Unas copas

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Mi tarde no podía ser mejor, el malestar no se incrementó, pero se mantiene constante y me mantiene en la cama. Además de lo que ocurre ahora, no dejo de pensar en Cristopher, él se veía muy bien, tranquilo y creo que feliz, al lado de esa mujer.

Escucho algunas voces y unos pasos en los pasillos, cuando logro tener mayor claridad reconozco a los dueños de estas, una no es más que la del hombre que ha estado siguiéndome los pasos y la otra, el jefe del anterior.

Me levanto despacio, las cómodas medias me ayudan a evitar que mis pasos sean oídos y llego hasta la puerta, apoyo mi cabeza sobre esta y escucho.

—He logrado obtener una información, que de seguro, es de su interés —Habla una tercera voz, no la había escuchado antes o eso creo, ya que...

Cuando mi mente hace clic mis manos ya se encuentran abriendo la puerta y mis pies, caminando hacia el origen de aquellas voces. Camino hasta encontrar a Cristopher a punto de abrir la puerta de su oficina y como lo había sospechado, el hombre que se había llevado mi teléfono para examinarlo se encontraba a su lado.

—Dígame que encontró —comento con una sensación de intranquilidad demasiado fuerte sobre mi pecho.

Mi mirada cae con gran fijación sobre el hombre de mi interés, nada en él transmite algún sentimiento o emoción lo que no me ayuda en absoluto y mucho menos cuando es Cristopher quien se interpone entre el investigador y yo.

—Es algo que discutiremos en la oficina, pero...

—Yo no quiero un pero, Cristopher —Lo interrumpo, ganándome de su parte una mirada de extrañeza—, recuerdas que es de mi de quien hablamos ¿no es así?

Esta vez no me rendí ante su mirada y en medio de sus gestos de rabia contenida, terminó de abrir la puerta y casi me abalanzo hacia el interior antes que Cris cambiara de opinión y me dejara afuera. Busco la silla más cercana al escritorio y me siento, sigo con la mirada a los dos hombres hasta que ambos hacen lo mismo.

—¿Qué información nos tienes? —comenta Cristopher, su voz me transmite cierta dureza y claro la postura también me lo demuestra.

—Desafortunadamente el teléfono que utilizaron para enviar los mensajes ya no existe, es el típico celular de reciclaje, una vez utilizado es desechado —informa el hombre mientras alterna su mirada entre Cristopher y yo—, sin embargo, fue utilizado más de una vez y logre rastrearlo.

—No entiendo —intervengo—, si el aparato fue destruido ¿Cómo lo encontró?

—Las personas que decidieron hacer eso, no se ocultaron muy bien, logré rastrear el código IMEI del teléfono lo que llevó hasta el lugar donde fue vendido. Ingresé a las cámaras de seguridad del lugar y a pesar de la mala calidad de imagen, obtuve esto —Saca de en medio de su chaqueta una hoja doblada y se la entrega a Cristopher.

—Es una información deficiente —dice Cris sin mirarlo, su mirada parece tratar de dar con algo impreso en el papel.

—Acaso cree que no lo sé —responde el hombre ubicado a mi lado, cuando lo miro, deja ver una sonrisa de aspecto desdeñoso—. En este momento continuo mis movimientos para encontrar más respuestas.

—No esperaba más de ti —comenta Cristopher, me ofrece la hoja que anteriormente el investigador le había ofrecido y me centro en ella.

A pesar de la borrosidad y la tonalidad en grises, no cabe duda que quien sale allí es un hombre. La toma de la imagen en perfil, impide ver con mayor exactitud el rostro del hombre; me centro en lo que se puede ver de él, alto y no sé si es por la ropa que lleva puesta que lo hace ver un poco robusto.

—¿Logra reconocerlo? —Escucho la pregunta y ante esta, trato de enfocarme en lo que veo.

—Es un tanto complicado lograr darle un rostro a la persona —le respondo, una de las prendas que lleva puesta por algunos instantes llama mi atención, sin embargo, esta misma idea es algo confusa. Finalmente observo al hombre y le devuelvo la hoja con la foto—. No es alguien que haya visto o por el momento lo ignoro.

Asiente ante mis palabras, rechaza la hoja y se levanta —Puede tenerla, quizás más adelante pueda tener una idea. No prolongaré de manera innecesaria mi estadía aquí, así que me retiro.

No puedo negar que me siento frustrada por la poca información que tengo, aunque esto me confirma que ese hombre sigue en el caso. Observo a los dos hombres salir del lugar y decido que yo también debo salir de aquí.

Ya de regreso en la habitación, tomo de nuevo la hoja para centrarme en ella, sin embargo, la sensación de no estar sola hace que me sienta un poco incómoda.

—¿Estarás todo el tiempo en la puerta o pasarás? —pregunto sin mirarlo; trato de no mover tanto mi boca, no quiero delatarme con mis gestos.

Me gustaría decirle que no debe molestarse en dudar si debe seguir hacia la habitación, ya que esta es su casa y puede hacer, prácticamente, lo que quiera, pero eso delataría mi estado de humor.

—Puedo saber ¿con quién y dónde estuviste esta tarde? —inquiere, pensaría que lo hace con total desinterés, ya que el tono de su voz no me dice nada, sin embargo, Cristopher no deja nada sobre el tintero.

—Creo que tu sabes con exactitud la respuesta, ¿no crees? —comento aumentando el tono irónico en mi voz.

—¿Crees que merezco ese tipo de respuesta? —comenta y esta vez noto en la forma en la cual habla que luce ofendido; se sienta a un lado de la cama, a mi lado y espera que yo diga algo.

—Sabes, estar vigilada no es algo que me agrade del todo y gracias por la pregunta, he tenido una tarde casi perfecta —comento apretando los dientes—. ¿No me irás a decir que tu hombre de confianza no te lo contó?

Escucho un suspiro por su parte y cuando siento su tacto bajo mi mentón, cierro de forma breve los ojos, ahora es mi turno de suspirar con fuerza y cuando los abro, su mirada oscura me reprende.

—¿Que piensas conseguir comportándote de esa manera? —habla en baja voz, pero manteniendo un tono duro, fuerte y algo frío.

Mantengo su mirada, espero expresar en ella todo lo que siento, todo lo que él genera y me incomoda. Los segundos que transcurren entre los dos se sienten cargados de tensión, hasta que siento como su mirada se centra en mis labios. Aprovecho para sonreír con arrogancia, ya que es mi forma de mostrarle que su fachada de dureza puede ser derrumbada.

—¿Quieres besarme? —murmuro, su mirada regresa a la mía y noto contrariedad, algo que parece ser molesto para él.

Misma molestia hace que Cristopher se ponga de pie y se aleje unos dos pasos de la cama, decide darme la espalda y esta sube y baja algo agitada.

¿Realmente se encontrara bien?

Será mejor no dudar ahora.

Lo sé, no debo mostrarme tan complaciente o caer tan pronto el muestre algo de debilidad o lo que se le asemeje. Me incorporo con lentitud, pero decido no avanzar ni un solo paso.

Se está calmando, solo eso.

Creo en lo que mi conciencia me dice, así que decido ir al lavabo y humedecer un poco mi rostro, sin embargo, tan pronto me giro y doy mi primer paso, la mano fuerte de Cristopher me sujeta la muñeca y hace que me gire con brusquedad hacia él. Su boca toma mis labios transmitiendo su estado de ánimo, agitado, descontrolado y enojado. Me muevo con brusquedad ante su agarre y antes que el pensamiento cruce mi mente, muerdo unos de sus labios y mi palma choca en su mejilla, escuchándose el golpe como un pequeño eco en la habitación.

—Ni se te ocurra volverlo a hacer —comento aireada, agotada de sentir que él siempre tiene un poder en mi.

Paso saliva con dificultad al verlo algo sorprendido, su mano derecha toca sus labios y puedo notar como una pequeña mancha rojiza se forma en la zona. De nuevo, como un extraño círculo, nos miramos hasta que finalmente, Cristopher sale del cuarto, provocando que mi cuerpo reaccione con un leve sobresalto cuando él cierra la puerta con brusquedad.

Pocas personas han provocado que mi exaltación llegue a puntos altos y no dejo de sentirme extraña al revivir en mi mente cada segundo que pasó. Ahora, cuando mis piernas se encuentran con mayor disponibilidad a moverse, me dirijo, por fin, al baño cerrando la puerta detrás de mí.

Respiro con profundidad, mientras el agua corre por el grifo y llena mis manos, llevo el líquido a mi rostro y el contacto frío provoca una sensación de tranquilidad y de estar más despierta. Cuando limpio mi cara me miro en el espejo decidida, no me puedo permitir más tiempo encerrada y menos dejar que pensamientos de culpa llenen mi mente, así que al regresar a la habitación busco mi teléfono y uno de mis contactos favoritos.

Noche de chicas.

Mientras espero la respuesta, busco mis cosas y en el armario tomo un vestido negro sencillo junto a unas zapatillas de tacón bajo de color rojo. Me cambio de ropa con rapidez y refuerzo el tenue maquillaje que llevo.

Melissa:

¿Qué está pasando ahora?

Alcanzo a leer el mensaje correspondiente a la notificación de llegada y con rapidez escribo la respuesta.

Si nos vemos esta noche lo sabrás.

Pensar en mi amiga hace que se me olviden las rabias y que la sonrisa en mi rostro sea genuina.

Escucho la notificación de su mensaje y al leerlo chillo de emoción.

Melissa:

Tu ganas, pero regresamos temprano a casa.

Puedo imaginar el rostro de Melissa, negando con su cabeza por lo que puedo decirle y mientras mira hacia arriba con resignación y una sonrisa cómplice.

Decido enviarle el último mensaje cuando me encuentro lista para salir.

Te veo en 30 minutos es tu discoteca favorita.

Busco las únicas gafas que logré tomar de mi apartamento y me las coloco, decido pedir un taxi desde la aplicación de mi teléfono, a pesar de querer salir ya tengo que esperar unos minutos, no quiero quedarme en recepción esperando, prefiero hacerlo dentro de la habitación.

Entro a la galería del celular, pero lo único que encuentro son imágenes descargadas de algunos chats, suspiro, recuerdo que las fotos y demás se encuentran en mi viejo teléfono. Sin embargo, al estar mirando los pocos archivos un recuerdo llega de repente. Tengo que hablar con mi familia, en especial con mi padre.

Pienso un poco, si es mejor enviar un mensaje o llamarlo. Decido la segunda opción y le marco. Oír el repique del timbre genera una leve tensión en todo mi cuerpo, pero está lograr desaparecer o disminuir cuando la llamada es contestada.

—Hola hija, no esperaba tu llamada, pero me llena de alegría saber de ti ¿Cómo estas?

—Hola papá, yo también me siento feliz al hablar contigo —respondo con algo de nostalgia.

No me has respondido a la pregunta, se que estas pasando por algo difícil, pero pronto veras que todo se solucionara —comenta con voz calma y serena, algo muy característico en él.

—Gracias por tus palabras, es algo que deseaba escuchar y más si venía de ti.

Pero, ¿si estas bien? —Al hacer la pregunta el tono en su voz cambia un poco, y puedo notar la preocupación en cada palabra.

—La investigación se encuentra avanzando, aún no hay un camino claro y no he podido regresar a mi departamento.

Han pasado más de tres días después del incidente y no he recibido noticias por parte de la policía, algo que al inicio lo creí normal, ya que ellos deben recopilar la información necesaria para poder proceder, sin embargo, es mi integridad la que se encuentra en juego.

Es entendible que algunos procesos llevan un tiempo, no todo se soluciona con rapidez, así que ten paciencia, pero sobre todo cuídate, aléjate de todo lo que consideras peligroso ¿está bien? —Su nueva pregunta me reconforta, pero no lo suficiente. Sé que todo lo que él dice es por mi bienestar y por brindarme un apoyo a la distancia— Estoy organizando un viaje para verte.

—¿Qué acabas de decir, papá? —Su declaración hace que mi cuerpo se levante de la cama, es algo que no me esperaba.

Junto a tu madre lo hemos hablado, eres nuestra única hija y es nuestro deber apoyarte.

—¿Mamá está de acuerdo? —pregunto con algo de cautela.

Sí hija, ahora no se encuentra en casa, está con tus abuelos, pero ella te diría lo mismo que has oído de mí; ¿te sorprende?

—Sabes que sí —respondo casi de forma automática, papá ha sido testigo de la relación que llevo con mamá y puedo responderle con gran confianza.

Escucho su risa, tenue, pero presente.

Siento vibrar mi teléfono y al ver la notificación entrante, me acerco a la ventana para tratar de ver hacia la calle, al parecer el taxi ya ha llegado. Reviso mis pertenencias y salgo del cuarto, por fortuna no hay nadie en los pasillos, aunque, los hombres de vigilancia siguen allí. Decido ignorarlos.

—Papá, debo dejarte, me reuniré con Melissa.

Oh, claro hija, no te preocupes, me has alegrado el día.

—Y tu el mío.

No lo olvides, cuídate mucho y llama a la policía si necesitas ayuda —comenta y no se si lo último lo ha dicho por mi seguridad, o es una mezcla de broma algo extraña.

—Así será, dile a mamá que la extraño y que me disculpe por no haber llamado antes —hablo con pena, todo lo que he visto, oído y vivido en los últimos días me han dejado en blanco.

—Adiós hija.

Espero a que sea él quien termine la llamada y al guardar el teléfono las puertas del ascensor se abren, por fortuna. Camino con algo de rapidez obligando al hombre detrás de mí a ser más rápido. Cuando salimos observo al taxi, recuerdo los datos enviados y sí, es el vehículo que pedí.

Me detengo por unos segundos y me giro hasta dar con el hombre de negro.

—Puedes decirle al hombre del auto que se acerque al frente del edificio, no quiero caminar hasta allí.

Mientras él accede camino con cautela hacia el lugar y cuando se voltea para ver a su compañero de trabajo corro hacia el taxi.

—¡A la discoteca Blue Night NY, por favor! —comento agitada tan pronto cierro con algo de fuerza la puerta de taxi.

El hombre parece estar algo nervioso y extrañado por mi actitud, me mira con sus ojos abiertos a través de su espejo retrovisor. No lo culpo, acabo de subir de golpe a su carro.

—Le pagaré el doble de lo prometido si sale de inmediato —hablo mientras me giro sobre las sillas y observo a los hombres de Cristopher hablar a través de sus audífonos mientras se acercan a nosotros.

A pesar de casi chocar con las sillas delanteras por la repentina salida del taxi, sonrío, por lograr salir adelante con mi locura.

Soy consciente que mi acto es momentáneo, no tardaré más de veinte minutos después de mi llegada a mi destino, para saber que al momento de estar en el bar, los hombres de seguridad también estarán allí. Suspiro con algo de ¿felicidad? mientras miro por la ventana, reconozco las calles y sonrío cuando por fin llegamos; busco el dinero en mi cartera y al salir mi pies me llevan hasta la entrada de un reconocido, pero tranquilo bar.

A la hora de mi llegada aún se puede caminar si estar tropezando con alguien, la barra cuenta con unas tres personas atendiendo y otras tres más sentadas sin compañía alguna, elijo un espacio amplio y me siento, no tardo cinco segundos cuando una chica, bartender se acerca.

—Bienvenida ¿Qué desea tomar?

—Un mojito, por favor —Decido irme por algo suave mientras espero a Melissa.

Busco mi teléfono y entre las llamadas recientes busco su número, pero en medio de un parpadeo alguien me rapa el aparato de mis manos, logrando que mire a esa persona con molestia y sorpresa.

—Te lo robe.

—Tonta.

Melissa está allí, burlándose de lo que acaba de hacerme. Le hago un espacio a mi lado para que se siente y tan pronto se acomoda, llega la chica con mi bebida y Mel le pide una de sus bebidas favoritas, la sangría.

—Pensé que elegirías algo más, no se, fuerte —comenta mientras ve mi vaso.

—¿No crees que es muy temprano para emborracharme? —pregunto con obviedad, pero al mismo tiempo en broma. Como la extrañaba.

—Es nuevo —señala Mel a ver con más detalle mi teléfono y luego de desbloquearlo, se dirige a la galería, donde es poco lo que encuentra y después a los chats, donde la situación no deja de ser la misma. Cuando decide que ya ha mirado lo suficiente lo deja a un lado de la bebida que aún no he probado.

>>He estado pensando en ti desde que saliste de casa —Melissa me encara, su mirada recorre mi rostro y en algunas partes lo toca—; tienes un buen colágeno, casi no se notan las marcas.

¿Cuánto había pasado desde aquello, tres días? Siempre me había sentido orgullosa de mi piel y la capacidad de sanar con rapidez, pero lo que había ocurrido ese día en medio de los callejones oscuros no era fácil de sanar, aun me despierto sobresaltada por las noches después de un extraño sueño. Miro mi mano con rapidez, aquella que me recuerda a la fecha del desfile, como había supuesto la sangre había sido más escandalosa que la herida y aunque aún se observa una línea rosa, puedo decir que está curada.

—Sabes que tengo a alguien supervisando, así que me sería imposible olvidar que cremas usar.

—Hablando de se alguien ¿Cómo están las cosas?

Espero a que la sangría de Melissa llegue a la barra para comentarle lo que ha pasado en estos días, cada vez que las palabras salían de mi boca sentía que me desenvolvía más y más, eran los mojitos que pedía o eso es lo que creo.

—Así que decidí salir del edificio, dejar a Cristopher como un mico titi y beber contigo —comento y llevo el vaso a mi boca para saborear y sentir la menta en mis labios como en mi garganta.

—Bueno, a pesar de lo pesado que ha sido, se nota que ese hombre está enamorado de ti y no puede dejarte ni un minuto.

—Eso es lo que me molesta, estamos juntos, pero no significa que sea una... una... lo que sea, tengo mi libertad.

—Es por eso que aún no formalizo nada con nadie.

—Disculpen —la mujer que nos ha atendido llega con dos bebidas más, miro a Melissa y aun tiene la suya sin comenzar y la mía, a medias— los chicos de la mesa —nos señala el lugar y efectivamente, unos cuatro están sonriéndonos— les envía esto.

—No la queremos, gracias, pero no —Se adelanta Melissa en hablar, toma el vaso de su sangría entre las manos y luego le señala a la mujer que se lleve lo que trajo.

Sintiendo mi cuerpo caliente, me levanto, tomo de la mano a Melissa y nos dirigimos a la pista de baile, sin embargo, un enredo con mis piernas hace que tambalee y termine en el pecho de alguien.

—Lo siento —murmuro abochornada y con Melissa a mi costado, levanto la mirada con ese alguien y me quedo allí, observándolo—. No puede ser... ¿Esteban?

Su mirada tiene una expresión de sorpresa, abre la boca y vuelve a cerrarla y su movimiento me recuerda al de un pez, generando en mí una risa baja.

—Sí, es tu ex —comenta Mel a mi espalda, está algo asombrada y a la vez parece estar contenta.

—No pensé verte, de nuevo y aquí —Me centro en su voz y claramente es la de un hombre maduro, no la del mismo chico que conocí en Barichara cuando era una adolescente, sin embargo, han sido sus facciones las que se conservan, con algunos cambios claro.

—Que hermoso, llego tu novio —El comentario de Melissa siembra una incomodidad tanto en Esteban como en mi, así que al girarme para reprocharle por lo que acaba de decir, la encuentro mirando al fondo de bar y decido saber que es lo que ella observa.

Siento que mi boca se seca y un leve agitamiento en mi pecho al verlo, suspiro vencida.

Cristopher ha llegado al bar y su mirada, la que imagino oscura como el chocolate amargo, se centra en mi.

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