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El guardián y su compañero

En el Bestiario de Februs (del squad del que soy parte, busquen en mi bio), está el drabble que me dio la idea de este OS. Sería una cortesía ir a leerlo








Nadie volvió a saber de Jung Hoseok.

La gente del pueblo lo buscó, aunque no se adentraron a la arboleda, y cuando pasaron semanas sin obtener pistas concluyeron que este había sido tan ingenuo de enfrentar el misterio del bosque. Lo consideraron muerto, pues nadie que entrase allí podría sobrevivir demasiado con las fieras que habitan entre los árboles, escondidos en las cuevas rocosas de las montañas aledañas y acechando los límites para capturar a indefensos.

Sin embargo, Hoseok seguía con vida. 
Ajustado a su entorno, la memoria de Hoseok había pactado conservar algunas escenas de su vida anterior, pero nada que fuera suficientemente convincente para que busque salir del bosque. Además, no estaba, como pensaban los pueblerinos, padeciendo hambres, ataques de criaturas salvajes sino que permanecía protegido en la cueva del Fauno Seokjin.

La vida de Hoseok dejó de pensarse en términos de moral humana, pues allí en el bosque la fauna dominante estaba por sobre cualquier norma ética que Hoseok conociera. Y no es que la naturaleza fuese demasiado amigable, dependía del clima o la temporada. Por eso prefería quedarse en el hogar del Fauno y salir con él a cazar y recolectar frutos para alimentarse. 

—No, más cocinado —al principio, tenía que explicarle sus hábitos alimenticios a la criatura que parecía siempre burlarse.

Como si fuera Hoseok, y no él, el salvaje de la relación.

—Ten —le arrojó un trozo de conejo requemado en las orillas, pero menos sangriento que el bocado que se zampó el Fauno.

Otra cuestión era la dinámica de convivencia. Por ratos, Hoseok pensaba su estadía como la de una acampada. Buscando cobijo en pieles de animales cuando la fogata que tenía que encender para cocinar sus alimentos comenzaba a apagarse por el viento. También, había aprendido a confeccionar rudimentarios utensilios; como ese recipiente que dejaba afuera cuando llovía para tener agua que beber o que llevaba consigo en las excursiones al lago del bosque.

El Fauno bebía directamente de la corriente, a veces incluso cuando se sumergía en ella con las pezuñas cubiertas de fango y el pelaje lleno de ramas y hojas enredadas. Hoseok solía esperar que este se dé un par de chapuzones antes de desnudarse —porque conservaba aun el pudor social— y entrar al agua fresca. Sabiendo que, una vez estuviera allí, como ofrenda sensual, el Fauno lo tomaría.

Y esta era otro aspecto que había tenido que repensar de su anterior vida. Hoseok nunca consideró la idea de yacer con otro hombre. Cierto que tampoco con mujeres. Aunque menos que menos podría habérsele ocurrido copular con una bestia. Pero al Fauno… no había cómo resistir. 

La música que ejecutó la criatura para adormecer su voluntad y capturarlo ya no se oía como invitación a perderse, sino como ruego a que se entregue. La disposición era enteramente su decisión y, puede que enloquecido por el secuestro, el atrapante y melodioso entonar de la flauta, o por la magia del bosque encantado, Hoseok acudía a esta súplica del Fauno con el entusiasmo de un enamorado.

Además, estas atenciones del Fauno para seducirlo sugerían que respetaba los tiempos y los ánimos del humano. Porque cuando Hoseok estaba adolorido, sobre todo cuando el celo del Fauno acababa, lo acurrucaba y lo mimaba con tanto cariño y devoción que lo único que pensaba en ese instante, sostenido cerca del corazón de la criatura, era que estaba a salvo.
Que no deseaba estar en otro sitio que no fuera cobijado con el calor del Fauno.

—Llueve —murmuró viendo las nubes cubrir el cielo en un chubasco de verano.

El Fauno se irguió, desacomodando las pieles del lecho, y bufó porque ese día habían planeado cazar antes de su patrullaje diario. Pero con la lluvia las presas estarían escondidas. Aun así, todavía quedaba algo de fruta para Hoseok y Seokjin comería unos bocados para no aturdir con el sonido de sus tripas que harían eco en la cueva.

Hoseok lo observó, todavía recostado, notando cuan atractivo se veía el Fauno Seokjin con el cabello levantado en puntas, despeinado por él ya que los besos que se dieron antes de dormir fueron efusivos. Además, su aroma a tierra, sudor, sexo y lago los envolvía. Quiso abrazarlo, pedirle que no recorran los bosques. Por un día que el Fauno no vigile, que su música no se escuche entre los árboles, nada malo ocurriría.

Solo que la disciplina del Fauno era incorruptible. 

+

Ya no eran extraños los caminos para Hoseok. No obstante, era un gesto natural para él aferrarse a la mano del otro, tal cual si temiera que este lo soltara. Odiaría perderse, más cuando la noche cae y el bosque se cubre de sombras espesas que harían temblar al más valiente de los hombres. Una vez sucedió y fueron los lloriqueos y llamados aterrados los que lograron que Seokjin lo encuentre y lo envuelva en una manta de piel y lo regrese a la cueva.

De día, su mirada se nutre de colores vívidos, verdes, marrones, naranjos y rojos, amarillos y nunca pensó que un paisaje así se escondiese tras la arboleda junto al pueblo. Ni siquiera había reparado en las mariposas que danzaban sin que nadie las perturbe en su vuelo, puesto que su interés había sido el misterio que se ocultaba en el corazón del bosque. 

—¿Estamos cerca? —preguntó, cuando el Fauno se detuvo y él chocó con los altos flancos. El pelaje le picó en la cara y bufó mientras se apartaba.

El par de ojos oscuros, de los cuales edad sería imposible precisar, volvieron hasta su rostro y se concentraron en estudiarlo como un bicho. Así de insignificante, se estremeció ante la insinuante sonrisa que nació de la boca de la criatura mientras agachó el torso para olisquearlo.

Se dejó hacer, enrojeciendo de vergüenza porque supuso que con tanto andar el sudor sería denso, pero la reacción que obtuvo aquella inspección fue contraria a la que tendría cualquiera. Un gruñido corto, casi susurrado que arrojó el aliento tibio a la piel de su cuello y lo humedeció. Al Fauno le agradaba. Hoseok tuvo que tragar saliva y permanecer quietecito, decidido a que no cedería al extraño pulso que latió entre sus piernas de pronto.
No allí, al menos…

—Camina —dijo el ser, pronunciando la palabra con dificultad. Como si no fuera práctica diaria el enunciar vocablos.

Hoseok no lo forzaba a la conversación porque lo cierto es que este se hacía entender con poco. Un tirón a su brazo y se equilibró en sus pies nuevamente para seguirlo. Hoseok supuso que cuando alcancen su destino podría descansar, y rezó porque no falte demasiado. Los zapatos de cuero que llevaba estaban desgastados y las piedras, las ramas secas, le lastimaban las plantas del pie. Por no mencionar lo resbaladizo del suelo tras la lluvia que lo tenía pisando con cuidado. Mas cuando el dolor ardió hasta sus tobillos, y se percató de que sus piernas estaban acalambradas por la caminata acelerada y constante, protestó tratando de zafarse del agarre.

Más bien, tratando de llamar la atención de la criatura. Porque no pensaba soltarse.

—¿Qué? —escupió Seokjin molesto, y el rostro seductor, sombrío, se acercó al suyo con amenaza.

—Estoy cansado —dijo en un hilillo de voz, apenas para ser oído por la guardia del bosque.

Rebuznando, el Fauno lo liberó y antes de que Hoseok pudiera sujetarlo nuevamente, se paró en frente de él cuan alto era. La impresionante estatura no era nada comparada con el miembro y el par de testículos que colgaban entre las piernas de la criatura. Sumado a muslos gruesos, peludos, pezuñas negras y cuarteadas por los terrenos rocos. Y, por sobre la cintura, el costado humano de la criatura portaba un amplio pecho, ligeramente velludo. 

No era una vista de la que tuviese demasiado. Hallando graciosos los rasgos delicados con que el rostro del Fauno confundía y engañaba de su verdadera esencia bestial. 

—Camina —escupió Seokjin.

Pero Hoseok, para entonces, distinguía el verdadero enfado de una tentativa de lucha traviesa. Así que, ahora sí soltándose de la seguridad del Fauno, cruzó los brazos. Aguardó con expectación lo que este haría cuando notase su rebeldía y jadeó una risa tonta cuando el Fauno bajó la cabeza y empujó con ella su estómago. Sus astas clavándosele un poco, nada grave.

—¡No! —sonrió, resistiendo el pellizco de ternura cuando el Fauno sopló con sus fauces humanas y le ocasionó cosquillas en el abdomen. 

—Camina, Sok —pronunció, como cada vez, mal su nombre. Pero el esfuerzo de entender y dotarle identidad fue apreciado por Hoseok que aferró los cabellos del Fauno y lo zamarreó para apartarlo.

—Que no, que estoy cansado —desafió.

El Fauno retiró la cabeza y escaneó el rostro de Hoseok antes de mirar en derredor para asentir a algún plan que no comunicó. Lo que era adrede una estrategia para desconcertar al humano, porque así, picando la curiosidad de Hoseok, conseguía que baje la guardia. Hoseok, aunque anticipó algún movimiento, no esperó ser sujetado por la cintura y alzado al hombre del Fauno que corrió veloz, esquivando ramas y pozos. 

—¡Alto, para ya! —Gritó, aunque el miedo era un caliente incentivo para la adrenalina que le coloreó el rostro cuando una mano grande y pesada le sobó el culo—. Oh, por favor…

Rodeó la espalda del Fauno, en su posición incómoda invertida, y deseó que este juego no fuera tan brutal como las pasadas noches. Aunque la saliva y la grasa de animal facilitaban el camino, no había que subestimar el colosal miembro del Fauno Seokjin. Y su propia impaciencia, donde no permitía que su preparación fuese concluida cuando trepaba encima de la criatura y reclamaba su goce. 

—Quieto —ordenó el Fauno, ahora apresando su muslo al punto de doler, pero soltándolo para volver a tocar su culo, rascando entre las costuras para tentar su grieta—. Aquí.

Y ese fue el único aviso que tuvo antes de ser echado al suelo como un saco. Solo atinó a atajar la caída para no dar de cara a la tierra, aunque boqueó porque se quedó sin aire por el impacto. El Fauno era bruto. 

—Torpe —susurró, recuperándose del susto y el paseo.

Seokjin se arrojó sobre él, tomando su cara entre las manos para verlo y luego repartir un par de besos que consiguieron que el corazón de Hoseok vibre entero antes de derretirse por la más pura lujuria. Y fue su momento de levantar las piernas, rodeando el cuerpo de la bestia para restregarle la dureza que consiguió camino allí. Allí… junto al lago, donde un par de animales bebían su agua y otras retozaban en ella para refrescarse, pese a que la lluvia aminoró el sopor del verano.

—Siento —dijo Seokjin, y era una disculpa honesta cuando en su mirada hubo solo el destello brillante del amor.

Porque era simple y humilde amor. No había con qué disfrazar aquello que resonaba en sus pechos, como tambores frenéticos que acuden al llamado gutural de la pasión para cubrirlos y hacer que sus corazones dancen detrás de sus costillas. Un baile íntimo, erótico y desmedido que manifestaba su poder en el beso que siguió a aquella disculpa mal formulada.

La boca del Fauno, regordeta y algo seca, presionó sobre la fina y sensible de Hoseok, que suspiró embelesado antes de abrir la boca. Sin lamentos, dejó que la bestia hunda su lengua, larga y gruesa, hasta ahogarlo. Pero no yació apenas sumiso, sino que chupó el músculo y lamió antes de él mismo invadir la boca de Seokjin.

Lo quería. Tan terrible y sin reservas. Así que embistió contra el Fauno para dar cuenta de su excitación y el Fauno correspondió con su propio envión que lo arrastró por el suelo un par de centímetros. Fue así que se percató del barro medio seco en el que estaba recostado y aunque un poco de eso se enchastró en su cabello echó la cabeza hacia atrás cuando la lengua del Fauno bajó a mojar su cuello.

Debió expresar su exasperada situación porque Seokjin rio roncamente y se levantó, quedando de rodillas, para verlo con diversión. Pintó aquel gesto una dulzura e inocencia que solo la complicidad de ser amantes podría entender, porque coloreadas sus mejillas, solo quedó la fachada más vulnerable de la criatura: la del enamorado.

El Fauno, la atemorizante bestia que vivía en el bosque, era un ser solitario. Un alma destinada a la protección, al cuidado de aquellos que en su refugio natural buscan cobijo del progreso y el devastador avance humano. Nadie allí estaba para él, nadie para oír las angustias de Seokjin, sus temores y sus anhelos. Nadie hasta él. Nadie hasta que Hoseok, temerario y estúpido, enfrentó las habladurías. 

¿No era eso el amor, un acto absurdo y riesgoso?

—Tómame —pidió, febril. Y el Fauno sostuvo su mundo entre los brazos cuando abrazó a Hoseok estrechamente, besando su frente y diciéndole que sería a su modo.

Aunque, acto seguido, dominó a su antojo y capricho. Pero, aquí entre nos, era exactamente del modo en que le gustaba a Jung Hoseok.

De nuevo arrojado al barro, Hoseok fue testigo de cómo los animales que deambulaban por los alrededores se alejaron para concederles un poco de privacidad. Aunque no sería la primera vez que lo coge delante de algún animalillo que, ante los gimoteos de Hoseok y los gruñidos de Seokjin, se espanta y huye. 

Con destreza, Seokjin le quitó los pantalones remendados y los echó a un lado sin preocuparle que estos se humedezcan con el barro. Le levantó una pierna, mientras disponía que Hoseok quede recostado de lado y pueda sostenerse de un codo, para con el brazo libre recoger la pierna y acercarla a su pecho. Una posición bastante indigna, pero nada de pudor quedó en su cerebro cuando el Fauno hundió la cara en su culo y bañó con su halito caliente aquella zona.

La lengua escurridiza del Fauno, como todo él, grandota, culebreó entre sus nalgas. De una pasada, de tan larga, podía abarcar casi todo su pene, que saltó ante el lengüetazo y a los siguientes se quedó en reposo, tembloroso y goteante, para que Seokjin lo pruebe. Después, cuando las fuerzas de Hoseok se rendían y dejó caer un poco la pierna, con su mano Seokjin lo abrió para chuparle el pesado saco y halagar sus bolas con los labios tal cual fueran estos aperitivos delicados. 

Seguro, era glorioso el agasajo de Seokjin, que no cesaba sus gruñidos apreciativos, ni evitaba respirar caliente y errático sobre su piel humedecida y ¿cómo era que las uñas raspando sus muslos sugerían un placer especial? Daba igual, a Hoseok le fascinaba aquello. Por eso quiso darse vuelta, recostarse ya sea de espaldas o boca abajo, pero el Fauno lo retuvo así como estaba y procedió a untarle el ano con saliva espesa de presemen suyo que recogió de su pene.

—Mío —declaró el Fauno Seokjin, cuando un dedo penetró aquella rosada entrada del humano y encontró poca resistencia, pero una indescriptible calidez.

—Lo que sea, solo más, más —rogó. Un poco desesperado, un poco al borde de su orgasmo porque había conseguido el permiso de la bestia para masturbarse en tanto lo dilataban—. Es suficiente.

—Sí. 

Y dos dedos acariciaron su intestino, buscando aquel sitio que hacía que Hoseok chille y se retuerza encantado. Al Fauno esta reacción le había impresionado las primeras veces y las siguientes que se ocupó del disfrute de su humano rastreó la zona hasta dar con ello. Para Hoseok la próstata seguía siendo un término desconocido, apenas solo un saber primitivo de aquí tocas, aquí me vengo. Y cuando fue su oportunidad de tomar al Fauno laboró con esmero para enseñarle exactamente por qué era que ese lugar en específico le hacía contonearse cual serpiente. 

Y Seokjin no tenía, como él, timidez alguna en suplicar que siga tocándolo.
Por fin, para alivio de Hoseok, y frustración porque estaba tan cerca de disparar su jugo, Seokjin se escupió la mano y pidió que haga lo mismo antes de lubricar con ello su miembro. Solo la punta, enorme y brillante, porque el resto tendría que ser apenas buena elasticidad y relajación de Hoseok. Aunque el venoso falo parecía rozar sus terminaciones nerviosas, y mientras se hacía sitio en su interior, Hoseok podía trazar en su cabeza la textura exacta.

Una vez las bolas peludas del Fauno chocaron con las nalgas frías de Hoseok, el mundo quedó en suspenso y eran otra vez los tambores de sus corazones los que latían una canción cándida para los dos. Por lo que Hoseok dobló la pierna en torno a Seokjin, que le masajeó el estómago y bajó para sobarle el pene que había caído un poco ante el picante dolor de ser penetrado por la bestia.

—Mío —repitió su declaración Seokjin, consiguiendo que su voz sea menos áspera.

A oídos de Hoseok, sonó más a promesa que a sentencia. Porque esa única palabra escondía tanto de su unión que apenas cerrando los ojos y aceptando los besos en su frente, mejillas, párpados y, a continuación, boca, podía leer su entero significado. Era una pertenencia absoluta, recíproca y, presumía sin temor, eterna. Porque allí, en el bosque del Fauno, no existía disposición temporal que ajustara algún cierre a lo que inició; sempiterno amor de una bestia y un humano.

Si es que fuese posible, tal amor traspasaría barreras vitales porque tras la muerte seguirían conectados. Eso lo podía saber por el modo en que su alma se enredaba a la otra y faltaban manos, brazos, piernas, piel, huesos, sangre para adherirse al otro y hacerle saber que no se separarían jamás. 

Así que Seokjin salió y volvió a enterrarse, cautivando al bosque con un gemido de su amado que aferró su cuerpo para moverse e ir a su encuentro. Tras eso, bastó ajustar la música que sonó en sus corazones a una danza ancestral. Un éxtasis corporal y que excedía incluso las restricciones del cuerpo porque tras los párpados apretados por el exquisito sentir relampaguearon sus almas un tormento que acababa en el clímax.

Y si abrir los ojos era renunciar a tal visión, tampoco suponía una pérdida cuando las pupilas de los amantes reconocían la respuesta a lo escrito en las nubes, en las estrellas y en los rastros de lluvia que perlaban el suelo a su alrededor:

—Mío —susurró Hoseok, con su voz rota, pero con la certeza de que nunca estuvo tan en armonía con lo que es, con lo que espera y con lo que quiere.

Blanco, el placer selló el instante supremo con su lluvia blanca y regó el barro y el pasto a un lado de Hoseok, mientras el mismo elixir de gozo inundó su cuerpo y persiguió la retirada del Fauno para resbalar por los muslos del humano. Hoseok se dejó caer, ahora sí drenado de energías, pero saciado al punto de querer llorar y reír. No entendía cómo era posible que en cada ocasión el sexo desarmara su cuerpo y sacudiera su espíritu. Aunque no estaba interesado en indagar, sino en recibir a Seokjin para que duerma a su lado y recupere el brío.

Alto, entre las nubes de lluvia que aun decoraban su espléndido cielo, el trinar de los pájaros comunicó que el par de amantes descansaban un sueño ligero y que nadie debía perturbar al protector del bosque y su compañero.

Fin.

 

    
  
 


Nota:

Ah, el Furry, qué mundo por explorar(? Aunque no sé si cuenta como tal, la verda'. Esto surgió de recordar a James McAvoy en Narnia y luego el Bestiario donde aporté dos criaturas, Pied piper y bueh...

Iba a advertir la naturaleza animalesca de Seokjin, pero aquellos que no fueron a leer el drabble que mencioné, merecen ir ciegos (? Jajaja

Dicho sea de paso, vayan a ver el drabble precuela(? de este OS. No les tomará mucho más de un minuto y la insistencia está en que, loco, me re cuestan los drabbles y a veces solo necesito apoyo (? Jajajaja

Anaka, ya ni sé cap de qué esperaba en este libro negociado, pero quería escribir 2Seok y lo hice. Sin presiones, ya prometiste que pronto y no tengo apuro, you know?

Los que están aquí y no son Anaka; ¡gracias!

:)

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