Capitulo 14

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Lalisa se había arrepentido de haberle dicho que sí daba terapia a parejas a Jennie, pero ya era muy tarde para decirle que no podía, eso no era para nada profesional. Y ella era muy profesional, porque claro que tener fantasías con tus pacientes es muy profesional.

La pelinegra bufó y comenzó a alejarse de su casa, luego de cerrar la puerta de ésta con llave. Ella había decidido que dejaría de pensar en aquella pequeña y adorable pelicastaña de forma sexual, ella era su paciente, por lo tanto, no era para nada ético pensar en ella de ese modo. Había pasado unos minutos la noche anterior pensando en qué debía hacer para dejar de pensar en su paciente de ojos gatunos y cachetes regordetes de esa forma y llegó a una sola idea: tener sexo como le gustaría con ella, pero con otra chica.

Así que allí estaba, caminando por el centro de la ciudad en busca de un sex shop donde pudiera comprar juguetes, esposas o lo que sea que pudiera usar con alguna chica que conociera esa noche en algún club.

Luego de recorrer varias calles céntricas, Lalisa decide ir a uno de los sex shop que vio en el camino, volviendo a el. La pelinegra no sabía muy bien qué iba a comprar, ni que había allí precisamente en el lugar, pero algo le iba a gustar o le iba a llamar la atención, seguramente. Ella nunca había ido a uno de esos negocios, ya que no sintió la necesidad de tener alguno de esos juguetes que venden en ese tipo de lugares, a ella siempre le iba bien el sexo normal. No es que ella pensara que no era normal el sexo con juguetes sexuales, pero solo no era lo común para ella.

Al entrar al local, una joven rubia se le acercó y sonriendo le habló: ─ Buenas tardes. ¿Buscas algo en específico?

Lalisa le sonrió de vuelta ─ No, solo vengo a ver.

La chica asintió, sonriendo nuevamente, y se alejó, dejándola que ella prosiguiera por los pasillos de la gran habitación

Lalisa pensaba que solo existían los consoladores, varios modelos de estos, claro, pero no sabía que existía tanta variedad de juguetes sexuales, por lo que no dejaba de sorprenderse mientras caminaba por los diversos pasillos que había en el lugar. Pero ninguno de estos objetos le sorprendió tanto como lo hizo el hecho de encontrarse con quien menos se quería encontrar: su paciente de cabello castaño y ojos hermosos. Ésta estaba viendo muy de cerca, para el gusto de la pelinegra, un consolador de color rosado y gran tamaño, era común, no como algunos que tenían diferentes y raras formas, lo único que tenía llamativo era un pequeño botón negro en la base de éste.

Los carnosos labios de la mayor se encontraban bastante cerca del juguete (en realidad no era así, pero a Lalisa le gustaba pensar que sí) y eso provocó que algo endureciera dentro de los pantalones de la más alta.

─ ¿Jennie? ─ Preguntó la tailandesa con el ceño fruncido.

La nombrada levantó la cabeza para ver quien la llamaba y sonrió un poco incómoda al ver que era su psicóloga. A ella le contaba todo respecto a su actual relación amorosa y no le gustaba para nada que también estuviera ahí su pareja, de igual forma, se tendría que acostumbrar, le había pedido que le diera terapia de pareja.

Aunque también puede que le incomode que la desee sexualmente más que a su novio. Solo una posibilidad.

─Hola, Lalisa.

─ ¿Lalisa? ¿Ella es tu psicóloga?─Murmuró el novio de la coreana, que se encontraba detrás de ella, viendo "disimuladamente"  y con mucha atención el mismo juguete que Jennie.

Y fue ahí cuando Lalisa se dio cuenta que él también estaba presente y lo había estado anteriormente. El de ojos claros sostenía a Jennie de la cintura y la mantenía de esta forma cerca de su cuerpo, con un toque de posesividad.

─ Sí, lo soy ¿Tú eres MinHo, supongo?

─ Sí ─ Le sonrió el nombrado y Lalisa comenzó a reír a carcajadas, no lo podía evitar, al verlo lo único en lo que pensó fue en su pene chico y a Jennie molesto por ello. Jennie no podía sentirse más incómoda o eso creía.

Cuando el novio del de cabello azabache le confirmó que era él, Lisa no pudo dejar de recordar todo lo que su paciente le contaba sobre él y su pene chico.

─ ¿No se supone que los psicólogos tienen que tener una buena salud mental? ─ Preguntó el de ojos claros luego de que la ojimiel se riera por un tiempo.

─ Sí, se supone. ─ Le contestó Jennie con un tono serio, estaba bastante molesta. No importaba lo que le había dicho a Lalisa, ella no podía reírse. Eso no era para nada profesional.

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