Capítulo único

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May no podía dormir. Daba vueltas en su saco e incluso intentó contar Mareeps para ver si eso hacia efecto en ella. Nada. No tenía una razón particular por el qué seguir despierta, aunque teorizó que el hecho de comer demasiado en la cena tenía algo que ver. Se paró al rendirse con su descanso, verificó que Max ya se encontraba soñando y salió de su carpa, pensando que ver las estrellas no estaría mal.

Se dirigió a la fogata, extrañada de que aún siguiera prendida. Cuando llegó vio que cierto azabache estaba sentado alrededor del fuego, comiendo unos malvaviscos que Brock había traído consigo para cuando tuvieran que estar a la interperie.

Cuando este la vio, intentó ocultar el resto del paquete detrás de él.

— Ash Ketchum, es de mala educación no querer compartir comida. — dijo ella mientras se sentaba a su lado e intentaba quitarle la bolsa de malvaviscos. — ¡Sobretodo si ni siquiera son tuyos!

— ¡Brock dijo que eran para todos!

— ¡Entonces invítame!

Era casi un milagro que tanto Brock como Max hayan tenido el sueño tan pesado como para no oír aquella batalla por comida.

Ahora el entrenador y la coordinadora se encontraban calentando los dichosos malvaviscos. May sonreía triunfante mientras Ash se lamentaba no poder comerlos todos.

— ¿Por qué no puedes dormir? — comentó la castaña antes de morder su aperitivo.

— Creo que cené de más.

— Ya somos dos.

May entonces se dispuso a ver el fuego que les daba calor aquella noche. Todo estaba tranquilo y sintió que no había sido una mala idea haber salido de su carpa.

Además, solo se encontraban ella y Ash, eso le dio cierta alegría que solo un alma enamorada podía entender.

— May, ¿te has puesto a pensar qué hacer después del gran festival de Hoenn?

Aquella pregunta la tomó desprevenida. Recién llevaba tres listones, ¡sus tres primeros listones! La emocionaba cada vez que los veía, y ya no podía esperar a llegar al torneo principal.

Pero luego de eso, ¿Qué vendrá?

— ¿Y tú, Ash? — se atrevió a preguntar — ¿Qué harás luego de la liga Hoenn?

— Mi sueño es ser un maestro Pokémon. — dijo como tantas veces lo había escuchado ya. Tenía una expresión de orgullo en el rostro — Quiero seguir aprendiendo más sobre las batallas y los Pokémon. Estoy seguro de que no solo me queda Hoenn por explorar: debe haber más regiones con rivales cada vez más fuertes.

May miró emocionada al joven de zetas en la mejillas. Le encantaba verlo así, era una de las cosas que le gustaba de él. Tenerlo tan cerca y tan feliz hizo que May pensará en aquello que siempre quiso hacer desde que aceptó sus sentimientos por el chico de Kanto. Si se acercaba más a él, quizá podría...

No, no es el momento. Aún no.

— Deben existir más regiones donde hayan concursos — murmuró la castaña — Hasta hora, me bastaba con conseguir los listones y viajar con ustedes, pero creo que ya sé más o menos lo que quiero lograr.

— ¿Y qué es? — preguntó Ash con curiosidad.

— Ser la mejor coordinadora en el mundo — hizo una pausa para comer su malvavisco — quiero ser reconocida por mis habilidades, ¡Y que mis Pokémon también brillen por ellos mismos!

— ¡Cumplamos nuestras metas entonces! — Ash la miró con desición. — ¿Promesa?

— Promesa — se apresuró a decir ella — cuando lo logre, hay algo que me gustaría decirte.

— ¿Y eso?

— Tendrás que quedarte con la duda hasta que suceda.

A pesar de las quejas del azabache, May se negó a hablar y corrió para así evitar que él la atrapaste. Siguieron conversando un rato más bajo la luz de la luna hasta que estaban tan cansados que prefirieron dormir de una vez.

Entonces pasaron las semanas y meses después de dicha reunión. Se despidieron de la aventura en Hoenn, posteriormente continuaron en Kanto. Sus metas aún seguían inconclusas, así que era inminente que la separación se daría tarde o temprano. Ash decidió embarcarse en una nueva y desconocida región, mientras que May probaría suerte en Johto, siendo su primer viaje en solitario.

El tiempo solo seguía separándolos, mas la promesa hecha continuaba en pie, sin dar un brazo a torcer. Habían días donde no tenían tiempo para comunicarse, o pensar en el otro, pero la promesa no se quebrantó solo por esos simples detalles. Ambos cumplirían sus metas, sin importar a donde estas les llevasen.

Además, había un motivo extra por el que los dos lo hacían.

Ambos amaban tanto al otro que preferían primero que su amado realizara sus objetivos en la vida antes de revelar sus sentimientos. La separación sería más tortuosa si ellos hubiesen empezado algo, así que en su momento prefirieron callar. 

Así pues, los años pasaron y se daría el esperado día donde por fin se iban a encontrar. Cada quien había cumplido sus metas, eran campeones de sus respectivas profesiones, reconocidos y amados por muchos.

Pero claro, ellos querían ser amados por una persona en específico.

Decidieron reunirse cuando sus viajes coincidieron en la misma región, acordando verse en un parque donde la gente solía realizar presentaciones de concursos.

Ash llegó a la hora propuesta, buscando con la mirada a la muchacha de la pañoleta. Su búsqueda se detuvo cuando escuchó aplausos de las personas que se encontraban por allí, quienes miraban un espectáculo que ya estaba por terminar.

— ¡Es la princesa de Hoenn! — oyó a uno decir, y corrió fugazmente hacia lo más cerca posible del escenario.

Veía a un Blastoise lanzar un par de hidrobombas al aire y a un Glaceon usar ventisca, logrando que el agua se volviera escarcha y cayese al escenario como si fuese copos de nieve. Debajo de estos copos, un Blaziken y un Munchlax chocaban sus puños con puño certero ambos, haciendo que el contacto permitiese dislumbrar pequeñas explosiones brillantes.

¿Pero dónde estaba ella?

En eso, Beautifly aparece y su viento plateado impide ver con claridad. Cuando todo vuelve a la normalidad, los Pokémon están mirando al frente y haciendo una pose de agradecimiento, siendo su dueña la última en hacer acto de presencia y dar una reverencia con todos ellos. La gente aplaude y le pide fotos. Ella los saluda con una sonrisa.

Y se ven.

Por fin, luego de varios años, logran verse frente a frente.

La ojiazul, quien llevaba un micrófono en mano, da las gracias a las personas que se quedaron a ver su presentación espontánea y baja del escenario en dirección al entrenador.

Si Ash no estuviese tan embobado viendo a la chica, escucharía que otras personas ya lo habían reconocido y murmuraban "¿No es el campeón del torneo mundial y maestro Pokémon?"

Los fanáticos no impiden el paso de la castaña hacia el azabache. Es más, ahora parece que dejaron todo un espacio frente a ella para que pudiese acercase a él sin problemas.

Y así es como llegan a estar cara a cara.

May se sorprende al notar que el chico de Pueblo Paleta ha crecido bastante. Le lleva una cabeza de ventaja y ya parece todo un adulto; aún así, sabe que sigue siendo el Ash de siempre. Él, por su parte, está muy avergonzado para decirle que es la mujer más bonita que había visto en su vida.

Los segundos eternos sin palabras llenan de intriga a toda la gente alrededor ¡Ja! Si ellos supieran que para ambos ya no existe nada más en ese parque que la presencia del otro...

— Hola, May. — susurra el ojimarrón, culpándose mentalmente por no tener algo mejor que decir.

— Hola, Ash. — responde ella, pensando lo mismo que el azabache.

— Entonces, lograste cumplir todas tus metas. — afirma él, quien se sabía la trayectoria completa de la chica. — ¿ahora podré saber lo que me querías decir ese día?

Ella asiente, dispuesta a cumplir con su palabra. Se acerca más a su querido entrenador, logrando que este diera un paso atrás inconscientemente. Sonríe y se pone de puntillas mientras sus brazos rodean el cuello del muchacho...

Y lo besa.

Aquello que no pudo hacer ese día bajo la luz de la fogata sucede al fin.

Lo besa. Sin miedo, sin peros. Está segura de lo que siente y cree en el fondo de su corazón que sus sentimientos serán correspondidos. No quiere que esto acabe, pues no se había sentido tan feliz desde que cumplió con todos sus cometidos.

Ash, por su parte, está sorprendido. No pensó que ella actuaría primero. Ahora solo le queda dejarse llevar. La quiere, y llevaba muchos años esperando por este momento.

Se separan al escuchar gritos de alegría por parte de las personas que anteriormente habían quedado perplejos por el acto de la ojiazul. Los dos se encuentran sonrojados, sin dejar de apartar la vista del otro y terminan fundiéndose en un abrazo.

— Te quiero, Ash Ketchum.

— Y yo a ti, May — responde el azabache, acariciándole el rostro— ¿Quisieras ser mi novia?

Ella lo mira y sonríe.

— Infinitas veces sí — concluye, volviéndolo a besar.

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Hoy es 30 de abril, se supone que publicaría un relato personal y triste. Sin embargo y como es de esperar de este mes, siempre me sorprende. Estoy feliz, pues conseguí una nota alta en un curso que empecé a amar mucho, y la inspiración entonces vino antes y después de saber mi nota. Así que preferí publicar esta historia que me ha encantado hacer y espero a ustedes les guste y pues con esto despido abril, siempre tan mágico y tan enigmático.

Gracias por leer :3

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