensando en ir a la otra costa y establecerme allí, siempre he querido ir a San Francisco.

—Vienes a despedirte —No pregunta, lo afirma.

Suspiro, se me cortan las palabras y mis emociones.

—Alguno de los dos iba a terminar haciéndolo o lo mejor es que lo hagamos los dos, se que tan pronto te mejores del todo viajaras a Argentina —mi comentario lo toma un poco con sorpresa.

—Martina. Sabía que no debía decirle nada, solo estaba esperando el momento adecuado para decírtelo.

—Tú no me debes nada Cristopher, ni antes ni ahora.

Todo en su semblante cambia, aunque sé que trata de no hacerlo tan notorio.

—Necesito que me perdones —comenta, cierra los ojos con fuerza y al abrirlos puedo notar como brillan por las lágrimas contenidas—. Sabes, en medio de la investigación descubrí que Grace estaba detrás de ti, pero solo eran prueba a medias, así que no dije nada y me dedique a buscar las piezas faltantes para llevarla tras las rejas y cuando ella se enteró de mi plan, me acorraló usándote a ti.

—Siempre esperé que confiaras en mí completamente —me queje.

—Soy consciente de mi error, subestimé todo y te perdí.

—Sabes que me perdiste desde el inicio, ocultando todo, además de tu obsesión...

—¡No era una obsesión! —grita.

—Encuentra la palabra adecuada para describir aquello, me conociste hace muchos años, me investigaste antes de siquiera hablar conmigo y ahora me dices que, ¿te enamoraste? Déjame decirte que es la forma de amar más extraña que he escuchado.

No dice nada.

Respiro con profundidad y estando más calmada, logro poner en orden mis palabras, las últimas aquí.

—A pesar de todo no quiero irme y saber que nos odiamos, no puedo reiniciar mi vida si no logro dejar en paz y salvo mi pasado —Me acerco, tomo sus manos y sonrío al tocarlas, están calientes, pero un poco temblorosas.

—Estás helada —comenta y trata de frotarlas para brindarme calor— ¿Puedo pedirte una cosa?

Me sorprende, no cabe duda que siempre lo hará.

—Si nos volvemos a ver, puedo invitarte a un trago —comenta, casi en un susurro. Una lágrima rueda hacia un costado de su cara.

Me río ante su ocurrencia.

—Tal vez, solo que no espero que sea el dueño del lugar quien lo haga, me conformo con que sea un cliente más, así empezaríamos en la misma línea —Sonrío ante mis propias palabras.

—¿Entonces esto es un adiós y un talvez? —cuestiona sin dejar a un lado la sonrisa que se ha formado en su rostro.

—No puedo negar que me gusta como suena.

—Sí, es mejor que nada.

Nos quedamos en silencio, mirándonos, queriendo dejar marcado en nuestros recuerdos un momento real y verdadero entre los dos. No era fácil hacerlo y por el ser del cielo que me estaba costando, pero esta vez era por mi y de forma ligada, también por él. 

Me gustó verlo dormir, tranquilo.

—Estamos a paz y salvo, Cristopher.

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